Liberio

Liberio
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Papa de la Iglesia católica
17 de mayo de 352 - 24 de septiembre de 366
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PredecesorSan Julio I
SucesorSan Dámaso I
Información personal
Nombre secularLiberio
Nombre religiosoLiberio
Nacimiento¿?
Roma
Fallecimiento24 de septiembre de 366

El Papa Liberio fue Pontífice desde el año 352 al 366 d.C. Según el Catálogo Liberiano, el Papa San Julio I murió el 12 de abril, y Liberio fue consagrado el 22 de mayo. Como este día no cayó domingo, probablemente el día fue el 17 de mayo. Nada se sabe sobre su vida previa excepto que era un diácono romano. De Rossi le atribuye un epitafio conservado en una copia por un peregrino del siglo VII, seguido por varios críticos, incluido Duchesne. Los principales puntos en él son que el Papa confirmó la Fe Nicena en un concilio, y murió en el exilio por la fe, a menos que lo consideremos “un mártir por exilio”. Funk le atribuye el epitafio al Papa San Martín I. De Rossi, sin embargo, declaró que ningún epigrafista podía dudar de que los versos son del siglo IV y no del VII; aún así no es fácil adaptar las líneas a Liberio. El texto aparece en De Rossi, "Inscr. Christ. Urbis Romæ", etc., II, 83, 85, u Duchesne, "Liber Pontificalis", I, 209. Vea De Rossi en "Bull. Archeol. Crist." (1883), 5-62; y Von Funk en "Kirchengesch. Abhandl.", I (Paderborn, 1897), 391; Grisar en "Kirchenlex.", s.v.; Suvio, "Nuovi Studi", etc.

Primeros Años de Pontificado

Por la muerte de Constante (enero de 350), Constancio se había convertido en el amo de todo el imperio, y estaba inclinado a unir a todos los cristianos en una forma modificada de arrianismo. Liberio, como su predecesor Julio, mantuvo la absolución de San Atanasio en el Concilio de Sárdica, y convirtió las decisiones del Primer Concilio de Nicea en la prueba de la ortodoxia. Después de la derrota final del usurpador Magnencio y su muerte en 353, Liberio, de acuerdo a los deseos de un gran número de obispos italianos, envió legados al emperador en Galia, suplicándole que celebrara un concilio. Constancio estaba presionando a los obispos de Galia para que condenaran a San Atanasio y reunió un número de ellos en Arles, donde estaba pasando el invierno. Los obispos de la corte, que siempre acompañaban al emperador, eran los dirigentes del concilio. Los legados papales (entre los que se encontraba Vicente de Capua, quien había sido uno de los legados papales en el Primer Concilio de Nicea) fueron tan débiles como para consentir en renunciar a la causa de Atanasio, con la condición de que todos condenaran el arrianismo. El partido de la corte aceptó el convenio, pero no llevó a cabo su parte; y los legados fueron obligados violentamente a condenar a Atanasio, sin ganar ninguna concesión para ellos. Al recibir la noticia, Liberio escribió a Hosio de Córdoba sobre su profunda pena sobre la caída de Vicente; él mismo deseaba morir, no sea que fuera imputado de haber consentido en la injusticia y la heterodoxia. Otra carta en los mismos términos fue dirigida al Papa por el obispo Eusebio de Vercelli, quien antes había pertenecido al clero romano.

El emperador le dio al Papa tres días para considerar el asunto, y luego lo desterró a Beroea en Tracia.

