Lina Ruz González

Revisión del 16:41 5 nov 2010 de Cueto1 jc (discusión | contribuciones) (Caracterización de la Etapa de 1910 - 1915)

Plantilla:Personaje históricoLina Ruz González nació en Las Catalinas el 23 de Septiembre 1903 en un barrio fundado en 1900 horillas del río Cuyaguatejes entre Yagrumas y Vegas de Tabaco airado con olor a condimentos aceites esenciales mieles y café a una leguas del Paso Real de Guane en la Provincia de Pinar del Río por donde Cuba mira al Golfo de México.

Infancia

Las imágenes desconocidas aparecían a través del cristal de la ventanilla del tren. Lina Ruz González espejada como un junquillo pegaba la nariz al vidrio transparente. Hasta entonces la niña de 7 años solo tenía ideas del monte y la casa de recios horcones de granadillo con el techo alto de tejas españolas. Afalta de un parque en el pueblo el andén resultaba el paseo preferido de los pequeños, allí veían la llegada de los trenes y adivinaban por los pitazos las cercanías de las locomotoras traqueteantes y ruidosas que rompían en la quietud de Guanes desde 1898. En su mundo de la niñez más temprana Lina solo se impresionaba ante el viejo tinajón de la abuela. El barro siempre húmedo mantenía el agua fresca y ella mientras comía tamarindo apegaba la espalda a la frielda de la tinaja no había nada como aquel recipiente de boca estrecha y barriga ancha tan antiguo y cuidado.

Padres de Lina Ruz González

Doña Dominga había quedado huérfana desde pequeña ha ella y su hermana Nieve las educó y cuidó con esmero una tía quién llevaba siempre con vestidos de colores claros. En su casa de geranios de tiestos sombra y helechos frondosos en el patio interior aprendieron a descontar las horas en calma mientras bordaban pañuelos o tejían calcetines. La tía era la dulzura en persona y su posición, sin retumbante abolengo las suficientemente holgadas como para sostener a sus sobrinas. Doña Dominga agradecía siempre la vocación material de la tía y no sabía porque vericuetos inmemoriales de la sensibilidad al ver alguna mujer mayor con blusas u vestidos de hilo sus recuerdos retornaban a la ingenuidad y despreocupación de su infancia cuando Doña Dominga ya era una anciana y su cuerpo encorvado y delgaducho resistía las incertidumbre y la ansiedad por la suerte de sus nietos que peleaban en la Sierra Maestra buscaba en su más entrañables reliquias una estampa de daguerrotipo de la tía a quién pedía protección mientras rezaba y miraba el cielo.

Don Francisco Ruz Vázquez, fue robusto desde su nacimiento en 1867 un año ante de que estallará la contienda en un ingenio del oriente del país donde el hacendado Carlos Manuel de Céspedes declaró la guerra a España y concedió la libertad a sus esclavos, aquella partida de fieles que escucharon sus palabras sin comprenderlo del todo, sin saber que hacer sin rutina de la finca La de Majagua pero se echaron a la manigua con la excitación y el arrebato de los libres Francisco nació de la unión sacramentada entre Rafael Vázquez Rivera y Francisco Hipólito Ruz Acosta su madre, según la partida de bautismo de los hijos, era originario de Candelaria un nombre evocador de luminosidades que remontaban a las personas más allá del océano, a la Isla Canaria. Año después la declaración jurada que se hizo al inscribir una nieta que ella no conoció confirmaría su ascendencia Canaria.

Número de Hermanos

Eran 9 hermanos de Lina Ruz González

Unión de la Familia Ruz González.

Dominga se casó entre lirios y olor a incienso en la Iglesia de la Parroquia de San Idelfonso de Guane. Don Francisco Ruz Vázquez contaba con 32 años y ella 28. Ella era descendiente de Domingo Marcos González Arma y español de San Andrés de los Tacones en Oviedo.

