Diferencia entre revisiones de «San Fulgencio Ruspe»

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El sermón de [[San Agustín]] sobre el [[Salmo 36]] le inspiró a profundizar su compromiso cristiano: "No  envidies a los que se dedican a obrar mal, porque ellos se secarán  pronto como la hierba. Dedícate a hacer el bien y a confiar en el Señor,  y El te dará lo que pide tu corazón".  
 
El sermón de [[San Agustín]] sobre el [[Salmo 36]] le inspiró a profundizar su compromiso cristiano: "No  envidies a los que se dedican a obrar mal, porque ellos se secarán  pronto como la hierba. Dedícate a hacer el bien y a confiar en el Señor,  y El te dará lo que pide tu corazón".  
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A  los 22 años pidió entrar en la vida monástica. El Superior, viendo que  era un hombre que manejaba negocios, le dijo: "Primero aprenda a vivir  en el mundo sin dedicarse a placeres prohibidos. ¿Se imagina que va a  ser capaz de pasar una vida llena de dinero y de comodidades a una vida  de pobreza y de ayunos como es la de los monjes?". Pero Fulgencio le  respondió humildemente: ¿Padre: el buen Dios que me ha iluminado que me  conviene hacerme religioso, no me concederá la fuerza y el valor para  soportar las penitencias de los religiosos?.   
 
A  los 22 años pidió entrar en la vida monástica. El Superior, viendo que  era un hombre que manejaba negocios, le dijo: "Primero aprenda a vivir  en el mundo sin dedicarse a placeres prohibidos. ¿Se imagina que va a  ser capaz de pasar una vida llena de dinero y de comodidades a una vida  de pobreza y de ayunos como es la de los monjes?". Pero Fulgencio le  respondió humildemente: ¿Padre: el buen Dios que me ha iluminado que me  conviene hacerme religioso, no me concederá la fuerza y el valor para  soportar las penitencias de los religiosos?.   
 
La  madre de Fulgencio fue al monasterio a protestar que su hijo debía  dedicarse a administrar los bienes temporales.  Ante la insistencia de  su madre, Fulgencio huyó de noche a otro convento.  
 
La  madre de Fulgencio fue al monasterio a protestar que su hijo debía  dedicarse a administrar los bienes temporales.  Ante la insistencia de  su madre, Fulgencio huyó de noche a otro convento.  
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El  año [[499]], guerreros de [[Numidia]] obligaron a los religiosos a huir.  Fulgencio llegó a la ciudad de [[Siracusa en Sicilia]], [[Italia]]. Luego a  Roma, donde, al ver las solemnes ceremonias, exclamó: "Dios mío: si aquí  hay tanto esplendor, ¿Cómo será en el cielo?".  
 
El  año [[499]], guerreros de [[Numidia]] obligaron a los religiosos a huir.  Fulgencio llegó a la ciudad de [[Siracusa en Sicilia]], [[Italia]]. Luego a  Roma, donde, al ver las solemnes ceremonias, exclamó: "Dios mío: si aquí  hay tanto esplendor, ¿Cómo será en el cielo?".  
 
Nombrado  obispo de Ruspe, [[Túnez]], Africa, continuó su vida humilde. Incluso  llevaba un desteñido hábito religioso y ayunaba estrictamente. Rezaba  cada día más de 12 Salmos. Muchas veces viajaba descalzo.  
 
Nombrado  obispo de Ruspe, [[Túnez]], Africa, continuó su vida humilde. Incluso  llevaba un desteñido hábito religioso y ayunaba estrictamente. Rezaba  cada día más de 12 Salmos. Muchas veces viajaba descalzo.  
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Era  querido y estimado por todos. Inspiraba a muchos jóvenes a irse de  monjes, y para ello construyó un monasterio cerca de la casa episcopal.  
 
Era  querido y estimado por todos. Inspiraba a muchos jóvenes a irse de  monjes, y para ello construyó un monasterio cerca de la casa episcopal.  
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Trasismundo,  rey hereje, expulsó a todos los jefes de la [[Iglesia Católica]] del norte  de Africa, enviándolos a la [[isla de Cerdeña]]. En el destierro Fulgencio  se dedicó a escribir contra los herejes arrianos (niegan  la divinidad de Jesús). El rey le permitió regresar a su sede pero los  arrianos pronto lograron un segundo exilio. Al partir dijo a los  católicos que lloraban: "No se afanen. Pronto volveré y ya no me  volverán a desterrar". Y así sucedió. Poco después murió Trasimundo y su  sucesor, [[Hilderico]], permitió que todos los católicos desterrados  volvieran a su país.  
 
