Categorías (Filosofía)

Categorías (Filosofía)
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Concepto:Conceptos lógicos fundamentales que reflejan los vínculos y las conexiones más generales y sustanciales de la realidad.

Categorías (Filosofía). Del griego “kathgoría”: declaración, testimonio.

En Filosofía, formas de concientización en los conceptos de los modos universales de la relación del hombre con el mundo, que reflejan las propiedades y leyes más generales y esenciales de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento.

Formación

Toda ciencia elabora sus conceptos para reflejar con mayor exactitud y profundidad los objetos que estudia. En el desarrollo de toda ciencia, y gracias al esfuerzo de hombres dedicados a este quehacer, las ciencias han ido creando un conjunto de conceptos en los cuales se apoya para el desarrollo de su saber específico. La filosofía no está ajena a esto y su historia obliga a valorar también el proceso de formación y desarrollo de su sistema teórico. La filosofía estudia y fija con ayuda de las categorías las propiedades, conexiones y relaciones más universales de la realidad objetiva, las regularidades a que obedece su desarrollo, sus principales momentos.

Las categorías de la dialéctica materialista son fruto del conocimiento y la generalización de la experiencia del conocimiento y la práctica de toda la historia precedente de la humanidad. Son los puntos claves, los "peldaños del conocimiento" mediante los cuales el pensar capta en forma lógica conceptual la esencia de las cosas. Ellas reflejan propiedades, conexiones universales de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. De ahí su inmenso valor metodológico, la necesidad de emplearlas en la investigación de fenómenos concretos de la realidad y del pensamiento.

Cada categoría refleja un aspecto del mundo objetivo y todas ellas abarcan convencionalmente, en forma aproximada, la regularidad objetiva, universal de la naturaleza en eterno movimiento y desarrollo. Ellas constituyen un sistema íntegro y sólo pueden ser entendidos como elementos de un determinado sistema. Las categorías no pueden ser interpretadas, en divorcio con las leyes fundamentales de la dialéctica, ellas también constituyen expresión de nexos y regularidades y todas sólo en conjunto pueden ofrecer un cuadro único del mundo al hombre, algunas de ellas se condicionan regularmente a otra en que se manifiestan con ese carácter de nexo regular y expresan a su vez el carácter contradictorio de la realidad. En este caso, algunos autores llegan a considerarlas como Leyes no fundamentales de la dialéctica materialista por el carácter reiterado y relativamente constante de manifestarse.

La doctrina de las categorías apareció en el pasado remoto. En la elaboración de las categorías filosóficas tiene un gran mérito Aristóteles. Para este filósofo, el problema de las categorías constituía ya el problema de la correlación entre el contenido de los enunciados sobre cierto ente y ese mismo ente. Las categorías se han formado en el proceso de desarrollo histórico del conocimiento sobre la base de la práctica social. Permiten al hombre llegar a conocer profundamente el mundo que le rodea.

En la Edad Moderna, la doctrina de las categorías fue desarrollada por los representantes del idealismo clásico alemán. Para Kant, las categorías son formas universales en las que se concibe todo lo que se percibe, formas apriorísticas (prexperimentales), de la contemplación y el raciocinio, de ordenamiento de la experiencia. Hegel entendía las categorías como formas universales de autodesarrollo y autodeterminación del espíritu absoluto. En definitiva, la concatenación de las categorías da tono y ritmo a la historia, que se convierte en plasmación de ellas.

La filosofía burguesa contemporánea, sobre todo el neopositivismo, o bien prescinden de las categorías, o bien las enfocan como formas netamente subjetivas y “cómodas” de organización de la experiencia humana, “depósitos” de los datos de esta última y ciertas formaciones lingüísticas.

Proceso de cognición

El proceso de la cognición de un objeto no es un simple acto mecánico mediante el cual la realidad se refleja en la conciencia del hombre, sino un proceso complejo en virtud del cual se pasa de los datos sensoriales a la abstracción, de lo singular a lo general, etc. Uno de los rasgos más esenciales del pensamiento abstracto consiste en la formación de conceptos, de categorías.

Fuentes

Las fuentes de la doctrina de las categorías se remontan a tiempos lejanos. En la doctrina del vaisheshika, por ejemplo, se hablaba de las categorías de sustancia, de calidad, de acción, etc.