Lugar de Origen

Las Catalinas pertenecían al término municipal de Guane, la ciudad de mayor importancia al suroeste de la capital de la Provincia, crecida del 1596 hasta 1896 cuando las fuerzas cubanas al Mando del Lugarteniente General Antonio Maceo incendiaron al pueblo y solo quedaron erguidos en el paisaje, algunos troncos humeantes y un campanario en silencio estremecido por la guerra. Provincia Pinar del Río fue el nombre con resonancia de agua sobre piedras y árboles de alto vuelo que sustituyó al de nueva filipinas que era como se conocía toda aquella región del occidente del país, cuando se creó la primera tenencia del gobierno en el territorio, por el año remoto de 1774. Hasta allá se llegaba, desde La Habana, por el camino de vuelta baja que se dentraba por entre las vegas de tabaco.

Principal Cultivo

El principal cultivo el tabaco

A que se dedicaban los Ruz González

Vegas de Tabaco, cuyo cultivo y cuidado los emigrantes canarios habían transformado en arte y prodigio hasta conseguir la hoja más preciada para las torceduras de los puros habanos.

Caracterización de la Etapa de 1910 - 1915

A partir del 20 de Mayo de 1902 se establece en Cuba un nuevo régimen político la instauración de la República Neocolonial lo cual se caracterizaba por la representación directa de los intereses norteamericanos, realizando una caracterización general de esta etapa podemos decir que existía la concepción política administrativa lo juegos prohibidos, los gobernantes eran de turnos y se manipulaban por el gobiernos de Estados Unidos.

Que Gobierno gobernaba a Cuba

El gobierno que existía en Cuba era administrado por los Estados Unidos.

Situación del Campesino Cubano

La situación del campesinado era crítica púes era el sector más sacrificado, teniendo en cuenta esta situación que padecían los llevó a desarrollar un considerable movimiento huelguístico no obstante la represión era cada vez mayor, lo cual reclamaba aumento de salarios y establecimiento de jornada laboral de 8 horas.