Exilio

Cuando Liberio salió de Roma todo el clero juró que no recibirían a ningún otro obispo. Pero pronto muchos de ellos aceptaron como Papa al archidiácono Félix, cuya consagración por el obispo arriano Acacio de Cesarea había sido arreglada por Epícteto por orden del emperador. La gente de Roma ignoró al antipapa. Constancio hizo su primera visita a Roma el 1 de abril de 357, y pudo ver por sí mismo el fracaso de su nominado. Él estaba consciente de que no había justificación canónica para el exilio de Liberio y la intrusión de Félix; en otros casos él siempre había actuado de acuerdo con la decisión de un concilio. No hay razón para pensar que Félix fuera reconocido por ningún obispo fuera de Roma, excepto por el partido de la corte y unos pocos arrianos extremos, y la inflexible actitud de Liberio a través de la mayor parte de su destierro deben haberle causado más daño a la causa del emperador que su constancia cuando dejó Roma en paz. No es sorprendente ver que Liberio regresó a Roma antes del 357, y que se rumoraba en el extranjero que él había firmado la condenación de San Atanasio y quizás algún credo arriano. Algunos críticos colocan su reinstalación en el 358, pero esto es imposible, pues San Atanasio nos dice que el soportó los rigores del exilio por dos años, y el "Gesta inter Liberium et Felicem episcopos", que forma el prefacio del "Liber Precum" de Faustino y Marcelino, nos dice que él regresó "al tercer año". La causa de su regreso es variamente relacionada. Teodoreto dice que las matronas romanas movieron a Constancio a restaurarlo, pero cuando fue leída su carta a Roma en el circo romano, diciendo que Liberio y Félix iban a ser los obispos mano a mano, los romanos se burlaron de ella y llenaron el aire con gritos de “Un Dios, un Cristo, un obispo”. El historiador arriano Filostorgio, y también Rufino, dicen que los romanos demandaban ardientemente el regreso del Papa. Por otro lado, Sulpicio Severo da la causa como sediciones en Roma, y Sozomeno está de acuerdo. Sócrates es más preciso y declara que los romanos se levantaron contra Félix y lo expulsaron, y que el emperador fue obligado a consentir. La versión en la “Crónica” de San Jerónimo es dudosa. Él dice que un año después de que el clero había perjurado ellos mismos fueron expulsados junto con Félix, hasta (o debido a) el regreso triunfal de Liberio a la ciudad. Si leemos “hasta que” entenderemos que después del regreso de Liberio el clero perjuro regreso a su alianza. Si leemos “debido a”, con el manuscrito antiguo, parecería que la expulsión de Félix fue posterior a y como consecuencia del regreso de Liberio. San Próspero de Aquitania parece haber entendido a Jerónimo en este último sentido. El prefacio al “Liber Precum” menciona dos expulsiones de Félix, pero no dice cuál de ellas fue previa al regreso de Liberio. Por otro lado, el arriano Filostorgio relata que Liberio fue reinstalado sólo cuando él había consentido en firmar la segunda fórmula de Sirmio que fue redactada después del verano de 357 por los obispos de la corte, Germinio, Ursacio y Valente. La misma historia sobre la caída del Papa es apoyada por tres cartas atribuidas a él en los llamados “Fragmentos Históricos” ("Fragmenta ex Opere Historico" in P.L., X, 678 sqq.) de San Hilario, pero Sozomeno nos dice que esa fue una mentira propagada por el arriano Eudoxio, quien acababa de invadir la sede de Antioquía. San Jerónimo parece haberla creído, pues en su “Crónica” dice que Liberio “conquistado por el tedio del exilio y subscribiéndose a la iniquidad de la herejía volvió triunfante a Roma”. El prefacio al “Liber Precum” también habla de que cedió ante la herejía. San Atanasio, escribiendo aparentemente a fines de 357, dice: “Liberio, al ser exiliado, se rindió a los dos años, y por miedo a las amenazas de muerte, firmó”, es decir, la condenación de Atanasio mismo (Hist. Ar., XLI); y de nuevo: “Si él no resistió la tribulación hasta el fin, aún así permaneció en el exilio durante dos años conociendo la conspiración contra mí.” San Hilario, escribiendo a Constantinopla en 360, se dirige a Constancio así: “No sé si fue mayor la impiedad con que lo desterraste que con la que lo reinstalaste”. (Contra Const., II). Simplemente parece que Sabino tenía la historia arriana ante sí, pero la consideraba, probablemente correctamente, como una invención del partido de Eudoxio; él piensa que la verdad debió haber sido ésa, si Liberio firmó una fórmula sirmiana, fue la menos dañina de 351; si él condenó el “Homoousion” fue sólo en el sentido en el cual había sido condenado en Antioquía; él lo coloca aceptando el Credo Dedicatorio (el de los semiarrianos y todos los moderados orientales), y forzando a los obispos de la corte a aceptar la fórmula semiarriana de 359 y después. Él añade que los obispos en Sirmio le escribieron a Félix y al clero romano, pidiendo que tanto Félix como Liberio fueran aceptados como obispos. Es increíble que hombres como Basilio y su partido hubiesen hecho esto.