Aristóteles

En la elaboración de las categorías filosóficas, corresponde un gran mérito a Aristóteles, quien enumeró diez, entre ellas las de substancia y calidad. Aristóteles concebía las categorías como géneros fundamentales del ser y estimaba en alto grado su valor cognoscitivo.

Época moderna

Kant

En la Época Moderna, Kant desarrolló la teoría idealista de las categorías. Las categorías, según aquél, son formas apriorísticas de la contemplación y del entendimiento.

Hegel

Hegel examinaba las categorías en su desarrollo dialéctico, pero en su sistema éstas son esencias ideales, peldaños en el desarrollo de la idea absoluta, creadora del mundo real.

Filosofía idealista moderna

En la Filosofía idealista moderna, ante todo en la neopositivista, las categorías o bien se dejan aparte y no se habla de ellas, o son interpretadas como manera puramente subjetiva y «cómoda» de ordenar la experiencia humana. Otros idealistas refieren las categorías a las esencias trascendentes puramente espirituales.

Materialismo dialéctico

Desde el punto de vista de la filosofía marxista, las categorías se formaron en el proceso de desarrollo histórico del conocimiento y de la práctica social. Su base no es la actividad del espíritu, sino el desarrollo de los métodos de actividad material del hombre y de los modos de comunicación.

El Materialismo dialéctico concede gran importancia a las categorías como formas en que se refleja el ser y como puntos de apoyo del conocimiento.

Categorías fundamentales

Las categorías fundamentales del Materialismo dialéctico son:

En su interconexión necesaria, las categorías forman un sistema, que reproduce la interdependencia objetiva, que se desarrolla históricamente, de los modos universales de relación del hombre con el mundo, en los que se reflejan las formas de la existencia de la naturaleza y la vida social.

El número y contenido de las categorías se enriquecen en virtud del desarrollo de la actividad del hombre, en el curso de la cual éste transforma el mundo y lo conoce. Al expresar los nexos sustanciales de la realidad en desarrollo y las leyes del movimiento de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, las categorías deben ser tan móviles y flexibles como lo son los fenómenos que ellas reflejan.

Principio fundamental

El principio básico o fundamental a partir del cual se estructura el sistema de categorías es el de la unidad entre lo histórico y lo lógico, el proceso de la cognición, que va del fenómeno a la esencia, de lo exterior a lo interior, de lo abstracto a lo concreto, de lo simple a lo complejo.

Otras categorías filosóficas

Absoluto y relativo

Categorías filosóficas. Lo absoluto es lo incondicional, independiente, no determinado por nada, irrevocable. Lo relativo caracteriza el fenómeno en sus relaciones y nexos con otros fenómenos, su dependencia de ellos. En su conjunto, la materia en movimiento, no está condicionada ni limitada por nada, es eterna e inagotable, es decir, absoluta. Los innumerables tipos y estados de la materia y las formas concretas de su movimiento, que se sustituyen sin cesar unas a otras, son temporales, finitas, pasajeras, relativas. Cada cosa es relativa, pero es una partícula del todo y en este sentido contiene en sí elementos de lo absoluto; lo que es relativo en una relación, es absoluto en otra, etc.

Abstracto y concreto

(del latín abstractio, aislamiento; concretio, condensación.) Son dos categorías dialécticamente vinculadas entre sí. Lo abstracto es un estado no desarrollado del objeto, un estado en que todavía no se han puesto de relieve por completo todas sus propiedades, todas sus particularidades; en tanto, lo concreto es el objeto en su integridad orgánica, en toda la multilateralidad de sus aspectos y conexiones.

Son relativas las diferencias entre lo abstracto y lo concreto. Si un objeto concreto íntegro es examinado como parte de un sistema más general, tal objeto puede resultar abstracto. Por ejemplo, en cuanto substancia biológica, el hombre es una estructura compleja a la que son inherentes una gran diversidad de funciones, un conjunto de complejos procesos biológicos. Mas si se le examina desde el punto de vista de las relaciones sociales a las que se halla integrado, su naturaleza biológica se verá ya como aspecto abstracto, idéntica en mucho a la de los demás hombres. Lo abstracto y lo concreto ayudan de modo importante a caracterizar el conocimiento teórico acerca de los objetos.

