Monasterio de Alcobaça

Monasterio de Santa María de Alcobaça
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Nombre descrito en la Lista del Patrimonio de la Humanidad.
Abadiaacobaca.jpg
Coordenadas39°32′54″N 8°58′48″O
PaísBandera de la República Portuguesa
TipoCultural
Criteriosi, iv
N.° identificación505
RegiónEuropa y América del Norte
Año de inscripción[[1989]] (? sesión)

Monasterio de Santa María de Alcobaça . La abadía cisterciense de Santa María de la Victoria de Alcobaça, fue edificada en una pequeña ciudad situada en el centro del país muy cerca de la capital Lisboa en una región agrícola fértil. Da nombre a la ciudad la unión de los dos ríos que la bañan, el Alcoa y el Baça.

Fundación del monasterio

Fue fundada en 1153 por D. Manuel Henriques, mediante una donación del rey Bernardo de Claraval. Su construcción fue iniciada en 1178, pero no pudo empezar habitarse hasta 1222. Fue la abadía más grande de Portugal perteneciente a la Orden del Cister, su estilo es gótico, con una austeridad y pureza de las formas muy propias del espíritu de San Bernardo.

Construcción

En tiempos de D. Sancho y D. Alfonso II los cistercienses tuvieron su época de máximo esplendor, trabajan en la construcción de la iglesia y el convento, desarrollaron una política de explotación de las tierras a su cargo que los hizo disponer de un gran poder económico. Tenían como norma la vida decorosa e interior, llena de trabajo y silencio. El rey D. Dinos mando construir el claustro que se le llamo del “Silencio”. El refectorio es una obra destacada del conjunto con su magnifico púlpito llamado del “Lector”.

Durante el terremoto de 1755 quedó muy dañado el conjunto del monasterio y Manuel I se encargó de rehabilitar el claustro de D. Dinos I, el Coro y la Sacristía Nueva así entra en el conjunto el estilo nuevo llamado Manuelino. La actual sacristía fue reconstruida en el siglo XVIII, posee un techo muy trabajado pintado en azul, oro y blanco.

El complejo monástico

Es un conjunto arquitectónico de 220 metros de longitud que se divide en tres cuerpos: la iglesia, que es la más grande de Portugal y las alas norte y sur. La fachada original se recubrió en el siglo XVIII siguiendo el estilo barroco. En la Abadía se abrieron las primeras aulas públicas del país.

El cardenal abad D. Alfonso y D. Enrique mandaron ampliar el monasterio construyendo el claustro y un palacio abacial, que más tarde paso a ser la hospedería.

Ante la prosperidad económica y la modificación de la vida monástica, permite iniciar las grandes obras y reformas, como la cocina, que llama la atención por sus grandes chimeneas. Se construye una de las mejores bibliotecas del país, se renuevan los altares, hasta llegar a los estilos más recargados de finales del siglo XVIII. En la sala de los Reyes, construida en el siglo XVIII, se encuentran colocadas en ménsulas, a media altura, donde se colocan las estatuas de los reyes de Portugal, desde D. José, todo ello en barro policromado obra de los monjes barristas.

En el transepto de la iglesia se colocaron los túmulos funerarios de D. Pedro y de Doña Inés, dos obras de arte del estilo funerario gótico portugués. Primero se construyó la dedicada a Doña Inés (el amor del rey) en la decoración se describe la historia por medio de figuras alegóricas, ella se encuentra vestida a la usanza de la época, la cabeza apoyada en un almohadón protegida por un baldaquino mientras que unos ángeles la rodean, a sus pies un pequeño perro consuela su soledad. En los frisos se alternan las armas de la familia Castro con las portuguesas, escenas del Nuevo Testamento; en la cabecera un Calvario y, en el lado opuesto, el Juicio Final.

El rey aparece vestido y armado de caballero, tiene a la espada como emblema de la justicia, mientras seis leones lo soportan y un lebrel, símbolo de la fidelidad, yace a sus pies. En los frisos se reproducen escenas de la vida de San Bartolomé y en la cabecera, un rosetón: se trata de tres circunferencias concéntricas, polilobuladas y llenas de pequeñas figuras entre las que se adivinan hechos de la vida de los amantes y una leyenda que dice: hasta el fin del mundo. A los pies aparece simbolizada la “buena muerte” tal y como se concebía en la Edad Media y que se acerca a la que tuvo el monarca.

Estas dos piezas son grandes obras por sus detalles del trabajo manifiestan una suma perfección propia de la escuela de Coímbra, uno de los principales focos en el que por razones históricas se citaron los más refinados maestros que trabajaron la dócil piedra calcárea de la región.

Personalidades reales enterradas

Leyenda

Dos ilustres enamorados que aquí yacen definitivamente juntos: don Pedro I de Portugal (1320-1367) y doña Inés de Castro (1325-1355) dieron origen a un drama amoroso que ha alimentado la inspiración de notables escritores desde Camoens a Ezra Pound, desde Henry de Montherlant a Alejandro Casona. La historia tiene todos los elementos de un drama que se precie. Doña Inés era dama de honor de doña Constanza de Castilla, esposa de don Pedro, entonces infante heredero. Don Pedro se enamora de la dama. El rey Alfonso IV, padre de don Pedro, ordena desterrarla por temor a que su influencia diera más poder a la corona de Castilla. A la muerte de doña Constanza, doña Inés se reúne con don Pedro en Coímbra, donde es asesinada en 1355, con el conocimiento del rey. En 1357 muere don Alfonso IV y don Pedro sube al trono. Entonces, sostiene la leyenda, anuncia que está casado en secreto con doña Inés, manda desenterrarla y coronarla y obliga a los nobles a besar su mano. Enfrentados en el templo. Tras la ceremonia de coronación organiza el cortejo fúnebre hasta Alcobaça, donde recibe sepultura como reina. La tumba es de mármol blanco, con una efigie coronada. Pedro dispuso que su propio mausoleo se colocara próximo al de su amada de forma que, al levantarse el día de la resurrección, su primera visión fuera doña Inés. La voluntad se ha respetado a medias. En efecto, los pies de ambos catafalcos se miran pero a distancia, uno a cada lado de los brazos del templo.

Premios obtenidos

Las dimensiones, la pureza de su estilo arquitectónico, la belleza de los materiales empleados en su construcción y el esmero con que ésta se llevó a cabo han hecho de este monasterio una obra maestra del arte Gótico cisterciense. En 1989 por la UNESCO es declarado Patrimonio de la Humanidad y en 2007 calificado como una de las Siete Maravillas Nacionales lusas.

Fuente

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