Relativismo

Relativismo
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Concepto:El relativismo es la postura o teoría de rechazar la existencia de verdades y defender que todo es opinable, que todo depende del punto de vista.

Relativismo. (del latínrelativus”: relativo). Teoría idealista acerca del carácter relativo, condicional y subjetivo del conocimiento humano. Esta teoría, al admitir el carácter relativo del saber, niega la objetividad del conocimiento, considera que en los conocimientos no se refleja el mundo objetivo. En su conjunto, el relativismo es característico de los sistemas agnósticos e idealistas subjetivos.

La postura que dice que la verdad de todo conocimiento o principio moral depende de las opiniones o circunstancias de las personas. Como las opiniones y las circunstancias son cambiantes, ningún conocimiento o principio moral, según esta postura, es objetivo o universal. Es decir, el relativismo postula que ningún conocimiento o principio moral es verdadero independientemente de las opiniones de las personas o de sus circunstancias, ni tampoco, por esa misma razón, es válido para todos en todo tiempo y lugar. En realidad, el relativismo, en cuanto al conocimiento de la realidad en general, deviene en agnosticismo (la negación, o la puesta en duda, de la capacidad del ser humano de conocer la verdad objetiva); y, en cuanto al conocimiento de lo moral, en individualismo o subjetivismo.

Relativismo moral

El relativismo moral se plantea en el supuesto en el cual el sistema de las normas morales de un grupo o de un pueblo sea distinto del sistema de las normas morales de otro grupo o de otro pueblo. Sin embargo, el concepto mismo de relativismo moral es ambiguo, por cuanto en él se encierran dos situaciones factuales totalmente distintas, desde el punto de vista de su formato lógico, por un lado, y dos perspectivas también diferentes en lo que concierne a la cuestión de la fundamentación de esos sistemas.

Características

  • Una de ellas es el fallido intento de considerar que todas las opiniones morales gozan del mismo nivel de validez, sin importar que algunas de ellas sean contrarias entre sí. El relativismo moral le tiene un odio visceral a las jerarquías de las ideas. El relativista no puede aceptar que unas ideas sean superiores a otras, en el sentido de tener más probabilidad de ser ciertas que otras, o el que unas ideas sean definitivamente verdaderas y otras no. Si el relativista llegara a aceptar, por ejemplo, que la idea de que el aborto es malo para todo el mundo es la verdadera y que la idea contraria es falsa, dejaría de ser relativista.
  • Ello nos lleva a otra característica del discurso relativista. El relativista confunde el deber de respetar a la persona que opina y su derecho a opinar con el deber de respetar toda opinión. Todos tenemos el deber de respetar a los demás y también su derecho a opinar. Pero no tenemos por qué respetar todas las opiniones o, dicho de un modo más adecuado y respetuoso (para no faltar a la caridad), no tenemos por qué aceptar todas las opiniones, por el simple hecho de que no todas las opiniones son válidas. Incluso, hasta tenemos el deber, si las circunstancias lo permiten, de refutar las opiniones falsas y dañinas. Por ejemplo, si un hombre dice que él opina que los maridos pueden abusar de sus esposas, yo tengo el deber de respetar a ese individuo, pero al mismo tiempo tengo el deber de decirle que su opinión es absolutamente falsa y dañina.
  • Una tercera característica del relativismo es el individualismo o subjetivismo. La razón por la cual el relativista tiene la confusión que acabamos de señalar es porque en el fondo, como ya también indicamos, el relativismo es individualista o subjetivista por naturaleza. El individualismo o subjetivismo consiste en creer que lo que es verdad para mí no necesariamente lo es para ti y viceversa. Es decir, el subjetivismo pone el énfasis en el sujeto que opina y no en la realidad objetiva acerca de la cual se está opinando. Por ello es que el relativista insiste con frecuencia en que "todo el mundo tiene el derecho a opinar", que "hay que respetar la opinión de todo el mundo", que "¿quién es usted para decir tal cosa", etc., etc. Si analizamos bien cada una de estas expresiones, sobre todo la última, nos daremos cuenta de que todas ponen el énfasis en el sujeto que opina y no en el objeto o la realidad que se está analizando. Por ejemplo, en un debate sobre el aborto, lo más importante no es quién es el que dice tal o más cual cosa, sino qué es lo que dice, es decir, cuáles son las razones por las cuales lo que dice es cierto o falso. Al centrar su discurso en el sujeto o individuo que opina, el relativista desvía la atención del asunto en sí a las personas que opinan y trata de crear un ambiente emocional favorable a su postura.
  • Una cuarta carácterística del relativismo es su énfasis unilateral en una presunta "sinceridad" u "honestidad". Es decir, lo que importa es la sinceridad subjetiva de la persona y no tanto su conducta. Si la persona cree sinceramente que hacer tal cosa está bien, entonces el hacerlo también lo está. Por ejemplo, para un relativista, si un joven cree que tener relaciones sexuales con su novia sin casarse con ella está bien porque la "ama mucho", entonces está bien que fornique con ella. Ante este tipo de cosas el relativista no dice ni una palabra sobre el deber de buscar la verdad (que en definitiva es lo que significa ser sincero). Tampoco hace la distinción entre una presunta sinceridad subjetiva y la maldad intrínseca del acto que se está llevando a cabo, en este caso el acto de fornicación (recordemos que al relativista no le gustan las distinciones, para él todo es igual o todo está al mismo nivel).