Por abstracto se entiende el conocimiento no completo, unilateral. Este conocimiento refleja distintos aspectos, rasgos y facetas de los objetos concretos, separados de otros de sus aspectos y propiedades. Tal cosa posibilita examinar las propiedades de los objetos en forma pura, al margen de cualesquiera influencias secundarias o casuales. En este caso, sin embargo, los objetos quedan desarticulados, pierden su integridad, la conexión interna de sus partes. En tanto, el conocimiento sólo es verdadero cuando es concreto, cuando considera los objetos y fenómenos de la realidad “en su vida viva”, en la total unidad de sus aspectos. Este análisis concreto no puede ser logrado de golpe: es resultado del movimiento del pensar desde las determinaciones unilaterales, abstractas, del objeto, hasta las determinaciones cada vez más complejas y dialécticamente contradictorias. Este proceso de movimiento del pensamiento es denominado ascensión de lo abstracto a lo concreto. Fue Hegel quien lo describió por primera vez en sus rasgos generales; sin embargo, lo hizo de manera idealista al representárselo como un proceso en el que el pensamiento hace surgir, engendra los objetos concretos mismos. Estos en realidad existen como todo concreto antes de que emerja cualquier conocimiento; mas son reproducidos, reconstruidos mentalmente en el pensamiento en el proceso de ascensión de lo abstracto a lo concreto.

“Lo concreto es concreto porque es la síntesis de muchas determinaciones; es por consiguiente, la unidad de lo diverso. Es por eso que en el pensamiento actúa como proceso de síntesis, como resultado y no como punto de partida; aunque de hecho constituye el punto de partida real y por eso mismo también el punto de partida de la contemplación y la representación”

La reproducción del objeto en el pensamiento como un todo vivo no es la simple suma, la enumeración de las abstracciones que reflejan los diferentes aspectos del objeto. En este proceso es superada su unilateralidad, su aislamiento y se ubican con una lógica tal que refleja el nexo objetivo existente entre los aspectos del propio objeto y el proceso de su desarrollo.

Marx fue quien por primera vez, al analizar la sociedad capitalista, aplicó el método científico de ascensión de lo abstracto a lo concreto. Comenzó este análisis desde la relación abstracta más simple, característica del modo capitalista de producción: el intercambio de mercancías y el valor de éstas. Partiendo de esta “célula económica” elemental pasó a examinar nexos económicos más complejos reflejados en categorías tales como el dinero, el capital, la plusvalía, la ganancia, el precio de producción, la renta, y otras; y así, paso a paso, estudió todo el sistema del capitalismo, mostró “toda la formación social capitalista como algo vivo” (Lenin). De este modo fue presentado el capitalismo como un todo en desarrollo: en el proceso de su nacimiento, evolución y desaparición inevitable. Durante la reproducción del objeto mediante el método de ascensión de lo abstracto a lo concreto se aplican distintos procedimientos del pensar: diversas formas de abstracción, el análisis y la síntesis, lo histórico y lo lógico, y otros. Sin embargo, el conocimiento no se queda en los marcos del solo pensamiento: debe utilizar el material de la observación empírica, remitirse frecuentemente a los hechos reales, a la práctica, sin lo cual no puede obtenerse el cuadro acertado del objeto como todo concreto.

Análisis y síntesis

Análisis (del griego: analysis, de analyo, desatar), es la descomposición de un objeto o de un fenómeno en sus elementos integrantes simples.

Síntesis (del [griego: synthesis, composición) es la reunión de las partes integrantes de un objeto o de un fenómeno en un todo, el examen del objeto en su unidad.

La metafísica opone el análisis y la síntesis como dos principios que se excluyen mutuamente. La dialéctica materialista, en cambio, señala su unidad.

“…el pensar no consiste sólo en la aglutinación de elementos afines para formar una unidad, sino que también puede consistir y consiste en descomponer analíticamente los objetos de la conciencia en los elementos que los forman. Sin análisis no hay síntesis”

Por consiguiente, en el proceso del conocimiento es necesario aplicar tanto el método del análisis como el de la síntesis, que como momentos recíprocamente subordinados forman parte del método de la dialéctica materialista. Por ejemplo, al analizar la estructura del organismo humano, los sabios estudian detallada y minuciosamente cada órgano por separado. Pero, para la comprensión completa y profunda del valor, papel y función de cada órgano, no es suficiente el solo análisis anatómico. Es necesario tomar el organismo como un todo íntegro, como un ser vivo y actuante y estudiar sus partes integrantes en su unidad, en la síntesis.

