Influenza equina

Influenza de los équidos
Información sobre la plantilla
Virus-influenza.jpg
Virus de la influenza equina.

Influenza de los équidos. La influenza es una enfermedad contagiosa, aguda, febril, de los solípedos, que se manifiesta en los casos típicos por fenómenos de inyección general y especialmente por inflamación catarral de las mucosas y tumefacción inflamatoria del tejido subcutáneo y de los tendones, causada por un virus.

Ubicación

La influenza equina se suele presentar de vez en cuando (en Alemania, según LÜHRS, cada 12 años, aproximadamente) y se difunde por contagio con mucha rapidez en extensas comarcas; pero como en la inmensa mayoría de los casos evoluciona favorablemente y en pocos días, sólo tiene importancia grande, desde el punto de vista económico, por la incapacidad temporal para el trabajo de los animales afectados y, principalmente, en las yeguadas, donde se suelen presentar abortos.

Etiología

La influenza equina es causada por un virus que se halla en la sangre y en otros humores, en particular en el semen de los animales enfermos. Tras la inoculación oral o parenteral de tales líquidos, especialmente después de filtrados por filtros que no dejan pasar las bacterias, lógrase producir la enfermedad en équidos receptivos.

El material infeccioso puede conservarse virulento, incluso meses y años después de la curación. Por el contrario, y según nuestras propias experiencias, han de ser tomadas con reservas las observaciones sobre la permanencia del virus en sangre y saliva, durante un tiempo superior a dos meses después de la curación.

Infección natural

Suele producirse por contacto directo de animales enfermos con sanos, por lo que la enfermedad suele propagarse rápidamente a lo largo de las vías comerciales, contribuyendo mucho a su difusión el comercio de ganado, los mercados y otros puntos de reunión de animales. Como el virus se halla en las eliminaciones de los enfermos, los objetos contaminados con ellas, particularmente los piensos, agua de bebida y la paja de las camas, también pueden transmitir la infección.

En cambio, la transmisión por el aire espirado no es probable, por lo menos a grandes distancias, y no ha sido demostrada. Por la gran contagiosidad de los animales enfermos, generalmente todos los équidos de la cuadra invadida por el material infeccioso padecen la [enfermedad], la cual, independientemente de las intemperies atmosféricas y meteorológicas, de tiempo en tiempo invade grandes extensiones y sólo se extingue cuando no queda en ellas animal alguno receptivo.

Los portadores de virus contribuyen a difundir la enfermedad, pues los garañones y caballos padres, después de haberla padecido, pueden transmitirla por el coito a las hembras durante meses y aun años, a pesar de no presentar signo morboso alguno. Las yeguas enfermas contagian a sus compañeras en la forma ya indicada.

Patogenia

Todos los fenómenos morbosos pueden explicarse porque se acumula el virus en la sangre y lesiona las paredes vasculares. Esto no determina fenómenos morbosos visibles en parte de los casos, en particular en los animales, en lo demás, sanos y tenidos en condiciones irreprochables. Pero en otras condiciones produce inflamación de las mucosas, a la que siguen fácilmente derrames serosos y, en casos graves, también hemorragias.

Además, el virus origina en muchos casos una encefalomielitis linfocitaria no supurada, que afecta de igual manera tanto la substancia blanca como la gris. Como en las mucosas inflamadas proliferan con facilidad bacterias facultativamente patógenas, también se pueden desarrollar, en ciertos casos, procesos inflamatorios secundarios, especialmente bronconeumonías.

Alteraciones anatómicas

Consisten en fenómenos de septicemia, sobre todo en rubicundez e hinchazón inflamatoria de las mucosas, degeneración parenquimatosa de los riñones, hígado y miocardio, así como tumefacción aguda moderada del bazo y de todos los ganglios linfáticos. Hay, además, hemorragias en las mucosas y serosas y en el endocardio; a veces, asimismo, en las meninges encefálicas y en el interior del ojo, y acumulación de un liquido seroso amarillento, a veces rojizo, en el saco pleural y en la bolsa pericardíaca.

En la tráquea, en el estómago y en el intestino delgado, la mucosa forma pliegues gruesos gelatiniformes. En el intestino delgado están hinchados los folículos solitarios y las placas de PEYER, y hay, en algunos puntos, erosiones superficiales o también úlceras profundas. En los pulmones existen hiperemia y edema agudo y, a las veces, neumonía catarral.

Con frecuencia el tejido conjuntivo subcutáneo de diversos puntos del cuerpo y sobre todo el que rodea los tendones de los miembros, está infiltrado de líquido seroso, y las vainas tendinosas asimismo pueden contener un líquido análogo en gran cantidad. Entonces el tejido gelatiniforme amarillo está sembrado de pequeñas hemorragias, y también puede presentar análogas alteraciones el tejido conjuntivo sub y retroperitoneal, sobre todo alrededor de los riñones.

