Juan Miguel de Mora Vaquerizo

Juan Miguel
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Investigador, escritor, novelista, indólogo, ensayista, traductor, dramaturgo, director de teatro, cine y televisión y periodista español.
NombreJuan Miguel de Mora Vaquerizo
Nacimiento1921
Bandera de España España

Juan Miguel de Mora Vaquerizo. Investigador, escritor, novelista, indólogo, ensayista, traductor, dramaturgo, director de teatro, cine y televisión y periodista.

Síntesis biográfica

Nació en Madrid, en el año 1921 de padre mexicano, estudió en el Instituto Juárez de Villahermosa, Tabasco, México, y en 1936 fue enviado a París a estudiar francés, que en aquel tiempo era el idioma internacional. Al estallar la sublevación militar franquista, en 1936, vino a España desde París a luchar a favor del gobierno republicano, primero en intendencia del 5º Regimiento en Madrid e incorporándose más tarde en infantería a las Brigadas Internacionales en la XV de las cuales participó en la Batalla del Ebro.

Trayectoria laboral

En el área de especialización del Dr. de Mora es la lengua y la cultura sánscritas, sus aportaciones a la comunidad universitaria se extienden por muchos caminos. Hace presente a la UNAM en la India, donde su labor es reconocida y su presencia constantemente requerida, y también hace presente a la India en la UNAM, donde por más de 40 años ha impartido cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras. Desde febrero de 2010 es miembro del Seminario de Hermenéutica del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM.

El Dr. Juan Miguel de Mora inició su Maestría en Letras Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México y la concluyó en la Universidad Latino-Americana de La Habana, Cuba, institución por la cual también obtuvo su Doctorado en Letras. A partir de 1950 realizó estudios postdoctorales de especialización en lengua y literatura sánscritas, destacando su estancia en la École Pratique des Hautes Études de la Universidad de París, Francia, con la Maestra Anne Marie Esnoul.

Asimismo, realizó cursos de especialización en historia de China en la Universidad de Pekin (República Popular de China) y de literatura vietnamita en la Universidad de Saigón, hoy Ciudad Ho-Chi-Minh, Viet Nam, entre otros varios. En 1981 en la VIII Conferencia Mundial de Sánscrito, celebrada en Delhi, India, fue elegido Vicepresidente de la Asociación Internacional de Estudios Sánscritos (IASS) y reelegido sucesivamente en las Conferencias de Viena, Leiden y Melbourne, habiendo permanecido en el cargo por doce años. En la XIV Conferencia Mundial de Sánscrito celebrada en 2009 en Kioto, Japón, fue elegido Director Regional de IASS para América Latina.

Es Profesor Emérito del Jain Vishva Bharati Institute, Ladnum (India), y ha sido profesor visitante en las Universidades de Delhi (India); Kuala Lumpur Malasia; Gurukula Kangri (India); Sao Paulo (Brasil), Salamanca (España) además de haber impartido cátedra en muchas otras instituciones de Europa y Asia.

Fue distinguido con el Premio Anekant Samman que otorga la Fundación MG Saraogi, de Calcuta, dotado con cien mil rupias. El premio se debió a su conocimiento, interpretación y difusión de la filosofía Jaina, el Anekantavada. Cabe destacar que sólo él y un profesor alemán han obtenido dicho premio en occidente, durante los años anteriores todos los premiados fueron hindúes.

Ha participado en innumerables congresos, seminarios, conferencias y simposios en el ámbito de los estudios sánscritos y es autor de la traducción directa del sánscrito al español de 126 himnos del Rig Veda, de varios Upanisads y del Uttararamacarita de Bhavabhuti, entre otras. Ha escrito numerosos trabajos sobre la cultura sánscrita, la mayor parte publicada en inglés en la India, entre los que destacan The Principle of Opposites in Sanskrit Texts (publicado en la India, 1982) y El concepto de la divinidad en el hinduismo, presentado en las Conferencias Mundiales de Sánscrito en Australia y Bangalore (publicado en español por el Instituto de Investigaciones Filológicas). Escritor incansable, ha publicado más de 70 libros (tanto de investigación como de escritura creativa) sin contar con los innumerables artículos periodísticos que hasta el mismo día de hoy sigue escribiendo.

Exilio

Una de las obras de referencia inevitables en el estudio del exilio republicano de 1939 en México, el Gran Diccionario Enciclopédico de México de Humberto Musacchio, depara una extraordinaria sorpresa a quien se interese por la obra de Juan Miguel de Mora, el lector se encontrará con una entrada dedicada a un Juan Miguel de Mora, al que se presenta como un escritor y maestro en literatura de la UNAM y profesor del Instituto de Investigaciones Filológicas, que, además, ha publicado ensayo, teatro y novela, doctor en Letras por la Universidad Latino Americana de Cuba y profesor de literatura sánscrita en la UNAM.