Autenticidad y veracidad

Categorías de la lógica y de la teoría del conocimiento. La autenticidad (lógica) es la caracterización de las operaciones lógicas (ilación, demostración, definición, clasificación, etc.) independiente del contenido concreto de los actos cognoscitivos en los que se aplican, en particular, del contenido concreto de los enunciados y conceptos objetos de dichas operaciones. Las condiciones de la autenticidad de una u otra operación (formuladas de ordinario en forma de determinadas reglas) se condicionan por su destinación y por las leyes de la lógica.

La veracidad es la caracterización del contenido de los resultados del conocimiento (enunciados, teorías) y significa su correspondencia con la realidad cognoscible (Verdad). Sin embargo, la autenticidad también caracteriza la relación entre el pensamiento y la realidad, pues las formas, de operaciones lógicas y su base –las leyes lógicas– son reflejo de los rasgos y relaciones más generales del mundo objetivo. Esto condiciona la conexión entre la autenticidad y la veracidad en el conocimiento.

La autenticidad es una condición necesaria para lograr el objetivo, en aras del cual se aplica la operación lógica, y en definitiva, condición necesaria de la veracidad de los resultados del conocimiento. Los lógicos y filósofos de orientación idealista (kantianos, adeptos del positivismo lógico y otros), al negar el origen objetivo de las formas y leyes lógicas, interpretan equívocamente la autenticidad, pues ven sus fundamentos en el pensamiento mismo, en la naturaleza, de la razón o en los acuerdos de los hombres sobre el uso de determinadas formas del lenguaje.

Bien y mal

Categorías ético-morales que expresan la valoración de la conducta de los individuos (grupos, clases), así como de los fenómenos sociales desde determinadas posiciones de clase. Se entiende por bien lo que la sociedad (clase dada), considera moral y digno de imitar. El mal tiene un significado contrario: lo inmoral, digno de condena.

La interpretación metafísica de estas categorías se caracteriza por las búsquedas de los fundamentos eternos e inmutables de bien y mal. El idealismo los ve en la voluntad divina o en el espíritu absoluto. Según la teoría ética de Kant, el bien es todo lo que se corresponde con los mandamientos de la ley moral, intrínseca a todo ser pensante, y que no depende de las condiciones de vida del hombre.

Los representantes del materialismo premarxista buscaban generalmente la fuente del bien y mal en la naturaleza abstracta del hombre, en su aspiración al deleite y la felicidad. Entre ellos, hasta los que vinculaban la moral con las condiciones de vida y de educación del individuo, proclamaban eternas e inmutables las representaciones sobre el bien y el mal. De hecho, bajo la “naturaleza humana extrahistórica” siempre se ocultaban los rasgos socialmente condicionados, típicos de los componentes de determinados grupos grandes de personas, clases. Por eso, en la fundamentación del bien y mal, cada pensador defendía en esencia el punto de vista moral de una u otra clase.

La ética burguesa moderna se caracteriza sobre todo, de un lado, por las tentativas de hacer pasar por auténticas y eternas las representaciones del bien y mal dominantes en la moral oficial de la sociedad capitalista y, de otro lado, por la negación de los criterios objetivos del bien y mal. La ética marxista dio la primera fundamentación científica de los conceptos de bien y de mal. “Las ideas de bien y de mal han cambiado tanto de pueblo a pueblo, de siglo a siglo, que no pocas veces hasta se contradicen abiertamente” [1]. Pero estos cambios no son resultado de la arbitrariedad ni dependen tan sólo de la opinión del sujeto. Su fuente son las condiciones de vida de la sociedad, en virtud de lo cual, tienen un carácter objetivo. Los actos de los individuos deben valorarse como bien o mal en dependencia de si contribuyen u obstaculizan la satisfacción de las necesidades históricas de la sociedad en su conjunto, o sea, de los intereses de la clase progresista que expresa dichas necesidades.

En la moral comunista, las nociones sobre el bien y el mal se expresan a través de un conjunto de requisitos morales concretos, que determinan las normas de aquella conducta de los individuos que coadyuva activamente a la liberación de los trabajadores de la explotación, a la edificación exitosa del socialismo y el comunismo, a la causa de la paz y el progreso social.

