Diferencia entre revisiones de «Cáncer cerebral»

(Causas de los tumores cerebrales)
(Sin diferencias)

Revisión del 08:22 21 sep 2012

Tumor cerebral
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Clasificación:Cronica no trasmisible
Agente transmisor:Crecimiento anormal de las celulas

El tumor cerebral o intracraneal se define habitualmente como todo aquel proceso expansivo neoformativo que tiene origen en alguna de las estructuras que contiene la cavidad craneal como el parénquima encefálico, meninges, vasos sanguíneos, nervios craneales, glándulas, huesos y restos embrionarios. Dicho de otro modo, se trata de una masa anormal de nueva aparición que crece y que tiene origen en las estructuras citadas. Podemos deducir que un tumor puede causarle daño al cerebro de dos maneras: invadiendo tejidos vecinos (tumor maligno) o presionando otras áreas del cerebro debido a su propio crecimiento.

Los tumores pueden ser benignos o malignos, dependiendo de la rapidez de su crecimiento y de si logran resecarse o curarse mediante el tratamiento neuroquirúrgico. A diferencia de los tumores de otros tejidos, la distinción entre manifestaciones benignas y malignas no es tan clara, por ejemplo, algunas lesiones benignas pueden infiltrar regiones enteras con comportamiento clínico maligno. Las neoplasias malignas no producen metástasis, lo cual constituye un hecho excepcional. Las metástasis hacia el SNC (Sistema nerviosos central) provienen, en orden de frecuencia, del pulmón, mama, piel (melanoma), riñón y gastrointestinal y tienden a crecer entre la unión de la corteza y la sustancia blanca.

Sumario

Causas de los tumores cerebrales

La mayoría de los tumores cerebrales en los niños se originan por un crecimiento y reproducción celular muy rápidos. Con el tiempo, estas células forman una masa llamada "tumor". No se ha podido establecer con exactitud la causa de este crecimiento anormal, aunque los estudios de investigación continúan apuntando a causas genéticas y ambientales.

Algunos niños son más susceptibles a desarrollar cáncer cerebral por razones genéticas. Ciertas enfermedades como la neurofibromatosis, la Enfermedad de von Hippel-Lindau, el Síndrome de Li-Fraumeni y el retinoblastoma se asocian con una mayor propensión a la aparición de tumores cerebrales.

Señales y síntomas

Un tumor cerebral puede causar síntomas de muchas maneras: destruyendo en forma directa las células cerebrales, causando una inflamación en el lugar donde se encuentra el tumor, generando una concentración de líquido en el cerebro (hidrocefalia) y aumentando la presión dentro del cráneo. Como resultado, es posible que se generen una serie de síntomas.

Las señales o síntomas varían según la edad del niño y la ubicación del tumor, pero suelen incluir los siguientes:

  • Convulsiones
  • Debilidad en el rostro, el tronco, los brazos y las piernas
  • Dificultad para hablar
  • Dificultad para mantenerse parado o para caminar
  • Falta de coordinación
  • Dolor de cabeza 


En los bebés, un crecimiento rápido de la cabeza.
Dado que la aparición de señales de advertencia de que algo no es normal puede ser gradual y asemejarse a otros problemas comunes de la niñez, los tumores cerebrales suelen ser difíciles de diagnosticar. Por lo tanto, es recomendable hablar con el médico de su hijo sobre cualquier síntoma que le preocupe.

Los tumores cerebrales causan síntomas variados. En general, se distinguen las manifestaciones derivadas de la hipertensión intracraneal, y los síntomas secundarios a la expansión tumoral, estos últimos denominados signos focales, que dependen de la estructura anatómica afectada.