Trasismundo,  rey hereje, expulsó a todos los jefes de la [[Iglesia Católica]] del norte  de Africa, enviándolos a la [[isla de Cerdeña]]. En el destierro Fulgencio  se dedicó a escribir contra los herejes arrianos (niegan  la divinidad de Jesús). El rey le permitió regresar a su sede pero los  arrianos pronto lograron un segundo exilio. Al partir dijo a los  católicos que lloraban: "No se afanen. Pronto volveré y ya no me  volverán a desterrar". Y así sucedió. Poco después murió Trasimundo y su  sucesor, [[Hilderico]], permitió que todos los católicos desterrados  volvieran a su país.  
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Fulgencio  tuvo un gran recibimiento al regresar al Norte de Africa, Cartago.  Predicaba tan bien que el obispo de Cartago, Bonifacio, decía: "No puedo  oírle predicar sin que las lágrimas se me vengan a los ojos y sin que  la emoción me llene totalmente. Bendito sea Dios que le dio tan grande  sabiduría al obispo Fulgencio. En verdad se merece el nombre que tiene,  nombre que significa el resplandeciente, el brillante".  
 
Fulgencio  tuvo un gran recibimiento al regresar al Norte de Africa, Cartago.  Predicaba tan bien que el obispo de Cartago, Bonifacio, decía: "No puedo  oírle predicar sin que las lágrimas se me vengan a los ojos y sin que  la emoción me llene totalmente. Bendito sea Dios que le dio tan grande  sabiduría al obispo Fulgencio. En verdad se merece el nombre que tiene,  nombre que significa el resplandeciente, el brillante".  
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Los  últimos años sufría mucho por varias enfermedades y exclamaba  frecuentemente: "Señor: ya que me mandas sufrimientos, envíame también  la paciencia necesaria para soportarlos. Acepto en esta vida los  sufrimientos que permites que me llegue, y en cambio te pido tu perdón y  tu misericordia y la vida eterna".  
 
Los  últimos años sufría mucho por varias enfermedades y exclamaba  frecuentemente: "Señor: ya que me mandas sufrimientos, envíame también  la paciencia necesaria para soportarlos. Acepto en esta vida los  sufrimientos que permites que me llegue, y en cambio te pido tu perdón y  tu misericordia y la vida eterna".  
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Murió  a los 66 años, en enero del año 533. Había logrado su propósito de  imitar a San Agustín. Tanta era la estima de la gente que lo enterraron  debajo del altar mayor en la Catedral.  
 
Murió  a los 66 años, en enero del año 533. Había logrado su propósito de  imitar a San Agustín. Tanta era la estima de la gente que lo enterraron  debajo del altar mayor en la Catedral.  
  
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Libro 2, 11-12  
 
Libro 2, 11-12  
 
La  edificación espiritual del cuerpo de [[Cristo]], que se realiza en la  caridad (según la expresión del bienaventurado Pedro, las piedras vivas  entran en la construcción del templo del Espíritu, formando un  sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales, que Dios  acepta por Jesucristo), esta edificación espiritual, repito, nunca se  pide más oportunamente que cuando el cuerpo de Cristo, que es la  Iglesia, ofrece el mismo cuerpo y la misma sangre de Cristo en el  sacramento del [[pan]] y del [[cáliz]]: El cáliz que bebemos es comunión con la  sangre de Cristo, y el pan que partimos es comunión con el cuerpo de  Cristo; el pan es uno, y así nosotros, aunque seamos muchos, formamos un  solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.  
 
