Félix Ramos y Duarte
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Félix Ramos y Duarte (San José de Ramos, 1848 - La Habana, 1924) fue un educador y escritor cubano, que se exilió en México en 1868. Cubano de nacimiento y mexicano por necesidad y enraizamiento, devino una de las figuras más importantes del quehacer lingüístico y pedagógico en ambos países, hermanados en lo cultural y en lo idiomático. Como en muchas otros momentos históricos anteriores o posteriores al exilio de Ramos y Duarte (de 1897 a 1899, año de su regreso a Cuba), México siempre tendió su mano amiga a los cubanos independentistas cuando la necesitaron. Y este cubano entregó al país que lo acogió como a un hijo lo mejor de su quehacer científico, al extremo de que, quienes conocen su labor como docente y filólogo, lo consideran un destacado intelectual mexicano.
Datos biográficos
Cursó estudios de primaria en su pueblo natal y, posteriormente, en el colegio El Progreso, en la matancera ciudad de Cárdenas, donde se graduó. A principios de 1868 regresó a su pueblo de origen y comenzó a laborar como docente, donde poco tiempo después fundó una escuela primaria en el barrio La Ciega. El primero de marzo de 1869 se vio obligado a renunciar debido a la persecución de que fuera objeto por sus ideales independentistas. El 12 de agosto de ese mismo año emigró hacia México.
En Mérida (península de Yucatán), región próxima a Cuba y la preferida del territorio mexicano entre los independentistas cubanos obligados a emigrar por sus convicciones políticas, Feliz Ramos y Duarte (como acostumbraba firmar), se asentó y ejerció la docencia. Durante diez años llevó a cabo una gran labor educativa y se superó como pedagogo. Trabajó como profesor de Historia sagrada en el colegio San Idelfonso durante un año, después pasó al Instituto Literario del Estado de Mérida, donde laboró en la cátedra de Dibujo lineal. En esta institución también impartió clases de Gramática castellana, Aritmética, Historia de América y Geografía universal. En 1879 obtuvo en la Escuela Normal anexa al Instituto el diploma de maestro de enseñanza primaria y superior. A partir de 1875 publicó numerosos artículos científicos o literarios, generalmente críticos, en diversos periódicos locales de Mérida (El Pensamiento, El Eco del Comercio, La Revista de Mérida, entre otros).
En 1881 trasladó su residencia hacia Veracruz, donde consolidó su prestigio como docente, por lo que le ofrecieron cargos importantes y representativos de carácter oficial. Por ejemplo, en 1883 fue nombrado profesor de Dibujo industrial en la Escuela Nocturna de Adultos, y en 1885 fue nombrado representante del profesorado en Veracruz, donde recibió curso académico en la Escuela Modelo de Orizaba, bajo la dirección de profesores suizos y alemanas. Allí fue aprobado en todos los ramos de la enseñanza elemental y superior, especialmente en Aritmética, Pedagogía, Inglés y Francés, por lo que recibió el título de profesor teórico-práctico del sistema de enseñanza objetiva el 20 de julio de 1886. En Veracruz, asimismo, publicó artículos diversos en los periódicos locales (El Veracruzano, El Ferrocarril, El Derecho Comercial y El Mosquito, entre otros). En 1888 enfermó y se vio obligado a renunciar a su trabajo. En ese mismo año se trasladó hacia la capital del país, donde radicó hasta su regreso a Cuba, en 1899.
En Ciudad México trabajó durante tres años y medio como profesor de Literatura, Historia nacional y Gramática castellana en el Seminario Teológico Presbiteriano. Colateralmente, durante siete años fungió como profesor de Pedagogía, Historia y Geografía física y universal en la Escuela Normal Presbiteriana, dirigida por profesores norteamericanos. Además, de 1889 a 1894 impartió clases de Historia de México, Teneduría de libros, Gramática castellana, Literatura, Química y Física, Pedagogía, Labor manual, Dibujo, etc, en la Escuela Normal Metodista “Hijas de Juárez”. Como se puede apreciar, en su labor como docente cubrió un amplio espectro de materias, lo que consolidó sus conocimientos más diversos, volcados después en sus diferentes obras.