Últimos años de Liberio

San Liberio, Relieve de la Capilla de la Trinidad de la Catedral de Paderborn.

Cuando Liberio regresó, los romanos no podían haber sabido que Liberio había caído, pues San Jerónimo dice que él entró a Roma como un conquistador. Es muy claro que ni siquiera se suponía que él había sido conquistado por Contancio. No hay ninguna señal de que nunca haya admitido su desliz. En 359 se celebraron los concilios simultáneos de Seléucida y Rimini. En este último la mayoría de los obispos eran ortodoxos, la presión y demoras, y las maquinaciones secretas del partido de la corte entramparon a los obispos al error. El Papa no estaba presente ni envió a sus legados. Después del concilio, pronto se conoció su desaprobación, y después de la muerte de Constancio a fines de 361 el pudo anularlo públicamente, y decidir, más que lo que decidió un concilio en Alejandría bajo San Atanasio, que los obispos que habían fallado podían ser reinstalados con la condición de que probaron la sinceridad de su arrepentimiento por su celo contra los arrianos. También sabemos por San Siricio que, después de anular el Concilio de Rimini, Liberio emitió un decreto prohibiendo el rebautismo de los bautizados por los arrianos, lo cual era practicado por los cismáticos de Lucifer de Cagliari.

Cartas Falsificadas

En los fragmentos de San Hilario de Poitiers está incluida una serie de cartas de Liberio. El Fragmento IV contiene una carta, “Studens paci”, junto con un comentario muy corrupto sobre él por San Hilario. La carta ha sido usualmente considerada una falsificación desde que Cesare Baronio (2da. Ed.), y Duchesne expresaron la opinión común cuando dijeron en su "Histoire ancienne de l'Eglise" (1907) que San Hilario quería que entendiésemos que era espuria. Pero Tillemont defendió su autenticidad, y ha sido apoyada por Schiktanz y Duchesne (1908), todos escritores católicos. Hermant (citado por Pierre Coustant), seguido por Savio, creyeron que la carta fue insertada por un falsificador en lugar de una carta genuina, y él tomó las primeras palabras del comentario de San Hilario como serio y no irónico. En este documento Liberio es colocado como dirigiéndose a los obispos arrianos de Oriente, y declarando que al recibir una epístola de los obispos orientales contra San Atanasio, la cual había sido enviada a su predecesor Julio, él había vacilado en condenarlo pues su predecesor lo había absuelto, pero que él había enviado legados a Alejandría para citarlo a Roma. Atanasio se había negado a venir, y Liberio al recibir nuevas cartas de Oriente lo había excomulgado y estaba ahora ansioso de comunicarse con el partido arriano. Duchesne piensa que esta carta fue escrita en el exilio al comienzo de 357, y que Liberio ciertamente había enviado a un embajador (en 352-53), sugiriendo que Atanasio debía venir a Roma; ahora en su exilio el recordó que Atanasio se había excusado, y alegó que era un pretexto para condenarlo. Sin embargo, parece inconcebible que después de apoyar heroicamente a Atanasio por años, y habiendo sufrido el exilio por más de un año, en vez de condenarlo, Liberio debía motivar su presente debilidad a la desobediencia del santo sobre la cual él no había testificado resentimiento durante todo es te tiempo. Por el contrario, los comentarios de San Hilario parecen llanamente implicar que la carta había sido falsificada por Fortunatio, metropolitano de Aquilea, uno de los obispos que condenaron a Atanasio y se unieron al partido de la corte en el Concilio de Milán en 355. San Hilario apela a documentos que siguen, evidentemente la carta (antes mencionada) “Obsecro” al emperador, en la cual Liberio testifica que el recibió la defensa de los egipcios al mismo tiempo que la acusación de los arrianos. La carta “Obsecro” forma el fragmento V, y parece que en la obra original estaba inmediatamente seguida por el fragmento VI, el cual comienza con la carta de Liberio a los confesores, “Quamuis sub imagine” (probando cuan firme era en apoyar la fe), seguida por citas de cartas a un obispo de Espoleto y a Hosio, en la cual el Papa deplora la caída de Vicente de Arles. Estas cartas son incuestionablemente genuinas. Éstas continúan en el mismo fragmento un párrafo que