Relativismo cultural

El Relativismo Cultural es la idea que los sistemas morales o éticos, los cuales varían de cultura a cultura, son todos igualmente válidos, y ningún sistema es en realidad "mejor" que otro. Esto está basado en la idea de que no existe ningún estándar definitivo del bien y del mal, así que cualquier juicio acerca del bien y del mal es un producto de la sociedad. Por lo tanto, cualquier opinión sobre la moralidad o ética está sujeta a la perspectiva cultural de cada persona. Finalmente, esto significa que ningún sistema moral o ético puede ser considerado como el "mejor" o el "peor," y ninguna posición particular moral o ética puede realmente ser considerada "buena" o "mala".

Absolutamente imposible

La contradicción del relativismo cultural se hace inmediatamente aparente. Una sociedad que abrace la idea de que no existe ningún "bien" o "mal" definitivo, pierde la habilidad para juzgar de un todo. La manera en la cual el relativismo, incluyendo el relativismo cultural, ha permeado la sociedad moderna, se demuestra en las maneras extrañas en que tratamos de lidiar con esta contradicción. La "tolerancia" ha pasado a implicar el apoyo incondicional y consentimiento con todas las opiniones o estilos de vida. Sin embargo, aquellos que eligen ser "intolerantes" no son apoyados ni admitidos. La tolerancia, por lo tanto, se convierte en un "bien absoluto" por sí mismo, lo cual contradice la idea entera del relativismo. De la misma manera, crímenes atroces como violaciones y asesinatos demandan un juicio moral -- pero el relativismo cultural no puede decir que tales cosas son siempre malas.

El relativismo en general fracasa cuando es examinado desde una perspectiva puramente lógica. La premisa básica es que "la verdad es relativa." Si cada afirmación de la verdad es válida, entonces la afirmación "algunas verdades son absolutas" tiene que ser válida. La afirmación "no existen verdades absolutas" es acertada, de acuerdo al relativismo -- pero es una verdad absoluta por sí misma. Estas contradicen el concepto mismo de relativismo, lo que significa que el relativismo cultural es auto-contradictorio e imposible.

Desmoronamiento

En la práctica, el relativismo cultural no puede sobrepasar los límites de la lógica, tampoco puede invalidar el sentido de la moralidad inherente a la humanidad. Instintivamente sabemos que algunas cosas son malas, así que los relativistas culturales intentan torcer sus filosofías para acomodarlas a esa necesidad. Declarar ciertas acciones como "mayormente" malas, o "mayormente" buenas, no es más que inventar las reglas sobre el camino. Decir que algunos valores son "mejores," aunque no sean "los mejores," aún implica que algunos estándares absolutos están siendo utilizados para hacer ese juicio. ¿Cómo sabe usted qué nube está más alta a menos que sepa cual dirección es "arriba"? El decir firmemente que algo está siempre equivocado es rechazar el relativismo mismo.

Al final, aquellos que insisten en aferrarse al relativismo cultural deben deshacerse de la lógica, porque no hay espacio para ambos. Es literalmente imposible para una persona el creer racionalmente que no hay absolutos morales, o al menos vivir esa creencia de una manera significativa. Ya que esta filosofía carece de sentido, deben existir algunos absolutos fundamentales del bien y del mal, a pesar de las opiniones de una sociedad dada. Ya que existen desacuerdos entre las diferentes culturas, no podemos asumir que estas verdades son desarrolladas por un grupo particular de gente. De hecho, el único lugar lógico de origen de estos conceptos es algo más universal, o al menos más fundamental, que una cultura.