En 1892, según solicitud del general mexicano Jesús Aríchiga, gobernador del Estado de México, fue nombrado inspector general de las escuelas. Sin embargo, poco después renunció a ese cargo de dirección burocrática y retornó a su labor de profesor. En Ciudad México publicó diversos artículos en los periódicos La Semana Política, El Correo del Golfo, El Pabellón Español, La Política, El Correo Español, El Universal, El Abogado Cristiano, El Diario del Hogar y otros. En México fueron publicados la mayor parte de sus libros, entre ellos Diccionario de mejicanismos. Colección de locuciones y frases viciosas (obra que, aún en el presente, es uno de los pilares de la lexicografía mexicana del siglo XIX y cuyas ideas nos permiten apreciar cuán adelantado estaba para la época en lo referente a su pensamiento filosófico, pedagógico y lingüístico) y Tratado castellano o guía para la enseñanza de la lengua materna, que constituyó la renovación de los conceptos pedagógicos en torno a la enseñanza de la lengua materna, por lo que tuvo gran acogida entre el personal docente por su novedoso método. Aquí se nos manifiesta Ramos y Duarte como un connotado luchador contra el excesivo preceptivismo imperante en su época y contra la tendencia de concebir la gramática como el non plus ultra en el estudio del lenguaje, posición que lastraba y limitaba el objeto de estudio de la nueva ciencia que se iba labrando su propio camino en la América hispanohablante: la lingüística. Este libro fue aprobado por la Junta Académica de Jalapa y por la Dirección General de Estudios de México y hasta recomendada a los maestros por la Junta de Superintendentes de La Habana.
Su prestigio como intelectual fue tal, que trascendió las fronteras de su patria adoptiva, México, al extremo de que, a pesar de mantener su condición de exiliado político, en 1893 le publicaron en Cuba, su patria natal, aún bajo el yugo colonial, el artículo «Orígenes del lenguaje cubano» en el tomo decimoséptimo de la habanera Revista Cubana (pp. 5-15). Amerita la pena señalar que este artículo está dedicado por su autor al destacado filósofo y político cubano Enrique José Verona (1849-1933), gran luchador por la independencia de nuestro país. Esto constituye una evidencia de que, en el exilio mexicano, Ramos y Duarte mantenía contacto con el movimiento independentista cubano.
Entre los días del 14 al 23 de octubre de 1895 se celebró en Ciudad México el XI Congreso Internacional de Americanistas, en el que intervino con dos disertaciones: «Origen del nombre Yucatán» y «Estudio filológico del nombre “Lucayo” o “Yucayo”». Ambas ameritaron ser recogidas en el volumen correspondiente a este congreso y publicado por la Agencia Tipográfica de F. Díaz de León en 1897 (pp. 443-450 y 539-540, respectivamente).
El 20 de septiembre de 1899, a la edad de 51 años y tras treinta años de exilio, Ramos y Duarte regresó a la Cuba liberada del yugo colonial español, pero bajo tutela del primer Gobierno Interventor de los Estados Unidos de Norteamérica (1899-1902) (la segunda intervención duró de 1906 a 1909). El 20 de enero de 1900 fue nombrado maestro de aula secundaria en el pueblo habanero de Güines, y el 3 de marzo ocupó el cargo de director de la escuela de San Lázaro y San Leopoldo, en la capital. En junio de 1900 viajó a los EE.UU. conjuntamente con otros maestros seleccionados para pasar un curso de especialización en lengua inglesa en la Universidad de Harvard, ya que la política lingüística y educacional impuesta por el gobierno interventor obligaba a la enseñanza del inglés como segunda lengua en la docencia.
A su regreso de Harvard, debido a un turbio manejo, fue cesanteado, por lo que tuvo que intervenir en su favor el filólogo, lingüista e historiador Juan Miguel Dihigo Mestre (1866-1952), quien años más tarde sería el decano de la Facultad de Letras y Ciencias de la Universidad de La Habana y rector del Alma Mater. Conocedor de la importante obra lexicográfica y pedagógica realizada por Ramos y Duarte en México, Miguel Dihigo se convirtió en su amigo y defensor. Gracias a ello y a sus vastos conocimientos, Ramos y Duarte fue elegido presidente del tribunal de exámenes de maestros de La Habana entre los años de 1901 a 1903, y como director de diversas escuelas de la capital entre 1900 y 1901.
