El dulce remanso de Martí
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El dulce remanso de Martí. Es el período de dos meses y cinco días que El apóstol José Martí pasó en la finca El Abra, en la isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud; Martí usa esta expresión para connotar la gran recuperación física-mental que logró, en el corto período de tiempo que estuvo en ese lugar.
El Abra como «dulce remanso»[1], adonde llegó el joven luego de cumplir parte de la condena por el delito de infidencia en las canteras de San Lázaro, en la sección conocida como La Criolla. Antes había estado recluido en la Cárcel Nacional y el Presidio Departamental de La Habana.[2]
Sumario
Historia
Al ver que su hijo se encontraba en un delicado estado de salud, con los ojos dañados por la cal y el sol, además de las heridas supurantes de los grilletes, sus progenitores doña Leonor y don Mariano no cesaron de clamar por ayuda hasta conseguir que fuera indultado.
El padre apeló a sus relaciones de trabajo como celador de policía para el reconocimiento de buques en el puerto de Batabanó, principal enclave marítimo que enlaza a La Habana con Nueva Gerona, capital de Isla de Pinos.
José María Sardá y Gironella
De algún modo logró sensibilizar al contratista catalán José María Sardá y Gironella, quien residía junto a su familia a unos tres kilómetros de esa ciudad pinera en la Finca El Abra, una extensión de doce caballerías de tierra, adquiridas el 26 de octubre de 1868 por valor de veinticuatro mil escudos de plata[3].
Dentro de estos terrenos existían instalaciones para la producción de los materiales de construcción que Sardá empleaba en sus obras habaneras, los que fueron transportados por aquel puerto, donde trabajó don Mariano y, tal vez, de allí se conocían.
La Finca El Abra
La finca poseía condiciones excepcionales en el entorno natural y una ubicación estratégica. Sardá había desarrollado un sistema de canales y acueductos que, aprovechando la gravedad, lograba elevar el agua del manantial.
Las tierras también contaban con cultivos de maíz, algodón, un poco de tabaco y café, arroz en las laderas, aunque lo más rentable eran las abundantes canteras de mármol rosa, un horno de cal y una fábrica de almidón, ladrillos y tejas.
La propiedad incluía 50 esclavos y una docena de presos políticos y exiliados. Sardá había adquirido esta finca por la salud de su hijo, quien padecía asma, y este clima le sería beneficioso. Situada en la Sierra de las Casas, a un kilómetro y medio de Nueva Gerona, capital de la entonces Colonia Reina Amalia, y conocida como "El Abra", no se sabe exactamente si por su ubicación estratégica o por la palabra en su idioma natal que significa árbol, es decir, Arbra[4].
Persona influyente y amigo personal del Capitán General
Maestro de obras, coronel de Voluntarios y arrendatario de la cantera La Criolla, Sardá era una persona influyente en las esferas gubernamentales y amigo personal del Capitán General. Por eso logra, apoyado por amigos exmilitares, que le fuera otorgado el indulto al joven recluso de apenas 17 años, conmutando su pena de seis años de presidio y trabajos forzados por la de ser relegado a Isla de Pinos.
Aquí fue registrado en el Libro de Deportados de la Comandancia Militar, el 13 de octubre de 1870, según documento que señala:
En dicha comandancia radicaba en el mismo edificio del Ayuntamiento, todo deportado político debía presentarse con regularidad a las autoridades.
Dos meses y cinco días
Bajo la garantía personal de Sardá, durante los dos meses y cinco días que permaneció en Isla de Pinos, Martí convivió en la casa familiar del propietario, recibiendo especial atención de su esposa Trinidad Valdés Amador.
El joven Martí llegó a esta isla, donde encontró un refugio para su quebrantada salud. A su llegada, fue recibido por doña Trinidad Valdés Amador, esposa de Sardá, quien con ternura y dedicación se encargó de curar las llagas de su cuerpo y de liberar su pie del grillete que aún lo oprimía. En ese instante, no solo recuperó su salud física; también encontró en Trinidad un símbolo de esperanza y humanidad.
Martí disfrutaba caminar por los alrededores, sentado bajo la sombra de una ceiba, que hoy ha sido reemplazada pero que sigue simbolizando la conexión con su historia. La estancia en El Abra fue un periodo de reflexión y sanación. Aunque no hay registros de que durante esos días escribiera documentos políticos, es innegable que su mente se nutría de ideas que florecerían un año después en su célebre ensayo El presidio político en Cuba.