Infinito y finito

Categorías que expresan los aspectos opuestos pero indisolublemente interconectados del mundo objetivo. Lo infinito caracteriza:

  1. la existencia del mundo en el espacio, la diversidad ilimitada de las estructuras espaciales de la materia, el carácter no cerrado por principio de todos los sistemas materiales;
  2. la existencia del mundo en el tiempo, la increabilidad e indestructibilidad de la materia, la eternidad de su existencia;
  3. la inagotabilidad cuantitativa de la materia en profundidad, la diversidad infinita de sus propiedades, interconexiones, formas del ser y tendencias de desarrollo;
  4. la heterogeneidad cualitativa de la estructura de la materia, la existencia de un sinnúmero de niveles cualitativamente distintos de organización estructural de la materia, en cada uno de los cuales esta última posee propiedades específicas distintas y se subordina a regularidades diferentes.

La intelección teórica de lo infinito no deja de perfeccionarse a medida que progresa el saber científico. En la historia de la ciencia, la atención se acentuaba al comienzo en los aspectos cuantitativos de lo infinito, que se estudiaban por las matemáticas: la cantidad infinita o infinitamente pequeña, la multiplicidad infinita, etc.

El materialismo dialéctico subraya la necesidad de tomar en consideración no sólo los aspectos cuantitativos, sino, también, los cualitativos del mundo real infinito, vinculados con su heterogeneidad estructural y la inagotable diversidad cualitativa de los sistemas materiales.

Lo finito es todo objeto limitado en el espacio y en el tiempo. Toda calidad concreta en el mundo existe dentro de los límites determinados de la medida. Pero lo finito está indisolublemente vinculado con lo infinito. Cada objeto finito es inagotable en su estructura; la materia que origina los objetos finitos es increable e indestructible, existe infinitamente, convirtiéndose, de unas formas, en otras. Así pues, lo finito también incluye en sí lo infinito, lo mismo que este último se configura por un sinnúmero de objetos y fenómenos finitos.

La unidad contradictoria de lo infinito y lo finito hace posible el conocimiento de lo infinito a través del descubrimiento de lo universal y absoluto en las propiedades y leyes del movimiento de la materia: “todo conocimiento auténtico de la naturaleza es conocimiento de lo eterno, de lo infinito...” [2].

Sujeto y objeto

Categorías filosóficas. En un principio (por ejemplo, en Aristóteles), el sujeto se concebía tomo portador de algunas propiedades, estados y acciones; en este sentido, era idéntico al concepto de substancia. Sin embargo, a partir del siglo XVII, el concepto de “sujeto”, lo mismo que el de “objeto” –que le es correlativo– empezaron a emplearse, ante todo, en sentido gnoseológico. Por sujeto se entiende al hombre, que obra y conoce activamente, está dotado de conciencia y voluntad; por objeto, lo dado en el conocimiento o aquello hacia lo que está orientada la actividad cognoscente u otra actividad del sujeto.

Materialismo e idealismo han resuelto de manera distinta el problema de la relación entre el sujeto y el objeto, problema unido a la cuestión fundamental de la filosofía. El materialismo ha considerado el objeto como existiendo independientemente del sujeto, lo ha concebido como mundo objetivo y, en sentido estricto, como objeto de cognición. Sin embargo, el materialismo premarxista no podía resolver científicamente el problema de la relación entre objeto y sujeto, pues veía sus relaciones reciprocas sólo como acción del primero sobre el segundo. Además, el sujeto era concebido como algo pasivo, que sólo recibía la acción exterior. Se tomaba al sujeto como hombre aislado, cuya esencia se veía únicamente en su origen natural. El sujeto permanecía pasivo no sólo en el terreno de la cognición, sino, además, en el de la actividad práctica, ya que el viejo materialismo no podía comprender el carácter, objetivamente sujeto a ley, de la actividad del hombre, que persigue sus fines subjetivos.

El punto de vista del idealismo sobre esa cuestión es opuesto. Los idealistas inferían sólo de la actividad del sujeto la interacción entre sujeto y objeto, así como la existencia misma del objeto, intentando en este plano explicar el papel activo del sujeto en el conocer. El idealismo subjetivo, además, entendía el sujeto como unidad de la actividad psíquica del individuo, y eliminaba el objeto, concebido sólo como conjunto de estados del sujeto. Son valiosas las conjeturas del idealismo objetivo, especialmente de Hegel, relativas al papel de la práctica en la relación entre sujeto y objeto, a la dependencia en que esta relación se halla respecto de la historia, a la naturaleza social del sujeto. Ahora bien, al conferir valor absoluto a la actividad gnoseológica del sujeto, como es inherente al idealismo, se llegó a la conclusión de que el objeto es resultado y producto de la actividad del sujeto, al que se entendía, por añadidura, como ser o substancia puramente ideal.