Aunque ya se había radicado definitivamente en Cuba, Ramos y Duarte mantuvo estrechos vínculos con México, su segunda patria, en la que había alcanzado tanto reconocimiento. En 1912 la Tipografía Guerreros Hernández, de México, imprimió su Diccionario de observaciones críticas sobre el lenguaje de escritores cubanos, de 93 páginas. El ejemplar único de esta última obra que consultamos en la Biblioteca Nacional, reviste la importancia de estar dedicado de su puño y letra al sabio cubano Fernando Ortiz (1881-1969), con fecha 12 de mayo de 1922.
En 1919, la habanera Imprenta y Papelería La Universal dio a conocer su interesante folleto Crítica de filología cubana, de 44 páginas. El ejemplar único que consultamos en la Biblioteca del Instituto de Literatura y Lingüística y de la Sociedad Económica de Amigos del País está dedicado, de su puño y letra, al político, orador y escritor Rafael Montoro (1852-1933), «primer master de América e ilustradísimo hijo de nuestra amada patria». Su importancia radica en la evaluación que hace de la obra de autores que le antecedieron en el estudio de la variante cubana de la lengua española. Con gran tino enjuicia la labor realizada en este sentido por Esteban Pichardo y Tapia (1799-1879), padre de la lexicografía cubana y uno de los fundadores de la hispanoamericana con su famoso y fundacional Diccionario provincial casi razonado de voces cubanas, que ameritó cuatro ediciones, todas revisadas y enriquecidas por su autor (1836, 1849, 1862 y 1875). Los otros autores estudiados fueron Antonio Bachiller y Morales (1812-1889) y su inapreciable Cuba primitiva, origen, lenguas, tradiciones e historia de los indios de las Antillas Mayores y las Lucayas (1880 y 1883); José Miguel Macías (1832-1905) y su extenso Diccionario cubano, etimológico, crítico, razonado y comprensivo de las voces y locuciones del lenguaje común y del las dicciones del nomenclator geográfico (1885), muy criticado por Ramos y Duarte, ya que Macías, con toda intención, ignoraba el legado lingüístico indoantillano del español caribeño. Finaliza su análisis con el folleto Modificaciones populares del idioma castellano en Cuba (1916), de Arturo Montori (1878-1932).
Muere en La Habana en 1924.
Bibliografía activa
- Tratado elemental de Aritmética, México, 1875. (Fue reconocido oficialmente como texto para las escuelas y mereció se hiciesen cuatro ediciones más).
- Elementos de Dibujo lineal, Imprenta y Litografía de Miguel Espinosa Rembosi, México, 1879. (Obra también seleccionada oficialmente como texto para las escuelas municipales del Estado de Mérida).
- Diccionario de mejicanismos. Colección de locuciones y frases viciosas, Imprenta de A. Carranza y Cía, México, 1895, 544 págs; Segunda edición, 1898.
- Tratado castellano o guía para la enseñanza de la lengua materna, Imprenta de Eduardo Dublán, Ciudad México, 1896, 564 págs.
- Crítica del lenguaje, Imprenta de Eduardo Dublán, Ciudad México, 1897, 128 págs.
- Diccionario de curiosidades históricas, geográficas, bibliográficas, cronológicas, etc. de la República Mejicana, Imprenta de Eduardo Dublán, Ciudad México, 1899.
- Tratado de onomatología o estudio sobre los nombres propios, Imprenta de A. Carranza y Cía, México, 1906, 137 págs.
- Diccionario de observaciones críticas sobre el lenguaje de escritores cubanos, Tipografía Guerreros Hernández, México, 1912, 93 págs.
- Crítica de filología cubana (folleto), Imprenta y Papelería La Universal, La Habana, 1919, 44 págs.