Claves para la comprensión de las palabras a los intelectuales de Fidel Castro

Claves para la comprensión de las Palabras a los intelectuales de Fidel Castro
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El texto reafirma, conceptualmente, la libertad que tiene el artista para crear su propia obra según la tendencia estética de su gusto y la libertad que tiene el gobierno nacional de tener un órgano profesional altamente calificado que facilite discernir lo que es útil y oportuno a la Revolución desde el punto de vista artístico.
Tipo de textoHistórico y Político
Creación1961
PaísCuba
UbicaciónCuba
AutoresMiembros de la Comisión Redactora
FunciónConsiderado uno de los documentos rectores de la política cultural de la Revolución, la intervención de Fidel como resumen de las reuniones efectuadas durante los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, en el Salón de actos de la Biblioteca Nacional “José Martí” de La Habana, ante destacadas figuras de la intelectualidad, resulta hoy, 60 años después, un texto enigmático para aquellos que entonces no habían nacido.

Claves para la comprensión de las palabras a los intelectuales de Fidel Castro. Documento que el tiempo ha relegado al olvido las circunstancias concretas en que fue trazada la política cultural de la Revolución Cubana. En más de un sentido, la lectura de las Palabras a los intelectuales de Fidel Castro resulta enigmática para las nuevas generaciones que no vivieron los contradictorios, pero fundacionales, años sesenta. Este texto alude a conflictos generacionales, discrepancias teóricas y enfrentamientos ideológicos entre los intelectuales sin que se expliciten los hechos ni se nombren las figuras implicadas.

Texto enigmático

Considerado uno de los documentos rectores de la política cultural de la Revolución, la intervención de Fidel como resumen de las reuniones efectuadas durante los días 16, 23 y 30 de junio de 1961, en el Salón de actos de la Biblioteca Nacional “José Martí” de La Habana, ante destacadas figuras de la intelectualidad, resulta hoy, 60 años después, un texto enigmático para aquellos que entonces no habían nacido.

Perdido en el tiempo el referente histórico y olvidadas algunas de las figuras protagonistas de estos hechos, es preciso buscar y decodificar ciertas claves que permitan a los jóvenes una mejor comprensión de este documento, cuya trascendencia en el desarrollo de la cultura nacional revolucionaria, es indiscutible.

Las circunstancias que rodearon ciertos hechos que habían tenido lugar en los dos primeros años de la Revolución en el poder, no se explicitan porque eran sobradamente conocidos en el momento en que se produce este encuentro. Tampoco se mencionan por su nombre figuras a las que se alude, porque el auditorio sabía a quiénes se estaba refiriendo. El contexto, del dominio público entonces, no queda claro para el lector joven.

El texto en su contexto

En su momento, resultó un documento transparente porque evidenciaba las profundas contradicciones propias de un proceso que removía desde sus cimientos todas las estructuras de la sociedad y el pensamiento, y porque planteaba, además, cuál sería la posición del Estado cubano respecto a los intelectuales y a la creación artística.

Fidel comienza su intervención pidiendo disculpas por no haberse reunido antes con los intelectuales, sin embargo, plantea que:

“(…) esta discusión _ que quizás el incidente a que se ha hecho referencia aquí reiteradamente contribuyó a acelerar_ ya estaba en la mente del Gobierno”
Fidel[1]

Primer enigma

¿A qué incidente se refiere? Quizás, por lo muy discutido, obvia mencionarlo. Más adelante, sin aclarar que se trata del incidente que aceleró esta reunión, dice:

“Se discutió mucho el problema de la película. Yo no he visto la película, aunque tengo deseos de ver la película, tengo curiosidad por ver la película. ¿Qué fue maltratada la película? En realidad creo que ninguna película ha recibido tantos honores y que ninguna película se ha discutido tanto.
Fidel[2]

¿A qué película se refiere? En el documento no se menciona el título, ni el asunto ni el realizador. Pocos saben que se trata de una producción independiente realizada por Sabá Cabrera Infante y Orlando Jiménez Leal, titulada “PM.” que ofrecía una alegre visión de la disipada vida nocturna en casinos y night club habaneros, en pleno año 60.

La película nunca fue exhibida en los cines porque los funcionarios de cultura la consideraron incongruente con la nueva realidad que se estaba viviendo. Guillermo Cabrera Infante aprovechó el veto para gritar a los cuatro vientos que la revolución impedía la libertad de expresión en la creación artística. Algunos intelectuales le hicieron el juego, y otros, confundidos, se replegaron con escepticismo. La situación, que llegó a tornarse crítica, obligó a Fidel a dar una respuesta a las inquietudes crecientes de los intelectuales. Este incidente resultó el detonante para que se convocara la reunión y determinó el carácter rector del documento a partir de su intervención.

Ante la inquietud de los escritores y artistas, Fidel deja claro que la Revolución, que había traído la libertad al pueblo, no podía ser contraria, en esencia, a las libertades. Que no tenía razón de ser y era innecesaria, la preocupación de los intelectuales acerca de la libertad de expresión, cuando lo que realmente debía importar era la Revolución misma.

