Compañía Naviera en Baracoa

Compañía Naviera Baracoa
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con sede en Cuba
Fundación:Inicios del siglo XX
País:Bandera de Cuba Cuba

Compañía Naviera. También fondeó sus naves en la bahía de Baracoa. Dedicada al transporte de cargas y pasajeros, poseía buques de mayor porte, adecuadamente acondicionados para travesías mucho más distantes, cuyo itinerario enlazaba numerosos puertos hasta finalizar en la bahía de La Habana.

Finalidad

A través de un intenso y fluído comercio de cabotaje, ejecutado por una miríada de goletas y motoveleros, Baracoa mantenía sus vínculos con numerosas ciudades del país, algunos puertos de las Antillas, Centroamérica y la costa sur de Estados Unidos. La bahía era el punto de atraque de esta singular flota, que sin otros instrumentos de navegación que la brújula y el sextante, más la pericia de sus patronos y marineros, desafiaban los exabruptos de la naturaleza caribeña. Esta agrupación de embarcaciones de cabotaje cesó su intenso navegar cuando la modernidad hizo presencia, y aquel vital movimiento marítimo encontró asidero por otros medios de transportación.

Las relaciones comerciales que Baracoa pudo sostener con todas las banderas, alcanzó notable auge durante las primeras cuatro décadas del siglo XX, tiempo en que se despachaban cada año entre tres y cuatro millones de racimos de guineos, principalmente con destino a los mercados de Estados Unidos y Noruega. El trasiego de los racimos, precedidos de una rigurosa selección, se realizaba en grandes lanchones desde el espigón del muelle hasta los buques refrigerados, distantes del sitio de embarque debido a su considerable calado. .

Principales embarcaciones

Buques como el Julián Alonso, Coterillo, Matanzas y Santiago de Cuba, formaron parte de esta compañía, que tras una semana de navegación culminaba su periplo entre Baracoa y la capital de la isla. Hasta la tercera década del siglo XX, sus máquinas se hallaron en funcionamiento, otras embarcaciones dignas de mencionar son: Atié, El Yate, Porvenir, pero, la que mayor arraigo alcanzó en la población, la conocida como Glenda. Su presencia en la boca del puerto procedente de Antilla, significaba un momento de jubileo, que reunía una bulliciosa multitud en torno a tablas ya corroídas del viejo muelle Real. Corrían los tiempos en que la llegada de las naves se anunciaba mediante repiques de campanas, distintos unos de otros, según fuese la procedencia de la embarcación, desde el Castillo del Seboruco llegaba el mensaje a toda la vecindad.

Años más tarde, otra legión de goletas y motoveleros, entre ellos, Evangeline, Fortuna, San Antonio, Zora, Indalecio, Victoria, Argos, Wortington, prosiguieron la navegación de cabotaje, transportando mercaderías y pasajeros hacia los puertos de Santiago de Cuba, Preston, Yamaniguey, Moa, Cayo Mambí y, principalmente, al puerto de Antilla, por ser el sitio adonde la población de Baracoa podía concurrir para abordar el tren con destino a Santiago y La Habana.

Astillero El Varadero

Junto a las aguas del puerto se hallaba El Varadero, modesto astillero destinado a la reparación y construcción de embarcaciones de madera, fundado por Julio Mahy, natural de la ciudad. Unido a su valor comercial, El Varadero es un signo de la tradición baracoesa al convertirse en lugar de carpinteros de ribera y artesanos del calafateado naval. Varias familias incorporaron unos tras otros a sus descendientes, manteniendo viva la vocación por un oficio que garantizó su seguridad económica. De manera que en el proceso de construcción de una recia y poderosa quilla, concurrían, a la vez, los esfuerzos y el ingenio de abuelos, padres, e hijos.

Junto a la ribera del puerto aún se aprecia, sobre las arenas negras del tibaracón, los restos de este legendario taller, cargado de memorandas.

Navegar en La Victoria

El motovelero La Victoria, la más antigua embarcación de su tipo en la isla, ha trasladado una larga historia hasta nuestros días, desde que fue construido en 1848 en Palo Seco, mantuvo una dotación de siete tripulantes. En su primera travesía hacia Cuba trajo las bodegas cargadas de esclavos, entonces solo era un velero de dos mástiles. En 1962 se le rebautizó con el nombre La Victoria de Girón, nominación que conservó hasta el final de sus días.

Se mantuvo en servicio de cabotaje, impulsado por dos máquinas MAZ 206 de 150 HP, las que le permitieron un desplazamiento a una velocidad de ocho nudos por hora. Sus bodegas podían trasladar hasta 2 000 sacos de 50 Kg de cualquier producto. Se le apreció simple y frágil sobre las aguas, ladeándose calladamente, como su viejo patrón Cándido Matos. Pudo verse, coronado por más de un siglo de fragor marinero, sobre las aguas del Porto Santo.

Fuente

  • Fidel Aguire Gamboa. Viaje a la leyenda (Episodio de una historia que maravilla). Editora política. La Habana, 2006.