Luto
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El luto: se entiende por aquellos actos o sig¬nos exteriores de pena y duelo por la muerte de una persona. Estos pueden manifestarse en el vestir, uso de adornos y formas de conducta que de una u otra forma expresan o pretenden ex¬presar la aflicción que se siente por el fallecimiento de alguien. Estos signos exteriores de dolor existen en todos los pueblos desde épocas remotas. Su ex¬presión más elemental son los gritos, llantos, lamentaciones y el uso de ropas oscuras.
Sin embargo en diversas regio¬nes y culturas acorde con el modo de vida de los pobladores sus concepciones acerca del fe¬nómeno de la muerte, el desa¬rrollo social alcanzado y otros factores, las formas de luto han revestido características pro¬pias. En los países occidentales, esto incluye los entierros, las esquelas y ropa de luto, entre otros.
Sumario
Origen e Historia
Tomando el vocablo luto en su acepción más amplia, tendría¬mos que aceptar tales conduc¬tas como actitudes luctuosas espontáneas. Y el hecho de pro¬ducirse en una fase del desarro¬llo de la humanidad en que aún no existía la religión, nos lleva¬ría a la conclusión de que las manifestaciones de duelo pue¬den haber sido anteriores al surgimiento de la religión y por consiguiente producirse desliga¬das de toda religiosidad. Las ideas supersticiosas lo invaden todo, se crean innumerables rituales cotidianos, los temores en relación con la muerte, la supervivencia de los espíritus de los difuntos, etcétera, se vinculan en cada pueblo a los ritos luctuosos; se les confieren cualidades mágicas y comienzan a ser practicados por todos los habitantes de las tribus.
Sin embargo, en el proceso evolutivo de estas comunidades primitivas llegan a aparecer pau¬latinamente las creencias en lo sobrenatural, y surgen los hechiceros, shamanes, brujos o sa¬cerdotes, quienes se dedican a dar una respuesta ilusoria a los fenómenos circundantes y a los actos que se relacionan con la vida del hombre. El contenido de las manifes¬taciones de duelo estaba dado por las creencias que tuvieran esas colectividades en relación con los supuestos espíritus. Si bien en unas partes las conduc¬tas luctuosas tenían como fina¬lidad atraerse la buena voluntad de los muertos, en otras regio¬nes lo que se pretendía era con¬jurarlos, alejarlos, evitar sus peligrosas influencias. No es difícil suponer que el dolor por la pérdida de algún ser querido, siempre oca¬sionó entre los hombres más pri¬mitivos algunas manifestaciones externas, como: llanto, gri¬tos, congoja, abulia, inapetencia.
Ya en la Biblia se hablaba del uso de las "plañideras", o sea, lloronas profesionales que eran contratadas por los dolientes para que hicieran gala de llantos, gritos y lamentaciones junto al féretro del muerto. Mien¬tras más lágrimas y alboroto hicieran, mejor cotizadas eran, por lo cual las escenas de dolor fin¬gido que estas representaban, muchas veces superaban al do¬lor verdadero que mostraban los familiares. En época reciente, to¬davía en algunas regiones de Europa y América, se utilizaban plañideras durante los velorios. Entre los aspectos más difundidos en relación con el luto está el referido a la utilización de determinado color en el vestuario, adornos, etcé¬tera. En la actualidad predomina el uso del color negro, como símbolo luctuoso, pero en todas partes no es así, tenemos por ejemplo que:
- Los etíopes, utilizan el gris.
- Los turcos, el azul o el violeta.
- Los persas empleaban el pardo oscuro.
- En Japón el blanco es señal de luto y el negro de la alegría.
- En el Egipto se acos¬tumbra a vestir ropas amarillas o del color de las hojas secas.
- En la Castilla medieval las mujeres enlutadas usaban ves¬tidos de sarga blanca.
- En China los trajes luctuosos son también blancos, y en algu¬nas zonas los prefieren azules o grises.
- En Francia se dice que fue Asia de Bre¬taña, la esposa del rey Luis XII, quien cambió por negro el luto, que hasta entonces se había llevado el color blanco en la corte.
- Los romanos empleaban en el luto el color negro o los tonos oscuros. Fue seguramente la In¬fluencia de ellos la que en defi¬nitiva prevaleció en casi toda Europa.
