Los dos caminantes

Los dos caminantes
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Cuento para niños pequeños
Autor(a)(es)(as)Hermanos Grimm
GéneroCuento

Los dos caminantes. Cuento para niños mayores de ocho años, sobre un sastre y un zapatero que se pusieron a recorrer el mundo, donde encontraron otras personas que también practicaban sus oficios.

Datos del autor

Hermanos Grimm, es el término utilizado para referirse a los escritores Jacob Grimm y Wilhelm Grimm. Fueron dos hermanos alemanes célebres por sus cuentos para niños y también por su Diccionario alemán, por sus Leyendas alemanas, la Gramática alemana, la Mitología alemana y Cuentos de Grimm, lo que les ha valido ser reconocidos como fundadores de la filología alemana.

Jacob y su hermano Wilhelm nacieron en Hanau, Hesse (Alemania), hijos del abogado y secretario del ayuntamiento de Hanau Phillip Wilhelm Grimm y de Dorothea Zimmer, matrimonio que tenía cinco hijos más

Fueron profesores universitarios en Kassel (1829 y 1837, respectivamente). Siendo profesores de la Universidad de Gotinga, los despidieron en 1837 por protestar contra el rey Ernesto Augusto I de Hannover. Al año siguiente fueron invitados por Federico Guillermo IV de Prusia a Berlín, donde ejercieron como profesores en la Universidad Humboldt.

Valores

Ayudar, gratitud, alegría, justicia


Sinopsis

Hubo una vez un sastre y un zapatero que habían salido a recorrer mundo.

Cada vez que llegaban a una ciudad, se iban cada uno por su lado a saludar a los maestros de sus respectivos gremios. Al sastrecillo, por su temple alegre, todos lo acogían favorablemente y lo obsequiaban. Al volver a reunirse con el zapatero, su morral era siempre el más repleto. El otro lo recibía torciendo el gesto. Pero el sastre se echaba a reír y partía con su compañero cuanto había recogido.

Llevaban ya bastante tiempo viajando juntos, cuando llegaron a un enorme bosque por el que pasaba el camino de la capital del reino. Había que elegir entre dos caminos: uno que se recorría en siete días, y el otro, en os; pero ellos ignoraban cuál era el más corto. Se sentaron a discutir la situación y considerar para cuántos días debían llevarse pan.

Dijo el zapatero:

—Siempre es mejor pecar por más que por menos; yo me llevaré pan para siete días.

—¿Cómo? —replicó el sastre—. ¿Ir cargado como un burro con pan para siete días? ¿Por qué no hemos de dar con el camino corto? Pan para dos días, y ya está bien.

Y, así, cada cual compró el pan que le pareció, y se metieron en el bosque. Cuando, al tercero vio el sastre que no llegaba al término del bosque y que se había comido toda su provisión de pan, se le cayó el alma a los pies. No perdió el ánimo, sin embargo, confiando en su buena suerte.

Aquella noche se acostó hambriento y, a la mañana siguiente, se despertó con más hambre todavía. Así transcurrió la cuarta jornada; y cuando el zapatero, sentándose sobre un tronco caído, se puso a comer de sus reservas, el otro hubo de contentarse con mirarlo. Al pedirle un pedacito de pan, su compañero se echó a reír burlonamente y le dijo:

— Siempre has estado alegre; también es conveniente que sepas lo que es estar triste.

A la mañana del quinto día, el pobre sastre ya no tuvo fuerzas para levantarse. Le dijo entonces el zapatero:

— Te daré hoy un pedazo de pan; pero, a cambio, te sacaré un ojo.

El desdichado sastre, deseoso de salvar la vida, no tuvo más remedio que aceptar.

Una vez terminado aquel pan que tan caro acababa de pagar, se levantó de nuevo y procuró consolarse con la idea de que con un solo ojo también se arreglaría.

Pero al sexto día volvió a atormentarle el hambre. Al anochecer se desplomó al pie de un árbol, y, a la madrugada del séptimo día, no pudo ya incorporarse.

La dijo entonces el zapatero:

— Te daré otro pedazo de pan a cambio del ojo que te queda.

—Haz lo que quieras —dijo el sastre—. Pero recuerda que en los días prósperos repartí contigo cuanto tuve. Solo te pido que, cuando esté ciego, no me abandones.

El zapatero no se ablandó y le quitó el otro ojo. Luego le dio un pedazo de pan y, poniéndole un bastón en la mano, dejó que el sastre le siguiera.

Al ponerse el sol, salieron del bosque. En un campo de enfrente se levantaba la horca. El zapatero guio hasta ella al sastre ciego y lo abandonó allí, siguiendo él su camino. Agotado por la fatiga, el dolor y el hambre, el infeliz se quedó dormido y no se despertó en toda la noche. Al despuntar el día, se despertó sin saber dónde se encontraba. Del patíbulo colgaban los cuerpos de dos pobres pecadores.

Fuentes

https://www.ecured.cu/Hermanos_Grimm

http://www.cuentoscortos.com/cuentos-clasicos/los-dos-caminante