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La Rumba
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Concepto:Género bailable y cantable que se desarrolla fundamentalmente en las zonas urbanas de Cuba, en tres variantes: el yambú, de origen urbano; la columbia, rural, y el guaguancó, urbano.

La Rumba. Género bailable y cantable que se desarrolla fundamentalmente en las zonas urbanas de Cuba, en tres variantes: el yambú, de origen urbano; la columbia, rural, y el guaguancó, urbano.

Surgimiento

Se origina en las zonas portuarias de La Habana y Matanzas, y después se extiende hacia otras regiones de Cuba. Aunque una definición de la rumba nos viene del siglo XIX, Alejo Carpentier apunta elementos de la misma que nos vienen de Santo Domingo y otras regiones de América Latina, que coinciden con ciertas formas de danza que, procedentes de este continente, hicieron furor en España, tal la zarabanda, la chacona (siglos XVI y XVII), nacidas en América, así como el retambo o retambico, danzas «movidas, siempre sexuales, en que los bailarines “parece que se dan”, llevando pañizuelo al cuello, en los hombros, en la mano, y “dando puntapiés al delantal”, como podría hacerlo hoy una rumbera criolla con la cola de su vestido [...]».

Pero la rumba no sólo fue un asunto de músicos. Un poeta como José Zacarías Tallet, nos da una muestra o su visión del rumbero en su poema:

«La rumba»:

Ella mueve una nalga, ella mueve la otra,
él se estira, se encoge, dispara la grupa,
el vientre dispara, se agacha, camina,
sobre el uno y el otro talón. …………………………………………..
La negra Tomasa con lascivo gesto
hurta la cadera, alza la cabeza;
y en alto los brazos, enlaza las manos,
en ellas reposa la ebánica nuca
y procaz ofrece sus senos rotundos
que oscilando de diestra a siniestra
encandilan a Che Cachón.

Frenético el negro se lanza al asalto
y el pañuelo de seda en las manos,
se dispone a marcar a la negra Tomasa,
que lo reta insolente, con un buen vacunao.
«¡Ahora!», lanzando con rabia el fuetazo
aúlla el moreno. (Los ojos son ascua, le falta la voz
y hay un diablo en el cuerpo de Che Encarnación).

La negra Tomasa esquiva el castigo
y en tono de mofa lanza un insultante
y estridente: «¡No!»
Y valiente se vuelve y menea la grupa
ante el derrotado José Encarnación.

Mientras Ramón Guirao nos dice en «Bailadora de rumba»:

BAILADORA de guaguancó, piel negra, tersura de bongó.

También para los pintores la rumba fue objeto de su atención; así, al comentar la exposición de Eduardo Abela en la Galería Zak de París, dice Alejo Carpentier, refiriéndose al cuadro «La comparsa»:

«desde el punto de vista americano, el lado pintoresco de la pintura de Abela tiene el más alto valor. Más que los aspectos, Abela ha querido plasmar el alma de escenas criollas. Nunca se preocupará por traducir exactamente la camisa tornasolada de un rumbero; pero cuando agrupe sus personajes en un tiempo de rumba, hará vibrar el alma misma de la rumba. Sus tipos quieren ser síntesis de caracteres, más que retratos. No le interesa emular a la American Photo, sino fijar el espíritu de las cosas. De ahí su afición por una Cuba un tanto mitológica y por sus héroes de canciones populares: Papá Montero o María la O. Abela evoca comparsas de antaño —El Alacrán, El Gavilán— sin pensar en la verdad histórica; lo que desea transcribir es el ritmo, la intensidad, la áspera poesía de tales fiestas […]».

El yambú

Se «caracteriza por un tempo mucho más lento, de mayor regodeo rítmico y percusivo».

En el yambú no se vacuna, este es uno de los elementos que lo diferencian de la columbia y el guaguancó. En cuanto a los instrumentos que utiliza, están el cajón, sobre el que se sienta el salidor; es un cajoncito que el repicador se coloca entre sus piernas, y las claves, que marcan el ritmo.

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«El cajón es percutido por un costado con la palma de la mano izquierda, que hace un contrapunto con la mano derecha, que fija la base rítmica alternando dos golpes de los dedos con un golpe seco del puño cerrado en el lado o el frente. El cajoncito sepercute con las dos manos y realiza un repiqueteo constante.»

«La estructura del yambú es similar a la de las otras formas de la rumba. Se inicia con el típico toque de claves, luego se entona el lalaleo o diana —más extenso que en el guaguancó—, sigue una breve parte de canto, responde el coro, viene el estribillo, y entonces es cuando sale al ruedo la pareja de bailadores.»

«Aunque su ritmo es lento, la forma de cantarlo es más adelante; el ritmo va más atrás, más pausado, mientras el canto va más rápido. Se establece un contrapunto entre el canto y el ritmo. Al inicio, los textos del yambú eran más cortos, con un montuno largo; luego ha habido cantadores que hacen un texto largo, un poema, haciendo descripciones de algo, contando algún hecho. El canto del yambú es muy melodioso.»