La  edificación espiritual del cuerpo de [[Cristo]], que se realiza en la  caridad (según la expresión del bienaventurado Pedro, las piedras vivas  entran en la construcción del templo del Espíritu, formando un  sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales, que Dios  acepta por Jesucristo), esta edificación espiritual, repito, nunca se  pide más oportunamente que cuando el cuerpo de Cristo, que es la  Iglesia, ofrece el mismo cuerpo y la misma sangre de Cristo en el  sacramento del [[pan]] y del [[cáliz]]: El cáliz que bebemos es comunión con la  sangre de Cristo, y el pan que partimos es comunión con el cuerpo de  Cristo; el pan es uno, y así nosotros, aunque seamos muchos, formamos un  solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.  
Y  lo que en consecuencia pedimos es que con la misma gracia con la que la  Iglesia se constituyó en cuerpo de Cristo, todos los miembros, unidos  en la caridad, perseveren en la unidad del mismo cuerpo, sin que su  unión se rompa.  
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Y  lo que en consecuencia pedimos es que con la misma gracia con la que la  Iglesia se constituyó en cuerpo de Cristo, todos los miembros, unidos  en la caridad, perseveren en la unidad del mismo cuerpo, sin que su  unión se rompa.
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Esto es lo que pedimos que  se realice en nosotros por la gracia del Espíritu, que es el mismo  Espíritu del Padre y del Hijo; porque la [[Santa Trinidad]], en la unidad de  naturaleza, igualdad y caridad, es el único, solo y verdadero Dios, que  santifica conjuntamente a los que adopta.  
 
Esto es lo que pedimos que  se realice en nosotros por la gracia del Espíritu, que es el mismo  Espíritu del Padre y del Hijo; porque la [[Santa Trinidad]], en la unidad de  naturaleza, igualdad y caridad, es el único, solo y verdadero Dios, que  santifica conjuntamente a los que adopta.  
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Por lo cual se dice: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritus Santo que se nos ha dado.  
 
Por lo cual se dice: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritus Santo que se nos ha dado.  
Pues  el Espíritu Santo, que es el mismo Espíritu del Padre y del Hijo, en  aquellos a quienes concede la gracia de la adopción divina, realiza lo  mismo que llevó a cabo en aquellos de quienes se dice, en el libro de  los [[Hechos de los Apóstoles]], que habían recibido el mismo Espíritu. De  ellos se dice, en efecto: En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo;  pues el Espíritu único del Padre y del Hijo, que, con el Padre y el  Hijo es el único Dios, había creado un solo corazón y una sola alma en  la muchedumbre de los creyentes.  
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Por lo que  el [[Apóstol]] dice que esta unidad del Espíritu con el vínculo de la paz  ha de ser guardada con toda solicitud, y aconseja así a los Efesios: Yo,  el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a  la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed  comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la  unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.  
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Pues  el Espíritu Santo, que es el mismo Espíritu del Padre y del Hijo, en  aquellos a quienes concede la gracia de la adopción divina, realiza lo  mismo que llevó a cabo en aquellos de quienes se dice, en el libro de  los [[Hechos de los Apóstoles]], que habían recibido el mismo Espíritu. De  ellos se dice, en efecto: En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo;  pues el Espíritu único del Padre y del Hijo, que, con el Padre y el  Hijo es el único Dios, había creado un solo corazón y una sola alma en  la muchedumbre de los creyentes.
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Por lo que  el Apóstol dice que esta unidad del Espíritu con el vínculo de la paz  ha de ser guardada con toda solicitud, y aconseja así a los Efesios: Yo,  el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a  la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed  comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la  unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.
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Dios  acepta y recibe con agrado a la Iglesia como sacrificio cuando la  Iglesia conserva la caridad que derramó en ella el Espíritu Santo: así,  si la [[Iglesia]] conserva la caridad del Espíritu, puede presentarse ante  el Señor como una hostia viva, santa y agradable a Dios
 
Dios  acepta y recibe con agrado a la Iglesia como sacrificio cuando la  Iglesia conserva la caridad que derramó en ella el Espíritu Santo: así,  si la [[Iglesia]] conserva la caridad del Espíritu, puede presentarse ante  el Señor como una hostia viva, santa y agradable a Dios
  
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Ayer celebramos el nacimiento temporal de nuestro Rey eterno; hoy celebramos el triunfal martirio de su soldado.
 
Ayer celebramos el nacimiento temporal de nuestro Rey eterno; hoy celebramos el triunfal martirio de su soldado.
 
Ayer  nuestro [[Rey]], revestido con el manto de nuestra carne y saliendo del  recinto del seno virginal, se dignó visitar el mundo; hoy el soldado,  saliendo del tabernáculo de su cuerpo, triunfador, ha emigrado al cielo.
 
