Francisco Pérez Acevedo

Monseñor Francisco Pérez Acevedo
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NombreMonseñor Francisco Pérez Acevedo
Nacimiento17 de octubre de 1861
Villarmide, Oviedo, Bandera de España España
Fallecimiento25 de marzo de 1924
Bandera de España España
OcupaciónMonseñor
PadresNicolás Pérez
María Acevedo

Francisco Pérez Acevedo. Notas biográficas sobre quien fuera recordado párroco de Manzanillo. Monseñor Francisco Pérez Acevedo santificó altares, calles y hogares de Manzanillo con su presencia, convirtiéndose en apóstol de la juventud y de los ancianos, siendo protagonista en los difíciles tiempos de finales del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX.

Nacimiento

Francisco José María Pérez Acevedo, hijo de Nicolás Pérez y María Acevedo, vio la luz por primera vez en la madrugada del 17 de octubre de 1861, en el pueblo español de Villarmide, Oviedo, en cuya parroquia fue bautizado. Fue enviado al seminario por sus padres al notar éstos su espíritu dócil y devoto.

Estudios realizados

Tres años de Humanidades con un profesor seglar, un cuarto año de las mismas y tres cursos de Filosofía en el Seminario Conciliar de Mondoñedo, además de siete años de Teología en el Seminario Conciliar de Oviedo, con notas sobresalientes, así como dos años de Derecho Canónico, estudiados en el Seminario de Santiago de Cuba, también de manera sobresaliente, completaron una deslumbrante carrera(2). A los diez días del mes de enero de 1886 recibió la orden sacerdotal y se le asignó a la parroquia Santa Eulalia de Oscos, donde desarrolló un trabajo tan dedicado a la catequesis que le valió la bendición del Obispo de Oviedo(3), que también habría de recomendarlo al Arzobispo de Santiago de Cuba, Monseñor José María de Cos, al viajar el joven prelado a Cuba a fines de 1889.


Responsabilidades asumidas

En el Arzobispado de Santiago se le asignaron las tareas de Cura Ecónomo de las parroquias de Santa Susana del Caney y de San Juan de Bayamo(4) -donde no llegó a trabajar- y posteriormente se le nombró Teniente Cura de la Parroquia del Término de la Purísima Concepción de Manzanillo, en mayo de 1890(5), fecha a partir de la cual se inició una etapa de treinta y tres años de consagración y entrega que sólo culminaría con su deceso. En ausencia del párroco Ismael Bestard, fue nombrado Vicario Foráneo del Distrito, en dos ocasiones y una tercera vez, el 15 de febrero de 1905(6), en la que también fue nombrado Cura Ecónomo, al fallecer el P. Bestard.


Labor religiosa y humanitaria

En el Arzobispado de Santiago se le asignaron las tareas de Cura Ecónomo de las parroquias de Santa Susana del Caney y de San Juan de Bayamo(4) -donde no llegó a trabajar- y posteriormente se le nombró Teniente Cura de la Parroquia del Término de la Purísima Concepción de Manzanillo, en mayo de 1890(5), fecha a partir de la cual se inició una etapa de treinta y tres años de consagración y entrega que sólo culminaría con su deceso. En ausencia del párroco Ismael Bestard, fue nombrado Vicario Foráneo del Distrito, en dos ocasiones y una tercera vez, el 15 de febrero de 1905(6), en la que también fue nombrado Cura Ecónomo, al fallecer el P. Bestard.

El P. Acevedo había realizado una labor ciclópea, que lo hacía digno merecedor de sustituir al difunto. Durante la Guerra del 95, el Comandante Militar de la Plaza, le pedía consejo acerca de las incontables delaciones, mayormente anónimas, a la hora de castigar a los supuestos “traidores a la Corona”. Gracias a su buen tino, numerosos patriotas o peninsulares y criollos que no tenían nada que ver con la causa libertadora pudieron evadir la cárcel, el destierro y hasta el patíbulo, e incluso soldados castigados contaron con su apoyo ante los mandos militares. Los reconcentrados encontraron alivio en la Cocina Económica fundada por él y tanto cubanos como españoles agradecieron su valiosa asistencia material y espiritual durante el bloqueo naval norteamericano, pues bajo las bombas no cesó de atenderlos, al punto en que se negó a ponerse a buen recaudo de estas bajo la protección ofrecida por los generales Rabí y Castro.(7)

En 1900 realizó un viaje a su tierra natal, que pisó por última vez, para resolver asuntos familiares(8). Al regreso del mismo, reanudó su incansable trabajo y fundó o influyó determinantemente en la fundación de colegios religiosos como La Purísima Concepción (1901), dirigido por las Siervas de María, Santo Tomás de Aquino (1902), Santa Teresa de Jesús y El Sagrado Corazón, estos últimos fundados y dirigidos por Rafaela Bello y Micaela Escala respectivamente, pero con su contribución especial. Sin embargo, su extensa obra fundacional ya había comenzado en 1894 con el Apostolado de la Oración, al que siguieron numerosas asociaciones: Las Hijas de María, San Vicente de Paúl, Nuestra Señora de la Caridad, Nuestra Señora del Carmen, la Asociación Eucarística, la del Niño Jesús de Praga, Pajes del Santísimo y la Asociación Católica de Manzanillo, con un campo de acción que abarcaba desde la asistencia social hasta la liturgia y la oración.(9)

