Heriberta Martínez Martínez

Heriberta Martínez Martínez
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Nacimiento16 de marzo de 1895
Jovellanos, Matanzas, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento26 de julio de 1991
Ciudad Colón
Causa de la muerteMuerte natural
Nacionalidadcubana
OcupaciónMaestra
Conocido porHeriberta
PadresJosé Martínez Vázquez y Caridad Martínez Romero

Heriberta Martínez Martínez. Una de las figuras más destacadas de la pedagogía colombina. Ella perteneció a esa generación de educadores que inculcó en sus alumnos las mejores tradiciones patrióticas nacionales y locales. En sus aulas se forjaron numerosas personalidades, unas pusieron su talento en función del progreso de la Ciudad de Colón, otras ofrendaron sus vidas en la última etapa de las luchas por la independencia nacional. Entre ellas merecen ser citadas: Rosa América Cohallo, periodista, poetiza y escritora, el Doctor Mario Muñoz Monroy, Mártir del Moncada, Félix Ojeda, abogado, Antonio Rodríguez Álvarez, Esteban Hernández y Gilberto Espiñeira, mártires de la lucha clandestina; entre otros.

Síntesis biográfica

Nació el 16 de marzo de 1895, en Jovellanos, Matanzas. Toda su obra pedagógica está estrechamente ligada a la ciudad de Colón, urbe que la acogió como una hija en los años iniciales de la República Neocolonial. Según consta en el Registro del Estado Civil de Colón, su padre José Martínez Vázquez, natural de Cimarrones actual Carlos Rojas, y de oficio tabaquero, y su madre Caridad Martínez Romero, natural de Jagüey Grande y ama de casa, la inscribieron a los 14 años de edad con los nombres de Justina Heriberta.

Estudios

Iniciada desde muy joven en las tareas escolares mantuvo una actitud ejemplar en el centro Luz y Caballero y en la Primaria Superior José Martí ambos de la enseñanza pública, así como en el Colegio Colón, propiedad de su esposo y también educador José Agustín Cartaya Caro. En este último centro, tan cercano a su corazón, a los 61 años de edad laboraba las dos sesiones de clases impartiendo el Español de los cinco cursos, la Educación cívica y el Inglés. Su trabajo sistemático con los componentes esenciales de la lengua materna caligrafía, ortografía, expresión oral y redacción le dio fama en la localidad.

Un componente del idioma muy difícil de desarrollar en los estudiantes es la expresión escrita o redacción. Ella respetaba el criterio científico de que la escritura era un proceso individual dependiente de la práctica y de la lectura como recursos. Por eso estimuló en sus discípulos el interés por redactar con calidad. Se apoyó mucho en el estudio de textos martianos. Los alumnos a la vez que escribían estudiaban reglas ortográficas, leían, se expresaban, conocían de la grandeza de José Martí como cubano y hombre universal al reunir en su personalidad los valores más enaltecedores de la condición humana: el patriotismo, el humanismo, la responsabilidad, la laboriosidad, el desinterés personal, la honradez y la honestidad.

Ideales revolucionarios

Graduación de un grupo de estudiantes de Heriberta (en el centro de la foto)

En 1882Heriberta amó profundamente las ideas del Apóstol con la misma devoción que las prédicas a Cristo. De ambos profetas aprendió el sagrado cumplimiento del deber, el amor al prójimo, y la honestidad consigo misma y con la sociedad, por decía que ni jóvenes ni viejos podías descansar hasta liberar al país de la plaga que los oprimía.

Mientras la dictadura batistiana establecía los Impuestos Martianos para conmemorar, a su manera, el centenario del natalicio del Apóstol, Heriberta Martínez quiso darle una significación decorosa y patriótica a la efemérides, por ello orientó a sus estudiantes escribir poesías sobre la vida y obra del más universal de todos los cubanos. Luego seleccionó las obras de mayor calidad textual y de respeto a las leyes del ritmo métrico. Dicha selección fue publicada en el folleto “Poemas Martianos”, editado por la imprenta Paltenghi con fecha 28 de enero de 1953.