«La melodía, en el yambú, se establece mediante un contrapunto con la base rítmica, que posee una notable variedad de acentos [...].»

«La coreografía del yambú se caracteriza por la lentitud y la suavidad de los movimientos de la pareja danzante. Se ubica dentro de los bailes pantomímicos de contenido erótico [...]. El hombre sale al ruedo y saluda al tambor, después comienza a contonearse bailando alrededor de la mujer, como si empezara a enamorarla. La mujer, dándose cuenta de la intención del hombre, le contesta danzando alrededor de él, haciendo filigranas, como si le respondiera, estableciéndose una relación entre ambos. El hombre, haciendo gestos, en una mímica danzaria, va comunicándole a la mujer su intención amorosa. Así continúa el diálogo hasta que al fin el hombre la conquista y se la lleva.»

No hay en él elemento lascivo, y no se efectúa el gesto de posesión llamado vacunao, de fuerte contenido erótico. Por eso la frase clásica: en el yambú no se vacuna. En el estilo danzario del yambú hay mucho movimiento de caderas y hombros. La parte de mayor lucimiento corresponde a la mujer, aunque el hombre tiene un papel coreográfico muy importante. Un momento culminante del baile tiene efecto cuando el bailador lanza su pañuelo al suelo y se tira, en rápido movimiento, a recogerlo con la boca.

Un ejemplo de yambú puede ser, entre muchos otros,

«María Belén»:


María Belén:
Guía: Quién no goza,
quién no baila
al compá´e María Belén.
Coro: Aé, María Belén,
aé, María Belén.

Aquí pudiera recordarse la «Elegía de María Belén Chacón», de Emilio Ballagas:

«Elegía de María Belén Chacón»:


María Belén, María Belén, María Belén,
María Belén Chacón, María Belén Chacón,
María Belén Chacón, con tus nalgas en vaivén,
de Camagüey a Santiago, de Santiago a Camagüey.
En el cielo de la rumba,
ya nunca habrá de alumbrar
tu constelación de curvas.

La Columbia

De origen rural, desde el punto de vista musical tiene una estructura simple, de carácter fijo. El inicio lo marca la percusión, que ejecuta un ritmo rápido. De inmediato sale la voz del cantor, nombrado gallo, que va emitiendo unos lamentos o quejidos en inflexiones cortadas que se denominan lloraos. Después de esta introducción, el solista levanta el canto, en texto breve, que alude a sucesos, asuntos o personas, casi siempre del entorno social específico. A veces los cantos adquieren un tono misterioso o enigmático.

Luego viene el estribillo o montuno, influido por los mambos de prosapia conga. A esta parte se le dice también capetillo, y marca el momento en que salen al ruedo o valla los bailadores. En sus orígenes, la rumba columbia fue bailada tanto por hombres solos, o por pareja de hombre y mujer. Sin embargo, en su desarrollo posterior, en el marco urbano, devino baile de hombre solo, y así ha llegado hasta nuestros días.

El bailador de columbia, desde que sale al ruedo, después de saludar al quinto, comienza a recorrer el lugar donde se efectúa la rumba. Su movimiento básico es de hombros y piernas, y mantiene una posición erguida, elegante, retadora, proyectándose en sentido tanto vertical como horizontal. Realiza una serie de figuras danzarias circulares. Es característico que el artista muestre su habilidad, destreza e imaginación, mediante pasos acrobáticos y otras filigranas.

Características

El bailador de columbia, lo hace, a veces, sosteniendo un vaso de agua o una botella sobre su cabeza. Imita pasos de ballet o gestos de circo, escenifica un juego de béisbol, una pelea de boxeo, o ensaya una danza con cuchillos. El ritmo rápido, segmentado, de la columbia, obliga al solista a tener agilidad y un dominio corporal absoluto.

El toque debe ser muy figurativo, muy rica su polirritmia, lo que determina que el bailador deba ejecutar una gran diversidad de pasos. Especialmente el quinto o repicador efectúa una labor muy importante; el bailador establece un contrapunto con el quinteador, que en su toque debe subrayar cada paso de este. Los instrumentos para ejecutar la rumba columbia, son los mismos que los del yambú, pero los intérpretes deben ejecutar sus toques con una mayor riqueza polirrítmica.


El guaguancó

Según Leonardo Acosta:

«Este último es eminentemente narrativo. El baile representa la persecución de la hembra por el macho.»