Síntomas

El período de incubación, que oscila entre 3 horas y 7 días. Los fenómenos morbosos varían mucho según la receptividad del animal en el momento de infectarse. A veces la enfermedad es de curso sumamente benigno Influenza de los équidos (forma abortiva). Tal es el caso muy frecuente de los équidos que viven en condiciones favorables, como, por ejemplo, en las yeguadas, y no están expuestos a fatigas.

En semejantes casos la enfermedad se manifiesta por una elevación febril de la temperatura que a menudo sólo dura un día. Sin embargo, también en estas formas abortivas, y en muchos establos hasta con frecuencia, pueden presentarse, después de la desaparición de la fiebre, fenómenos nerviosos, principalmente debilidad de la grupa o parálisis lumbar que tienden a desaparecer sin dejar rastro, aunque casi siempre después de algunas semanas.

En otras circunstancias, la influenza se manifiesta por fenómenos generales febriles más ostensibles y, a menudo, por alteraciones catarrales, tanto más intensas cuanto peores son las condiciones en que se tiene los animales. Especialmente actúan de modo perjudicial el hacer trabajar a los ya enfermos, y lo mismo los transportes en ferrocarril y en barco, máxime si hace mal tiempo.

En los casos manifiestos de la enfermedad, ésta se inicia por un rápido ascenso de la temperatura a 39,50 y más; poco después, el número de pulsaciones se eleva a 50 y a 60 y la respiración también se acelera ligeramente. Al propio tiempo, los animales manifiestan fatiga general, entorpecimiento del sensorio y disminución del apetito.

Los pacientes, inertes, con los ojos medio cerrados y las orejas caídas, adoptan actitudes anómalas y dejan percibir un chasquido en las articulaciones. Aceptan lá comida de mala gana, mastican lentamente y con frecuentes interrupciones, dejando a veces de tragar y conservando la comida entre las muelas y los carrillos.

La temperatura del cuerpo permanece, aproximadamente, a igual nivel, con oscilaciones mayores o menores durante un plazo de 2 a 6 días, descendiendo luego a la normal en 1-2 días. Una nueva elevación indica la presencia de una complicación.

Las conjuntivas están rojas, a menudo tirando a amarillo, y con tumefacción gelatinosa o vítrea. Constantemente hay fotofobia y lagrimeo. Los párpados están hinchados y estrechan la hendidura palpebral; ulteriormente se acumula secreción mucopurulenta en los sacos conjuntivales. La córnea, en su límite epiescleral, está con frecuencia turbia, nublada y en algunos puntos sin epitelio. En algunos casos también se desarrolla iritis con depósito de exudado fibrinoso amarillo en la cámara anterior del ojo.

Curso

Prescindiendo de los de curso abortivo, en la mayoría de ellos la enfermedad apenas dura una semana, a veces 2-3, pero incluso en estos casos, acaba generalmente por curar, ciertamente, tras larga convalecencia. La terminación sólo suele ser mortal cuando sobrevienen complicaciones graves.

Diagnóstico

La influenza difiere de los catarros no infecciosos por comenzar con fiebre alta y acompañarse de notable depresión del sensorio, tumefacciones edematosas del tejido subcutáneo, flegmasías de los tendones y vainas tendinosas, conjuntivitis con tinte ictérico y quemosis, y cuando estos síntomas no existen, por el carácter contagioso del mal.

Difiere de la tos contagiosa por presentar desde el principio alta temperatura y quemosis de la conjuntiva, aparte que en la influenza, conforme puede observarse al principio de la enfermedad, la tos no se debe a una inflamación de las vías respiratorias bajas, sino a un catarro faríngeo. Es más difícil su diferenciación con la pleuroneumonía contagiosa, pero en ésta se suele ya observar, generalmente desde el segundo o tercer día, la presencia de neumonía crupal.

En el diagnóstico diferencial, también hay que tener presente la anemia infecciosa, pero en ésta suelen faltar las manifestaciones catarrales y, en cambio, suele haber hemorragias en las mucosas; además, en la anemia infecciosa hay fenómenos de anemia con disminución del volumen de los hematíes y notable aceleración y arritmia del pulso, a poco ya de algún ejercicio de breve duración. La influenza catarral tiene mucho mayor parecido con la babesiosis, hasta el punto de que el diagnóstico diferencial seguro sólo es posible mediante el examen microscópico de la sangre.

En los países tropicales la distinción de la peste equina tropieza todavía con mayores dificultades, máxime porque la investigación hemática resulta negativa, y la inoculación de la sangre al caballo da resultado positivo en ambas enfermedades. El carbunco se distingue por el curso maligno.