Naturalmente, una persona cuya trayectoria ha sido tan dilatada, variada e intensa, que es difícil aceptar que conforme una única vida. La anécdota, autobiográfica, es significativa de la heterogeneidad de la labor cultural desarrollada por Juan Miguel de Mora Vaquerizo, periodista con más de sesenta años de dedicación ininterrumpida, novelista, indólogo, ensayista, traductor, dramaturgo y director de teatro, cine y televisión.

Después de abandonar España por La Junquera-Le Perthus en febrero de 1939 y de un corto periodo en Francia, Juan Miguel de Mora se estableció en México, donde inició una brillante carrera como periodista que le llevó a fundar el semanario La Voz de la Chontalpa, a dirigir el Diario de Tabasco y, durante muchos años, a desempeñar la corresponsalía de la revista Siempre! en diversos países. Colaboró también en El Heraldo de México, ocupándose de la crítica teatral (actividad que también llevó a cabo en Cine Mundial, Diario de la tarde y El Sol de México), y ha sido comentarista radiofónico en XEX-La Voz de México.

Desde 1947 fueron apareciendo varias novelas, ensayos y libros de reportajes suyos, y a partir de 1952 empezaron a estrenarse algunas de sus obras teatrales, muchas de las cuales permanecen inéditas. Juan Miguel de Mora es un hombre, pues, que llegó al mundo teatral a través de la crítica, y cuya labor en ese campo se desarrolló básicamente entre 1955 y 1968. Su primer estreno, Ariel y Calibán, que tuvo lugar en el Teatro Ródano, tuvo la suerte de contar con muy buenos intérpretes: Ignacio López Tarso, Julio Taboada y Georgina Barragán. Ese mismo año 1955 se publicaba una de sus obras más logradas, Primero es la luz 257, y al año siguiente se presentan dos textos suyos en el Teatro de la Rotonda: Tito Junco y Angelines Fernández interpretan Un hombre de otro mundo, mientras que para El pájaro cantor vuelve al hogar cuenta con la colaboración de Prudencia Grifell y Sonia Furió, a las que se añade Luis Aragón.

En 1957, Mora dirige Los héroes no van al frente, pero, a pesar del éxito en estas tareas, para su siguiente estreno, Una cruz para cada hombre (Espartaco), recurre al director José Solé y a un reparto en el que figuraban Lorenzo de Rodas, exiliado español, Sergio Bustamante, Emma Teresa Armendáriz y el exiliado vasco Rafael Llamas. En 1968 terminó de escribir Plaza de las Tres Culturas que, según reza en la portada de su edición (de 1978), «nadie se atrevió a escenificar», y al año siguiente, con el estreno en París de La terre (Emiliano Zapata) se cerraba, por lo menos hasta el momento, la etapa de Juan Miguel de Mora como creador teatral.

Director de televisión

También realizó tareas de dirección televisiva, teatral y cinematográfica: junto a Álvaro Custodio fue uno de los pioneros en la adaptación televisiva de novelas; dirigió su propia obra Los héroes no van al frente; estrenó en México The Gioconda Smile, de Aldous Huxley y dirigió en Querétaro Guillermo Tell tiene los ojos tristes, de Alfonso Sastre, con escenografía de Julio Prieto, y con Rafael López Miarnau y Alejandro Jodorovski como asesores; en 1951 dirigió en Guatemala la película Nazkará (que participó en el Festival de Cannes en 1953) y, en Venezuela, una adaptación de Los héroes no van al frente titulada Festín para la muerte (1955).

En 1964 viajó clandestinamente a España enviado por el director de Siempre!, José Pagés Llergo, y con el apoyo del Partido Nacionalista Vasco y el gobierno vasco en el exilio colaboró con la oposición clandestina al franquismo, experiencia de la que nació el polémico libro Misión de prensa en España. A raíz de la publicación en Siempre! de los reportajes que formarían este libro, la Alianza Sindical Española solicitó al gobierno de la República española en el exilio la Orden de la Liberación de España, que le impuso en 1965 el presidente Luis Jiménez de Asúa en un acto celebrado en la embajada de la República en México.

Un sucinto repaso a tres de sus obras más representativas da buena idea de la versatilidad y valentía de Juan Miguel de Mora como dramaturgo, pero también sería interesante analizar sus montajes, pues su concepción estética del espectáculo teatral vive una rápida evolución, siempre atenta al pulso del teatro mexicano e internacional, que hace sospechar en él a un director imaginativo y de talento.

