Antonio Candalija y Uribe

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Antonio Candalija y Uribe. Calle Alfonso I hacia 1900 (Zaragoza).jpg
NombreAntonio Candalija y Uribe

Antonio Candalija y Uribe Abogado oriundo de Andújar (Jaén).

Datos biográficos

Abogado oriundo de Andújar (Jaén), apareció en tierras aragonesas en 1848 como jefe civil del distrito de Belchite y al año siguiente de Caspe; más tarde alcalde corregidor de esta villa. Intervino en la lucha contra el alzamiento carlista del Bajo Aragón. En junio de 1850 se le puso al frente del corregimiento de su ciudad natal, Andújar, por poco tiempo, pues no tardaría en volver a tierras aragonesas. En julio de 1851 pasaba a ser alcalde corregidor de Zaragoza, cesando el alcalde constitucional Luis Franco y López. Durante esta primera actuación municipal poco pudo hacer Candalija, por la crítica situación del erario municipal: esbozó proyectos, como la apertura y prolongación de la calle del Trenque —que aprobaría el gobierno en 1861, lo mismo que el ensanche de la calle Jaime I.

Los corregimientos fueron suprimidos en 1853, excepto los de Madrid y Barcelona; Candalija pasó a la Dirección General de Penales. El 20-VIII-1866 retornó a la alcaldía de Zaragoza, y desempeñó el cargo de alcalde hasta el 30-IX-1868. Desarrolló una política de mejoras municipales, luchando con las vicisitudes de una época dominada por la suspensión de garantías constitucionales (gobernaba el general Narváez, tras la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil).

El hecho más destacable de su actuación como alcalde fue el lograr finalmente la apertura de la actual calle de Alfonso, mediante la prolongación y ensanche de la antigua, estrecha y corta calle del Trenque, hasta el Pilar. La tradicional visita al Pilar la hacían los zaragozanos a través de la subida del Trenque, especie de postigo que iba del Coso a la plaza del Carbón y del Peso Real (hoy plaza de Sas), y después por un laberinto de calles y callejas, entre ellas la de Montera (hoy Candalija), Torrenueva, unida a Botigas Ondas (hoy Méndez Núñez), Contamina, Agujeros (hoy Santa Isabel), paso de Urriés, paso de los Navarros que atravesaba la de Sombrerería (hoy Prudencio), para desembocar en la plaza del Pilar. Candalija, de férrea voluntad y animado siempre de resoluciones radicales, se dio cuenta de la necesidad de abrir una calle que desde el Coso condujese en línea recta hasta la plaza del Pilar cortando este laberinto.

Encargó el proyecto al arquitecto municipal Segundo Díaz Gil, ayudado por Marino Blasco (tío del literato Eusebio), Antonio Gregorio, José Yarza y Mariano López. Las expropiaciones se valoraron en 4.890.580 reales; de esta cantidad percibieron los técnicos el uno por ciento; la calle de Alfonso I tendría 422 metros de longitud; fue proyectada con dos rasantes, una de subida hasta la plaza del Carbón y otra de descenso más suave; Candalija insistió en que tuviera una sola rasante, aunque quedaran colgados algunos edificios por la desigualdad del terreno, y que tuviera doce metros de anchura. Hubo sesiones municipales borrascosas, por parte de los propietarios perjudicados y de los comerciantes de las calles, que veían lastimado su negocio.

La férrea voluntad de Candalija vencería, y en un elocuente discurso convenció a los zaragozanos. Aprobóse el proyecto y comenzaron las obras el 4-XI-1866. Hubo algunos propietarios, sin embargo, que tuvieron que ser desalojados de las casas con intervención de los bomberos. Siguieron las obras y la calle se urbanizó con bastante rapidez, adoptando en ella lo que en arquitectura se llama «conjunto urbano», o sea igualdad de todas las casas, sobre todo en altura. En el año 1868 y ante la «septembrina», Candalija, que era claramente isabelino, se encontró en una situación difícil, doblemente perseguido por la revolución y por las gentes perjudicadas con la apertura de la calle de Alfonso, y tuvo que huir hacia Andújar.

Durante la Restauración, en el año 1876, Candalija fue nombrado gobernador civil de Valencia. Zaragoza le nombró ese mismo año hijo adoptivo de la ciudad. Murió en 1889. Posteriormente, en 1914, el Ayuntamiento zaragozano acordó rendirle un homenaje dando su nombre a una de las calles que desembocan en la de Alfonso, la de la Montera, solemnemente se descubrió una lápida en el comienzo de la calle, en recuerdo de don Antonio de Candalija.

Fuentes