José Lázaro Galdiano

José Lázaro Galdiano
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Nacimiento30 de enero de 1862
Navarra, Bandera de España España
Fallecimiento1 de diciembre de 1947
Madrid, Bandera de España España

José Lázaro Galdiano. Es un editor, coleccionista y bibliófilo español, trabajó para varios bancos. Estudió Derecho en las Universidades de Valladolid, Barcelona y Santiago de Compostela, obteniendo la licenciatura en esta última universidad.

Síntesis biográfica

José Lázaro Galdiano nace en Beire (Navarra), el 30 de enero de 1862, en el seno de una hacendada familia; cursó el bachillerato en Sos del Rey Católico para después seguir estudios de Derecho en Valladolid, Barcelona y Santiago de Compostela, obteniendo la licenciatura en esta última universidad. Se estableció en la Ciudad Condal en 1882, donde alternó sus estudios con el desempeño de un empleo en la secretaría del Banco de España y con su actividad como cronista de sociedad y crítico de arte en La Vanguardia.

En Madrid emprendió su aventura editorial más destacada, La España Moderna (1889-1914), revista en la que colaboraron los literatos más destacados del momento, Pardo Bazán, Galdós, Clarín, Valera, Zorrilla, Campoamor, Menéndez Pelayo, Cánovas, Unamuno, entre otros muchos, y en cuya editorial, del mismo nombre, publicó clásicos de la literatura occidental nunca antes traducidos al español. Su temprana afición por los libros y el arte le llevó a convertirse en experto bibliófilo, consiguió reunir una biblioteca de más de 20.000 volúmenes, entre manuscritos (cerca de 900) e impresos, que incluye ejemplares inestimables, e infatigable coleccionista de todo tipo de objetos artísticos, afición que también compaginó con su lucrativa faceta como marchante de arte.

En 1903 se casó en Roma con Paula Florido y Toledo, rica dama argentina, tres veces viuda, iniciando poco después, en 1904, la construcción de su residencia, Parque Florido, palacio destinado desde 1951 a museo de sus colecciones. Enviudó en 1932, año en que comienza a viajar solo y a residir durante años fuera de España, principalmente en París y Nueva York, capitales en las que formó nuevas colecciones luego incorporadas a la que había dejado en Madrid. Murió en su residencia de Parque Florido el 1 de diciembre de 1947 dejando como único heredero de todos sus bienes al Estado español. Un año después se creó la Fundación Lázaro Galdiano, entidad que gestiona el Museo Lázaro Galdiano, la Biblioteca, el Archivo y edita la prestigiosa revista de arte Goya.

Coleccionista

Su inclinación por el arte comenzó en Barcelona, ciudad a la que llegó en 1882, y desde ese momento surgió su “pasión” por coleccionar que no cesaría a lo largo de toda su vida. A finales de 1888 Lázaro se trasladó a Madrid y aquí, junto a la actividad editorial, dedicó tiempo e ilusión en la formación de su gran colección de arte.

Pronto encontró acomodo para su instalación en su residencia de la Cuesta de Santo Domingo, según Rubén Darío la mejor puesta que existía en España, y más tarde en la de la calle de Fomento. Poco después de contraer matrimonio en 1903 con Paula Florido, eficaz colaboradora en la conservación e incremento de sus colecciones, comenzó a construir Parque Florido, que se inauguró en 1909.

La Colección es la unión de las tres colecciones que reunió Lázaro durante más de sesenta años dedicados con tesón e ilusión a la búsqueda de obras artísticas hasta formar una Colección de colecciones de más de 12.600 piezas que el Museo guarda y exhibe desde 1951.

Colección de Madrid

A ella pertenecen las obras adquiridas por Lázaro desde sus años juveniles en Barcelona hasta 1936, como las pinturas, dibujos y obra gráfica de Goya, Murillo, Velázquez, El Greco o El Bosco, la colección de primitivos españoles y flamencos, entre las que destacan las tablas de Blasco de Grañén, el Maestro de Ávila, Benson o Isenbrandt, sin olvidarnos de la magnífica tabla lombarda del Salvador adolescente, la Espada del segundo conde de Tendilla o la monumental escultura de Cristo atado a la columna, del escultor florentino Michelangelo Naccherino.