Traslado de la Familia Ruz González

Unos años ante, las Catalinas, tenía el ánimo y la prestancia floreciente de las localidades que lograban a pesar de las achursidades prosperar. Surgió tras los años duros de la guerra, en el 1900, junto al embarcadero del río Cuyagüateje, por donde arribaban los barcos cargados de mercancías que transportaría después los hacía el interior de la provincia o hasta la bahía de guadina, para luego cargar sus espacios vacíos con tabacos en un esplendido trasiego de economía y futuro.
Las cosas se agruparon en torno al promisorio destino y ha la ansiedades de progreso. Sin embargo, la buena fortuna no le acompaño un largo período, porque en 1910 los vientos huracanados del ciclón de los 5 días con su 5 noches, inundaron todos los terrenos, sumergieron en la nada de 700 alma, y arrastraron las reces de los rebaños, los aragos y las caretas, entre el 13 y el 17 de octubre, el mes de las ventistas y las lluvias torrenciales teniendo por los habitantes de todas las Islas. Los aires violentos del ciclón se llevaron la ilusión de la prosperidad. El rió dejo de ser navegable, y los barcos no pudieron adentrarse nunca más hasta allá. La carreta perdió su rumbo hasta la bahía de Guadiana, el puerto más al Oeste, en la costa norte, a donde se encaminaba los mercadeos y no quedó otro remedio que hundirse en la miseria o partir. Ante de la decisión definitiva, vivieron y probaron suerte por un breve período en El Cayuco, un lugar mucho más antiguo que las catalinas, en una zona de explotación forestal, pero tampoco allí las cosas prosperaron y no quedó otra salida que esperanzarse con la oferta de los contratistas recién llegado de Camagüey y Oriente.
El recuerdo de El Cayuco aquel lugar recóndito entre floresta, era tan vago que llegaba ha ser casi inexistante en la memoria de Lina. Era la primera vez que aprendían la marcha con la intención de no volver. Por eso iban todos al mediodía llegó a Santa Clara la ciudad que panchita nunca olvidaría, allí almorzaron para después seguir hacia tama, en Camagüey. El camino de Santa Clara a Camagüey y de allí hasta Santiago de Cuba, lo controlaba otra empresa. La compañía de los ferrocarriles consolidados había concluido la línea central, entre 1900 y 1902 William Van Hornee, andes hombre de negocios y constructor del canadían Pacífic-Ferrocarril Interoceánico de Canadá promotor de la iniciativa para sacar de su incomunicación vastas porciones de los territorios de Camagüey y Oriente, previó la fundación de nuevos centrales azucareros.
Van Hornee realizó sus proyecto en solo 18 meses, apoyado por el gobierno de ocupación militar norteamericano, interesado en apoderarse de Cuba. En tana descendieron del tren porque había empleo en la zafra azucarera. El contratista que lo esperaba, les indico el sendero hasta la pequeña casa donde iban a vivir. Los proveedores de fuerza de trabajo veían en Camagüey y Oriente la tierra de la promoción, y respetaba posibilidades a Occidente, mucho más después de la ruina casi generalizada de los cosecheros de tabaco, tras el ciclón de 1910 en Pinar del Río. Con la epidemia de paludismo en tana decidió trasladarse de una vez para Ignacio, donde quizás podría mejorar. Pero tampoco allí cambió su suerte y se marcho con toda la familia a Hatuey, otros pueblos de casa alineada bajo la simetría de los tejados y la propuesta de los contratistas. Lina no sabía el porque, pero un día cargaron todos sus bártulos y se fueron a las nuevas plantaciones de cañas de azúcar, donde su padre y su tío Perfecto Ruz Vázquez, comenzaron a trabajar con Don Ángel Castro Argiz un español propietario de una fonda y algunas finca por las zonas de Birán]], en Oriente.
Llevaban algún tiempo viviendo en las tierras de Don Ángel Castro cuando aquello ocurrió. Primero se alojaron en lo bajo de la casa grande cuando aún se levantaban paredes y afincaban pilotes, luego, un poco más lejos. El propietario les propuso regresar a Guaro 3 por un breve período, por que las cosas habían empeorado y era preferible evitar males. Lo mismo pasaba en el bando que otros con los ánimos violentos, encendidos.

La forja de su carácter en Birán

Lina miro por entre las rendijas de las tablas de palma con la exaltación propia de quién ve venir los peligros y se dispone a enfrentarlos con temeridad pasmosa. En la familia la creían capaz de cualquier cosa porque con sus 14 años no se le descubría el miedo. Su cuerpo flexible y su mirada de niña no denotaba su entereza de carácter, su vocación de audacias. Esta muchacha, cará, si parece que tiene la fuerza de un rabo de nube, decía el padre mientras fumaba tabaco, un domingo de 1917 por la mañana, cuando acababan de pasar por allí los alzados de La Chambelona con amenazas de arrasarlo todo. La gente llamaba así al movimiento levantisco, por recordarle cierta conga de igual nombre, cantada por los liberales en sus mítines políticos.