Ayer  nuestro [[Rey]], revestido con el manto de nuestra carne y saliendo del  recinto del seno virginal, se dignó visitar el mundo; hoy el soldado,  saliendo del tabernáculo de su cuerpo, triunfador, ha emigrado al cielo.
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Nuestro  Rey, siendo la excelsitud misma, se humilló por nosotros; su venida no  ha sido en vano, pues ha aportado grandes dones a sus soldados, a los  que no sólo ha enriquecido abundantemente, sino que también los ha  fortalecido para luchar invenciblemente. Ha traído el don de la caridad,  por la que los hombres se hacen partícipes de la naturaleza divina
 
Nuestro  Rey, siendo la excelsitud misma, se humilló por nosotros; su venida no  ha sido en vano, pues ha aportado grandes dones a sus soldados, a los  que no sólo ha enriquecido abundantemente, sino que también los ha  fortalecido para luchar invenciblemente. Ha traído el don de la caridad,  por la que los hombres se hacen partícipes de la naturaleza divina
 
Ha  repartido el don que nos ha traído, pero no por esto él se ha  empobrecido, sino que, de una forma admirable, ha enriquecido la pobreza  de sus fieles, mientras él conserva sin mengua la plenitud de sus  propios tesoros.
 
Ha  repartido el don que nos ha traído, pero no por esto él se ha  empobrecido, sino que, de una forma admirable, ha enriquecido la pobreza  de sus fieles, mientras él conserva sin mengua la plenitud de sus  propios tesoros.
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Así, pues, la misma caridad  que  Cristo trajo del [[cielo]] a la [[tierra]] ha levantado a [[Esteban]] de la  tierra  al cielo. La caridad, que precedió en el Rey, ha brillado a  continuación en el soldado.
 
Así, pues, la misma caridad  que  Cristo trajo del [[cielo]] a la [[tierra]] ha levantado a [[Esteban]] de la  tierra  al cielo. La caridad, que precedió en el Rey, ha brillado a  continuación en el soldado.
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Esteban, para  merecer  la corona que significa su nombre, tenía la caridad como arma, y  por  ella triunfaba en todas partes. Por la caridad de [[Dios]], no cedió  ante  los judíos que lo atacaban; por la caridad hacia el prójimo, rogaba  por  los que lo lapidaban. Por la caridad, argüía contra los que estaban  equivocados, para que se corrigieran; por la caridad, oraba por los que  lo lapidaban, para que no fueran castigados.
 
Esteban, para  merecer  la corona que significa su nombre, tenía la caridad como arma, y  por  ella triunfaba en todas partes. Por la caridad de [[Dios]], no cedió  ante  los judíos que lo atacaban; por la caridad hacia el prójimo, rogaba  por  los que lo lapidaban. Por la caridad, argüía contra los que estaban  equivocados, para que se corrigieran; por la caridad, oraba por los que  lo lapidaban, para que no fueran castigados.
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Confiado  en la fuerza de la caridad, venció la acerba crueldad de Saulo, y  mereció tener en el cielo como compañero a quien conoció en la tierra  como perseguidor. La santa e inquebrantable caridad de Esteban deseaba  conquistar orando a aquellos que no pudo convertir amonestando.
 
Confiado  en la fuerza de la caridad, venció la acerba crueldad de Saulo, y  mereció tener en el cielo como compañero a quien conoció en la tierra  como perseguidor. La santa e inquebrantable caridad de Esteban deseaba  conquistar orando a aquellos que no pudo convertir amonestando.
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Y  ahora [[Pablo]] se alegra con Esteban, y con Esteban goza de la caridad de  Cristo, triunfa con Esteban, reina con Esteban; pues allí donde  precedió  Esteban, martirizado por las piedras de Pablo, lo ha seguido  éste,  ayudado por las oraciones de Esteban.
 
Y  ahora [[Pablo]] se alegra con Esteban, y con Esteban goza de la caridad de  Cristo, triunfa con Esteban, reina con Esteban; pues allí donde  precedió  Esteban, martirizado por las piedras de Pablo, lo ha seguido  éste,  ayudado por las oraciones de Esteban.
 
¡Oh  vida verdadera, hermanos míos, en la que Pablo no queda confundido de la  muerte de Esteban, en la que Esteban se alegra de la compañía de  Pablo,  porque ambos participan de la misma caridad! La caridad en  Esteban  triunfó de la crueldad de los judíos, y en Pablo cubrió la  multitud de  sus pecados, pues en ambos fue la caridad respectiva la que  los hizo  dignos de poseer el reino de los cielos.
 