El materialismo dialéctico parte de que el objeto existe con independencia del sujeto, pero a la vez los considera formando una unidad. El sujeto mismo en otra relación es objeto, por lo cual se subordina a las leyes objetivas. De ahí que no exista un abismo de principio entre sujeto y objeto. La base de su interacción se halla constituida por la práctica histórico-social de la humanidad, y sólo partiendo de semejante práctica es posible llegar a comprender la actividad gnoseológica del sujeto. Esto significa que el hombre pasa a ser sujeto sólo en la historia, en la sociedad; por ende, no es un individuo abstracto, sino un ser social, cuyas facultades y posibilidades han sido formadas, en su totalidad, por la práctica. Aun siendo una fuerza activa en la interacción del sujeto con el objeto, el hombre depende, en su actividad, del objeto, dado que éste establece determinados límites a la actividad libre del sujeto. Así surge la necesidad de conocer las leyes del objeto para poder concordar con él la actividad del conocimiento. La acción del sujeto, asimismo, se encuentra condicionada objetivamente por sus necesidades y por el nivel a que haya llegado el desarrollo de la producción. En dependencia de tal nivel, así como del grado de conocimiento de las leyes objetivas, el hombre se fija fines conscientes, y en el transcurso de la consecución de dichos fines, se modifican tanto el objeto como el sujeto mismo.

A medida que la sociedad avanza, aumenta progresivamente el papel de los factores subjetivos, sobre todo bajo el socialismo, donde el desarrollo social es controlado por el hombre, lo cual no significa, naturalmente, que se modifiquen los fundamentos de la relación entre sujeto y objeto.

Parte y todo

Artículo principal: Parte y todo (Filosofía)

Categorías filosóficas que expresan la relación entre el conjunto de objetos (o elementos de un objeto), y el nexo que los une y conduce a la aparición en el conjunto de nuevas propiedades y regularidades no inherentes a los objetos aislados. A través de este nexo se manifiesta el todo, respecto al cual los objetos por separado constituyen las partes.

Las categorías de la parte y el todo caracterizan también el avance general del conocimiento, que de ordinario comienza por una representación general sobre el todo, luego pasa al análisis, a la desintegración del todo en partes y culmina con la reproducción del objeto en el pensamiento en forma del todo concreto. El problema de la parte y el todo fue planteado en la antigüedad (Platón, y, sobre todo, Aristóteles), y desde aquel entonces se estudia por todas las corrientes filosóficas de importancia.

Las corrientes materialistas, orientadas a la ciencia, estaban ligadas, por lo común, con la comprensión mecanicista del todo copiada de la mecánica (y más tarde, de la física clásica). En cambio, las concepciones idealistas hacían hincapié en la irreductibilidad del todo a la suma de las partes; en calidad de auténticamente íntegras sólo se estudiaban los productos de la actividad espiritual, mientras que las formaciones materiales se interpretaban como agregados mecánicos, muertos. Esta fue, en particular, la base de la contraposición del saber filosófico y el saber científico. La filosofía clásica alemana (Schelling, Hegel) distingue entre el todo inorgánico (mecánico) y el orgánico (en autodesarrollo), pero este último sólo se liga al desarrollo del espíritu, y no de la materia.

Reinterpretando con espíritu crítico las tradiciones de la filosofía clásica alemana, Marx formuló los principios del estudio del todo orgánico: método de ascenso de lo abstracto a lo concreto, comprensión dialéctica del análisis, y síntesis, etc. Marx fundó también la metodología de la investigación científica de la sociedad como un todo. Al mismo tiempo, el materialismo dialéctico sintetiza los datos de las concepciones y disciplinas teóricas basadas en un enfoque integral de los objetos.

