Geber

Geber
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Alquimista árabe
NombreABU MUSA JABIR IBN-HAY-YAN (Nombre árabe)
Nacimientoalrededor del año 721
probablemente en Al-Kúfah (actual Irak)
Fallecimientoalrededor del año 815
probablemente en Al-Kúfah
NacionalidadÁrabe
Otros nombresJabir ibn Hayyan
OcupaciónAlquimista
Obras destacadasLas mil y una noches

Geber. Famoso alquimista sufí árabe, nacido en Khufa, en la Arabia meridional. Abu Djabir ibn Hayyan al-Sufi, más conocido en Occidente por Geber, fue llamado admirativamente «rey de los árabes y príncipe de los filósofos», siendo para muchos el más grande de los filósofos herméticos que produjo el Islam.

Síntesis biográfica

Después de la llegada del profeta Maho­ma, las tribus árabes, en una gran explosión de sus ansias de expansión, se extendieron por Europa occidental y África del Norte. Desorganizaron, aunque sin destruirlo, el Imperio romano oriental, que había sobre­vivido al ataque de los bárbaros (que acaba­ron con el Imperio de Occidente). El Impe­rio oriental es conocido, principalmente des­pués de las conquistas árabes, como Imperio bizantino, por ser Bizancio su capital.

Los árabes ocuparon Siria entre los años 630 y 640, que les convirtió de esta forma en herederos de la ciencia griega, lo cual sería de importancia e incluso beneficioso para la historia de la ciencia. El avance científico se paró por completo en lo que quedaba del Imperio romano durante mil años. El único nombre digno de mención en la histo­ria de Bizancio es el de Calínico. Europa occidental atravesaba en aquellos tiempos un perìodo bastante oscuro, y los árabes eran los únicos capaces de conservar y transmitir toda la ciencia de los antiguos.

Además de conservarla, también introdu­jeron novedades, especialmente en alquimia. El primero y más importante alquimista que hubo entre los árabes fue Geber (conocido por los europeos después de que sus trabajos se tradujeran al latín). Hizo que la ciencia avanzara bastante desde el estado en que se quedó con Zósimo.

Geber vivió durante la hegemonía del po­der árabe, que hubo de perderse en el reinado de Hárún al-Rashid, el famoso califa de Las mil y una noches.

Geber fue amigo personal de Ja'Far al­Sádíq, vísir de Harún, y también, según se cree, simpatizante con la secta de los Sufis, de donde salieron los famosos asesinos (que comían hashish-de ahí el nombre- y que eran criminales profesionales). Esta secta no fue nunca muy popular entre el pueblo, cosa no de extrañar. Para empeorar la situación, Ja'Far cayó del poder, siendo con­denado a muerte. Por estas razones, ante la inseguridad en que se hallaba, Geber se reti­ró a su pueblo natal, donde murió en paz.

Mientras tanto, le dio tiempo a realizar nu­merosos trabajos sobre alquimia. Está en duda el que todos los trabajos que se le atri­buyen sean realmente suyos, ya que algunos alquimistas posteriores creían ganar fama y respeto atribuyendo sus descubrimientos a alquimistas famosos de tiempos anteriores. Esta idea permaneció mientras que la publi­cación de un libro representaba un tremendo trabajo, y de ahí que poquísimos eran los que alguna vez aparecían en los libros. La cos­tumbre de las falsas atribuciones solo pudo perderse cuando al inventarse la imprenta todo el mundo pudo ver sus libros publicados en ediciones numerosas.

Aportes

A la ciencia

Geber adquirió muy pronto un gran renombre por su maestría y erudición en un vasto campo de disciplinas que incluían desde la astrología y astronomía hasta la filosofía y la música, pasando por la medicina y las matemáticas.

Geber escribió tal inmensa cantidad de tratados ---si bien la extensión de los mismos no sea equiparable en muchos casos a los de un libro normal de nuestros días que es lógico pensar que se trataba de un ser superdotado. Una de sus obras más importantes es la Summa de la perfección, en la que se puede hallar por primera vez uno de los principios fundamentales de la alquimia: todos los metales están compuestos de dos elementos básicos: el azufre y el mercurio de los filósofos.

Pero tanto el uno como el otro no corresponden a los elementos químicos conocidos por estos nombres; simplemente hacen referencia a dos elementos constitutivos de la materia, y reciben esos nombres para despistar al profano. El azufre de los filósofos contendría la naturaleza caliente y seca, mientras que el mercurio incorporaría lo frío y húmedo.

Geber afirmaba que todos los cuerpos químicos incluyen los cuatro elementos primordiales: tierra, agua, aire y fuego, de los que ya había hablado Aristóteles. Identificaba esos elementos en una determinada sustancia mediante sucesivas destilaciones. Cuando éstas se verificaban sobre materias orgánicas obtenía cuatro sustancias: un líquido que para él era equivalente al que unía, un aceite de características inflamables en el que suponía que se encontraba el elemento aire; una sustancia combustible que equiparaba al fuego y, por último una especie de residuo mineral que equivaldría al elemento tierra.

Sherwood Taylor, al referirse a este gigante de la alquimia, escribe:

«Geber pensaba que, de esta manera, el alquimista podía obtener el elemento completamente frío de su "agua", el elemento totalmente húmedo de su "aceite", el seco de su "tierra, y el cálido de su "tintura".

Este último término parece designar a una sustancia que anuncia la Piedra, filosofale, pues la describe como un cuerpo transparente, brillante, lustroso y rojo.

Cabe pensar que dicho elemento faltaba en los metales vulgares y estaba presente en el oro. Después de haber obtenido esos "elementos puros", el alquimista los mezclaba según proporciones muy específicas a fin de elaborar el elixir conveniente. Éste se aplicaba a un metal cualquiera, de una manera por demás complicada, y entonces se producía la transmutación.»

A la filosofía

En el campo de la filosofía y de la mística Geber participó de manera intensa en el sufismo y, en consecuencia, en sus trabajos alquímicos buscaba no tanto la transmutación de los metales como la del propio individuo.

Fuentes