Para este autor:

«mucho antes de la abolición formal de la esclavitud en Cuba, en la década de 1880, se tocaban y bailaban rumbas en los barracones y en ciertas actividades toleradas por los amos esclavistas. Aceptemos, no obstante, como hecho innegable, que en el siglo actual el XX la rumba es una música eminentemente urbana y suburbana, concentrada sobre todo en Matanzas y La Habana (sin olvidar a Guanabacoa, Regla, Marianao, Güines, Colón, Jovellanos, Unión de Reyes e incluso regiones de Pinar del Río y de las provincias centrales y orientales)».
Sin embargo, de todas las variantes de la rumba, es el guaguancó el que tiene un carácter «netamente urbano », que se desarrolló principalmente en Matanzas y La Habana, y en algunos barrios rumberos de esta última, como los Sitios, Carraguao y otros. Por otraparte, el guaguancó es, en ciertos aspectos, una crónica social, pues en él se narran acontecimientos de la vida cotidiana, no sólo lo que le ocurre al hombre en sus relaciones sociales, sino también religiosas, políticas, de salud y tantas otras.

Argeliers León, refiriéndose al guaguancó, apunta:

«...En él la parte inicial del canto es extensa y toma el carácter de un largo relato, casi siempre alusivo a un suceso o a una persona [...]. La línea melódica es más fluida [que en el yambú], iniciándose, a veces, con sonidos muy largos, específicamente cuando un cantantele arrebata el canto a otro, alargando, a manera de llamada, la primera sílaba de su canto
En ocasiones los cantores utilizan décimas para sus textos, o bien simples pareados, no necesariamente octosílabos, o una prosa [...]. En el guaguancó el ritmo se hace más figurativo y más rápido que en el yambú. Los pasos de la pareja de bailadores, después de entrar el coro, son más desarticulados, y la pareja inicia un juego de atracción y repulsión, de acercamiento y separaciones, de entrega y esquiva [...].»

Y Odilio Urfé expone:

«El lenguaje rítmico de los tambores en el guaguancó no es una cita directa de expresión africana alguna; es el resultado de la decantación hecha por los cubanos de materiales africanos supervivientes.»

El sabio cubano Fernando Ortiz, según Acosta:

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«situaba a la yuka y los toques de tambores yuka como probables antecedentes directos de la rumba, y a la calinda como acaso antecesora más antigua aún. Pero también hay que mencionar la influencia de la marcha abakuá (de origen carabalí) y de la música de los congos (bantú), presentes estos últimos incluso en el instrumental empleado para tocar la rumba. Y aún más, se han detectado ciertas influencias dahomeyanas. Como se sabe, el culto vodú haitiano (de origen dahomeyano) dejó huellas superficiales en Cuba, pero con la inmigración masiva del siglo pasado el XIX fue introducido también este culto, que descubrió el viajero H. Piron en Santiago de Cuba, y algunos de cuyos ritmos persistieron en las sociedades de tumba francesa».
Desde el punto de vista del baile, los rumberos lo hacen en un cuarto de un solar o la esquina de un barrio cualquiera, en el cual se hace un círculo para que la pareja de bailadores ejecuten su coreografía.

En este sentido apunta Acosta:

«A los pasos y pasillos de la rumba, y sobre todo de la columbia, han hecho su aporte los diablitos (íremes) de origen carabalí (Añaña, Apapá, Brícamo), aunque muchos etnólogos y musicólogos aluden a una tradición similar de origen congo que sitúan principalmente en Cuba y en Antioquia, Colombia.
No está de más señalar que disfraces como los de estos “diablitos” se han visto en casi todos los continentes, y en particular en antiguas fiestas paganas de Europa, que ha descrito profusamente [James G.] Frazer. Y si los “diablitos” perduraron en diversos países de África occidental, también se han visto acompañando las procesiones del Corpus Christi en España. Los diablitos cubanos salían el Día de Reyes, y han quedado para la posteridad en los grabados de Landaluze y en las crónicas de la época.»

Y en otra parte dice:

«En cuanto al guaguancó, es posible que haya tomado su nombre después de años de existencia, pues se conoce un danzón titulado Guaguancó, que se bailaba en La Habana en 1893. Pero todo parece indicar que esta variante de la rumba ya existía con caracteres muy definidos: sabemos por el coronel Manuel Piedra Martel de la existencia, en esa época, de un guaguancó que ya por entonces era muy popular: Tú ve, yo no lloro, tú ve...»
«La estructura típica del guaguancó ha sido descrita como sigue; primero, una introducción, nana o diana, que hace el guía para establecer la línea melódica; luego el tema, que es el asunto central y puede cantarse por varias voces; el estribillo, cantado por todos los que están en la rumba; la inspiración, que es la improvisación del guía (a veces tiene antes del estribillo una décima de carácter narrativo o aclaratorio), y termina el cierre, como aquel que dice, en hermosa frase que nos recuerda extrañamente la antigua poesía de los pueblos náhuas; Aquí entre las flores cantaremos, hermano.»


En el guaguancó, además del autor o autores, se distinguen el cantador, el bailador y el que toca el quinto.


Bibliograía

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Fuente


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