Con el centenario vino el Moncada y una nueva etapa de lucha hacia el logro de la legítima independencia nacional. Uno de sus discípulos el Doctor Mario Muñoz Monroy, estuvo presente en la acción y halló el camino hacia la inmortalidad cuando intentó reivindicar la memoria de José Martí. Heriberta sintió profundamente la muerte de Mario, a quien quería como un hijo, y admiraba por su calidad humana y vergüenza política. Extrañó desde entonces la colaboración que el galeno le prestaba organizando las Cenas Martianas en la calle Diago entre Gonzalo de Quesada y Estrada Palma hoy Camilo Cienfuegos.

Ella era quien organizaba las Cenas Martianas en su cuadra cada 28 de enero. Para el éxito de las mismas se apoyaba en los vecinos, encargados de confeccionar los platos tradicionales, y apartar las mesas, las sillas y cubiertos que se colocaban en plena calle. Esa noche, cenaban juntos el rico y el pobre, evocando al Apóstol en poemas, canciones y números musicales interpretados por la orquesta Internacional que dirigía el músico colombino Julio Odicio Arrieta.

Muerte

Heriberta Martínez afrontó la tercera edad hasta que su corazón dejó de latir el 26 de julio de 1991 en el Hospital Mario Muñoz, a los 96 años de edad. Con su desaparición física la pedagogía colombina perdió a una de sus figuras más excelsas, cuyo ejemplo hoy convoca a las educadoras a continuar batallando para hacer de Colón un municipio de hombres cultos.

Un monumento en Colón para los estudiantes de medicina de 1871

El 27 de noviembre de 1871 el colonialismo español escribió una nueva página de terrorismo de Estado, en esa sangrienta fecha, los extremistas peninsulares fusilaron a ocho adolescentes estudiantes de medicina acusados de profanar la tumba del periodista reaccionario Gonzalo Castañón Escaro. Estudios realizados con posterioridad han demostrado la inocencia de las víctimas y la culpabilidad del Gobernador político. Desde el año 1946 la ciudad de Colón cuenta con una construcción conmemorativa dedicada a los ocho estudiantes mártires, realizada por uno de los grandes de la plástica cubana en el siglo XX: Fernando Boada Martín (La Habana 1902-1980).

La patriótica iniciativa nación de los profesores y alumnos del Colegio Colón. Ellos constituyeron un Comité Pro-Monumento, encargado de recaudar los fondos necesarios para la obra mediante el concurso de los padres del alumnado, las autoridades municipales, las instituciones cívicas, y los habitantes de la ciudad y de poblados vecinos. Heriberta Martínez y José Agustín integraron el Comité y habilitaron su domicilio en Diago No.71 para las reuniones reglamentarias. Esta obra fue la primera de su tipo fuera de la ciudad de la Habana.

Colón ganó en riqueza patrimonial e historia. El legado de Heriberta Martínez , José Agustín y de todos los que batallaron por su realización, ha permitido a varias generaciones de colombinos contar con un monumento en el que cada 27 de noviembre se condena el abominable crimen de los colonialistas españoles.

Gratitud Compartida

En su natal Colón, Mario Muñoz Monroy dejó una estela de simpatías entre sus semejantes. Familiares, amigos, antiguos pacientes maestros, en valiosos testimonios han dejado constancia de su personalidad multifacética, espíritu humanista y ética médica. Uno de esos testimonios fue de Heriberta Martínez, voz autorizada a la hora de opinar sobre el Médico del Moncada.

