Antonio Aramburo Abad

Antonio Aramburo Abad
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Tenor Uruguayo
Nacimiento17 de enero de 1840
Montevideo. Bandera de Uruguay Uruguay
Fallecimiento16 de septiembre de 1912
Montevideo
OcupaciónCantante
Conocido porAramburo

Antonio Aramburo Abad. Tenor de fama mundial con una técnica vocal superior a los que se consideraban grandes estrellas de la ópera en la época.

Biografía

Nace el 17 de enero de 1840 Erla (Zaragoza), Montevideo, Uruguay en el seno de una familia acomodada de un pequeño pueblo de las Cinco Villas, realizó estudios de ingeniería que interrumpiría en 1867 para incursionar el canto y hasta los veintiséis años no se dedicó a esta profesión que aprendió con el maestro Antonio Cordero y, más tarde, perfeccionó con Giraldoni.

Carrera artística

Ya cumplidos los treinta, Aramburo debutó en Milán en 1871, interpretando Safo en el Teatro Carcano. Muy pronto adquiriría renombre, de modo que la segunda mitad de la década de los setenta puede considerarse la de su máximo esplendor. Cuando en 1876 debuta en el parisino teatro de los italianos con "La forza del destino", Tamberlick, considerado como el mejor tenor de esa época, lo designa como su sucesor, al oírle.

Su voz tenía fuerza arrebatadora y la potencia de sus agudos impresionaba profundamente. Poliuto, Norma y El trovador, óperas de gran dificultad que no fueron acometidas por Gayarre a causa de las características de su voz, estuvieron en el repertorio habitual de Aramburo, pero su técnica y agilidad vocales le permitieron también cubrir un espectro más ligero.

Desde el inicio de su carrera tuvo contratos en América y en 1874 cantó en el bonaerense Teatro Colón, con motivo de las celebraciones programadas al inaugurarse la línea telefónica que comunicaba la Argentina con Europa. En el Liceo de Barcelona debutó en la temporada 1875 y en el Teatro Real, en la de 1881. Triunfó en él con “La forza del destino” pero fracasó después en “Rigoletto’’. Algo similar le había ocurrido en la Scala de Milán en 1879 silbado en la romanza “Celeste Aida”, en la segunda representación la cantó con una también celeste media voz, de modo que hubo de dar hasta veintitrés representaciones. Al parecer Aramburo prodigaba los filados con una extensión desde el Do hasta el Si, lo que ni siquiera llegó a alcanzar Fleta, cuya voz llegaron a comparar en Chile, por potencia y dulzura de timbre, con la del tenor dramático cinco villense.

Aramburo conjugaba en su voz altas dotes de fuerza y sensibilidad y fascinó a los públicos más exigentes de la época.

El foniatra O’Neill, que llegó a escucharle, escribió:

“Fue la voz más perfecta del siglo XIX; en calidad, extensión, timbre y color no llegó ninguna otra a parecerse siquiera”.

Un crítico cubano estampó:

“Ése sí que fue un tenor de veras, un astro. Ni Gayarre ni el elegante Masini, ni Tamberlick, ni Tamagno: en fin, ni ha habido, ni hay, no habrá otro igual; ni parecido”.

La enciclopedia Espasa:

“La voz de Aramburo, por lo timbrada, igual y varonil, fue acaso la más perfecta que se oyó en las escenas líricas durante el siglo pasado”.

Hernández Girbal, recogiendo calificaciones que le fueron aplicadas habla de “fraseo sin mácula”, “expresión arrebatadora”, “hermosura increíble”, “agudos limpios y brillantes como el sol”, “temperamento apasionado”…

El novelista James Joyce también enumera a Aramburo en “Los muertos”, el último cuento de Dublineses, como uno de los grandes del siglo XIX.

Pero sí Aramburo fue un cantante absolutamente excepcional, el único que pudo competir en España con la gloria de Gayarre, su carácter imprevisible, histérico, antojadizo y arbitrario quitó mucho brillo a su carrera. De hecho, sus renuncios y espantadas hicieron que fuese derivando hacia Sudamérica, donde el público no tenía las exigencias del europeo. Son sonados los episodios entre chuscos y descarados que protagonizó en 1879 en la Scala milanesa, en 1886 en Montevideo o en el Teatro Real 1882, donde cantando “El trovador” y viendo que, en contra de lo anunciado, Alfonso XII y María Cristina, no asistieron a la función, durante el descanso, salió por la puerta de bomberos ataviado de guerrero medieval y ante las estatuas de los reyes en la plaza de Oriente entonó “Di quella pira”.

Aramburo en Cuba

Hasta 1886 llegaría su época dorada. Luego, con el lento declive de sus facultades, fue acogiéndose a los conciertos. En 1891 lo encontramos en Cuba, como artista-empresario pero se negó a cantar, con lo que tuvo problemas pues el público había adquirido onerosos abonos al reclamo de su nombre. Parece que ya huía del esfuerzo de acometer óperas completas y se refugiaba en actuaciones particulares en entreactos o fines de fiesta. En 1896 Aramburo actuaba por última vez en Europa cantando “Carmen” en Odesa. Volvió entonces a América y, a pesar de haber ganado unos tres millones de pesetas en su carrera, los robos que sufrió y la típica prodigalidad de los divos terminaron por conducirle a la miseria. En 1907 el periódico chileno “El Mercurio “ anunciaba que se encontraba en un hospital de Milán reducido a la indigencia.

Vida personal

Se casó con una soprano bostoniana, Adele Chapman, que actuaba con el nombre de Ada Adini. Quince años más joven que él y con poco nombre en la ópera, utilizó a su marido para medrar en la profesión y, tras darle una hija, pidió la separación, lo que acentuó la inestabilidad del tenor.

Grabaciones

Aramburo llegó a grabar cuarenta y cinco cilindros fonográficos, de ocho de los cuales tenemos noticias de su conservación en colecciones privadas:

  • Aida, “Morir si pura e bella”
  • Jone “O Jone, di quest’anima”
  • Poliuto “D’un alma troppo fervida”
  • Profeta “Senz’un ordine mio”
  • Luzzi, “Ave Maria”
  • Álvarez, “La partida”
  • Tosti, “Ideale”
  • La forza del destino “Solenne in quest’ora”.

Muerte

En 1907 volvió a Montevideo y, finalmente, se le otorgó la dirección de una escuela de canto que se llamó Instituto Aramburo. Hipólito Lázaro lo conocería allí y en sus recuerdos cuenta que aún se anunció que iba a cantar “Carmen”, pero desapareció a mitad de los ensayos. Muy poco después moría el 16 de septiembre de 1912.

Actualidad

El 17 de enero del 2003, se colocó un busto en su honor en su ciudad natal, Erla, obra del escultor aragonés Miguel Cabré.

Fuente