declara que cuando Liberio estaba en el exilio, revocó todas estas promesas y acciones, y le escribió a los malvados prevaricadores arrianos las tres cartas que completan el fragmento. Éstas corresponden a las cartas auténticas que han precedido, cada una a cada una: la primera, "Pro deifico timore" es una parodia de "Obsecro"; la segunda "Quia scio uos", es una revocación de todo lo dicho en "Quamuis"; la tercera, "Non doceo", es una palinodia, dolorosa de leer, de la carta a Hosio. Las tres son claramente falsificadas, compuestas para su posición presente. Ellas defienden la autenticidad de “Studens paci”, que ellos dicen que fue enviada al emperador desde Roma por manos de Fortunatio; las cartas genuinas no son discutidas, pero se muestra que Liberio cambió de opinión y escribió la “Studens paci”; que a pesar de esto fue exiliado, debido a las maquinaciones de sus enemigos, por lo cual escribió “Pro deifico timore” a los orientales, asegurándoles que no sólo había condenado a Atanasio en “Studens paci”, pero que Demófilo, el obispo de Beroea (reprobado como hereje en “Obsecro”) le había explicado la fórmula de Sirmio de 357, y que él la había aceptado gustosamente. Esta fórmula censuraba igualmente las palabras “Homoousion” y homoiousios; había sido redactada por Geminio, Ursacio y Valente. “Quia scio nos” está dirigida precisamente a estos tres obispos de la corte y Liberio les suplica que le rueguen al emperador por su reinstalación, así como en “Quamuis” le había rogado a los tres confesores que oraran a Dios que él también fuera desterrado. “Non doceo” parodia la pena de Librerio por la caída de Vicente; es dirigida a Vicente mismo y se suplica que convoque una reunión de los obispos de Campaña y que le escribieran una carta al emperador pidiendo la reinstalación de Liberio. En la segunda y tercera cartas hay anatemas dispersos “al prevaricador Liberio”, atribuidos a San Hilario por el falsificador. El falsificador es claramente uno de los seguidores de Lucifer de Cagliari, cuya herejía consistía en negar toda la validez de los actos de los obispos que habían vacilado en el Concilio de Rimini en 359; mientras que el Papa Liberio había emitido un decreto admitiendo su reinstalación luego de su sincero arrepentimiento, y también condenaba la práctica luciferina de rebautizar a aquellos que habían sido bautizados por los obispos flojos. Los antedichos “Fragmentos” de San Hilario han sido escrutados recientemente por Wilmart, y aparece que ellos pertenecían a dos libros diferentes, uno escrito en 356 como una apología cuando el santo fue enviado al exilio por el Sínodo de Béziers, y el otro escrito poco después del Concilio de Rimini para la instrucción (dice Rufino) de los obispos caídos; su título era “Liber advesus Valentem et Ursacium”. Las cartas de Liberio pertenecían a este último trabajo. Rufino nos dice que fue interpolada---él implica esto de la edición completa---y que Hilario fue acusado en un concilio como la razón de estas corrupciones; él las negó, pero fueron encontradas en el libro descubierto en su propia morada, y San Hilario fue excomulgado del concilio. San Jerónimo negó todo conocimiento del incidente, pero Rufino ciertamente habló con buena evidencia, y su historia cuadra exactamente con el propio relato de San Hilario sobre un concilio de diez obispos que se reunieron por su pedido urgente en Milán cerca de 364 para tratar sobre Auxentio, a quien acusaban de arriano. Este último se defendió con expresiones ambiguas, y los obispos tanto como el emperador ortodoxo Valentiniano estuvieron satisfechos; San Hilario, por el contrario, fue acusado de herejía por Auxentio, y de juntarse con San Eusebio de Vercelli para alterar la paz, y fue desterrado de la ciudad. No se menciona de qué herejía era acusado, ni sobre qué fundamentos; pero debe haber sido por luciferismo, y Rufino nos informa sobre las pruebas que se presentaron. Es interesante que los fragmentos del libro contra Valente y Ursacio contengan todavía en las cartas falsificadas de Liberio (y quizás también en una atribuida a San Eusebio) una parte de la falsa evidencia en la cual un Doctor de la Iglesia fue echado de Milán y aparentemente excomulgado. Parece que cuando San