Los héroes no van al frente la estrenó la compañía de Emma Grissé en el Teatro de los Compositores el 5 de marzo de 1957, y pese a la divergencia de opiniones entre la crítica, escindida entre defensores y detractores del realismo, fue recibida con entusiasmo por el público. Fueron sus intérpretes Isabela Corona, ya por entonces una actriz consagrada de la escena mexicana, y el actor exiliado Xavier Massé, que desde su intervención en la película Negro es mi color (Tito Davison, 1950) gozaba de una notable popularidad.

Es inevitable recordar el célebre «¡Muera la inteligencia!» de Millán Astray, pero la obra carece de toda localización temporal y geográfica, su mensaje es válido para todas las épocas y lugares, sobre todo debido al carácter simbólico y poético del argumento. Al igual que en Los héroes..., Mora no muestra el agente provocador de la acción (la guerra, los fanáticos irracionales), sino que le interesa sobre todo mostrar sus efectos; pero de un modo tan descarnado y violento que resulta suficiente para motivar en el espectador o en el lector un rechazo de los provocadores de la acción que se le presenta. Estéticamente, sin embargo, esta obra está en las antípodas de Los héroes..., y buena muestra de ello es que Fernando Arrabal acogiera la traducción que de esta obra hizo el gran hispanista André Camp en su revista Le Théâtre cambiándole el título por el de La lumière et la Peur y con el subtítulo, inexistente en la edición mexicana, «Grand-Guignol politique.

La matanza de la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre de 1968, año en el que México organizaba las Olimpiadas, conmocionó a un mundo que acababa de pasar por el Mayo francés y por las protestas estudiantiles en Estados Unidos. En México, ese acontecimiento capital de la historia contemporánea del país, y del que ningún gobierno mexicano ha dado nunca cifras ni explicaciones convincentes, se ha llevado a las tablas en diversas ocasiones. La de Juan Miguel de Mora es la primera obra que trata el tema, pues, si bien no se publicó hasta 1978, está fechada en México, Kingston y París entre agosto y noviembre de 1968, y de hecho es un tema que le preocupó durante mucho tiempo y que abordó posteriormente, en 1973, en una obra a medio camino entre el reportaje periodístico, el ensayo y la novela documental, de extraordinario éxito.

En Plaza de las Tres Culturas despliega y combina Juan Miguel de Mora una amplia gama de elementos sonoros, visuales y musicales (con una técnica deudora del collage, tan en boga a finales de los años sesenta), para crear una parábola de la situación política y social de México (y, por extensión, de América Latina), desde una perspectiva afín a la de la izquierda mexicana del momento. Aun cuando consta de tres actos perfectamente diferenciados, la obra se estructura básicamente a partir de breves sketchs que se van engarzando imperceptiblemente para crear un amplio mosaico (que remite tal vez a la pintura mural mexicana) de la historia y la situación de la juventud en 1968. La elección de un acontecimiento histórico concreto como anécdota de la obra podría hacer pensar en un abandono de la vocación universalista de la propuesta de Mora, pero desde las primeras escenas esta impresión queda rápidamente corregida.

Plaza de las Tres Culturas es, sin duda, la obra de Mora más rica en contenidos y la más compleja, tanto en su composición y estructura como en la combinación de elementos heterogéneos. Es evidente que un criterio importante en la combinación de lenguajes teatrales que caracteriza a esta obra es facilitar la comprensión de sus planteamientos y contribuir a captar y retener la atención del espectador. De ahí el recurso por ejemplo al humor, con algunos momentos excelentes en los que se emplea con una intención de crítica mordaz (como cuando a la afirmación de que en México no hay presos políticos, el Preso replica: «Porque estar en contra del gobierno es un delito de lo más común»).

Por este camino se entiende perfectamente que el lema de la obra proceda de un texto de Brecht, pues si bien no se puede hablar en propiedad de un efecto de distanciamiento, lo que sí es evidente es que se trata de un teatro que pretende llegar a un público amplio para transmitirle un pensamiento político, y de ahí el empleo de recursos accesibles a todo tipo de espectadores, y al mismo tiempo concienciarlo de la raíz y origen de los problemas que afectan a América Latina y que son los que hacen posible una hecatombe como la ocurrida en la plaza en octubre de 1968. Mediante esta combinación de elementos procedentes de diversos géneros teatrales (entre los que se incluyen también el diálogo vodevilesco y la caracterización esperpéntica), Mora consigue exponer no sólo el acontecimiento central (acto tercero), sino sus antecedentes más remotos (acto primero) y los más próximos (acto segundo).