El nuevo enfoque permitió explicar racionalmente la dialéctica de la parte y el todo. Se mostró no sólo teóricamente, sino también por vía experimental que en el caso de los objetos complejos, el todo es irreductible a la suma de las partes. El todo se caracteriza por nuevas cualidades y propiedades no inherentes a las distintas partes (elementos), pero que surgen en virtud de su interacción en un sistema determinado de concatenaciones. Esta peculiaridad de cualquier formación íntegra, que puede llamarse propiedad de la integratividad, es un importantísimo rasgo general de todas estas formaciones, que permite comprender también los demás rasgos específicos del todo. Se refieren a ellos: el surgimiento de lo nuevo en el proceso de desarrollo; la aparición de nuevos tipos de integridad; el nacimiento de nuevos niveles estructurales y su interdependencia jerárquica; la división de los sistemas íntegros en orgánicos e inorgánicos, basada en que las propiedades de las partes de un sistema inorgánico (átomo, molécula, &c.), aunque reflejan la naturaleza del todo, se determinan, no obstante, por la naturaleza interna de las partes, mientras que las propiedades de las partes de un sistema orgánico (sistemas orgánicos y mecánicos), por ejemplo, de los objetos biológicos y sociales, se determinan enteramente por las propiedades del todo. Los componentes de un todo orgánico, siendo productos del desarrollo de éste, no pueden ser disociados del mismo como partes externamente aisladas sin que pierdan su nueva naturaleza.

El conocimiento contemporáneo resuelve también la famosa paradoja cognoscitiva: ¿cómo podemos conocer el todo antes de las partes, si esto supone conocer las partes antes del todo? La solución de esta paradoja tiene como base la unidad dialécticamente comprendida entre el análisis y la síntesis. El conocimiento del todo y de las partes es un proceso simultáneo: al discriminar las partes, las analizamos como elementos del todo dado, mientras que gracias a la síntesis, el todo aparece como dialécticamente desintegrado y compuesto por las partes.

Teoría y práctica

Categorías filosóficas que designan los aspectos espiritual y material del proceso histórico-social único de conocimiento y transformación de la naturaleza y de la sociedad.

La teoría es la experiencia de los hombres generalizada en la conciencia, es el conjunto de conocimientos acerca del mundo objetivo; es un sistema, relativamente independiente, de conocimientos concatenados por la lógica interna de los conceptos, que reproduce la lógica objetiva de las cosas. A diferencia del viejo punto de vista empírico y positivista (en particular pragmático), la filosofía marxista no concibe la práctica como experiencia sensorial subjetiva del individuo ni como acción llevada a cabo exclusivamente por motivos subjetivos.

La práctica es la actividad del hombre que asegura la existencia y el desarrollo de la sociedad, es ante todo, el proceso objetivo de la producción material, base de la vida de los hombres, y también la actividad revolucionaria y transformadora de las clases, así como toda otra forma de actividad social que conduce a la transformación del mundo. El experimento científico es también una de las formas de la práctica. Teoría y práctica se encuentran en indisoluble unidad, no existe la una sin la otra y se influyen recíprocamente sin cesar. La base de dicha interacción es la práctica. La práctica de la producción social es la que, precisamente, engendra la conciencia y la determina en cada etapa de desarrollo, a la vez que, con ello, determina la aprehensión teórica de la realidad.

El hombre actúa de manera consciente, comprendiendo de uno u otro modo la realidad. Ello no significa que en sus actos se guíe directamente por alguna teoría científica rigurosamente consecuente. Pero su actividad siempre se halla orientada por un determinado conjunto de conocimientos. En la aurora de la historia humana, la única forma en que tales conocimientos podían existir era la de la “conciencia ordinaria”, única e indivisa. La comprensión de los hábitos de trabajo, la generalización empírica de los resultados de la acción y de las observaciones, las tradiciones y creencias, el reflejo fiel o fantástico del ser social, toda esa “teoría” no constituía un sistema lógico y armónico de conceptos, no era una reproducción científica de las leyes objetivas de la realidad. En cambio, su nexo con la práctica era tan completo, que dicha “teoría” se hallaba directamente “entretejida” con “el lenguaje de la vida real”, con el quehacer práctico de las personas.

Al producirse la división del trabajo en intelectual y físico, la teoría y la práctica se bifurcan hacia distintos polos sociales. Siguen dependiendo una de la otra y continúan influyéndose recíprocamente, pero se convierten en formas hasta cierto punto independientes del hacer social. «…Desde este instante, se halla la conciencia en condiciones de emanciparse del mundo y entregarse a la creación de la teoría “pura”, de la teología “pura”, de la filosofía y la moral “puras”, etc.» [3].