Hilario escribió su libro “Adversus Constantium” en 360, justo antes de su regreso del exilio en Oriente, el creía que Liberio había caído y había abandonado a San Atanasio; pero sus palabras no son muy claras. De todos modos, cuando él escribió su “Adversus Valentem et Ursacium” luego de su regreso, él mostró que la carta “Studens paci” era una falsificación, añadiéndole como apéndices unas cartas nobles del Papa. Esto parece probar que los luciferinos estaban usando el “Studens paci” después del Concilio de Rimini para demostrar que el papa, quien ahora en su opinión era muy indulgente con los obispos caídos, había sido culpable él mismo antes de su exilio de una traición peor a la causa católica. El que San Hilario se haya tomado mucho trabajo en probar que el “Studens paci” era falso hace evidente que él no creía que el Papa Liberio había caído subsiguientemente en su exilio; de lo contrario su trabajo era inútil. En consecuencia San Hilario se convierte en un testigo fuerte de la inocencia de Liberio. Si San Atanasio creía en su caída, esto fue cuando él estaba escondido, e inmediatamente después del supuesto evento; él fue aparentemente engañado en el momento por los rumores difundidos por los arrianos. Rufino, que él mismo era de Aquilea, dijo que él no podía encontrar si Liberio cayó o no. Esto es tanto como decir que, conociendo necesariamente las afirmaciones de San Jerónimo, él no podía descubrir en qué se basaban. Él mismo no fue engañado por las falsificaciones y ciertamente no había otros fundamentos. No falta evidencia positiva a favor de Liberio. Cerca de 432 San Próspero reeditó y continuó la “Crónica” de San Jerónimo, pero fue cuidadoso de omitir las palabras tædio victus exilii al referirse al regreso de Liberio. San Sulpicio Severo (403) dice que Liberio fue reinstalado ob seditiones Romanas. Una carta del Papa San Anastasio I (401) lo menciona con Dionisio, Hilario y Eusebio, como uno de los que prefería morir antes que blasfemar a Cristo con los arrianos. San Ambrosio lo recordaba como un hombre extremadamente santo. Pero los argumentos más fuertes para la inocencia de Liberio son a priori. Si él se hubiera adherido al emperador durante su exilio, el emperador hubiera publicado su victoria a lo largo y a lo ancho; no habría habido duda posible acerca de ello; hubiese sido más notoria incluso que la ganada sobre Hosio. Pero si fue liberado porque los romanos lo reclamaban de vuelta, porque su deposición no había sido canónica, porque su resistencia había sido heroica, y porque Félix no era reconocido generalmente como Papa, entonces podríamos estar seguros de que él hubiese sido sospechoso de haber hecho algún compromiso con el emperador, los arrianos y los felicianos igualmente, y los luciferinos no hubiesen tenido dificultad en diseminar un informe sobre su caída y en ganar crédito por ello. Es difícil de ver cómo Hilario en el destierro y Atanasio escondido podrían descreer tal historia, cuando oyeron que Liberio había regresado, aunque los demás obispos estaban todavía desterrados. Además, el decreto del Papa después de Rimini, que los obispos caídos no podían ser reinstalados a menos que mostraran su sinceridad a través de la fortaleza contra los arrianos, hubiese sido risible, si él mismo hubiese caído anteriormente, y no hubiese dado satisfacción pública por su pecado. Así, podemos estar muy ciertos de que él no hizo ninguna confesión pública de haber caído, ninguna retractación, ninguna reparación. Las cartas falsificadas y aún más las fuertes palabras de San Jerónimo han perpetuado la creencia en su culpabilidad. El “Liber Pontificalis” lo coloca como regresando del exilio a perseguir a los seguidores de Félix, quien se convierte en un mártir y en un santo. San Eusebio, mártir, es representado en sus Actas como un sacerdote romano, ejecutado por el arrianizante Liberio. Pero la curiosa “Testa Liberii”, aparentemente del tiempo del Papa San Símaco no hace ninguna alusión clara a la caída. El martirologio jeronimiano da su deposición tanto el 23 de septiembre como el 17 de mayo; en la primera fecha él es conmemorado por Wandalberto y por alguno de los manuscritos agrandados de Usuardo. Pero él no aparece en el Martirologio Romano.