Segundo enigma

¿Por qué la Revolución debía ser lo más importante? Porque estaba seriamente amenazada. El lector joven quizás no recuerde que el año 61 resultó uno de los más convulsos de nuestra historia revolucionaria. A la serie de sabotajes en las zonas urbanas, al incendio de centros comerciales y cañaverales en áreas rurales, agresiones a los guardafronteras y la invasión de Girón, se había sumado la reacción interna con alzamientos en el Escambray y otras zonas montañosas, así como el surgimiento de grupúsculos contrarrevolucionarios apoyados y financiados por el gobierno norteamericano y la CIA, en un intento desesperado por aniquilar la Revolución. La respuesta del Estado cubano fue declarar el carácter socialista de la Revolución y situar a miles de hombres sobre las armas. Se había establecido un estado de alerta continuo y el pueblo estaba en pie de guerra.

De ahí que Fidel plantee que la primera preocupación de un cubano, intelectual o no, debía ser:

“¿Qué peligros pueden amenazar a la Revolución, y qué podemos hacer para ayudar a la Revolución? en vez de estar alarmados con la presunta asfixia de las libertades en la creación artística.””
Fidel[3]

En este momento histórico en que la patria era continuamente provocada y agredida, el gobierno no podía ofrecer a la intelectualidad cubana otra respuesta a sus inquietudes: pide el respaldo, el apoyo, no solo de los intelectuales, sino también de todo el pueblo. Evidentemente, no hay referencia alguna a esta situación histórica en el documento porque se consideraba una realidad bien conocida a través de los medios de difusión de la época.

Tercer enigma

En el documento, pese a que Fidel considera la discusión instructiva y amena, hay referencias a enfrentamientos acalorados entre los intelectuales. En un momento dice:

“¿Y que ha habido guerras y guerritas aquí entre los escritores y artistas? ¿Quién lo duda? ¿Y que ha habido críticas y super-criticas? ¿Quién lo duda? ¿Y que algunos compañeros han probado sus armas a costa de otros compañeros? ¿Quién lo duda? Aquí han hablado los heridos, expresando su sentida queja contra lo que consideraron como ataques injustos (...). que se les hubiese atacado con cañones de grueso calibre sin poder siquiera ripostar al fuego,”
Fidel[4]

¿A qué guerra se refiere? ¿Qué se critica? ¿Quién critica a quién? ¿Quiénes son los heridos? ¿A qué injusticias se refiere? Nada de esto queda claro para el lector joven ajeno al panorama intelectual cubano de los años sesenta.

En esta etapa, “de gran indecisión y al mismo tiempo de cierta violencia”[5], como la calificara José Antonio Portuondo, la creación artística pasaba por un duro momento de interrogantes y tanteos con reales aciertos y no pocos desaciertos.

Panorama cultural

Uno de los más lamentables incidentes que se produjeron en esta etapa fue la polémica generacional y estilística entre los artistas y escritores ya consagrados antes del triunfo de la Revolución y los más jóvenes, que pugnaban por alcanzar un espacio dentro de la cultura cubana.

Entre los más jóvenes, a pesar de haberse identificado, aparentemente, con la Revolución, no existía unidad de criterios políticos ni estéticos. La falta de una clara filiación ideológica y la incoherencia filosófica hicieron sumamente difícil el diálogo entre ellos y los de reconocida trayectoria, así como el diálogo entre ellos mismos. El encuentro entre estos grupos, deseosos ambos de llevar adelante el arte y la cultura revolucionaria, solo que, por diversos caminos, resultaría contradictorio.

Suplemento cultural Lunes de Revolución

Lunes de Revolución, es el medio a través del cual se expresarían estas contradicciones fue el suplemento cultural del periódico Revolución, que circulaba cada lunes, dirigido por los más jóvenes, erigidos como la vanguardia artística de la cultura revolucionaria. El grupo de Lunes estuvo encabezado, en su primer momento, por Guillermo Cabrera Infante, como Director, y Pablo Armando Fernández, como Sub-director, nucleaba a figuras como Antón Arrufat, José A. Baragaño, Virgilio Piñera, Rolando Escardó, Edmundo Desnoes, Rine Leal, Ambrosio Fornet, César López, Lisandro Otero, Pedro de Oraá, Heberto Padilla, Jaime Sarusky, Humberto Arenal, Fayad Jamis, Roberto Fernández Retamar, entre otros.

Este suplemento, que viera la luz el 23 de marzo de 1959, si bien realizó un meritorio trabajo de divulgación y acercamiento a las más novedosas expresiones del pensamiento y el arte universal, incurrió en el error de negar la producción artística nacional anterior al triunfo revolucionario, por considerarla expresión de un pasado que había que extirpar de raíz.