¡Oh  vida verdadera, hermanos míos, en la que Pablo no queda confundido de la  muerte de Esteban, en la que Esteban se alegra de la compañía de  Pablo,  porque ambos participan de la misma caridad! La caridad en  Esteban  triunfó de la crueldad de los judíos, y en Pablo cubrió la  multitud de  sus pecados, pues en ambos fue la caridad respectiva la que  los hizo  dignos de poseer el reino de los cielos.
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La  caridad es la fuente y el origen de todos los bienes, egregia  protección, camino que conduce al cielo. Quien camina en la caridad no  puede temer ni errar; ella dirige, protege, encamina.
 
La  caridad es la fuente y el origen de todos los bienes, egregia  protección, camino que conduce al cielo. Quien camina en la caridad no  puede temer ni errar; ella dirige, protege, encamina.
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Por  todo ello, hermanos, ya que Cristo construyó una escala de caridad,  por  la que todo cristiano puede ascender al cielo, guardad fielmente la  pura caridad, ejercitadla mutuamente unos con otros y, progresando en  ella, alcanzad la perfección.
 
Por  todo ello, hermanos, ya que Cristo construyó una escala de caridad,  por  la que todo cristiano puede ascender al cielo, guardad fielmente la  pura caridad, ejercitadla mutuamente unos con otros y, progresando en  ella, alcanzad la perfección.
  
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En  un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque de última [[trompeta]],  porque resonará, y los muertos despertarán incorruptibles, y nosotros  nos veremos transformados. Al decir «nosotros», enseña Pablo que han  de gozar junto con él del don de la transformación futura todos  aquellos que, en el tiempo presente, se asemejan a él y a sus compañeros  por la comunión con la Iglesia y por una conducta recta. Nos insinúa  también el modo de esta transformación cuando dice: Esto corruptible tiene que revestirse de incorrupción, y esto mortal tiene que vestirse e inmortalidad. Pero a esta transformación, objeto de una justa retribución, debe preceder antes otra transformación, que es puro don gratuito.
 
En  un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque de última [[trompeta]],  porque resonará, y los muertos despertarán incorruptibles, y nosotros  nos veremos transformados. Al decir «nosotros», enseña Pablo que han  de gozar junto con él del don de la transformación futura todos  aquellos que, en el tiempo presente, se asemejan a él y a sus compañeros  por la comunión con la Iglesia y por una conducta recta. Nos insinúa  también el modo de esta transformación cuando dice: Esto corruptible tiene que revestirse de incorrupción, y esto mortal tiene que vestirse e inmortalidad. Pero a esta transformación, objeto de una justa retribución, debe preceder antes otra transformación, que es puro don gratuito.
 
La retribución de la transformación futura se promete a los que en la vida presente realicen la transformación del mal al bien.
 
La retribución de la transformación futura se promete a los que en la vida presente realicen la transformación del mal al bien.
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La  primera transformación gratuita consiste en la justificación, que es  una resurrección espiritual, don divino que es una incoación de la  transformación perfecta que tendrá lugar en la resurrección de los  cuerpos de los justificados, cuya gloria será entonces perfecta,  inmutable y para siempre. Esta gloria inmutable y eterna es, en efecto,  el objetivo al que tienden, primero, la gracia de la justificación y,  después, la transformación gloriosa.
 
La  primera transformación gratuita consiste en la justificación, que es  una resurrección espiritual, don divino que es una incoación de la  transformación perfecta que tendrá lugar en la resurrección de los  cuerpos de los justificados, cuya gloria será entonces perfecta,  inmutable y para siempre. Esta gloria inmutable y eterna es, en efecto,  el objetivo al que tienden, primero, la gracia de la justificación y,  después, la transformación gloriosa.
En esta vida somos  transformados por la primera resurrección, que es la iluminación  destinada a la conversión; por ella, pasamos de la muerte a la vida, del  pecado a la justicia, de la incredulidad a la fe, de las malas acciones  a una conducta santa. Sobre los que así obran no tiene poder alguno la  segunda muerte. De ellos, dice el [[Apocalipsis]]: Dichoso aquel a quien le toca en suerte la primera resurrección, sobre ellos la segunda muerte no tiene poder. Y leemos en el mismo libro: El que salga vencedor no será víctima de la muerte segunda.  Así como hay una primera resurrección, que consiste en la conversión  del corazón, así hay también una segunda muerte, que consiste en el  castigo eterno.
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En esta vida somos  transformados por la primera resurrección, que es la iluminación  destinada a la conversión; por ella, pasamos de la muerte a la vida, del  pecado a la justicia, de la incredulidad a la fe, de las malas acciones  a una conducta santa. Sobre los que así obran no tiene poder alguno la  segunda muerte. De ellos, dice el [[Apocalipsis (Libro de la Biblia)|Apocalipsis]]: Dichoso aquel a quien le toca en suerte la primera resurrección, sobre ellos la segunda muerte no tiene poder. Y leemos en el mismo libro: El que salga vencedor no será víctima de la muerte segunda.  Así como hay una primera resurrección, que consiste en la conversión  del corazón, así hay también una segunda muerte, que consiste en el  castigo eterno.
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Que se apresure, pues, a tomar parte ahora en la  primera resurrección el que no quiera ser condenado con el castigo  eterno de la segunda muerte. Los que en la vida presente, transformados  por el temor de Dios, pasan de mala a buena conducta pasan de la muerte a  la vida, y más tarde serán transformados de su humilde condición a una  condición gloriosa.
 