Relativismo individualista

Es aquella forma de r. para la que el elemento condicionante de la verdad del juicio sería el sujeto cognoscente individual, es decir, todos y cada uno de los hombres. El juicio S es P puede ser verdadero para Juan, pero no para Pedro o Antonio. La estructura de cada sujeto humano determinaría la verdad del juicio. Este tipo de r. es el que se atribuye generalmente a Protágoras (v.). Su famosa tesis el hombre es la medida de todas las cosas, de las que son en cuanto que son, de las que no son en cuanto que no son (Sexto Empírico, Hipotiposis pirronicas, 1,216) se ha interpretado tradicionalmente, ya desde Platón y Aristóteles, como la más cruda formulación de un r, individualista. Platón escribe a este respecto: «.,. como decía Protágoras al afirmar que el hombre es la medida de todas las cosas; así, en consecuencia, como a mí me parece que son las cosas, tales son para mí; y, como a ti te parecen, tales son para ti» (Cratilo, 3850. Y de esto derivaría la existencia de una pluralidad de verdades, dado que entre los diversos hombres no hay unidad, sino una pluralidad diferenciada casi infinita: «Yo (Protágoras) afirmo que la verdad es como he escrito, que cada uno de nosotros es medida de lo que es y de lo que no es. Y que la diferencia de uno a otro es infinita, ya que para uno se manifiestan y son unas cosas, y para otro otras diferentes» (Teeteto, 166d).

La raíz de este r. en función de cada individuo ha sido claramente percibida por Sexto Empírico en el análisis que hace de la tesis del homo mensura. Para Protágoras la materia (v.), la única forma de ser posible, es algo fluyente, constantemente mutable. Al presentarse la realidad como algo en constante cambio y al estar comprendidos dentro de esa realidad tanto los objetos conocidos como el sujeto cognoscente, es consecuencia ineludible que no pueda admitirse nada universal y necesario y en esa nada hay que incluir el conocimiento. La sensación se transforma sin cesar, ya por razón del objeto sentido, ya por razón del sujeto que. siente. El ser es conocido por los sujetos según sus diferencias individuales. Si el conocimiento es la conjunción del sujeto con el objeto, es preciso admitir que si tanto el primero como el segundo son cambiantes su producto tendrá también que serlo. De ahí que no se vea cómo el conocimiento (v.) pueda alcanzar los caracteres de universalidad y necesidad, sino que se considere como algo individualizado en cada uno de los hombres y sin que pueda darse entre ellos ninguna comunidad cognoscitiva (v. INDIVIDUO; HOMBRE; PERSONA).

Relativismo antropológico

El factor condicionante de la verdad del juicio no sería el hombre individual, como en el caso anterior, sino el hombre en cuanto especie. La especie humana goza de unas determinadas estructuras mentales, en virtud de las cuales capta la realidad de un modo exclusivo y determinado. Pero ello no es obstáculo para que, supuesta la existencia de otros seres inteligentes con una estructura cognoscitiva distinta, el juicio verdadero para nosotros no lo fuera para ellos. Se trata, pues, de un r. menos radical que el anterior, pero también erróneo, puesto que se considera al hombre como productor o creador de la verdad, y no como descubridor de la misma; es el error típico del idealismo (v.), que identifica ser con pensar, y en este sentido es también un racionalismo (v.). Este tipo de r. ha sido atribuido también a Protágoras, dando una interpretación distinta de la platónico-aristotélica al ánthropos (hombre) del horno mensura.

Dicho término, en opinión de Goethe y Gomperz, designaría, no el individuo, sino la especie. En este sentido dice el segundo de los autores citados: «El hombre que aparece como opuesto a la totalidad de las cosas no puede ser el individuo, sino únicamente el hombre en general. Es evidente que ésta es la significación más lógica, la que adoptaría cualquier lector carente de prejuicios... El hombre, es decir, la naturaleza humana, es la medida de la existencia de las cosas» (Griechische Denker, Leipzig 1931, 1,478). En esta forma de r. habría que situar también a Kant (v.) y su teoría de las formas a priori, de ser cierta la interpretación psicologista del kantismo mantenida por Fries (interpretación que, desde los estudios de Cohen y Riehl, ha sido abandonada).