Romance con Ángel Castro

Ángel María Bautista Castro Argiz. Padre de los Hermanos Castro Ruz

Por las conversaciones de los mayores de la casa, Lina admiraba a Don Ángel, lo respetaba con una devoción casi religiosa. Cuando lo contemplaba de lejos, sentía una sensación extraña, inquietante y alegre a la vez. Ella era una joven de 19 años y él era un hombre maduro con ímpetus juveniles, a quién los paisanos ponderaban por su rectitud de eucalipto y su callada bondad.
Los jóvenes del lugar lo reconocían atractivo con su estampa imponente, vestido de traje y con sombrero de fieltro, montado en el caballo. La aureola de hacendado generoso propiciaba las cercanías. Todos iban a verlo porque escuchaba siempre y no era difícil hablarle donde fuera, amitad del camino, en la oficina o en el portal de la casa. La espesura de las cejas negra ungían de fuerza la mirada clara. Ellas murmuraban sobre su soledad y le sonreían al saludar. Lina no. No podía explicarlo. Era un sentimiento nuevo, la turdía sin saber que hacer en su presencia. Verlo le dejaba un alborozo galopante en el pecho, que se le salía por los poros y le costaba disimular. A ratos hacía entrega en la casona pero siempre intentaba no dejarse ver desde las habitaciones y los corredores para no encontrarse con él. Don Ángel Castro Argiz no había reparado en ella. La conocía ¿Cómo no?, desde que era casi una niña, pero no había percibido el cambio hasta el amanecer aquel, cuando aspiro de cerca su aroma a madera y reparó en la turgencia leve de los senos y en el contorno delicado de las caderas que las blusa y la falda anchas ocultaban.
Si Don Ángel representaba la autoridad severa y la humanidad personificada, Lina era el vendaval, el genio y la energía. En silencio, el gallego escuchaba a Don Pancho hablar de la muchacha con orgullo, como ejemplo evidente de la valía de su estirpe. La joven montaba con destreza, dominaba los caballos de mejores condiciones. La gente la buscaba para curarse las heridas o los malestares y ella siempre ayudaba dispuesta sin que les temblara las manos era decidida y solo conocía la timidez y la zozobra en asunto de amor.

Unión Matrimonial

Archivo:Lina y Angel.jpeg
Lina Ruz y Angel Castro

Para llevarse a la muchacha, desplegó todas sus ternuras, insistió sin desesperar, recurrió a los misterios de la fascinación, ideó sorpresas, enfrentó los prejuicios y rumores, demostró su filantropía, la acarició con una suavidad inimaginable en aquellas manos ásperas y la condujo por entre el gorjeo susurrante de los tomeguines y los zorzales que tejían el nido en los vericuetos y entre paños de la escalera hacia el altillo, donde se amaron por primera vez una noche de luna creciente, en silencio de la casa de madera de pino, se dedicaron a sacar de las montañas todos los colmenares con abejas de España en cajas de palo huecos a como diera lugar; pero desde que las fincas, Manacas, La Española, María, Las Palmas y Rizo le pertenecían, tenía el firme propósito de fomentarlos en su propiedad, porque siempre haría falta en aquel sitio aislado del mundo, la cera para las velas y la miel para endulzar el café o mezclar con el ron o el aguardiente, un preparado que los cubanos veteranos de la guerra de independencia, vecinos de por allí, reconocía como el mejor remedio para los constipados y las fiebres, en temporada de lluvias.
Lina, su mujer, se perfilaba esbelta a pesar de casi 6 meses de gravidez. Llevaba un vestido malva de talle largo, falda a media pierna, con fajín en la parte más ancha del cuerpo. Tenía puesto zapato de horma ancha, punta redondeada y tacón semibajo, su estatura a pena se alteraba. Como las estrella del cinematógrafo que imponía la moda en los ambientes de la capital, llegaba el pelo en una melena breve y ondulada. Parecía si se alimentaba de pétalos de flores para conservar la delgadez, que en ella era tan natural como la intrepidez en asumir los atrevimientos de la época. Manejaba el ruidoso coche de cranque y pedales de la finca y resultaba una verdadera atracción el pasar del coche resoplando en la celeridad de su carrera con sus bocinazos que espantaban a los perros, los pájaros y las mariposas. Lina observaba las fotografías, sentada en una comadrita en el corredor de la casa, regocijada por las estampas en sepia. No tenían costumbre de bordar ni de tejer.
Su tiempo era todo de Don Ángel, se esmeraba en su amor y sus atenciones, vivía para él. En el espacio reducido y acogedor de la oficina de su esposo, lo rasuraba y le mantenía el pelado según su costumbre, también le servía el almuerzo y la comida, lejos del bullicio grandilocuente del comedor a no ser en día de visitas o grandes ocasiones, cuando Don Ángel cumplía las formalidades de anfitrión en los horarios de siesta mientras él reclinaba la cabeza, Lina lo observaba encandilada por la atracción que ejercía sobre ella, aquella presencia de cedro formidable de un hombre que alentaba pasiones y ternuras insospechadas. Cuando no estaban juntos, dedicaba su energía a la administración de las instalaciones del batey y a otras faenas importantes para él.