Síntomas de hipertensión intracraneal
  • Visión doble
  • Dolor en una extremidad
  • Cefalea
  • Vómitos
  • Edema de pupila y alteraciones visuales
  • Trastornos del comportamiento (irritabilidad, labilidad emocional, fallos en el discernimiento, alteraciones de la memoria, falta de iniciativa, indiferencia a las costumbres sociales.)
Síndromes focales:

Son manifestaciones que orientan la localización de la lesión

Clasificación

Como se clasifican

Primarios y secundarios: Los tumores cerebrales primarios son los que se originan en el cerebro. Los tumores cerebrales secundarios están formados por células que provienen de otras partes del cuerpo y se han extendido (han hecho metástasis) en el cerebro. En el caso de los niños, la mayoría de los tumores cerebrales son primarios. Lo opuesto ocurre en el caso de los adultos.

Benigno y maligno: Los tumores benignos crecen despacio, no son cancerosos y no se extienden al tejido que los rodea. Los tumores malignos, por el contrario, son cancerosos. Son de crecimiento rápido, se caracterizan por su agresividad, suelen invadir el tejido circundante y es más probable que vuelvan a aparecer después del tratamiento. Si bien son los tumores malignos los que se asocian con un panorama desolador, los tumores benignos en el cerebro pueden ser igualmente serios, especialmente si se encuentran en un lugar crítico (como en el tronco del encéfalo, que controla la respiración) o si crecen hasta alcanzar un tamaño lo suficientemente grande como para ejercer presión en estructuras vitales del cerebro

Localizado e invasivo: Un tumor localizado está limitado a un área específica y, por lo general, es más fácil de extirpar, siempre y cuando esté en un lugar del cerebro que sea accesible. Un tumor invasivo es el que se ha extendido a las áreas circundantes y es más difícil de extirpar completamente.

Grado:

El grado del tumor indica qué tan agresivo es. En la actualidad, la mayoría de los expertos en medicina utilizan un sistema diseñado por la Organización Mundial de la Salud para identificar los tumores cerebrales y poder hacer un pronóstico. Cuanto menor es el grado, menos agresivo es el tumor y mayores las posibilidades de cura. Cuanto mayor es el grado, más agresivo es el tumor y más difícil su cura.

Según las características histológicas del tumor.

Tumores de evolución lenta (Bajo grado)

Tumores de grado I benignos, de crecimiento lento y circunscripto.

Tumores de grado II De crecimiento lento, pero con límites imprecisos, o de extensión.

Tumores de evolución rápida (alto grado)

Tumores de grado III Tumores anaplásicos, su evolución es más rápida.
Tumores de grado IV Tumores malignos, muestran signos histológicos de crecimiento muy rápido en todas las regiones examinadas.

Clasificación Histológica de los tumores del sistema nervioso

Tumores del tejido glial

Tumores astrocíticos: - Astrocitoma

                                  -Glioblastoma multiforme                         

Tumores oligodendrogliales:

[[Ependimoma|]]

                                   -Oligodendroglioma

 Tumores ependimales:

                                   -Ependimoma

Tumores del plexo coroides:

                                  -Papiloma
                                  - Carcinoma

Tumores embrionarios:

                                 -Meduloblastoma

Tumores de las meninges

                                -Meningioma
                                -Hemangiopericitoma

                                -Tumor melanocítico

                                -Hemangioblastoma

Tumores de células germinales

                               -Adenoma pituitario
                               -Carcinoma pituitario

                               -Craneofaringioma

Otros

                               -Tumores metastásicos
                               -Tumores de las vainas nerviosas

                               -Schwannoma

                               -Neurofibroma

                               -Linfoma primario del SNC

Tipos de tumores

Tumores intracraneales primarios:

Se denominan tumores cerebrales primarios a aquellos que se originan en el cerebro, es decir, que no tienen su origen en otras partes del cuerpo. Suelen aparecer durante la infancia y también a partir de los cuarenta o cincuenta años. El tipo de tumor y su localización vienen determinados por la edad; en la infancia y adolescencia predominan los astrocitomas infratentoriales y los tumores de la línea media como el meduloblastoma y el pinealoma; en la edad adulta, los astrocitomas anaplásicos y glioblastomas (que son los tumores intracraneales primarios más diagnosticados aunque el más frecuente en series autópsicas es el meningioma). El origen de los tumores intracraneales primarios es desconocida. Algunas enfermedades hereditarias presentan una elevada incidencia de tumores intracraneales, lo que sugiere la existencia de factores genéticos predisponentes.

