Santiago Luis Copello

Santiago Luis Copello
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Cardenal argentino.
NombreSantiago Luis Copello Bianchi
Nacimiento7 de enero de 1880
San Isidro, Buenos Aires, Bandera de Argentina Argentina
Fallecimiento9 de febrero de 1967
Roma, Bandera de Italia Italia
Causa de la muerteInfarto y Bronconeumonía
NacionalidadArgentino
Otros nombresDon Santiago Luis Copello, Monseñor Copello
CiudadaníaArgentina
EducaciónDoctor en Filosofía
Alma materUniversidad Gregoriana
TítuloMonseñor
PadresJuan Copello y María Bianchi

Santiago Luis Copello. Religioso argentino que fue el primer cardenal de Hispanoamérica. Fue nombrado cardenal en 1935 y primado de su patria en 1936 por Pío XI. En 1959 Juan XXIII lo nombró canciller de la Iglesia en Roma.

Biografía

Nacimiento

Nació el 7 de enero de 1880 en San Isidro, Buenos Aires, Argentina, hijo de padres de procedencia italiana. Su padre, Juan Copello, se dedicaba al comercio y su madre provenía de una familia perteneciente a la nobleza italiana que dieron a la Iglesia y al mundo ilustres pontífices de Roma como Inocencio IV en 1254 y Adriano V en 1276.

Pasó su infancia en San Isidro, asistiendo a las escuelas locales, destacándose por su inteligencia, humildad y compañerismo. Terminados los estudios elementales ingresó al colegio San José de la Capital Federal en 1892, cuando tenía 12 años de edad, para continuar los cursos de la enseñanza secundaria.

Trayectoria religiosa

Fue recibido por el Arzobispo de Buenos Aires, Dr. Aneiros, en el Seminario en el año 1894, y dos años después, fue enviado a Roma para terminar sus estudios en el colegio Pío Latino Americano. Se graduó de Doctor en Filosofía en la Universidad Gregoriana en 1899, y fue ordenado sacerdote en 1902, recibiéndose al año siguiente de doctor en Teología.

De regreso al país, Monseñor Terrero, Obispo de La Plata, lo nombró Teniente Cura de San Ponciano, Notario Mayor Eclesiástico en 1904 y al año siguiente, Secretario General del Obispado.

Por otra parte, se desempeñó como Director Espiritual del Círculo Católico de Obreros de La Plata. En relación a esta función, en ese entonces opinaba:

"Creo que la única manera de esperar días mejores para nuestra causa...... es ponerse de lleno en el campo social, escuchar los lamentos de las multitudes, organizarlas con prudencia, bajo nuestra bandera y obras...."

Desde 1909 Copello dirigió la "Revista Oficial del Obispado de La Plata", un instrumento básico para la unificación de la disciplina en una sede que procuraba cada vez más ajustarse a las directivas vaticanas.

Evidencia en todos los instantes de su vida sus condiciones relevantes de piedad, y así se lo designa Obispo de Aulón y Auxiliar de La Plata. El 30 de marzo de 1919 se lo consagra Obispo en la Iglesia Parroquial de San Isidro, con tan sólo 39 años.

Se desempeñó, entre otros, como Primer presidente del cuerpo de Consultores Diocesanos y de la Comisión para la fundación del Seminario de La Plata. La Santa Sede en 1927 lo nombró Visitador de todos los colegios de hermanos del país, y en junio del mismo año fue designado Vicario General del Ejército Nacional, como un justo premio a su labor de apostolado.

En 1928 es llamado para desempeñarse como Obispo Auxiliar y Vicario General del Arzobispado de Buenos Aires; un año después, en ausencia de S. E. Rvdma. Mons. Bottaro, quedó a cargo del Arzobispado, y poco después se le elige para ocupar este cargo, el que le es conferido por Bula Pontificia el 20 de octubre de 1932, tomando posesión de su nueva dignidad eclesiástica el 18 de diciembre.

Su múltiple acción culminó en un gran acontecimiento que no tuvo comparación: la dirección de la organización del XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires, de octubre de 1934.

Escudo del Cardenal Copello
  • Relación con el gobierno de Perón:
Durante una conversación con el Presidente Perón

Se atribuyen a los obispos Caggiano, Tavella y De Carlo -con la aceptación de Copello- los primeros contactos con Juan Domingo Perón, quien inmediatamente adoptó las conductas esperadas en un candidato católico. Y a fines de 1945, la reiteración de la Pastoral que orientaba el voto católico ordenaba, sin margen de error, votar a Perón.

