Concilio de Vienne (1311-1312)

Concilio de Vienne
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XVº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
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Fecha de inicio16 de octubre de 1311
Fecha de términoMayo de 1312
Aceptado porIglesia Católica
Concilio anteriorConcilio II de Lyon
Concilio posteriorConcilio de Constanza
Convocado porClemente V
Presidido porClemente V
Asistencia300
Temas de discusiónEl problema suscitado por la Orden del Temple, la reforma eclesiástica y el rescate de Tierra Santa.

El Concilio de Vienne es el XV Concilio ecuménico de la Iglesia Católica y fue convocado en 12 de agosto de 1308 por el papa Clemente V (1305-1314). El concilio fue convocado para tratar tres temas principales: el problema suscitado por la Orden del Temple, la reforma eclesiástica y el rescate de Tierra Santa.

Convocatoria

La convocatoria al concilio fue lanzada el 12 de agosto de 1308 por el papa Clemente V (1305-1314) desde Poitiers.

En la bula de convocación señalaba los tres temas principales que serían debatidos en el concilio:

  • el problema suscitado por la Orden del Temple,
  • la reforma eclesiástica y
  • el rescate de Tierra Santa.

A diferencia de las convocatorias anteriores, para asistir a este concilio se creo una lista de posibles invitados, esto se realizo por un acuerdo entre la Iglesia Católica y el rey de Francia, este último un opositor declarado de los templarios. La llamada «lista de París» estaba compuesta por 165 nombres, mientras que la lista definitiva de los convocados es de 231.

Concilio

Asunto de los templarios

La sesión inicial del concilio se realizó el 16 de octubre de 1311 en la Catedral de San Mauricio. El número de los asistentes fue de unos 120 entre obispos y abades mitrados; pero si se cuentan también los procuradores de obispos ausentes, de cabildos y de monasterios, el número podría ascender a unos 300. El discurso del papa se centró especialmente en el arreglo de la cuestión de los templarios. Por iniciativa de Clemente V se creó una comisión para resolver este espinoso asunto, pero sin fijar plazo para la próxima sesión, como se solía hacer en otras ocasiones.

La comisión determinó por amplia mayoría que el proceso contra los templarios debía ser reiniciado desde el principio y que se permitiese la defensa de la orden. Pero la presencia del rey de Francia y su oposición a los templarios hizo presión sobre el Papa para que no se llevase a cabo la sugerencia adoptada por la comisión. De esta manera Clemente V decretó, mediante la la bula Vox in excelso de 22 de marzo de 1312, la supresión de la orden del Temple. La disolución de la orden se hizo pública en la segunda sesión del 3 de abril de ese mismo año.

En la tercera sesión se llevo a cabo el 6 de mayo de 1312 y en ella se tocaron cuestiones relacionadas con la pobreza de los franciscanos y con la doctrina de Juan Pedro de Olivi, a través de las constituciones Fidei catholicae y Exivi de paradiso, respectivamente. La pobreza había sido un punto de fricción entre los «espirituales» que invocaban la autoridad del fundador, San Francisco de Asís, y la mayoría de la orden. Los «espirituales» achacaban a la mayoría la pérdida del ideal primitivo de pobreza. La mayoría de la orden denunciaba, a su vez, la heterodoxia de uno de los jefes de los «espirituales», Juan de Olivi. La comisión conciliar encargada del caso decidió descargar de culpabilidad a la mayoría, aunque les impuso determinadas normas sobre la práctica de la pobreza. Por otra parte, se condenaron tres tesis atribuidas a Olivi sin mencionar el nombre de su autor.

Reforma eclesiástica

Sobre los referente a los temas debatidos sobre la reforma eclesiástica y los acuerdo obtenidos tras los debates se conoce poco ya que los cánones conciliares que las recogen fueron redactados de nuevo por Juan XXII (1316-1334), sucesor de Clemente V, e integradas en la colección canónica de las Clementinas, que formarían parte del Corpus luris Canonici. La pobre información llegada hasta nuestros días indican que se legisló sobre cuestiones relacionadas con la exención de los religiosos y las facultades de los obispos sobre ellos, dejando también a salvo los derechos de los párrocos. También se condenaron algunos errores de los begardos y beguinas, que tenían una fuerte implantación en territorios holandeses y alemanes. Además se reiteraron medidas anteriores sobre la usura.

Por otro lado se conoce que el papa había pedido a los obispos presentes la denuncia de los abusos dominantes en sus diócesis. Así, por ejemplo, Guillermo Durando, obispo de Mende, había presentado al concilio una voluminosa obra, titulada Tratado sobre el concilio general, que recogía amplias ideas de reforma de la organización eclesiástica. Las denuncias presentadas podían clasificarse en dos grupos principales: las quejas sobre intromisiones de los poderes seculares en el campo eclesiástico y las que provenían del creciente centralismo de la curia romana.

Rescate de Tierra Santa

El asunto de las Cruzadas se trató de nuevo, pero de un modo superficial. Los obispos acordaron conceder una contribución de un diezmo durante seis años con este fin, pero esta concesión no se realizó hasta que se tuvo la aprobación del rey de Francia.

Durante esta etapa se fue gestando la idea de que era mejor misionar a los infieles que gastar dinero en duraderas guerras en su contra, en este sentido tuvo una buena actuación Raimundo Lulio (1235-1315), ya que por iniciativa suya el concilio promulgó el llamado «canon de lenguas», que ordenaba la creación de cátedras de hebreo, árabe y caldeo en la curia romana y en las universidades de París, Oxford, Bolonia y Salamanca.

Fuente