Posteriormente, el negro fue escogido como señal luctuo¬sa en la mayor parte de los países del mundo. Por otra parte, las costumbres luctuosas, que en determinada etapa llegaron a revestirse de un manto supersticioso, fueron perdiendo ese carácter, y ya en la mayoría de los casos cuesta hasta trabajo hallarle su transi¬torio nexo con la religión. En España, en 1565, el rey Felipe II emitió una ley (pragmá¬tica), instruyendo detalladamente todas las manifestaciones de duelo dentro y fuera del marco familiar. Los monarcas Felipe III en 1610 y Felipe V en 1723, tam¬bién dictaron pragmáticas deter¬minando las formas de llevar luto y sus pormenores.
A veces las leyes entraban en pugna con la religión en 'esta materia. Por ejemplo, San Pablo había autorizado que la mujer que enviudara era libre de ca¬sarse nuevamente 1 Coro 7:39); sin embargo, los gobernantes españoles, guiándose por el anti¬guo derecho romano, prohibían a la viuda contraer matrimonio otra vez hasta 10 meses des¬pués de muerto el marido.
En algunas zonas de Europa y América, las "buenas costum¬bres" y la moral imperante re¬sultaban más severas que la propia ley, y aún a fines del siglo XIX, la viuda no debía casarse hasta haber pasado varios años de fallecido el esposo.
El luto se dividía en una fase severa y otra de "alivio": en esta última, se comenzaban a abandonar los vestidos negros y a emplear el llamado "medio luto".
Luto oficial o duelo oficial
Ya en nuestro siglo, puede de¬cirse que, excepto en materia de duelos oficiales, los que es¬tablecen las relaciones interna¬cionales, el luto ha ido indepen¬dizándose de las reglamentaciones jurídicas y quedando como actos de decisión personal y no de obligación legal. Un caso típico en el que suele declararse un periodo de luto oficial es cuando fallece el Jefe de Estado. Las señales de duelo varían de un país a otro, pero suele el izado a media asta de las banderas en edificios públicos (como dato curioso puede señalarse que las banderas no se izan directamente a media asta, sino que se izan por completo y luego se arrían a media asta).
En caso de catástrofe o muerte de alguna persona relevante, se declara el luto oficial, que regula el comportamiento de las personalidades públicas y los miembros de la familia real. El grado y duración del luto oficial suele decretarse siguiendo un protocolo establecido y puede tener varios ámbitos: nacional, autonómico y local.
Un ejemplo de lo anterior fue la muerte del emir de Kuwait en enero de 2006, que provocó la declaración de un periodo de luto de 40 días.
En Tonga, el luto oficial dura un año, después del cual el heredero real es coronado. El duelo o en este caso luto oficial se guarda como señal de respeto, solidaridad u homenaje por grupos y países concretos en circunstancias especiales. Por ejemplo:
- El equipo olímpico Israelí lució brazaletes negros en 1976 para conmemorar el ataque terrorista, sufrido por el equipo, de los Juegos Olímpicos de 1972.
- Un equipo deportivo puede llevar brazaletes negros o añadir una banda negra a su uniforme durante un periodo concreto de tiempo tras la muerte de un propietario, miembro del equipo o persona especialmente vinculada a él.
- Una comunidad puede llevar lazos de colores especiales en un día concreto o en un período particular. Por ejemplo, tras atentados del 11 de septiembre de 2001 se llevaron lazos rojos, blancos y azules (colores de la bandera estadounidense). O simplemente un brazalete solemne utilizando la bandera del país, situándose en el antebrazo de la mano derecha.
- Respetar un «minuto de silencio» y arriar las banderas a media asta son también manifestaciones de luto por una muerte. Ambos actos suelen coincidir con periodos de [luto nacional] (como tras la muerte de un ex-presidente de gobierno u otro líder importante). Sin embargo, las banderas se bajan a veces a media asta por otros motivos, como la muerte de un estudiante o personaje local de renombre. Dichas circunstancias cambian notablemente y suelen estar influidas por las costumbres locales.
- Los empleados locales y estatales que visten uniformes que pueden insignias colocan una banda negra alrededor de éstas cuando un compañero fallece en cumplimiento de su deber.
Formas peculiares de manifestaciones del luto
Podríamos asegurar que esta es la causa por la que también se establecía como conducta luctuosa la abstinencia sexual en la casa donde falleció al¬guien. Durante cierto plazo dic¬tado por los hechiceros, los es¬posos debían dormir separados. Así trataban de evitar un embarazo contaminado por la muerte. Durante va¬rios días los familiares del muerto no podían cocinar ni ma¬nipular alimentos por temor a que los contaminaran. Segura¬mente tenía el mismo origen la medida que prohibía trabajar du-rante lapsos de tres a siete días a los parientes cercanos de un recién fallecido. Suponían que las manos del agricultor, el vina¬tero, el carpintero, el albañil o el alfarero, podrían trasladar el maleficio del muerto a lo que produjeran en los días de im¬pureza.
