Diferencia entre revisiones de «Sergio "El Curita" González»

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"¡Tiren, que aquí hay un hombre!" Fueron las últimas palabras de desprecio a los torturadores pronunciadas por Sergio González López, El Curita, el héroe clandestino que fuera perseguido con saña por las fuerzas represivas, quienes sabían de su audacia y coraje en la lucha contra el régimen batistiano.  
 
"¡Tiren, que aquí hay un hombre!" Fueron las últimas palabras de desprecio a los torturadores pronunciadas por Sergio González López, El Curita, el héroe clandestino que fuera perseguido con saña por las fuerzas represivas, quienes sabían de su audacia y coraje en la lucha contra el régimen batistiano.  
  
El 19 de marzo de 1958, el combatiente clandestino Sergio González (El Curita) aparece asesinado en el reparto Altahabana.  
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Revisión del 11:39 22 sep 2010

Plantilla:Personaje histórico

Sergio González, "El Curita". Combatiente Revolucionario Cubano, jefe del grupo de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio. Organizó y dirigió la noche de las 100 bombas. Murió asesinado después de ser vilmente torturado.

Biografía

Infancia y Juventud

Nació el 29 de octubre de 1921, en Aguada de Pasajeros, municipio de Cienfuegos.

Durante 9 años realizó estudios eclesiásticos en el Seminario San Basilio El Magno en Santiago de Cuba y San Carlos y San Ambrosio, en La Habana. Por eso le llamarían afectuosamente el Curita. Posteriormente se hace cargo de una pequeña imprenta en la Plaza del Vapor, donde publica un manifiesto con motivo del asalto al Cuartel Moncada. Con este documento se iniciaría en la propaganda revolucionaria. Dirigió los grupos armados del Movimiento 26 de julio de la capital desde su audaz fuga de la prisión de El Príncipe en octubre de 1957 hasta su asesinato el 18 de marzo de 1958.

En Galiano y Reina, donde radica hoy un gran parqueo y una plazoleta, estuvo enclavada la antigua Plaza del Vapor, donde se hallaban numerosos pequeños negocios apiñados en ruinosas construcciones, que fue necesario demoler. Allí, en una modesta imprenta, trabajó Sergio durante varios años y se imprimió clandestinamente una edición de la autodefensa de Fidel, La Historia me Absolverá, cuya distribución en el país antes de que los moncadistas salieran amnistiados en 1955, contribuyó decisivamente a forjar entre las filas del pueblo la vanguardia que años después, bajo su dirección, derrocaría a la tiranía. La imprenta se convierte en un hervidero revolucionario y el 30 de noviembre de 1957el SIM asalta y clausura el local. En mayo de 1957 es apresado en la calle Sol y Egido, fue torturado y de ello quedó sordo del oído derecho, es encarcelado en el Castillo del Príncipe y organiza una huelga de hambre en protesta por los presos en la Isla de Pinos. Escapa del lugar el 22 de octubre de 1957.

Bajo su mando como jefe de Acción, después de su audaz fuga de El Príncipe, procedió a tipificar los objetivos económicos a golpear y dirigió el sonado sabotaje a los tanques de combustible de la refinería norteamericana de la Esso Standard Oil, asociada a la Shell británica en Belot, cuya negra humareda durante varios días mostró a los habaneros que la lucha se reactivaba.

También organizó el sabotaje a la conductora del acueducto, la destrucción de documentos financieros en la Cámara de Compensaciones, el boicot a unidades de la empresa eléctrica y otros lugares. Faustino Pérez, entonces jefe del M-26-7 en la capital, calificaba a Sergio como “el alma organizativa, el activista principal” de esas acciones. “Era un pilar fundamental del Movimiento -añadía- y comandaba una de las fuerzas más aguerridas y audaces.”

La famosa noche de Las Cien Bombas a fines de 1957 la organizó para demostrar que la tiranía no podía controlar la ciudad y exigió a todos que no podía provocar heridos, como no los causó, en la población.

Los órganos represivos lo buscaban con ferocidad para asesinarlo.

Muerte

El once de marzo, en vísperas de su asesinato, se reunió a solas en el parque cerca del cine Mónaco, con Moisés Sio Wong, enviado entonces desde la Sierra Maestra por el Comandante en Jefe, para ordenarle que debía abandonar la capital e incorporarse al Ejército Rebelde. En las montañas orientales Fidel percibía el gran riesgo que corría y conociendo sus méritos, su lealtad y firmeza a toda prueba, trataba de preservarlo para los aún más complejos periodos y batallas que vinieron después.

Sergio, le pidió a Sio Wong, que transmitiera a Fidel , que respetaba sus órdenes pero que aún percatándose del peligro que lo amenazaba, de la difícil situación existente, consideraba que su deber y su lugar de combatir estaban en la ciudad que conocía. Se sentía entusiasmando por el auge que había cobrado la lucha en La Habana en los pocos meses que llevaba al frente de los Grupos de Acción del MR-26-7 y pensaba que su presencia era necesaria en vísperas de la huelga general que se preparaba, imbuido que iba a ser un golpe mortal para la tiranía y no creía que debía abandonar a sus compañeros.

Así se quedó y continuó preparando y organizando a los combatientes. Era sumamente desconfiado con los lugares de reunión clandestinos. Tomaba las precauciones requeridas e insistía y exigía a que todos lo secundaran en esas prevenciones. Sabía lo que dañaba una casa clandestina tomada por la policía a donde podían acudir compañeros confiados y caer prisioneros. Se había fugado meses antes espectacularmente de la prisión de El Príncipe y escapó fracturándose un pie al lanzarse por una ventana de un segundo piso en una casa del Vedado huyendo de un cerco policial.

Cuando le enyesaron el pie y le advirtieron que no podía caminar en varias semanas pues podía correr el riesgo de cojear, con las consecuencias de una ulterior intervención quirúrgica si no tenía paciencia, ordenó al médico ponerle un tacón a la bota y dijo tajante que la Revolución no podía esperar y deambuló así a todos lados. Con su bota, cojeando, preparó en la casa de la Dra. Isabel Rico Arango, las bombas que estremecieron la ciudad la famosa noche de las cien bombas.

Cojeando el día 18 cayó en una trampa montada en la casa de la calle K entre 23 y 21. Lo torturaron y golpearon bestialmente y con saña durante las pocas horas que estuvo detenido. Casi moribundo, con los testículos desgarrados, lo sacaron del Buró en la madrugada siguiente junto a Juan Borrell y Bernardino García, “El Mota.” En un parte oficial se dijo que habían atacado una perseguidora en la avenida Vento, cerca de la línea del ferrocarril hiriendo a un policía y aparecieron los tres alrededor de un árbol cosidos a balazos.

"¡Tiren, que aquí hay un hombre!" Fueron las últimas palabras de desprecio a los torturadores pronunciadas por Sergio González López, El Curita, el héroe clandestino que fuera perseguido con saña por las fuerzas represivas, quienes sabían de su audacia y coraje en la lucha contra el régimen batistiano.

El 19 de marzo de 1958, el combatiente clandestino Sergio González (El Curita) aparece asesinado en el reparto Altahabana.

Fuentes