Nacimiento de sus hijos

Durante los días finales del embarazo, sin todas esas ocupaciones, soportaba a duras penas el tedio, sentía pasar con lentitud las horas preguntándose si el fruto de sus amores sería hembra o varón, si heredaría la fortaleza de árbol de su padre. Por eso, mientras miraba las fotos, deseaba tener un buen parto y una criatura saludable para constituir una familia y verla crecer plena de dicha al lado de Don Ángel. Sin saber por qué, esa tarde se retiró más temprano que de costumbre a descansar toda la noche se sintió incómoda y estremecida, pero no dijo nada y se dispuso a salir al portar con el amanecer. El día transcurría despacio, demasiado pausado para su deseo de que llegará el alumbramiento de una vez y por todas. Al oscurecer, sintió un flujo caliente y viscoso deslizándose por entre sus piernas. Cuando Justina, la recogedora que vivía en El Jubal confeso su escasa competencia para salvar a la madre y a la criatura, Don Ángel, angustiado, envió por el doctor Strong, un norteamericano empleado en el hospital de la Altamira Sugar Co., del central Alto Cedro, en Marcané en quién puso todas sus esperanzas. La congoja de Don Ángel no tenía límites. En medio de su aflicción, pensaba en Lina como la única mujer capaz de despertarle aquel susurro de viento desbordado que habitaba en él al verla, rozarla, escucharla, amarla en la penumbra del altillo. Ella era su otro yo y no podía creer que en una circunstancia feliz como aquella, la muerte pudiera abrazarla. Vuelta y vuelta daba el sombrero entre sus manos temblorosas, cuando se sintieron pasos cortos, precipitados, y alguien asomó la cabeza por una de las entrepuertas y anunció que la madre y su pequeña hija estaban fuera de peligro.

Nacimiento de Ángela María Castro Ruz

El día 2 de abril de 1923, nació Ángela María Castro Ruz, en una de las habitaciones de la planta baja de la casa, envuelta de los vapores del agua hirviente de las palanganas y la suavidad pulcra de las toallas blanquísimas, el olor a alcanfor, los temblores de Lina, los paseo apurado de la mujer que hacía la limpieza, la presencia circunspecta del médico y el revuelo del padre, pleno de alegría después de tanta inquietudes y sobre salto de espíritus. La niña de de ojos negros y labios finos como lo de su madre, heredo el nombre de su padre, pesó 14 libras y la gente más vieja aseguraba que eso se debía a que Lina había tomado vino durante el embarazo; aún que otros lo atribuían a la leche recién ordeñada del desayuno del amanecer. Tras el parto, Lina no permaneció en cama durante 40 días ni cumplió el fastidio de no lavarse los cabellos, como se recomendaba entonces. Se incorporó pronto para alimentar a la recién nacida con una disposición que tendía a la luz y al aire, se esforzaba por olvidar los encierros, la quietud y el sereno retiro que solía aconsejar la costumbre. Doña Dominga recomendaba la sopa de gallina, la maltina, el cocimiento de bejuco de boniato y la horchata de ajonjolí para la abundancia de leche en los pechos.