Juicios Modernos sobre el Papa Liberio

Los historiadores y críticos modernos han estado muy divididos en cuanto a la culpabilidad de Liberio. Stilting y Zaccaria son los más conocidos de los primeros defensores; en el siglo XIX, Palma, Reinerding, Joseph Hergenröther, Bernard Jungmann, Grisar, Feis, y recientemente, Savio. Estos se han inclinado a dudar de la autenticidad de los testimonios de San Atanasio y San Jerónimo sobre la caída de Liberio, pero sus argumentos, aunque serios, apenas llegan a una probabilidad real contra estos textos. Por otro lado, los escritores protestantes y galicanos han sido severos con Liberio (por ejemplo, Moeller, Barmby, el ex católico Langen, y Döllinger), pero ellos no han pretendido decidir con certeza cuál fórmula arriana él firmó. Con éstos se puede agrupar a Renouf y últimamente a Schiktanz. Una visión más moderada es representado por Hefele, quien negó la autenticidad de las cartas, pero admitió la verdad sobre la historia de Sozomen, considerando la unión del Papa con los semiarrianos como un error deplorable, pero no una caída en la herejía. Él es seguido por Funk y Duchesne (1907), mientras que el protestante Krüger está indeciso. La opinión más reciente, brillantemente expuesta por Duchesne en 1908, es que Liberio, temprano en 357 (porque el prefacio del “Liber Precum” coloca a Constancio hablando en Roma en abril a mayo como si Liberio ya hubiese caído) escribió la carta “Studens paci”, y encontrando que no satisfacía al emperador, firmó la indefinida e insuficiente fórmula de 351, y escribió las otras tres disputadas cartas; los líderes arrianos todavía no quedaron satisfechos, y Liberio sólo fue reinstalado en Roma cuando los semiarrianos pudieron influenciar al emperador en 358, después que Liberio había acordado con ellos, según relata Sozomeno. Los puntos débiles de esta teoría son los siguientes: No hay ninguna autoridad para la caída tan temprano como a comienzos de 357, pero una palabra causal en el documento se refería a lo anterior; la “Studens paci” no tiene sentido en una fecha tan tardía; la carta “Pro deifico timore” llanamente significa que Liberio había aceptado la fórmula de 357 (no la de 351), y si lo hubiese hecho, él hubiese sido reinstalado de inmediato; la historia de Sozomeno no es confiable, y Liberio debió haber regresado en el año 357. Debe notarse cuidadosamente que el asunto de la caída de Liberio es uno que ha sido libremente debatido entre los católicos. Nadie pretende que, si Liberio firmó la fórmula más arriana en el exilio, lo hizo libremente, por lo tanto no está envuelta la cuestión de su infalibilidad. Es admitido por todos que su noble actitud de resistencia antes y durante su exilio no es desmentida por ninguno de sus actos después del regreso, que de ningún modo él fue manchado cuando tantos fallaron en el Concilio de Rimini, y que actuó vigorosamente a través de todo Occidente para la sanación de las dolorosas heridas. Si realmente armonizó con los herejes, si condenó a Atanasio, o aun si negó al Hijo de Dios, fue una debilidad humana momentánea, que no compromete al papado más que la negación de Pedro.

Legado

El Papa Pío IX señaló en Quartus Supra que Liberio fue acusado falsamente por los arrianos y se había negado a condenar a Atanasio de Alejandría. En su encíclica Principi Apostolorum Petro, el Papa Benedicto XV señaló que el Papa Liberio salió sin miedo al exilio en defensa de la fe ortodoxa. En la Iglesia Ortodoxa Oriental, es un santo cuya fiesta se celebra el 27 de agosto.

La Basílica de Santa María la Mayoren Roma se le conoce a veces como la Basílica Liberiana.

Fuente