No puede hablarse ni mucho menos de un teatro panfletario ni propagandístico, pero sí, por supuesto, de un teatro político en el sentido que tiene cuando se aplica a ciertas obras de Max Aub, pues es clara en ambos la intención de advertir y contribuir a una toma de conciencia acerca de acuciantes e importantes problemas políticos que van más allá de lo coyuntural.

Dramaturgia heterogénea por descubrir

Si bien el teatro de Juan Miguel de Mora se caracteriza por una serie de temas recurrentes (entre los que destacan una reiterativa propuesta pacifista y el carácter antimilitarista de sus obras), técnicamente presenta una sorprendente variedad o, si se prefiere, una rápida evolución que le aleja a pasos agigantados del realismo convencional para introducir nuevos elementos que van enriqueciendo su estética dramatúrgica. Con muy pocas obras, Mora recorre una trayectoria que por ejemplo a José M.ª Camps, otro dramaturgo exiliado mal conocido en España, le costó mucho más. Es abismal la distancia que hay entre La etapa imprevista o ¡Al fin solos! y las obras más logradas de Camps (Affaire Palomares, El brillo de la podredumbre o El edicto de gracia), pero se observa claramente también en él un progresivo dominio de los efectos que pueden conseguirse con la combinación y articulación de sonidos, imágenes cinematográficas o fotográficas, carteles, etc. (siempre mucho más allá de la simple espectacularidad vacua), y con la potenciación de lo inexistente en escena como provocación, amenaza o misterio.

Otro aspecto que une a estos dos dramaturgos es su firme voluntad de arraigar rápidamente en el país y la cultura que tan generosamente les acogió, de implicarse en sus problemas, de llevar su historia y su realidad a escena y ofrecer a los espectadores mexicanos una visión caracterizada por la solidaridad en el sentido más fuerte de la palabra: el de compartir una situación política, económica, social..., y trabajar para transformarla como un mexicano más. En sus obras no encontraremos ni por asomo nostalgia de España ni irónicas alusiones a su triste realidad, como ocurre con frecuencia en la obra literaria de otros exiliados.

Como tantos otros, Juan Miguel de Mora es uno de los interesantes dramaturgos del exilio republicano español de 1939 que nos quedan por descubrir en España, pues aludiendo de nuevo a Max Aub, también es de los que hicieron el bachillerato en nuestro país, si bien desde el primer momento supo adaptarse a las nuevas circunstancias que le impuso el exilio y desarrollar en México una labor cultural perfectamente integrada en su nuevo ámbito.

Vida personal

Entre los pasados 16 y 18 de enero, el brigadista mexicano Juan Miguel de Mora se desplazó hasta a Albacete invitado por el CEDOBI para participar en el desarrollo de diversos eventos programados por el Centro. Los actos consistieron en un ciclo de conferencias y en la presentación del libro escrito por Juan Miguel y publicado por el CEDOBI en su colección “La Luz de la Memoria”.

Es profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México y ha tenido toda una vida dedicada a la investigación, la escritura y al periodismo, siendo actualmente colaborador habitual del diario mexicano Excelsior. Actualmente, además de seguir desarrollando una infatigable actividad en su especialidad, la filología sánscrita, colabora con cierta regularidad en la prensa mexicana.

Obras

  • Juan Miguel de Mora: un exiliado incógnito por Josep Mengual Català
  • En primer lugar la luz (1955) (en francés)
  • Desvestirse y morir (1957)
  • La rebelión humana (1967)
  • El gorila de carnaval (1967)
  • La fórmula (1971)
  • La guerrilla en México (1972)
  • La dialéctica del Rig Veda (1978)
  • El emperador (1978)
  • Lugar de las Tres Culturas (1978)
  • Ladrones en el gobierno (1979)
  • El Rig-Veda (1980)
  • También los niños (1986)
  • Las elecciones en México (1988)
  • Los Upanishads (1990)
  • Yo acuso (1995)
  • Gandhi: la India (1998)
  • La concepción de la divinidad en el hinduismo
  • Los muertos son tranquilas (2001)
  • Ayurveda (2002)
  • El principio de los opuestos en los textos en sánscrito (2003)
  • Costa 666: Mi Batalla del Ebro (2005) (en francés)
  • El hombre que no nació (2005)

Premios

Premio Anekant Samman que otorga la Fundación MG Saraogi, de Calcuta, dotado con cien mil rupias

Fuentes