Nacimiento de Ramón Eusebio Castro Ruz

Diecinueve meses después volvió a repetirse la historia con el nacimiento de un varón de 13 libra a quién llamaron Ramón Eusebio, a la hora imputo de la 7 de la mañana el día 14 de octubre de 1924. La familia crecía y con ella la casa. La añoranza de Don Ángel por las viviendas de Galicia lo llevaron a plantar una higuera cercana y abrir espacios bajos el entablado del primer piso como refugio insólito para el ganado y las aves de corral, por el instituto de guardarlos de los soplos invernales de la península. Muchas veces repetía a quienes le preguntaban extrañados: “aquí también hay que abrigarlos pero de los huracanes, los tornados, y las crecidas”.

Nacimiento de Fidel Alejandro Castro Ruz

Aún permanecí en vela los rumores de la manigua y estaba por agotarse la luz de los candiles cuando a las 2 en punto de la madrugada del 13 de Agosto de 1926, nació Fidel Castro Ruz un niño vigoroso de 12 libras de peso, que ensanchó sus pulmones a la primera bocanada del aire de los pinares y se dispuso a sus días con la misma vehemencia de vida, pasión de hacer, y exuberancia natural que lo rodearon cuando los haitianitos del batey se apresuraron en la maleza por hojas de yagruma y verbena con que enjaguarlo a esa horas, para la tersura de la piel y los buenos augurios. El niño no rebasaba el borde superior de la baranda del corredor, al asomar la mirada por entre las tablas en cruz distinguió al baquero y reparo en sus esfuerzos al arrastrar algunas penas a Ballena una barra que se resistía a andar con todo el peso de su portentoso vientre y la paciencia de su estampa amenazante. Los hijos dormían juntos a los padres en el altillo donde prevalecía el frescor, el silencio y existía una quietud de modorra, una calma bienhechora, saludable desde los ventanales recubiertos de tela metálica, se behía el techo de zinc de la planta principal de la casa. Al nacer Angelita, Lina la llevó con ella a la habitación de los altos lo mismo izo con Ramón y después con él hasta que los tres crecieron y la casa se pobló de ángeles. Toda su bondad Lina la volcaba en cuidados amorosos y desvelos, sin olvidar sus obligaciones al frente de la casa además sabía cuidar malestares y padecimientos. Lina atendía con esmero a Don Ángel y le indicaba el guisazo de Baracoa una pequeña planta muy buena para los riñones, tanto como el agua de coco según aconsejaban los campesinos acostumbrados por la ausencia de los médicos a curarse con los palos, los frutos y las raíces del monte. Lina defendía la estricta administración del dinero aunque también ella terminaba corriendo con los enfermos asumiendo los gastos de los infelices y ahijados los niños de la localidad.

Nacimiento de Raúl Modesto Castro Ruz

Otras veces recordaba ensimismado las emociones vividas en casa cuando el nacimiento del Raúl Castro Ruz que evocaría con sentimiento de angustia y felicidad. En su imaginación, Fidel volvía a vivir aquel día 3 de Junio de 1931, cuando Don Ángel aquietaba su alarma dándole vueltas entre las manos al sombrero ya había aclarado y aún Lina no había dado a luz. Con la misma lentitud del goteo de rocío, el alumbramiento demoraba despertaban los ruidos cotidiano del batey. Isidra Tamayo pasaba a ratos con las sábanas empapada de sudor, envuelta en el olor de los alcoholes y las lociones desinfectantes, y con una expresión de desconcierto en el rostro. Fidel, sin comprender la dimensión de lo que ocurría permanecía expectante en el corredor y talvez junto a él, Ramón y Angelita.

Nacimiento de Emma Concepción Castro Ruz

A la 1 en punto de la tarde, del 02 de enero de 1935 escucharon el llanto del recién nacido llamada Enma. Isidra dio la nueva noticia con una sonrisa amplia en la que Fidel adivinó la alegría “ambos estaban a salvo “.

Nacimiento Juana de la Caridad Castro Ruz

Lina, casi con la salida de Angelita y Fidel para Santiago, había parido su 5to hijo. Juana Caridad nació el 6 de Mayo de 1933 a las 8 de las noches, cuando los cocuyos comenzaban a encender los faroles de sus ojillos despiertos.