Ella fue maestra de Mario en el centro escolar Luz y Caballero durante algunos cursos de la enseñanza primaria. Allí le impartió las asignaturas de Español y Preceptiva. Luego volvió a tenerlo como pupilo e la preparatoria para el ingreso a la Segunda Enseñanza. Mario venció el bachillerato en 1934, en el Instituto de La Habana, y ese mismo año matriculó la carrera de Medicina en la Universidad deLa Habana. El 16 de marzo de 1942 el centro de altos estudios le expidió su título de Doctor. Los primeros contactos de Heriberta con la familia Muñoz Monroy datan de la década de 1910, cuando Marceliano Muñoz Urra daba sus primeros pasos como fotógrafo independiente en un pequeño estudio que había instalado en San José No.64. En reiteradas ocasiones posó ante la cámara del artista en busca de retratos. En años posteriores Marceliano admiró de ella su capacidad para instruir y educar sin levantar el tono de voz, ni apelar al castigo físico de los alumnos. La relación afectiva entre Heriberta y Mario Muñoz se vio fortalecida a partir del año 1945, fecha en la que el galeno se asentó en Diago No. 74, muy cerca del Colegio Colón y de la vivienda del matrimonio Cartaya Martínez, donde estableció su consultorio privado con servicios de Medicina General, Laboratorio, Rayos X y Fisioterapia.

Aunque la medicina particular estuvo de moda en la República Neocolonial, Mario no se dejó arrastrar por el egoísmo del sistema capitalista vigente. Por ello demostró su humanismo y solidaridad con los más necesitados ofreciéndoles consultas gratuitas y medicamentos. También auxilió a los damnificados por intensas lluvias e incendios, y organizó colectas para ayudar materialmente a las niñas huérfanas del asilo La Caridad.

En la formación de estos valores, y de otros como la laboriosidad, la honestidad, la honradez, el patriotismo y la justicia social, estuvieron presentes las influencias educativas de sus padres Marceliano y Catalina, y el trabajo pedagógico de Heriberta Martínez en la enseñanza de la lengua materna y en la educación moral para la vida.

El último Testimonio

Para Martí no había cosa más bella que amar a los ancianos, porque ellos son los patriarcas, los fundadores de las familias y de los pueblos. Heriberta Martínez en su ancianidad recogió el amor que supo sembrar en sus familiares, vecinos, alumnos y hermanos de la Iglesia Bautista de Colón. Sus arrugas y cabellera blanca fueron las huellas de más de nueve décadas de luchas contra un sinnúmero de dificultades, a las que supo vencer con amor, fe y trabajo. En esos años titánicos en que la voz se torna trémula y los pasos tardíos, la venerable anciana de Mario Muñoz No.71 nombre que adoptó la calle con la Revolución, no descuidó el interés por conocer que sucedía en Cuba y en el resto del mundo.

Como martiana convencida asimiló el proceso de nacionalización de la enseñanza llevado a cabo en el año 1961, mediante el cual la familia perdió la propiedad del Colegio Colón. Toda revolución auténtica implica cambios profundos, y para hacer de la educación un derecho de todos, se hizo necesario establecer el carácter gratuito y científico de la enseñanza. Las experiencias vividas en el pasado neocolonial le hicieron ver que para crear un país de hombres libres y cultos, era necesario hacer de la educación una política oficial del Estado. No deseó entrar en la inmortalidad sin dejar constancia escrita de lo que significó, en el plano personal, haber sido maestra del Médico del Moncada. En este testimonio corroboró lo expresado en años anteriores a periodistas de Granma y Verde Olivo. Con un lenguaje intimista y preciso, donde prima el humanismo, reveló sin el menor nerviosismo: Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan; los que odian y deshacen. Mario era de los que amaban y fundaban. Fui su maestra y desde muy joven pude comprobar cómo el ideal martiano se hizo realidad en su vida.

Fuentes

  • Investigación realizada por la Lic Katia Ortega Díaz
  • Equipo de investigación de Historia Local. 1992. “Apuntes para la Historia de Colón (hasta 1980)”. Inédito. Colón.
  • 1990. “Cronología Histórica del municipio de Colón (1510-1980)”. Colón.
  • González Quintana, Carlos Manuel. Heriberta Sánchez maestra de Mario Muñoz.
  • Govea Pérez, Harlene. 1992. “Desarrollo educacional en Colón durante La República”. Inédito. Colón.
  • Grillo Hernández, Juan Isaías. 1982. “Mario Muñoz Monroy”. La Habana. Editora Política.
  • Marrero Cruz, Eduardo y Miriam Hernández González. 2000. “El Médico del Moncada”. Ciudad de La Habana. Ediciones Verde Olivo.