Algunos pueblos primitivos como son los hotentotes y bos¬quimanos del Sur de África y los indígenas de las islas Fidji, en la Melanesia, se mutilaban falanges o dedos completos en señal de luto.
Entre los pobladores de algu¬nas tribus africanas y de Ocea¬nía, eran usuales arrancarse un diente flagelarse y otros acto de barbarie.
Por su parte, los indios dako taso de Norteamérica no solo hacia duelo por la muerte de un ser querido sino también cuando mataban a un enemigo por temor supersticioso al espí¬ritu del adversario muerto. Los nativos choctaw cuando mata-ban a un rival hacían un mes de luto en el cual no podían ni si¬quiera peinarse o rascarse con las manos.
En el norte de la India hasta el siglo pasado se conservó la costumbre denominada "sutee' que consistía en que la viuda manifestara su dolor arrojándose en la pira donde e era incinerado el cadáver de su esposo para así ser consumida también por las llamas. Si la mujer no lo hacía espontáneamente, los familiares del muerto la ayudaban.
Posiblemente el acto de herirse o mutilarse trozos de de¬dos tuviera la finalidad como o plantea el doctor Hirn (The Origin 01 Art) de hacer un esfuer¬zo instintivo para, mediante su¬frimientos físicos, agotarse e insensibilizarse, y así contrarrestar la pena por la muerte del familiar. En este caso, seria una conducta luctuosa desprovista de misticismo. En el antiguo Egipto, cuando moría alguien, los miembros de la familia se afeitaban las cejas, se embadurnaban de fango la cabeza y el rostro, dejaban el cadáver en la casa y tanto hombres como mujeres , desnudos de la cintura hacia arriba, se paseaban por la ciudad, golpeándose el pecho y lamentándose. Concluido este rito, regresaban para llevar el cadáver a embalsamar.
Los griegos se cortaban la barba y los cabellos, mientras que los romanos se los dejaban crecer; además, las mujeres romanas estaban obligadas a llorar la muerte de sus esposos; y los hijos, la de sus padres; durante un año entero; sin embargo, los maridos no podían llorar a sus mujeres, ni los padres a sus hijos que murieran antes de los tres años de edad.
Cuando un persa moría, toda la familia se rapaba a navaja y asimismo lo hacían a todos los animales.
Los judíos contemporáneos, según lo que establece su reli¬gión en estos casos, hacen un luto riguroso de siete días en los cuales no deben trabajar, están exentos de todas las obligaciones, y han de permanecer sentados en un banquito o en el suelo: no deben bañarse, perfu¬marse, ponerse zapatos, ni oír música. Ese luto se llama shivá, que significa siete. Durante los once meses después del shivá los familiares del muerto no pueden asistir a fiestas y recitan oraciones. Por otra parte, cada año al cumplirse un nuevo ani¬versario del suceso, se acos¬tumbra a encender una lucecita en la casa, en memoria del di¬funto. Entre los judíos hay establecido un total de siete entre los parientes que tienen obligación de guardarse luto mutuamente: padre, madre, hijos, hermanos, hermanas, esposo y esposa.
En los tiempos antiguos, según se aprecia en la Biblia, era común que, al conocer la noticia fatal. el doliente se rompiera las ro¬pas que llevaba puestas, se echara cenizas sobre la cabeza, vistiera el cilicio (saco tejido de crin) y llorara durante periodos prolongados, que iban desde 30 días, como en el caso de la muerte de Moisés (Dt. 34:8) y hasta 70, como ocurrió al falle¬cer Jacob Gen. 50:3).
En ciertos lugares, en vez de utilizar tierra o ceniza como en los casos ya citados, se empleaban otras sustancias "puri¬ficadoras": por ejemplo, entre los beduinos de Marruecos, las mujeres se arañan la cara y lue¬go se frotan las heridas con es¬tiércol de vaca.
Los días de total ayuno que se imponían a los parientes de muerto, en muchos pueblos antiguos y medievales, tenían por objeto evitar ciertos peligros. Según James Frazer (La Rama dorada), el pueblo ayunaba cuan¬do creía que comiendo podía tragarse al espíritu que rondaba por la casa; pero en la opinión de V. Westermarck (Origen y desarrollo de las ideas morales), lo que se temía no era devorar al espíritu, sino ingerir alimen¬tos contaminados por la muerte.