Colección de París

Formada durante la década de los años treinta, aunque las compras se acentuaron a partir de 1936, año en que Lázaro se trasladó a vivir a la capital francesa alternando con largas estancias en Roma, se da por cerrada a finales de 1939. Está compuesta por pinturas, piezas de mobiliario, libros y objetos artísticos entre los que destaca el conjunto de cerámica italiana, algunos pequeños bronces, medallas, armas de fuego o esmaltes.

Entre las importantes pinturas adquiridas por Lázaro en esos años se encuentra el retrato de una joven dama atribuido a Sofonisba Anguissola, el San Lorenzo de Bernardo Cavallino o el retrato de Juan III de Portugal pintado por Antonio Moro.

Colección de Nueva York

Lázaro llegó a Nueva York en diciembre de 1939 y allí permanecerá hasta mediados de 1944. En este corto periodo de tiempo formó una colección de más de mil obras, principalmente de objetos artísticos que trasladó a Madrid en enero de 1947. A ella pertenecen la Taza del cardenal Ippolito Aldobrandini o la Madonna Cernazai que fuera de la Colección Hearst.

En resumen, en la Colección Lázaro conviven piezas significativas de la historia de la pintura y de la escultura, con importantes objetos artísticos que acentúan la variedad de artes suntuarias, joyas, textiles, platería, arqueología, mobiliario, numismática, marfiles… uno de los grandes valores de la Colección.

Bibliófilo y editor

José Lázaro Galdiano fue uno de los más notables bibliófilos españoles de finales del siglo XIX y de la primera mitad del XX. Su colección de libros sólo se conocía en círculos de aficionados o libreros y, después de su muerte, únicamente algunos estudiosos e investigadores han consultado la Biblioteca de la Fundación que lleva su nombre. Por eso, hasta hace poco, esta afición, en la que obtuvo logros tan notables, era una de las facetas más desconocidas de su personalidad.

Podemos decir que merece el calificativo de bibliófilo no sólo por haber reunido un conjunto considerable de libros, sino también porque en él hallamos las notas que adornan al buen aficionado: la elección de ejemplares raros, bellos e interesantes, la conservación con exquisito cuidado de sus libros y, finalmente, por la suerte que ha corrido su biblioteca, permanecer unida, el logro más deseable para el buen bibliófilo. Gracias a una larga vida, medios económicos notables, conocimiento de la materia y verdadera pasión por los libros logró una biblioteca selecta y nutrida en una época en la que los grandes libreros y propietarios particulares acudieron a él ofreciéndole joyas bibliográficas que atesoró con veneración porque las consideraba reliquias de los grandes ingenios españoles y el reflejo de la estética de siglos pasados.

Su pasión por el arte y por los libros, iniciada a temprana edad, no decayó a lo largo de su vida, como ocurrió con otra de las empresas más destacadas que emprendió con entusiasmo y con un claro afán cultural: a partir de los veintiséis años se encargó de la dirección de La España Moderna, editorial en la que se publicaba también una revista mensual con el mismo nombre.

Esta labor le ocupó tiempo y le exigió un gran esfuerzo, pero le dio merecido renombre de editor y como tal fue admirado en círculos literarios y por estudiosos de los más diversos temas que llenaron las páginas de su publicación desde 1889 a 1914. Las firmas de prestigio que intervinieron en los 312 números publicados eran garantía de prestigio y no tanto de rentabilidad, aspecto que no descuidó pero que le preocupaba tanto como el primero. Clarín, Zorrilla, Galdós, Unamuno, Zola y muchos otros mantuvieron relaciones literarias y a veces amistosas -hasta ahora poco conocidas- con el editor en una etapa tan significativa para la cultura española.

Fuentes