San Francisco Caracciolo

San Francisco Caracciolo
Información sobre la plantilla
Franciscoc.jpg
Religión o MitologíaCatolicismo
Día celebración4 de junio
Patrón(a) o Dios(a) dede los cocineros
Fecha de canonizaciónen 1807 por Pío VII
País o región de origenSanta María, Nápoles, Bandera de Italia Italia

San Francisco Caracciolo. Fundador de los "Clérigos Regulares Menores".

Síntesis biográfica

En el pueblecillo de los Abruzos italianos, en la villa de Santa María, venía al mundo el 13 de noviembre este niño a quien pusieron por nombre Ascanio, pero que después cambiará e imortalizará por el de Francisco.

Sus padres Francisco e Isabel eran muy buenos cristianos y el Señor les bendijo con cinco hijos, cuatro de los cuales se consagrarían al Señor en el estado sacerdotal o religioso. Nuestro pequeño Ascanio a los seis añitos ya le pusieron a estudiar latín. Era muy inteligente y bueno. La sencillez que brotaba de sus ojos y de todo su comportamiento robaba el afecto de cuantos le trataban.

Llegada la edad competente su padre le destinó al servicio militar y afirman los autores que a pesar de su gran belleza, sus cualidades extraordinarias y su alegría, propia de los italianos de sur, no mancilló nunca la blancura de su alma, gracias, sobre todo, a dos soportes que le ayudaron a salir siempre airoso de los ataques del demonio: Su gran amor a la Eucaristía, que recibía con gran frecuencia, y su tierno amor a la Virgen María, a la que cada día obsequiaba con el rezo del Santo Rosario y del Oficio Parvo.

Cuando tuvo veinte años pasó por una prueba muy dura: Le vino una rara enfermedad que los médicos no sabían explicarse, pero que algunos veían parecida a la lepra. Todas sus ilusiones cayeron por tierra. Se sintió acobardado. En aquellos momentos le vino una ráfaga de luz e hizo la promesa de abandonar el mundo y abrazar la vida religiosa si recobraba la salud.

Curó de modo que él mismo calificaba como milagroso y marchó a Nápoles para estudiar teología. Se entregó de lleno al estudio de las Sagradas Escrituras y llevaba una vida de gran piedad. La oración y los sacramentos eran el hilo conductor de su vida y la razón de ser. Renunció a la herencia paterna para estar más liberado de las ataduras del mundo. Por fin se ordena sacerdote en 1587.

Durante algún tiempo se entregó a ayudar entre los llamados Penitentes blancos que estaban condenados a muerte. El bien que hizo entre aquellos pobres ajusticiados no es fácil de poderlo resumir. Les alentaba a perdonar, a confiar en el Señor, les abrazaba y cuidaba como una madre. Todos morían en gracia de Dios y con gran alegría.

Pero Dios le quería por otros caminos. Providencialmente llegó -por error- una carta a sus manos en la que se hablaba de unos proyectos fundacionales de un nuevo Instituto en la Iglesia. Son tres los hombres elegidos en esta ocasión para dar vida a una Sociedad o Instituto que se llamará después Clérigos Regulares Mínimos y que, a diferencia de los Institutos que hasta entonces había, querían hacer hincapié en procurar ensamblar la vida contemplativa con la vida apostólica formando como un todo conjunto. Era el 1588 cuando se realizaba todo esto. Con esta ocasión nuestro Santo, para olvidarse de todo, cambia su nombre por el de Francisco.

Por todas partes donde pasa llama la atención por el ardiente amor que bulle en su corazón. El quiere que todos los hombres amen a Dios con todas sus fuerzas y que huyan del pecado. A los tres votos habituales añadían el cuarto, el de no admitir dignidades eclesiásticas. En sus viajes por España para fundar conventos de su Orden fue recibido con gran afecto por los reyes Felipe II y Felipe III.

Labor realizada

Después que en Italia perfeccionó sus establecimientos, volvió por tercera vez a España, y trasladó sus religiosos a la casa del Espíritu Santo. No sólo a su vuelta a la corte encontró orilladas todas las dificultades, sino que, habiendo sabido que trataban de castigar a los falsos impostores, se interesó con los jueces para que les perdonasen; acción que acrecentó el crédito de su virtud.

Con el objeto de aumentar su religión pasó a Valladolid, donde mereció de Felipe II una crecida suma para su fundación y que honrase con su presencia la dedicación de su nueva casa. Logró también, venciendo las mayores dificultades, la fundación del colegio de Alcalá de Henares, para que sus religiosos estudiasen en aquella célebre Universidad, considerando no menos precisa la sabiduría que la virtud para recomendar su instituto.

Muerte

Después de nuevas fundaciones en Roma, donde le fue concedida la iglesia de San Lorenzo in Lucina y la de Santa Inés en la plaza Navona, consiguió de su Orden que se le exonerase del cargo de general, para mejor entregarse al retiro y a la oración. Eligió para habitación un hueco de la escalera del convento, donde se ocupaba día y noche en altísima contemplación y ejercicios de penitencia, acreditando Dios su eminente santidad con los dones de profecía, discreción de espíritus, lágrimas y milagros.

Era feliz en su nuevo género de vida cuando en 1608 fue requerido para marchar en Agnone, en el reino de Nápoles, por ofrecerle a la Orden una iglesia y casa los padres de San Felipe Neri, a fin de que estableciese allí el nuevo Instituto. Expuesto el caso al nuevo general, le ordenó que fuera personalmente, lo que hizo al punto; pero apenas llegado a aquella tierra, presintiendo que su fin estaba próximo, pronunció estas palabras de la Escritura: "Aquí será mi descanso por los siglos". Y, en efecto, a los pocos días de su estancia en Agnone una fiebre altísima le obligó a guardar cama.

En estas disposiciones escribió a los cardenales Gimnasio y Montalvo encargándoles encarecidamente la protección de su religión. Al traerle el viático se levantó del lecho para recibirlo de rodillas, y al punto entró en agonía. No cesaba de pronunciar los nombres de Jesús y de María. Sus últimas palabras fueron: "Vamos, vamos". Y como uno de los asistentes le preguntara adónde quería ir, contestó: "¡Al cielo, al cielo!". Eran las siete de la tarde del 4 de junio de 1608 cuando entregó su alma al Creador. Tenía cuarenta y cuatro años.

Su cuerpo, que desde el instante de expirar despedía una suave fragancia, fue expuesto por tres días a la veneración de los fieles, sin que durante los mismos, aun siendo riguroso verano, se notasen síntomas de descomposición. Más tarde, en 1629, fue transportado a la iglesia de Santa María la Mayor, de Nápoles, cuna de su Orden, donde se conserva. San Francisco Caracciolo fue beatificado por el papa Clemente XIV en 1769 y canonizado por Pío VII en 1807, quien mandó incluir su oficio en el breviario romano. Se le representa con una custodia en la mano, para resaltar la devoción que tuvo su Orden al Santísimo Sacramento.

Por fin, cargado de méritos, a sus 45 años, el 4 de junio de 1608, vigilia de la festividad del Corpus Christi, partió a la eternidad.

Reglamento

Reglamento de la congregación llamada "Clérigos regulares" fundada por Francisco.

  • Cada día alguno de los religiosos hará ayuno (por que Jesús dijo: "Ciertos espíritus malos no se alejan sino con la oración y el ayuno").
  • Todo lo religioso pasará cada día al menos una hora en el templo en oración ante el Santísimo Sacramento.
  • Los religiosos prometerán no aspirar a cargos importantes ni a altos puestos.

Fuentes