Nacimiento Agustina del Carmen Castro Ruz

Nace el 28 Agosto de 1938, la más pequeña de los hijos de Lina.

La formación familiar

Para la madre Lina Ruz González, sus hijos fueron el altar de sus grandes desvelos y preocupaciones, a ello contribuyó en su tenacidad con mucho estoicismo, hoy se puede apreciar entre sus creencias y costumbres junto a todas sus liturgia y sincretismo un cuadro de Nuestro Héroe Nacional José Martí. En su natal Vuelta Abajo Pinar del Río, propiamente en las Catalinas, cerca del Cuya Guateje sufrió la familia de la reconstrucción del Wueiler su estirpe de cubana y mambisa llevaba en su sangre, expresiva, jaranera, laboriosa y audaz. Se descubría en una persona, la falsedad o la mentira la reprimía con dureza extraordinariamente humana practicando la amistad sincera.

Casa donde vivió el matrimonio entre Lina Ruz y Angel Castro

Era prácticamente analfabeta y como Don Ángel aprendió a leer y a escribir casi sola con mucho esfuerzo y mucha voluntad también. Nunca le oímos decir que hubiese ido a la escuela, fue autodidacta, extraordinariamente trabajadora, no había detalle que escapara a su observación. Era cocinera, médico, guardián de todos sus hijos, suministraba cada cosa que necesitara, paño de lágrima cotidiano ante cualquier dificultad. No los malcriabas, exigía orden, ahorro, higiene. Administraba todo lo cotidiano dentro y fuera de la casa era la económica de la familia.
Nadie supo nunca de donde sacaba tiempo y energía para tanta actividad; no se sentaba nunca, nunca la vimos descansar un segundo en todo el día. Trajo al mundo 7 hijos, nacido todos en aquella casa, asistido siempre por una comadrona. Nunca hubo ni pudo haber allí un médico no existía en toda aquella región, nadie se esforzó tanto para que sus hijo estudiara quería para sus hijos lo que ella no tuvo.
Sin ella nosotros que sentimos siempre el placer de estudio seriamos hoy unos analfabetos funcionales, ella aunque no lo expresaba a cada minuto, adoraba a sus hijos. Tenía carácter, fue valiente y abnegada, supo soportar con entereza y sin vacilación los sufrimientos que algunos de sus hijos le ocasionaban involuntariamente.
Acepto sin amargura La Reforma Agraria y el reparto de aquellas tierras, a la que sin dudas amó. Sumamente religiosa, en su fe y sus creencias, que siempre respetamos encontró consuelo en su dolor de madre, y acepto también con amor de madre la revolución por la que tanto sufrió, sin haber tenido por su origen de humilde campesina pobre la más mínima posibilidad de conocer la historia de la humanidad y las causas profundas que en Cuba y el mundo originaron los acontecimientos que tan de cerca le tocó vivir.

Muerte de Lina

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Panteón donde descansan los restos de Ángel Castro y Lina Ruz

Murió el 6 de Agosto de 1963, tres año y medio después del Triunfo de la Revolución. El 6 de Agosto de 1963 pasa al Estado Cubano la propiedad de la Familia Castro Ruz esta se dedicaron al desarrollo de un Plan Ganadero, instituido con los últimos adelantos científicos y técnicos de la época, así como la construcción de nuestra escuela siendo esta la fuente principal de empleo de los trabajadores de la zona y centro de estudios de nuestros hijos el pueblo agradecido en honor a la memoria de Lina Ruz tierna mujer y madre de destacada figuras de nuestras historias se selecciona la fecha de su muerte como nombre para nuestra escuela y la Granja Pecuaria.

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Fuente

  • Historiador de la Comunidad de Birán
  • Escuela Primaria Seminternado 6 de Agosto