Que se apresure, pues, a tomar parte ahora en la  primera resurrección el que no quiera ser condenado con el castigo  eterno de la segunda muerte. Los que en la vida presente, transformados  por el temor de Dios, pasan de mala a buena conducta pasan de la muerte a  la vida, y más tarde serán transformados de su humilde condición a una  condición gloriosa.
  

última versión al 07:01 12 jul 2019

San Fulgencio Ruspe
Información sobre la plantilla
San Fulgencio de Ruspe.jpg
Religión o MitologíaCatólica
Día celebración1 de enero
País o región de origenÁfrica

San Fulgencio Ruspe. Fulgencio que significa resplandeciente, brillante. San Fulgencio de Ruspe nació en Cartago, Africa, hacia el año 468 y muere a los 66 años, en enero del año 533

Síntesis biográfica

Fulgencio que significa resplandeciente, brillante. San Fulgencio de Ruspe nació en Cartago, Africa, hacia el año 468. Hombre culto que domina el griego y el latín. Fue un excelente administrador, lo nombran tesorero general de su provincia.

El sermón de San Agustín sobre el Salmo 36 le inspiró a profundizar su compromiso cristiano: "No envidies a los que se dedican a obrar mal, porque ellos se secarán pronto como la hierba. Dedícate a hacer el bien y a confiar en el Señor, y El te dará lo que pide tu corazón".

A los 22 años pidió entrar en la vida monástica. El Superior, viendo que era un hombre que manejaba negocios, le dijo: "Primero aprenda a vivir en el mundo sin dedicarse a placeres prohibidos. ¿Se imagina que va a ser capaz de pasar una vida llena de dinero y de comodidades a una vida de pobreza y de ayunos como es la de los monjes?". Pero Fulgencio le respondió humildemente: ¿Padre: el buen Dios que me ha iluminado que me conviene hacerme religioso, no me concederá la fuerza y el valor para soportar las penitencias de los religiosos?. La madre de Fulgencio fue al monasterio a protestar que su hijo debía dedicarse a administrar los bienes temporales. Ante la insistencia de su madre, Fulgencio huyó de noche a otro convento.

El año 499, guerreros de Numidia obligaron a los religiosos a huir. Fulgencio llegó a la ciudad de Siracusa en Sicilia, Italia. Luego a Roma, donde, al ver las solemnes ceremonias, exclamó: "Dios mío: si aquí hay tanto esplendor, ¿Cómo será en el cielo?". Nombrado obispo de Ruspe, Túnez, Africa, continuó su vida humilde. Incluso llevaba un desteñido hábito religioso y ayunaba estrictamente. Rezaba cada día más de 12 Salmos. Muchas veces viajaba descalzo.

Era querido y estimado por todos. Inspiraba a muchos jóvenes a irse de monjes, y para ello construyó un monasterio cerca de la casa episcopal.

Trasismundo, rey hereje, expulsó a todos los jefes de la Iglesia Católica del norte de Africa, enviándolos a la isla de Cerdeña. En el destierro Fulgencio se dedicó a escribir contra los herejes arrianos (niegan la divinidad de Jesús). El rey le permitió regresar a su sede pero los arrianos pronto lograron un segundo exilio. Al partir dijo a los católicos que lloraban: "No se afanen. Pronto volveré y ya no me volverán a desterrar". Y así sucedió. Poco después murió Trasimundo y su sucesor, Hilderico, permitió que todos los católicos desterrados volvieran a su país.