A pesar de que pronto comenzaron las primeras fricciones con el gobierno peronista -referidas a la aprobación de la ley de Asociaciones Profesionales y al derecho de familia-, prefirió ignorar estas cuestiones y multiplicar las demostraciones de las buenas relaciones con el Estado. El objetivo era obtener que el decreto de enseñanza religiosa se transformara en ley nacional. Durante todo 1946 se refirió insistentemente sobre el tema. Desde una perspectiva fuertemente integrista, señalaba que sólo había dos caminos: con Cristo o contra Cristo, y no dudaba en acusar al laicismo de antidemocrático por impedir que los niños se educaran en la fe católica.

Tras la sanción de la ley, en marzo de 1947, se entrevistó con Perón para entregarle un memorial de agradecimiento. Por su parte, Perón no dudó en recordarle que por primera vez un gobierno actuaba según la doctrina de la Iglesia. Para consolidar espacios, Copello continuó dando muestras de buena voluntad. Así, en mayo de 1947 celebró una misa por el éxito del viaje de Eva Perón a Europa; en marzo de 1948 ordenó que las campanas de las iglesias se echaran al vuelo en festejo por la nacionalización de los ferrocarriles.

Eva Perón era la figura del peronismo que más irritación causaba a Copello. Para ello se sumaban desde su estilo -ajeno al comportamiento tradicional de una Primera Dama- y su pasado hasta su fuerte presencia en una acción social que reducía los espacios eclesiásticos en el campo de la beneficencia. También el sufragio femenino y el encuadramiento de las mujeres en las estructuras del Partido Peronista Femenino eran percibidos como manipulaciones que privaban a la Iglesia de su influencia sobre la tradicional piedad femenina. Sin duda, Copello prefería tratar, antes que con Evita, con las señoras de la alta burguesía -la denostada "oligarquía"- con las que no había perdido contacto. Las integrantes de la Obra de Vocaciones Eclesiásticas, a quienes designó en 1950, mostraban claramente sus predilecciones. Tal vez su irritación mayor provenía del culto que se organizaba alrededor de la persona de Eva Perón, que paulatinamente acentuaba el carácter de religión política que parecía cobrar el peronismo.

El 10 de noviembre de 1954, Perón denunció las "acciones de perturbación" de la Acción Católica y de varios miembros del clero, incluyendo a los obispos Fermín Lafitte, y Froilán Ferreyra Reinafé. La denuncia contenía un tono amenazante:

"Aquí hay como diez y seis mil integrantes del clero. ¿Cómo vamos a hacer una cuestión porque haya 20 o 30 que sean opositores? Es lógico que entre tantos haya algunos. ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Hay que tomar medidas contra esa gente. Tiene razón la jerarquía eclesiástica cuando me dice que no es la Iglesia sino que son algunos curas descarriados de la Iglesia. Nosotros vamos a ayudarlos para que los pongan en su lugar."

Poco después, un decreto del gobierno establecía que los actos religiosos serían permitidos solo en lugares cerrados y podían prohibirse cuando "mediare peligro inminente de alteración del orden o de la tranquilidad pública, o cuando la celebración fuese contraria a los intereses del pueblo".

A fines de 1955 Copello renunció entonces a la presidencia de la Comisión Permanente del Episcopado y a comienzos del año siguiente marchaba a Roma iniciando un forzado exilio. Fue reemplazado en la arquidiócesis porteña por Fermín Lafitte, arzobispo de Córdoba, reconocido por su vinculación con los grupos revolucionarios.

Para justificar su estancia romana, en 1959, el papa Juan XXIII le otorgó el cargo honorífico de Canciller de la Iglesia. Sin embargo, Copello siempre añoró su tierra: los viajes a Buenos Aires para celebrar el aniversario de su consagración episcopal (1960) y de su designación como cardenal (1966) parecen demostrarlo. En Roma vivía en un virtual retiro, en la "Fraternita Sacerdotale", un instituto religioso en la elegante vía Della Camillucia; el retiro fue solo interrumpido por las sesiones del Concilio Vaticano II, al que asistió en su carácter de Cardenal de la Iglesia: fue testigo, de ese modo, de la renovación del catolicismo que siempre había combatido.

Muerte

Falleció el 9 de febrero de 1967 en Roma, Italia, producto de un infarto complicado con una bronconeumonía. Sus últimas palabras fueron:

"Vayamos al encuentro de Jesús y María".

Sus restos hoy descansan en la cripta de la Basílica del Santísimo Sacramento (Buenos Aires), sitio solicitado expresamente por él en su testamento.

Fuentes