Astrocitoma:

Se trata de otro tipo de glioma. Los gliomas son tumores que crecen a partir de los tejidos que sostienen y rodean a las células nerviosas. El astrocitoma comprende un grupo de tumores con formas de conducta biológica muy diferente. Existen astrocitomas pilocíticos, difusos y anaplásicos. El tratamiento del astrocitoma pilocítico es quirúrgico. En los astrocitomas difusos de bajo grado de malignidad se recomienda practicar radioterapia después de la cirugía, sobre todo si quedan restos tumorales. El tratamiento de los anaplásicos es el mismo que el de los glioblastomas. La supervivencia está en relación al grado de malignidad. La mayoría de los tumores pilocíticos no aparecen de nuevo después de haber sido extirpados en su totalidad. Por contra, la supervivencia media de los pacientes con astrocitoma anaplásico es inferior a los 3 años.

Glioblastoma multiforme:

Este tumor representa el 20 por ciento de todos los tumores intracraneales y pertenece a la familia de unos tumores llamados gliomas (en realidad, la mitad de los gliomas, son glioblastomas). Los gliomas son tumores que crecen a partir de los tejidos que sostienen y rodean a las células nerviosas. Suele aparecer en la quinta o sexta década de vida y afecta más a los hombres que a las mujeres (un 60 por ciento a hombres y un 40 por ciento a mujeres). Se localiza habitualmente en los hemisferios cerebrales y en un 5-10 por ciento de los casos se origina en más de un lugar. Se comporta con marcada malignidad, invadiendo rápidamente el tejido cerebral y a menudo tiene ya un gran tamaño en el momento de ser diagnosticado, ocupando más de un lóbulo cerebral o extendiéndose al hemisferio opuesto a través del cuerpo calloso (el cuerpo calloso es un conglomerado de fibras nerviosas blancas que conectan estos dos hemisferios). El cuadro clínico consiste inicialmente en manifestaciones generales como cefalea, vómitos, trastornos mentales y crisis convulsivas (epilépticas) siguiéndose al cabo de pocas semanas de un síndrome focal lobar o de un síndrome del cuerpo calloso. Dado que se trata de un tumor muy vascularizado en ocasiones el debut puede ser ictal (con muerte de tejido cerebral) debido a una hemorragia intratumoral. El tratamiento consiste en cirugía lo más radical posible seguida de radioterapia.

Ependimoma:

Es un tumor derivado de las células ependimarias. Estudiando el tejido aparece como "benigno", pero una minoría de tumores presentan cambios anaplásicos. El cuadro clínico depende de la localización. Los ependimomas del cuarto ventrículo causan hidrocefalia (dilatación anormal de los ventrículos cerebrales a causa del exceso de líquido cefalorraquídeo en el cerebro) y un síndrome de hipertensión intracraneal general. El tratamiento consiste en la extirpación del tumor seguida de radioterapia local. En los ependimomas anaplásicos se recomienda radioterapia craneoespinal para prevenir la diseminación de las células tumorales.

Meningiona:

Es un tumor benigno originado a partir de células aracnoideas. Representa el 15 por ciento de todos los tumores intracraneales, predomina en mujeres en proporción de 2 a 1 y su máxima frecuencia se da en la séptima década de la vida. Es un tumor bien delimitado, redondeado o aplanado (meningioma en placa) y separado del tejido esencial del cerebro por una cápsula. Se origina en las células de la membrana que recubre el cerebro. El tratamiento ideal es la extirpación radical del tumor. Cuando su situación no permite extraerlo completamente lo habitual es que vuelva a aparecer, en este caso se recomienda la radioterapia local sobre el lecho tumoral.