Pronóstico

El pronóstico es, de ordinario, favorable, pues la muerte sólo suele ocurrir a consecuencia de complicaciones dependientes las más de las veces, de malas condiciones higiénicas. En condiciones favorables las pérdidas apenas alcanzan 0,5-1 %, pero pueden llegar a ser de 4 % y más. Por tanto, en el pronóstico hay que considerar siempre las circunstancias. El trabajo de los animales enfermos en la fase febril o en la convalecencia motiva muy fácilmente agravación del proceso y, sobre todo, un trastorno peligroso de la función cardiaca.

Tratamiento

Generalmente, puede reducirse a reglamentar el régimen y a mantener puro el aire de la cuadra. Si el tiempo es tibio y no hace viento, se recomienda tener los enfermos al aire libre durante el día en un sitio con sombra y sin polvo. Cuando se disponga de caballos que han curado de la enfermedad se podrá intentar una terapéutica causal inyectando 500 c. e. aproximadamente de sangre procedente de un animal recientemente curado.

Aparte esto, en los casos graves el tratamiento es puramente sintomático Cuando hay torpeza y laxitud manifiestas, actúan despejando las fricciones alcohólicas y las infusiones con fricción consecutiva. También son necesarios los antipiréticos, aunque sólo en los casos más graves.

Contra la conjuntivitis se recomiendan las lociones con soluciones tibias de ácido bórico, más tarde las instilaciones de colirios astringentes; en la hinchazón quemótica de la conjuntiva y en la queratitis obran bien las compresas húmedas calientes y las pomadas oftálmicas con penicilina. Si está interesado el íris, están indicadas las instilaciones de solución al 1 % de atropina.

Cuando se presente la parálisis del tercio posterior, se colocará al animal convenientemente sujeto en un potro, o tumbado sobre paja limpia y blanda, cambiándolo de postura repetidamente. Junto con esto, ejerce un beneficioso efecto la inyección de aneurina (200-500 miligr.). Si, además, hay retención de heces y orina, se procurará su evacuación en períodos de tiempo convenientes.

El tratamiento interno con medicamentos es necesario sólo cuando sobrevienen síntomas amenazadores o complicaciones. Así, la insuficiencia cardiaca se combate con tónicos del corazón (digital, estrofantina). Los trastornos en la circulación periférica, con analépticos (alcanfor, Hexetona, cardiazol y otros); la diarrea se combate con astringentes y adsorbentes; la constipación, con sales laxantes.

En los animales que presentan manifiesta pérdida de energía y debilidad cardiaca, se puede intentar la aplicación diaria, por inyección, de una solución de 100 gr. de glucosa y 5 e. c. de una solución al 8 % de Hexetona, en 400 c. c. de agua, la cual, según WEITZMANN (1941), puede salvar la vida del enfermo. La administración de preparados sulfamídicos y penicilina no influye para nada en el curso de la enfermedad; pero, según KANTSCHEFF (1941), BALÁS (1942), BALDUIN (1947) y otros, evita las complicaciones e influye de manera muy favorable cuando existe ya una bronconeumonía concomitante. El Neósalvarsán no modifica en absoluto el curso de la infección.

En la convalecencia, los animales necesitan buena alimentación y ejercicio moderado, cuando el tiempo es bueno. Pero únicamente deben hacerse trabajar cuando han recobrado su primitivo estado de fuerzas.

Profilaxis

Para impedir la importación del mal conviene tener aislados, por lo menos una semana, los équidos recién comprados; además, el llevar los animales a los mercados y a cuadras extrañas requiere también gran cuidado. Los caballos padres que han trasmitido la enfermedad a yeguas deberán excluirse de la reproducción, en lo posible.

A veces, al comienzo de la epizootia, se logra detener su difusión si se aísla inmediatamente los équidos atacados, los sospechosos (tomorales la temperatura) y los contiguos a ellos y se desinfecta el sitio que ocupaban; pero con este procedimiento la enfermedad suele descubrirse demasiado tarde.

Ocasionalmente puede ser útil, junto con la medición de la temperatura a intervalos regulares, la prueba de fijación del completo, para separar a los animales sospechosos en virtud de ambas circunstancias. En tal caso parece más ventajoso dejar que la sufra todo el ganado rápidamente. Para esto se mezclan los animales febriles con los sanos o se inyectan de 3 a 5 c. c. de sangre desfibrinada o de suero de los équidos febriles debajo de la piel o en la yugular de los sanos.

Fuente

  • Libro de texto Patología y Terapéuticas Especiales de los Animales Domésticos (pág 154) por Dr. Rudolf Manninger y Dr. Johannes Mócsy