Anna Zingha
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Anna Zingha (1582-1663), reina de Matamba-Ndongo. La reina Zingha (Jingha) de Angola, marcó la historia de la emancipación de las mujeres africanas antes de tiempo, antes de la llegada de los colonizadores portugueses en el África negra. Fue la última reina de la Angola pre-colonial. Después de haber gobernado durante treinta años en el siglo XVII, hasta su muerte a los 82 años, bajo su reinado opuso una feroz resistencia a las ambiciones de Portugal.
La reina Anna
La provincia de Matamba era, en 1622, el último lugar de Angola donde se resistía con firmeza al invasor portugués. En ese territorio, la princesa Anna Zingha fue designada para marchar a Luanda con la finalidad de negociar, en una muy delicada situación, un tratado con el que se pretendía marcar nuevas fronteras.
Al entrar al palacio del gobernador portugués, la princesa no puede admitir lo que ve. El virrey, Don Joao Correia da Souza, sentado en un amplio sillón, tiene frente a él, en el piso, un almohadón que ha reservado para la visitante. Ella no acepta tamaña humillación y pide ayuda a quienes la acompañan. Rápidamente una integrante de su séquito le brinda su espalda para que ella se siente. Así transcurrió la conversación, donde la recién llegada demostró su inteligencia, poder de convencimiento y sus conocimientos de diplomacia.
Anna Zingha y su asombrado interlocutor acuerdan, en igualdad de condiciones, un canje de prisioneros, pero en el punto de los límites fronterizos, la princesa no acepta reducir su territorio. Al final, obtuvo que las tropas invasoras se alejaran de sus límites y que se respetara la soberanía del reino de Matamba.
El tiempo pasado en las difíciles negociaciones fue de mucho aprendizaje para la princesa, quien una vez coronada reina continúa con su política de pacificación y respeto a las fronteras establecidas, sin dejar de adiestrar sus tropas y preparar las armas. A la par, establece relaciones con otros estados vecinos. Jamás cedió una pulgada de su territorio y muchas veces ella misma se ponía al frente de sus tropas.
Así, ya en su séptima década de vida recorría su reino a la cabeza de su ejército. En los últimos años de su existencia disfrutó la paz de su reino, resolvía todos los asuntos corrientes, presidía el tribunal de apelaciones, recorría a caballo sus tierras, organizó la administración e instauró la paridad. En cada puesto de responsabilidad ocupado por un hombre, puso además a una mujer. Cada uno informaba de su trabajo por separado. Además, hizo que las mujeres de la nobleza angoleña supieran leer, escribir y aprendieran el manejo de las armas.