Linfoma cerebral primario:

Representa el 1-2 por ciento de todos los tumores intracraneales primarios pero su incidencia está aumentando debido a la asociación que tiene con estados de inmunosupresión adquirida (SIDA, quimioterapia prolongada, trasplantados) o congénita (ataxia-telangiectasia, síndrome de Wiskott-Aldrich). En su mayoría son linfomas de células B (tumores del tejido linfático) con grado intermedio o alto de malignidad. Se localizan en cualquier parte del cerebro, Cerebelo y médula espinal y en un 10 por ciento de los casos se hallan en más de una localización. Es un tumor de crecimiento rápido, altamente celular e infiltrativo y con gran capacidad para invadir el sistema ventricular y el espacio subaracnoideo causando ventriculitis y meningitis linfomatosas. El 30 por ciento de los linfomas cerebrales primarios desaparecen con tratamiento esteroideo, pero posteriormente vuelven a aparecer. La cirugía sólo tiene valor diagnóstico. La radioterapia holocraneal consigue supervivencias medias de 12 meses. El tratamiento combinado de radioterapia y quimioterapia ha ofrecido en estudios preliminares mejores resultados que la radioterapia sola.


Meduloblastoma:

Se trata de un tumor con origen en las células embrionarias. Su comportamiento es maligno. El cuadro clínico se caracteriza por cefalea matutina progresiva, vómitos, vértigos y sensación de inestabilidad. La exploración física muestra coordinación escasa y movimientos inseguros, movimientos inconscientes y rápidos del globo ocular y papiledema (inflamación del nervio óptico en su entrada en el ojo). No es infrecuente la aparición de metástasis sistémicas (reproducción de las células tumorales) en ganglios linfáticos, huesos y pulmón. El tratamiento consiste en la extirpación del tumor seguida de radioterapia sobre todo en el neuroeje. Se recomienda quimioterapia si la extracción del tumor sólo ha sido parcial o existe riesgo de que vuelva a aparecer.


Hemangioblastoma del cerebelo:

Se trata de un tumor benigno que suele situarse en el cerebelo causando un síndrome vermiano o hemisférico con ataxia (incapacidad para controlar los movimientos musculares voluntarios), nistagmo (movimientos inconscientes y rápidos del globo ocular), cefalea e inflamación del nervio óptico en su entrada en el ojo (papiledema). El hemangioblastoma del cerebelo a menudo se acompaña de angiomas retinianos (lunares en la retina) y de otras alteraciones típicas de la enfermedad de Von Hippel- Lindau como quistes pancreáticos y tumores derivado de las células de los túbulos renales (hipernefroma). La extirpación completa del tumor es curativa.


Papiloma del cuarto ventrículo:

Se origina en el epitelio de los plexos coroideos, sobre todo en el ventrículo lateral y en el cuarto ventrículo. Son tumores de la infancia, el 5O por ciento aparece durante el primer año y el 75 por ciento en la primera década. El cuadro clínico consta de cefalea, somnolencia, vómitos, diplopía (visión doble de los objetos, debido a trastornos de la coordinación de los músculos oculares), alteración de la marcha y papiledema (inflamación del nervio óptico en su entrada en el ojo).


Pinealoma:

Son tumores originados en la glándula pineal. Ésta, situada en medio del cerebro, controla el reloj biológico del organismo, más concretamente, el mecanismo que controla el ciclo del sueño y la vigilia. Se distinguen varios tipos histológicos: germinoma, pinealoma (pineocitoma, pineoblastoma), teratoma y glioma. El más frecuente es el germinoma. El germinoma suele aparecer en la infancia y primera adolescencia con leve predominio en varones.

El cuadro clínico consta de un síndrome de hipertensión intracraneal combinado con signos típicos como parálisis de la mirada vertical hacia arriba (síndrome de Parinaud) y alteraciones pupilares. El tratamiento consiste en la extirpación quirúrgica lo más amplia posible seguida de radioterapia. En general tiene muy buen pronóstico excepto en los pacientes cuyo germinoma tiene componentes de coriocarcinoma y carcinoma embrionario en los que se recomienda combinar el tratamiento con quimioterapia.