La aparición de la teoría “pura” constituyó uno de los saltos revolucionarios más importantes en la historia de la humanidad. El desarrollo de la investigación teórica, la forma lógico-abstracta de la teoría “pura”, permitieron al hombre penetrar hondamente en la esencia de los fenómenos naturales, crear una imagen científica del mundo, imagen que se encuentra en constante desarrollo. Por otra parte, para los sabios mismos el nexo entre la teoría y la practica dejó de ser tan patente. Esta circunstancia, unida a la concepción individualista del mundo propia de la sociedad en que impera la propiedad privada, hizo que surgieran diversas ilusiones: desde el criterio de que la cognición es un acto de pasiva contemplación individual del “teórico” sobre el medio que lo circunda hasta los sistemas filosóficos idealistas que entienden la conciencia teórica como creador de la realidad. “Desde este instante, puede ya la conciencia imaginarse realmente que es algo más y algo distinto que la conciencia de la práctica existente…” [4].

El modo capitalista de producción, que ha socializado el trabajo y desarrollado fuerzas productivas nunca vistas anteriormente, crea las premisas objetivas para superar el divorcio entre la teoría y la práctica, y se incrementa inconmensurablemente el papel de la teoría no sólo en el proceso de la producción. También el movimiento práctico de las masas orientado a liquidar la propiedad privada se une a la avanzada teoría marxista, la cual descubre las leyes objetivas de la sociedad y dirige toda la actividad del partido del proletariado al logro de un fin científicamente comprendido: el comunismo.

Liberado el trabajo, liquidados los antagonismos de clase, borrado el límite entre trabajo intelectual y trabajo físico, se eliminan asimismo la escisión y la contraposición entre teoría y práctica. La teoría que ha conquistado a las masas se convierte en una fuerza material. Las fuerzas productivas nuevas y poderosas que han cobrado vida gracias al trabajo libre en bien de todos, exigen la participación directa de la teoría científica en el proceso de la producción. Y la ciencia, como forma superior de la actividad teórica, al convertirse en un aspecto necesario de los hábitos del trabajo mecanizado y automatizado, se convierte ella misma en fuerza productiva. Tan sólo el advenimiento de la auténtica historia de la sociedad humana revela de manera patente la esencia del proceso único –histórico-social, práctico y teórico– en virtud del cual el hombre conoce y transforma la naturaleza y la sociedad.

Posibilidad y realidad

Artículo principal: Posibilidad y realidad (Filosofía)

Posibilidad es lo que no es todavía una realidad y que puede llegar a serlo existiendo determinadas condiciones. Realidad es una posibilidad ya lograda. Hay que distinguir entre la posibilidad formal, vana, y la posibilidad real. Desde el punto de vista de la posibilidad formal, "todo" es posible": es posible que la luna caiga sobre la tierra, que el sultán turco se convierta en papa romano, etc. La posibilidad formal, o abstracta, es una posibilidad que no brota, ni remotamente, de la presencia de condiciones objetivas y no puede transformase en realidad.

Los socialistas utópicos, por ejemplo, construían sus cálculos sobre la posibilidad de realizar el socialismo sin la lucha de clases. Pensaban que sólo había que convencer a reyes y príncipes de las ventajas del socialismo y estos ayudarían a realizar los ideales socialistas. A diferencia de la posibilidad formal, la posibilidad real es la que tiene causas objetivas y que bajo ciertas condiciones tiene que realizarse necesariamente, esto es, transformarse en realidad. Hay que distinguir rigurosamente entre la posibilidad y la realidad.

Conclusiones

Las categorías de la filosofía marxista, como de toda otra ciencia, no constituyen un sistema cerrado e inmutable. El número y contenido de las categorías se enriquecen en virtud del desarrollo de la actividad del hombre, en el curso de la cual éste transforma el mundo y lo conoce. Al expresar los nexos sustanciales de la realidad en desarrollo y las leyes del movimiento de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, las categorías deben ser tan móviles y flexibles como lo son los fenómenos que ellas reflejan.

Bibliografía

Referencias

  1. "C. Marx, F. Engels, t. 20, p. 94"
  2. C. Marx y F. Engels, t. 20, pág. 549
  3. C. Marx y F. Engels, t. III, pág. 30, La ideología alemana“, E.P.U., 1959, pág. 31
  4. C. Marx y F. Engels, t. III, pág. 30, La ideología alemana“, E.P.U., 1959

Fuentes