Relativismo sociológico

El factor condicionante de la verdad del juicio sería el grupo social. Esta forma de r. ha sido creada y defendida insistentemente por Émile Durkheim (v.) y la escuela sociológica por él fundada. En De la division du travail social y Les régles de la méthode sociologique, el pensador francés expone cómo la sociedad es, según él, el elemento determinante de todo conocimiento. La característica del fenómeno social y lo que constituye su esencia sería la coacción, la presión que la sociedad (v.) ejerce sobre los individuos que la integran. El grupo social presiona, según Durkheim, de modo irresistible e inconsciente sobre sus miembros, imponiéndoles normas de conducta y criterios de valoración. Esta coacción no se siente cuando el individuo acepta y cumple con las normas sociales y, por ello, cae en la ilusión de creer que es él mismo el que, espontánea y voluntariamente, se las impone. La fuerza de la presión social únicamente se pone de manifiesto al infringirse dichas normas. Para Durkheim, es análogo a lo que acontece con la corriente de un río, cuya potencia no se percibe por aquel que nada en el mismo sentido, pero que aparece en todo su vigor cuando vamos en sentido contrario.

Aunque en la realidad algo hay de todo eso, son evidentes las exageraciones y deformaciones: El individuo recibiría de la sociedad todo su mundo mental; el mundo ideológico del individuo sería el reflejo de la sociedad en que vive; la verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo, toda la gama axiológica, serían determinados en cuanto tales por el grupo social, y el individuo se limitaría a recibirlos pasivamente; se considera la sociedad como anterior al hombre y a la persona (cuando en realidad la persona, v., es primera y en principio determinante). Alfred Vierkandt (Der irrationale Charakter unserer Wertbildungen, Religion und Geisteskultur) ha sostenido que el individuo es una materia informe que recibe toda determinación, toda estructura formal y todo criterio axiológico, de la sociedad. Y, a pluralidad de grupos sociales, corresponde una pluralidad de factores condicionantes, sin que ninguno de ellos pueda, de una manera legítima y fundamentada, recabar para sí la supremacía sobre los demás. El r. característico del conocimiento humano aparece así determinado por la pluralidad de grupos sociales, específicamente diversos, que condicionan la actividad cognoscitiva de los individuos que los forman. Pero, como se ve, este pluralismo, por ser de base y consecuencias relativistas, es algo muy endeble, sin gran consistencia (v. PLURALISMO).

Relativismo racista

La raza (v.) sería el factor condicionante de la verdad del juicio. Esta forma de r. ha sido defendida por el nazismo en general y de un modo particular por su teórico Alfred Rosenberg en Der Mythus des 20 Jahrhunderts. Toda manifestación cultural estaría determinada por la raza, que no hay que confundir con el grupo social, ya que una misma sociedad puede de hecho estar integrada por diversas razas. La filosofía, la ciencia, la moral, la religión, el arte serían la expresión de la raza, que en ellas plasma su fuerza vital (V. NACIONALSOCIALISMO; RACISMO). La raza sería el principio creador y el elemento condicionante de toda producción cultural, a la que habrá que valorar positivamente, si se trata de una raza superior, o negativamente, en los casos de las razas inferiores. Así, no habría nunca una verdad única, igual que no hay una raza única; habría sólo una verdad aria, otra eslava, otra judía, etc.

Crítica general del relativismo. La crítica más esencial que se puede formular al r., además de otras de carácter extrínseco como sería la demostración de la existencia de una verdad absoluta, de evidencias universales, CtC. (V., P. Cj., PRINCIPIO; INTELIGENCIA; VERDAD), está en que todo r. implica una contradicción intrínseca. Al mantenerse que ningún juicio goza de la propiedad de ser verdadero en sentido absoluto y que toda verdad es relativa surge, como consecuencia ineludible, que el juicio toda verdad es relativa tampoco puede tener carácter de validez absoluta, lo que destruye, con sus propias armas, al r. Si, dado un cierto factor condicionante, se admite como verdad que toda verdad es relativa, puesto otro factor distinto habrá que admitir como verdadero que toda verdad es absoluta, lo que es una contradicción con la tesis fundamental del r. Aparte de esta inconsistencia general del r., la crítica del r. sería parecida a la del escepticismo (v.) y subjetivismo (v.); para otros aspectos particulares.

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Fuentes