Esta tesis concuerda con la realidad de que muchos pueblos creyeron que el cadáver ejercía una influencia maléfica sobre todo lo que había cerca. Y esta "infección" resultaba más peli¬grosa si se dejaba penetrar den¬tro del cuerpo por medio de los alimentos. Debemos recordar que en la Biblia los judíos tenían como impura a toda persona que toca¬ra a un muerto, y esa contaminación duraba cierto tiempo.
Según nos cuenta Serguei A. Tókarev, en una de las minorías nacionales del Rusia -los osetinos- la viuda debe, duran¬te un año, prepararle la cama a su marido muerto, aguardarlo junto al lecho hasta la madrugada, y por la mañana prepararle la palangana de agua para el aseo, tal como lo hacía cuando él estaba vivo.
En Cuba este mismo proceso se ha venido apreciando, donde la nueva so¬ciedad ejerce un decisivo papel renovador de las costumbres, y todo ciudadano alcanza su pleni¬tud espiritual y puede sobrepo¬nerse con más facilidad a los viejos esquemas y formalismos que aherrojaban las conductas en los regimenes clasistas.
El propio vestuario negro, característico del luto tradicional, fue impuesto en Cuba por los colonizadores españoles, quie¬nes lo trajeron junto con otras costumbres que imperaban en la península; sin embargo para nadie es un secreto, que resulta ajeno a nuestro clima tropical.
El tinte negro, por poseer la virtud de absorber mayor cantidad de luz, resulta el más caluro¬so de todos, y por consiguiente las ropas de ese color, en nues¬tro eterno verano, no son ni agradables ni beneficiosas a la salud.
Lo importante no es lo formal, sino la esencia; no es lo que se ve, sino lo que se siente. Lo fundamental no son las ma¬nifestaciones exteriores: no es la ropa, no es el aspecto que uno muestre, o aislarse de la gente, de la vida social de los medios de difusión masiva, de las tareas y del mundo que nos rodea. No, eso es la envoltura. Lo esencial es lo que se lleva dentro de uno. Hay más luto en un corazón dolido, y en el re¬cuerdo emocionado y sincero hacia un ser querido, que en el más negro de los vestidos. El luto verdadero no es el externo sino el interior; no es el que se ve, sino el que se siente.
No obstante, consideramos que si alguien, además de ese luto interior viste ropas oscuras, ya sea por costumbre o porque crea que eso le reconforta anímicamente, o porque desee de tal manera rendir cierto home¬naje a la memoria del difunto, no se le puede atribuir inconse¬cuencia ideológica. En cada caso ello depende de una decisión enteramente personal, de si quiere hacerla o no.
Nadie debe tomarlo a mal. Ni tampoco hay que considerarlo como una cuestión ideológica. Es sobre esa base que puede interpretarse en nuestra sociedad, el uso de signos exteriores de luto.
Además, en el mundo entero, sobre todo en las grandes ciu¬dades, el dinamismo de la vida moderna y otros factores socia¬les han ido modificando las costumbres. Se simplifican las ceremonias y rituales, y las pro¬pias normas que regían el luto entre la población se ven alige¬radas; pierden sus ribetes lúgubres y el arcaico esquematismo de sus formas. El luto gana progresivamente en sencillez y naturalidad.
Fuentes
- [1]: http://es.wikipedia.org/wiki/Luto_(nombre)
- Colectivo de autores. Revistas El Militante Comunista (1985). Análisis de artículos religiosos El Luto, en Ciencia y Religión por Israel Castellanos Jiménez. Ed. Política. pa,103-111 La habana, Cuba.
- Royston, Pike (1960), Diccionario de Religiones, p. 202 Ed. F. C. E. México.
- Diccionario del Hogar Católico (1962), p.865, Ed. Juventud. Barcelona.
- Sociedades Bíblicas Unidas (1987), La Santa Biblia, Ed. Centro Regional para las Américas, Mx. DF, edición impresa en Brasil. Consúltese (Dt.34.8; 2 S.11.27, 19.2; 1 S.31.13; Gn.50.10; Est.4.3 ; Ec.7.2 ; Is.60.20, 61.3; Je.6.26; Lm.5.15; Ez.24.17; Mt.9.15 ; Job.5.11 ; sal.42.9 ;Is.57.18, 61.2 ; Nm.14.39 ; Is.33.9 ; 66.10 ; Jer.4.28 ; Os.4.3)