Fulgencio tuvo un gran recibimiento al regresar al Norte de Africa, Cartago. Predicaba tan bien que el obispo de Cartago, Bonifacio, decía: "No puedo oírle predicar sin que las lágrimas se me vengan a los ojos y sin que la emoción me llene totalmente. Bendito sea Dios que le dio tan grande sabiduría al obispo Fulgencio. En verdad se merece el nombre que tiene, nombre que significa el resplandeciente, el brillante".

Los últimos años sufría mucho por varias enfermedades y exclamaba frecuentemente: "Señor: ya que me mandas sufrimientos, envíame también la paciencia necesaria para soportarlos. Acepto en esta vida los sufrimientos que permites que me llegue, y en cambio te pido tu perdón y tu misericordia y la vida eterna".

Murió a los 66 años, en enero del año 533. Había logrado su propósito de imitar a San Agustín. Tanta era la estima de la gente que lo enterraron debajo del altar mayor en la Catedral.

Escritos

Sacramento de unidad y de caridad

De los libros de san Fulgencio de Ruspe, obispo, a Mónimo Libro 2, 11-12 La edificación espiritual del cuerpo de Cristo, que se realiza en la caridad (según la expresión del bienaventurado Pedro, las piedras vivas entran en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales, que Dios acepta por Jesucristo), esta edificación espiritual, repito, nunca se pide más oportunamente que cuando el cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, ofrece el mismo cuerpo y la misma sangre de Cristo en el sacramento del pan y del cáliz: El cáliz que bebemos es comunión con la sangre de Cristo, y el pan que partimos es comunión con el cuerpo de Cristo; el pan es uno, y así nosotros, aunque seamos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.

Y lo que en consecuencia pedimos es que con la misma gracia con la que la Iglesia se constituyó en cuerpo de Cristo, todos los miembros, unidos en la caridad, perseveren en la unidad del mismo cuerpo, sin que su unión se rompa.

Esto es lo que pedimos que se realice en nosotros por la gracia del Espíritu, que es el mismo Espíritu del Padre y del Hijo; porque la Santa Trinidad, en la unidad de naturaleza, igualdad y caridad, es el único, solo y verdadero Dios, que santifica conjuntamente a los que adopta.

Por lo cual se dice: El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritus Santo que se nos ha dado.

Pues el Espíritu Santo, que es el mismo Espíritu del Padre y del Hijo, en aquellos a quienes concede la gracia de la adopción divina, realiza lo mismo que llevó a cabo en aquellos de quienes se dice, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, que habían recibido el mismo Espíritu. De ellos se dice, en efecto: En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo; pues el Espíritu único del Padre y del Hijo, que, con el Padre y el Hijo es el único Dios, había creado un solo corazón y una sola alma en la muchedumbre de los creyentes.

Por lo que el Apóstol dice que esta unidad del Espíritu con el vínculo de la paz ha de ser guardada con toda solicitud, y aconseja así a los Efesios: Yo, el prisionero por el Señor, os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con amor; esforzaos en mantener la unidad del Espíritu, con el vínculo de la paz.

Dios acepta y recibe con agrado a la Iglesia como sacrificio cuando la Iglesia conserva la caridad que derramó en ella el Espíritu Santo: así, si la Iglesia conserva la caridad del Espíritu, puede presentarse ante el Señor como una hostia viva, santa y agradable a Dios

Las armas de la caridad

De los sermones de san Fulgencio de Ruspe, obispo Sermón 3, 13. 5-6 Ayer celebramos el nacimiento temporal de nuestro Rey eterno; hoy celebramos el triunfal martirio de su soldado. Ayer nuestro Rey, revestido con el manto de nuestra carne y saliendo del recinto del seno virginal, se dignó visitar el mundo; hoy el soldado, saliendo del tabernáculo de su cuerpo, triunfador, ha emigrado al cielo.

Nuestro Rey, siendo la excelsitud misma, se humilló por nosotros; su venida no ha sido en vano, pues ha aportado grandes dones a sus soldados, a los que no sólo ha enriquecido abundantemente, sino que también los ha fortalecido para luchar invenciblemente. Ha traído el don de la caridad, por la que los hombres se hacen partícipes de la naturaleza divina Ha repartido el don que nos ha traído, pero no por esto él se ha empobrecido, sino que, de una forma admirable, ha enriquecido la pobreza de sus fieles, mientras él conserva sin mengua la plenitud de sus propios tesoros.