Craniofaringioma:

Se trata de un tumor congénito. Aparece en la infancia y adolescencia tardía. Provoca comprensión del quiasma óptico y, por eso, el cuadro clínico combina síntomas dependientes de la hipertensión intracraneal (cefalea, vómitos, papiledema) con alteraciones quiasmáticas (atrofia óptica, hemianopsia o visión deficiente en la mitad del campo visual). También produce alteraciones hipofisarias (amenorrea, trastorno de la líbido) e hipotalámicas (somnolencia, anomalías en el control de la temperatura corporal, diabetes insípida). El tratamiento es quirúrgico.

Neurinoma del acústico:

La mayor incidencia se da en la quinta y sexta década, afectando a ambos sexos por igual. La clínica depende del tamaño. En la primera etapa aparecen los síntomas de hipoacusia (disminución de la sensibilidad auditiva), vértigo y acúfenos (sensaciones anormales en los oídos, normalmente, zumbidos). A medida que se extiende aparece paresia facial (parálisis incompleta o transitoria facial), ataxia (incapacidad de coordinar movimientos musculares voluntarios), hipoestesia de la cara, dismetría (trastorno de la amplitud de los movimientos), parálisis del hipogloso (del nervio debajo de la lengua) y del vago (nervio neumogástrico) e hidrocefalia (dilatación anormal de los ventrículos cerebrales a causa del exceso de líquido en el cerebro). El tratamiento es quirúrgico.


Adenomas de hipófisis:

La hipófisis, localizada en la base del cráneo, controla gran parte del sistema endocrino. Los tumores de la glándula de la hipófisis suelen ser benignos, pero secretan cantidades exageradas de hormonas hipofisarias.

El cuadro clínico consta de anomalías endocrinológicas:

Amenorrea: interrupción de la menstruación.

GAlactorrea: producción de leche en las mujeres que no están amamantando.

Enfermedad de Cushing: debido a niveles elevados de glucocorticoides circulantes, en particular de cortisol, se presentan síntomas como: enrojecimiento de las mejillas, obesidad, aumento del apetito, cara de luna llena, piel fina que se lesiona con facilidad, mala cicatrización de las heridas, etc.

Acromegalia: aumento desproporcionado del tamaño de la cabeza, la cara, las manos, los pies y el tórax.

También se sufren cefaleas y alteraciones campimétricas sobre todo hemianopsia (disminución o pérdida de la mitad de la visión) bitemporal. Mucho más raras son la presencia de afectación de nervios craneales por compresión del seno cavernoso o de difunción hipotalámica. El tratamiento depende del tamaño. Si permanece intraselar o la extensión extraselar es escasa se recomienda radioterapia o cirugía por vía transesfenoidal; si el tumor es ampliamente extraselar debe abordarse mediante craneotomía frontal.


Tumores del foramen mágnum:

Sólo representan el 1 por ciento de los tumores intracraneales, pero son importantes por que pueden simular otras enfermedades neurológicas (esclerosis múltiple, siringomielia, esclerosis lateral amiotrófica, mielopatía por cervicoartrosis) y porque, a pesar de ser benignos y de localización extradural, si no se diagnostican precozmente causan lesiones neurológicas irreversibles. Suelen ser meningiomas o neurofibromas. El cuadro clínico es muy variable. Los síntomas más frecuentes son el dolor en la región occipital irradiado a hombro y la presencia de disestesias (trastorno de la sensibilidad con disminución y retardo en las sensaciones) en extremidades superiores. A medida que el tumor crece se añaden debilidad muscular (paresia braquial, crural, tetraparesia, paraparesia), trastorno de la marcha, incontinencia esfinteriana y afectación de los pares craneales bajos (sobre todo del nervio espinal). El tratamiento es quirúrgico.