Hasta que el domingo 18 de diciembre de 1870, algo recuperado de las secuelas del presidio, parte hacia La Habana. Apenas unos meses después, ya radicado en España, adonde llegó deportado el primero de febrero de 1871, Martí le hizo llegar a Trinidad una carta y un crucifijo, acompañados de una foto con esta dedicatoria:
Un museo vivo
A casi dos kilómetros de Nueva Gerona, ciudad cabecera de Isla de la Juventud, se encuentra hoy el museo Finca El Abra, un lugar que guarda los ecos del pasado y donde el joven Martí pasó 65 días que marcarían su vida. En este entorno natural, rodeado de frondosas ceibas y campos fértiles que producían maíz, algodón y café, el espíritu del Apóstol comenzó a renacer.
El dulce remanso de Martí fue convertido en museo y fue inaugurado el 28 de enero de 1944, al cumplirse el 91 aniversario del natalicio del Héroe nacional, pero tras resultar dañado por el terrible huracán que en octubre azotó a Isla de Pinos, tuvo que ser reinaugurado al año siguiente en esa misma fecha.
Era entonces la única institución museística existente en el territorio y tuvo una peculiaridad que se mantiene hasta el presente: ha sido custodiado por los descendientes directos de la familia Sardá Valdés, que aún residen en el lugar. Esta tradición fue iniciada por los hijos de Sardá, principalmente Elías, hoy es continuada por su nieta Beatriz Gil Sardá, quien ha dedicado sus esfuerzos a la salvaguarda del patrimonio pinero, en especial, de la Finca El Abra.
La familia Sardá no solo brindó refugio; sino que también contribuyó a la construcción del legado martiano. Beatriz Gil Sardá, bisnieta del ingeniero, recuerda con emoción cómo su familia siempre ha sentido la presencia de Martí en El Abra.
dijo una vez mientras guiaba a los visitantes por la casona de tres bloques, típica construcción de las Masías catalanas.
Conservados en urnas, hay bienes de alto valor que fueron donados por los propios descendientes Sardá Valdés, como el crucifijo que Martí le regaló a doña Trina. También se conserva el libro Ilustraciones de la Santa Biblia que fue lectura recurrente del joven en el Abra. Otros objetos valiosos son las piezas de la vajilla familiar, algunos muebles y enseres domésticos originales de la casa.
Véase también
Bibliografía
- Hidalgo Paz, Ibrahím: José Martí. Cronología 1853-1895. Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2012
- Gil Sardá, Beatriz: «El Abra cuenta su historia…», en Carapachibey, Isla de la Juventud, No.1, diciembre de 2001.
- Anuario del Centro de Estudios Martianos, Vol.2, 1979, p.48.
Fuentes
- http://www.cubadebate.cu/especiales/2024/01/28/finca-el-abra-dulce-remanso-de-jose-marti/
- Revista Cultural Pinera Carapachibey.
- http://www.radiocaribe.icrt.cu Sitio Pinero del Ideario Martiano
- http://www.cnpc.cult.cu Consejo Nacional de Patrimonio Cultural
- https://www.juventudrebelde.cu/opinion/2024-10-13/el-abra-refugio-y-renacer-de-jose-marti
Referencias
- ↑ Emilio Roig de Leuchsenring: «El recuerdo y la glorificación de Martí lograrían la cubanización y engrandecimiento de Isla de Pinos», en Carteles, enero 16 de 1944, p.38.
- ↑ Martí ingresó en la Cárcel Nacional el 21 de octubre de 1869. Cfr: Ibrahím Hidalgo Paz: José Martí. Cronología 1853-1895. Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2012.
- ↑ Beatriz Gil Sardá: «El Abra cuenta su historia…», en Carapachibey, Isla de la Juventud, No.1, diciembre de 2001.
- ↑ Declarada monumento nacional, según el decreto número 1631 del 22 de abril de 1949, firmado por el presidente de la República, Carlos Prio Socarrás; Manuel A. de Varona, primer ministro, y Aureliano Sánchez Arango, ministro de Educación. Mantuvo esa condición en 1978 por resolución 03 de la Comisión Nacional de Monumentos, firmada por Antonio Núñez Jiménez y Marta Arjona Pérez, su presidente y secretaria ejecutiva, respectivamente.
- ↑ Anuario del Centro de Estudios Martianos, Vol.2, 1979, p.48.