Así, pues, la misma caridad que Cristo trajo del cielo a la tierra ha levantado a Esteban de la tierra al cielo. La caridad, que precedió en el Rey, ha brillado a continuación en el soldado.

Esteban, para merecer la corona que significa su nombre, tenía la caridad como arma, y por ella triunfaba en todas partes. Por la caridad de Dios, no cedió ante los judíos que lo atacaban; por la caridad hacia el prójimo, rogaba por los que lo lapidaban. Por la caridad, argüía contra los que estaban equivocados, para que se corrigieran; por la caridad, oraba por los que lo lapidaban, para que no fueran castigados.

Confiado en la fuerza de la caridad, venció la acerba crueldad de Saulo, y mereció tener en el cielo como compañero a quien conoció en la tierra como perseguidor. La santa e inquebrantable caridad de Esteban deseaba conquistar orando a aquellos que no pudo convertir amonestando.

Y ahora Pablo se alegra con Esteban, y con Esteban goza de la caridad de Cristo, triunfa con Esteban, reina con Esteban; pues allí donde precedió Esteban, martirizado por las piedras de Pablo, lo ha seguido éste, ayudado por las oraciones de Esteban. ¡Oh vida verdadera, hermanos míos, en la que Pablo no queda confundido de la muerte de Esteban, en la que Esteban se alegra de la compañía de Pablo, porque ambos participan de la misma caridad! La caridad en Esteban triunfó de la crueldad de los judíos, y en Pablo cubrió la multitud de sus pecados, pues en ambos fue la caridad respectiva la que los hizo dignos de poseer el reino de los cielos.

La caridad es la fuente y el origen de todos los bienes, egregia protección, camino que conduce al cielo. Quien camina en la caridad no puede temer ni errar; ella dirige, protege, encamina.

Por todo ello, hermanos, ya que Cristo construyó una escala de caridad, por la que todo cristiano puede ascender al cielo, guardad fielmente la pura caridad, ejercitadla mutuamente unos con otros y, progresando en ella, alcanzad la perfección.

El que salga vencedor no será víctima de la muerte segunda

Del Tratado de San Fulgencio de Ruspe, obispo, sobre el perdón de los pecados Libro 2,11,2-12,1. 3-4 En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque de última trompeta, porque resonará, y los muertos despertarán incorruptibles, y nosotros nos veremos transformados. Al decir «nosotros», enseña Pablo que han de gozar junto con él del don de la transformación futura todos aquellos que, en el tiempo presente, se asemejan a él y a sus compañeros por la comunión con la Iglesia y por una conducta recta. Nos insinúa también el modo de esta transformación cuando dice: Esto corruptible tiene que revestirse de incorrupción, y esto mortal tiene que vestirse e inmortalidad. Pero a esta transformación, objeto de una justa retribución, debe preceder antes otra transformación, que es puro don gratuito. La retribución de la transformación futura se promete a los que en la vida presente realicen la transformación del mal al bien.

La primera transformación gratuita consiste en la justificación, que es una resurrección espiritual, don divino que es una incoación de la transformación perfecta que tendrá lugar en la resurrección de los cuerpos de los justificados, cuya gloria será entonces perfecta, inmutable y para siempre. Esta gloria inmutable y eterna es, en efecto, el objetivo al que tienden, primero, la gracia de la justificación y, después, la transformación gloriosa.

En esta vida somos transformados por la primera resurrección, que es la iluminación destinada a la conversión; por ella, pasamos de la muerte a la vida, del pecado a la justicia, de la incredulidad a la fe, de las malas acciones a una conducta santa. Sobre los que así obran no tiene poder alguno la segunda muerte. De ellos, dice el Apocalipsis: Dichoso aquel a quien le toca en suerte la primera resurrección, sobre ellos la segunda muerte no tiene poder. Y leemos en el mismo libro: El que salga vencedor no será víctima de la muerte segunda. Así como hay una primera resurrección, que consiste en la conversión del corazón, así hay también una segunda muerte, que consiste en el castigo eterno.

Que se apresure, pues, a tomar parte ahora en la primera resurrección el que no quiera ser condenado con el castigo eterno de la segunda muerte. Los que en la vida presente, transformados por el temor de Dios, pasan de mala a buena conducta pasan de la muerte a la vida, y más tarde serán transformados de su humilde condición a una condición gloriosa.

Fuentes