Diagnóstico

El diagnóstico se realiza mediante exámenes imagenológicos como la tomografía axial computarizada (TAC) o la resonancia magnética (RM), las cuales permiten conocer la localización y el tamaño del tumor y además sugerir la naturaleza del mismo, pero es la biopsia la que indica el tipo exacto de tumor.
Cuando un médico sospecha que un niño tiene un tumor cerebral, le hará estudios radiológicos del cerebro: una tomografía axial computarizada o una resonancia magnética (posiblemente las dos). Estos procedimientos les permiten a los médicos ver el interior del cerebro y ubicar con exactitud el área del tumor. Si bien ninguno de estos estudios causa dolor, requieren que los niños permanezcan absolutamente quietos. Como toma poco tiempo realizar la tomografía axial computarizada, no es necesario que los niños reciban sedantes. En el caso de la resonancia magnética, sin embargo, la mayoría recibe un sedante.

Si los estudios radiológicos revelan la existencia de un tumor cerebral, es muy probable que el próximo paso sea una intervención quirúrgica. Un neurocirujano pediatra tratará de extirpar el tumor; si no es posible la extracción total, se realizará una extirpación parcial o, por lo menos, una biopsia (la extracción de una muestra para examinar con un microscopio) a fin de confirmar el diagnóstico.

Después, un patólogo pediatra (un médico que hace el diagnóstico de enfermedades en niños mediante la observación de tejido y células corporales con un microscopio) y un neuropatólogo, (un patólogo que se especializa en enfermedades que afectan el sistema nervioso) analizan el tejido para clasificar el tumor y asignarle un grado.

Es posible utilizar ciertas pruebas especiales, como la elaboración del cariotipo, el PCR (Reacción en cadena de la polimerasa), el FISH (Hibridación fluorescente in situ) o el perfil de la expresión genética, para analizar la composición genética de las células tumorales. El uso de estas pruebas para obtener información específica sobre las células cancerosas ayuda a los médicos a formular el mejor tratamiento para una persona con un tumor cerebral.

Tratamiento

La mayoría de los pacientes que sufren de un tumor cerebral deben ser sometidos a una combinación de cirugía, radioterapia y quimioterapia. Los avances logrados en estas tres áreas han contribuido a obtener mejores resultados en las últimas décadas.
El cuidado de un niño con un tumor cerebral es muy complicado y requiere una buena coordinación entre los miembros de un equipo médico. Los miembros de este equipo pueden ser los siguientes:

un neurooncólogo pediatra (un médico que se especializa en el tratamiento del cáncer en el cerebro o en la médula espinal),

un neurólogo pediatra (un médico que se especializa en los trastornos del sistema nervioso),

un neurocirujano pediatra (un cirujano que se especializa en hacer intervenciones quirúrgicas del cerebro y de la médula espinal),

un radioterapeuta (un especialista que lleva a cabo las aplicaciones de rayos),

especialistas en rehabilitación (incluye a los terapeutas de dicción, los fisioterapeutas y los terapeutas ocupacionales) y

psicólogos y asistentes sociales.

Estos expertos deben seleccionar cuidadosamente el tipo de terapia adecuada para el niño dado que los posibles efectos a largo plazo, especialmente por la radiación, son elevados. (Es posible que la radioterapia, si bien es por lo general efectiva, cause daños al cerebro en crecimiento, especialmente en el caso de los pacientes más pequeños). El aspecto más difícil en el tratamiento de tumores cerebrales es encontrar la dosis ideal de terapia de manera que se cure el cáncer del niño pero no se dañen las células sanas y no se generen efectos secundarios innecesarios.