Durante el período en que nuestra ciudad fue azotada por la influenza -hacia 1918(10)-, su labor misionera al servicio de los enfermos y su capacidad de movilizar a las gentes se duplicaron, como si fuera un “peón de la Divina Providencia”, por su extraordinaria y santísima faena, porque “[…] poseía una caridad sin límites […] nada guardaba ni le preocupaba el porvenir y tan sólo ansiaba remediar las necesidades ajenas […]”(11). Su profundo celo por la dignidad de los altares en que consagraba y el deseo de que progresara su comunidad, lo impulsaron a remodelar el templo parroquial, para el que llegó a recolectar $ 24 000 pesos(12). Sin embargo, sólo pudo completar parcialmente la fachada de su proyecto -que hoy se pretende terminar-, y la reparación interior, entre 1916 y 1920(13), lo que no impidió que sea admirada como joya de nuestra arquitectura. Uno de sus sueños más fervientes fue la construcción de un asilo para ancianos, aunque no pudo verlo construido, y que el 27 de diciembre de 1927 se inauguró en su memoria por el P. F. Garro.(14)

Su labor no se resumía puramente a la práctica constante de la caridad y el amor sino que también su pluma tuvo amplio ejercicio desde las páginas del boletín parroquial “El Granito de Arena” (15), fundado por él en 1908, en las que defendió la fe católica y procuró salvar la moral de una sociedad plagada por el vicio y la corrupción, en que “[…] las ciudades […] son eriales donde se apagó la fé[sic], y únicamente alumbra la antorcha del egoísmo […]”(16). Por tantos méritos y por su sabiduría, fue nombrado consejero en los asuntos relacionados con el gobierno del Arzobispado, por Monseñor Ernesto Filippi, Administrador Apostólico de la Archidiócesis de Santiago de Cuba; Censor Eclesiástico para los asuntos relacionados con la Religión, por Monseñor Francisco Barnada, Arzobispo de Santiago de Cuba; Socio de Honor de la Colonia Española y Caballero o Comendador de la Orden de Cristóbal Colón, del Liceo de la Raza(17). Sumadas a lo antes dicho, su celo y su devoción para con el santo sacramento sacerdotal, se le intentó nombrar Arzobispo de Santiago de Cuba y, luego, Obispo de Matanzas, mas su modesta personalidad le impidió aceptar tales cargos, no siendo así con el nombramiento de Prelado Doméstico de Su Santidad(18), que debió acatar humildemente.

Muerte

Su salud, resquebrajada por la influenza contraída durante la epidemia que había combatido sin reparar en sí mismo, impidió que fuera designado Obispo de Colombia y en la noche del 25 de marzo de 1924, dejó este mundo el querido P. Acevedo(19). Una ola de consternación invadió al pueblo, que el día 26 le llevó en sus hombros hasta la sepultura y le lloró en un duelo general de varios días, cerrando los establecimientos públicos mientras permaneció insepulto su cadáver, por expresa solicitud del alcalde municipal. La prensa manzanillera recogía titulares como: “La Sociedad en pleno de Manzanillo está de duelo”, y el Ilustrísimo Arzobispo de Santiago de Cuba, Monseñor Ambrosio Guerra, asistió a las exequias más multitudinarias jamás realizadas en nuestra ciudad, a las que se juntaron cuantos conocieron a tan santo varón, sin reparar en credo o ideología, dejando la huella de su profundo pesar en la lápida que reza:

“Padre: Te admiramos, te quisimos y te lloramos, porque fuiste luz, consuelo y amor. Tu alma que vivió siempre en Cristo, estará por siempre en la Gloria del Señor. Oramos por ti. TUS HIJOS”.

Sus restos mortales, fueron trasladados a la parroquia “La Purísima Concepción” de Manzanillo el 17 de junio de 1945.


Citas y Notas

1.-José Coronas Uruén: Apuntes biográficos del que fué párroco de Manzanillo Monseñor Francisco Pérez Acevedo, Manzanillo, Cuba, 1925, página 44.
2.-Ibíd., p. 9 y 10.
3.-Ibíd., p. 12.
4.-Ibíd., p. 13.
5.-Ibíd., p. 14.
6.-Ibíd., p. 22.
7.-Ibíd., p. 15 a 18.
8.-Ibíd., p. 19.
9.-Ibíd., p. 20 a 27.
10.-“Manzanillo 1492-1952”, en: El Eco de Manzanillo, Año III, Etapa V, Diciembre 1952, Núm. XII, p. 15.
11.-Coronas Uruén: Op. Cit., pp. 45 y 46.
12.-Ibíd., p 36.
13.-Mario Domínquez González: "Iglesia Parroquial de La Purísima Concepción. Proyecto de restauración", en: Huellas, Boletín de la Pastoral de Cultura, Parroquia “La Purísima Concepción”, Julio-Agosto-Septiembre, Año I, Núm. II, p. 11.
14.-“Apuntes históricos”, en: El Eco de Manzanillo, Año III, Etapa V, Junio 1952, Núm. VI, p.3.
15.-Coronas Uruén: Op. Cit., p. 37.
16.-Monseñor Francisco Pérez Acevedo. Ola de Cieno. El Granito de Arena.
17.-Coronas Uruén: Op. Cit., pp 36 y 37.
18.-Ibíd., p. 38.
19.-Ibíd., p. 39.

Fuentes

  • Enciclopedia de manzanillo
  • Investigación JCCE Manzanillo 3

Véase también