Cirugía

En la actualidad, los cirujanos tienen cada vez más éxito en la extirpación de tumores cerebrales. Esto se debe, en parte, a las nuevas tecnologías de las que se dispone en los quirófanos, especialmente las que permiten generar imágenes del cerebro en tiempo real, que guían al cirujano durante la operación. Ejemplos de estas tecnologías son los siguientes: dispositivos estereotácticos, que ayudan en la localización exacta de los tumores al proveer imágenes tridimensionales del cerebro; tomografía axial computarizada intraoperativa, la cual guía a los médicos para ver más de lo que queda expuesto durante la cirugía y les permite distinguir con claridad el tejido sano del tejido del tumor; y otros sistemas que guían con imágenes con el fin de permitir un mejor reconocimiento de la zona.

Las cirugías en etapas también se están utilizando con más frecuencia. Esto significa que en vez de extirpar un tumor grande de una vez, los cirujanos extraen una pequeña parte y después tratan de reducir el tumor por medio de quimioterapia y/o radioterapia. Después de varios meses de tratamiento, el cirujano vuelve por segunda vez, y hasta por tercera vez, a realizar una operación para extirpar el resto del tumor.

Después de la cirugía, el único tratamiento necesario, en ciertos tumores, es la observación (controles periódicos y estudios radiológicos para verificar que no hayan surgido problemas). En muchos casos, sin embargo, es necesario el uso de terapias más agresivas, como la radioterapia, la quimioterapia o la combinación de ambas.


Radioterapia

La radioterapia (el uso de radiaciones de alta energía para matar las células que se reproducen rápidamente) es muy efectiva en el tratamiento de tumores cerebrales en niños. Sin embargo, la radioterapia puede tener consecuencias negativas serias a largo plazo dado que el cerebro en desarrollo de los niños menores de 10 años (y especialmente los menores de 5 años) es muy sensible a los efectos de la radiación. Entre las consecuencias se encuentran las siguientes: convulsiones, derrames cerebrales, retraso en el desarrollo, problemas de aprendizaje, problemas de crecimiento y problemas hormonales.

Al igual que la cirugía, la radioterapia ha cambiado considerablemente durante la última década. La existencia de tecnologías asistidas por computadoras ha permitido a los médicos la construcción de campos de radiación tridimensionales que atacan el tejido del tumor pero, al mismo tiempo, eluden las estructuras críticas del cerebro, como los centros de la audición. De todos modos, las ventajas y las desventajas de utilizar radioterapia deben discutirse con su médico.


Quimioterapia

La quimioterapia es el uso de drogas para eliminar las células cancerosas. Por lo general, la quimioterapia se administra a través de un catéter intravenoso para uso prolongado llamado "línea central" y es posible que el paciente deba permanecer en el hospital. Si bien la quimioterapia genera varios efectos secundarios a corto plazo (cansancio, náuseas, vómitos, caída del cabello), produce menos efectos secundarios a largo plazo que la radioterapia. Muchos niños con tumores cerebrales son tratados con quimioterapia para evitar o posponer el tratamiento con rayos.

A diferencia de los tumores cerebrales de los adultos, los tumores en los niños son muy sensibles a los efectos de la quimioterapia y responden bien a dosis elevadas de este tratamiento. Sin embargo, es posible que cuando un niño recibe una dosis elevada de quimioterapia se produzca un serio daño en la médula ósea (una especie de gelatina espesa y esponjosa que se encuentra dentro de los huesos y que produce los glóbulos rojos).

Para evitar que el daño de la médula ósea sea permanente, se suele realizar un procedimiento denominado "rescate de célula madre". Se obtiene una muestra de médula ósea o las células madre de la sangre del paciente y se conservan hasta que finaliza la quimioterapia de dosis elevadas. Después, la médula o las células madre de la sangre, se inyectan en el paciente para permitir la recuperación de la médula dañada.


Que clase de tratamiento de seguimiento se debe esperar

El seguimiento regular es extremadamente importante después del tratamiento de un tumor cerebral. Además de los exámenes físicos y neurológicos regulares, tal vez tenga que hacerse exámenes periódicos de resonancia magnética nuclear(RMN), espectroscopia de RMN, RMN con técnicas de perfusión o difusión, tomografía computarizada (TC) o tomografía por emisión de positrones (PET), análisis de sangre o un procedimiento de endoscopía. Es posible que su médico le recomiende atención en su casa, terapia ocupacional o vocacional, control del dolor, fisioterapia y que participe en grupos de apoyo.

La atención de seguimiento le ayuda al médico a:

Detectar signos de reaparición del tumor

Controlar la salud del cerebro

Identificar y tratar los efectos secundarios de la quimioterapia o la radioterapia

Detectar la presencia de otros tipos de cáncer en etapas tempranas.

Posibles riesgos y complicaciones

La radiación es una poderosa arma contra las células cancerosas, pero a veces mata células sanas del cerebro también; esto es un efecto secundario grave y se llama necrosis. La necrosis (un efecto tardío por las altas dosis de radiación) puede causar dolor de cabeza, convulsiones o incluso la muerte en unos pocos casos. Esto puede ocurrir dentro de un periodo de seis meses a unos cuantos años después de finalizado el tratamiento. No obstante, el riesgo de necrosis ha bajado en los últimos años gracias al desarrollo de nuevas técnicas de radioterapia más enfocadas descritas arriba y a poderosas tecnologías de producción de imágenes, mapeo cerebral, y de información.

Otras complicaciones son:

pérdida de la memoria

reaparición del tumor

En niños, la radiación podría lesionar la glándula pituitaria y otras partes del cerebro. Esto podría causar problemas del aprendizaje o un crecimiento y desarrollo lentos. Además, la radiación durante la infancia aumenta el peligro de sufrir tumores más adelante. Los investigadores están estudiando la quimioterapia como alternativa a la radioterapia para tumores cerebrales en niños.


Efectos tardíos

Los "efectos tardíos" son problemas que el paciente puede desarrollar una vez que termina el tratamiento contra el cáncer. Para los niños que logran sobrevivir a los tumores cerebrales, los efectos tardíos incluyen: retraso cognitivo, convulsiones, anormalidades en el crecimiento, deficiencias hormonales, problemas de visión y auditivos, como también la posibilidad de desarrollar un nuevo cáncer y hasta un segundo tumor cerebral. Dado que, a veces, estos problemas no se advierten hasta unos años después del tratamiento, es necesario realizar controles y observaciones cuidadosas para identificarlos lo antes posible.

En ciertos casos, los efectos a corto plazo pueden mejorar con la ayuda de un terapeuta ocupacional, un fisioterapeuta o un terapeuta del habla. Estos efectos pueden continuar mejorando a medida que el cerebro se recupera. En otros casos, los niños pueden sufrir efectos secundarios a largo plazo, como problemas de aprendizaje; problemas clínicos, como la diabetes, el retraso del crecimiento o la pubertad tardía o temprana; discapacidad física relacionada con el movimiento, el habla o la dificultad para tragar y problemas emocionales ligados al estrés del diagnóstico y el tratamiento.

Tenga en cuenta los efectos tardíos tanto físicos como psicológicos, especialmente cuando el niño vuelve a la escuela, a sus actividades normales y se reencuentra con sus amigos. Hable con los maestros sobre el impacto que ha tenido el tratamiento en su hijo y sobre los cambios que se deben hacer para satisfacer las necesidades del niño, como un horario limitado, más tiempo de descanso o permiso para utilizar el baño con más frecuencia, modificaciones de la tarea escolar, de las pruebas o de las actividades en el recreo y la planificación de horarios para la medicación. Su médico le puede aconsejar cómo hacer la transición más fácil.


Fuentes

http://www.radiologyinfo.org/sp/info.cfm?pg=thera-brain
http://www.dmedicina.com/enfermedades/cancer/tumores-cerebrales
http://es.wikipedia.org/wiki/Tumor_cerebral
http://kidshealth.org/parent/en_espanol/medicos/brn_tumors_esp.html

Policlinico de Mayajigua