Extremismo

Los de “Lunes de Revolución” llegaron a considerarse el punto de partida de la cultura nacional y, al respecto, sostenían que, si el arte del siglo XIX había surgido en condiciones de colonia y el del siglo XX, hasta 1959, en condiciones de neocolonia, la verdadera cultura cubana nacía con la Revolución y, por tanto, con la obra que ellos mismos estaban haciendo. La creación artística anterior carecía, a su juicio, de todo valor.

Sobre esta base, inician un proceso de revisión y cuestionamiento del arte precedente que se tornó en muchos casos virulento. Negando toda herencia cultural, arremetieron furiosamente contra dos blancos: Jorge Mañach, contradictorio intelectual que no entendía ni aprobaba el naciente proceso revolucionario, y el grupo “Orígenes”, en particular su principal animador, José Lezama Lima.

El enfrentamiento a los “origenistas” fue un motivo recurrente del semanario. Se les acusaba de haber vivido de espaldas a la realidad nacional en medio de la sangrienta dictadura, sin comprometer su obra, en la que aparece solo el “Yo” y nunca el “Nosotros”. Resulta casi imposible encontrar en las páginas de “Lunes” un artículo referido a la Literatura Cubana en el que no se ataque a algunas de sus figuras o no se critique su estilo. En la raíz de estos ataques hubo de todo: una red de complejas motivaciones que fueron desde la inevitable lucha generacional, el rechazo de una estética no compartida, un desmedido afán de notoriedad, hasta antiguas rencillas personales.

Los de “Lunes” hicieron gala de un celo desmedido por la pureza de la Revolución, y su deseo de ayudar a toda costa los condujo a actitudes extremistas que, en ese momento de radicales transformaciones, se consideraban correctas. Sin embargo, la prueba de que en ellos no siempre hubo mala fe, es que prácticamente casi todos los que fundaron “Lunes” hoy han sido reconocidos con el Premio Nacional de Literatura.

Crítica destructiva

En términos generales puede afirmarse que el grupo de “Lunes” no fue justo en el ejercicio de la crítica, que fue siempre mordaz e incisiva. Desde sus páginas se practicó la injuria, el improperio y la calumnia, en nombre de la eficacia y de la firmeza revolucionaria. Con ello los jóvenes intelectuales querían demostrar una intransigencia y una combatividad agresiva e injustificada, desde el poder, con la que parecían disfrutar. Hubo alusiones personales, tono burlón e irónico, generalizaciones injustas, irreverencia a los valores tradicionales, todo cuanto podía agredir y lastimar a los que no tenían, en ese momento, acceso a los medios de difusión, y por tanto, no podían defenderse de las acusaciones.

Esta fue la guerra entre los intelectuales a la que alude Fidel en el documento. Por eso en su intervención nuestro líder plantea:

“La Revolución no le debe dar armas a unos contra otros, y nosotros creemos que los escritores y artistas deben tener todos la oportunidad de manifestarse (…) deben tener un magazine cultural amplio, al que todos tengan acceso”[6]. Con relación a la dureza de la crítica ejercida, sin mencionar textos ni figuras, pero evidentemente conociendo los conflictos existentes, precisa que “El espíritu de la crítica debe ser constructivo, debe ser positivo y no destructivo.”
Fidel[7]

Lección ética

Estos intelectuales de Lunes, que creían ser la vanguardia de la intelectualidad revolucionaria y tenían el poder que ofrece disponer de un medio de expresión, lejos de ayudar a la cohesión de escritores y artistas, estaban sembrando la discordia en un momento crucial de la naciente Revolución. Sin mencionar tampoco nombres ni situaciones, Fidel ofrece en su intervención una lección ética de modestia y honradez cuando dice:

“(…) debemos empezar por situarnos en la posición honrada de no presumir que sabemos más que los demás, de no presumir que hemos alcanzado todo lo que se puede aprender, de no presumir que nuestros puntos de vista son infalibles y que todos los que no piensen igual están equivocados. (…) En realidad, ¿qué sabemos nosotros? Todos estamos aprendiendo.”
Fidel[8]

En el documento no faltan las referencias a los planes de desarrollo de la cultura sobre los que ya se estaba trabajando. Fidel habla de la necesidad de llevar las diferentes manifestaciones artísticas hasta los lugares más intrincados de la Isla, de cómo era preciso elevar la instrucción del pueblo con cursos de seguimiento y superación después de la Campaña de Alfabetización, de las escuelas que formarían instructores de arte, de la Escuela Nacional de Arte en proyecto, de la creación del ICAIC, del movimiento editorial en todo el país. Lo fundamental era hacer del arte un verdadero patrimonio del pueblo. El tiempo ha demostrado que estos planes no solo se cumplieron, sino que se multiplicaron y extendieron como parte de lo que más tarde se llamó Batalla de Ideas.

Salvar la historia

El documento termina de manera magistral aludiendo a la responsabilidad histórica de los escritores y artistas en medio de un proceso revolucionario. Su deber no era ser solo simples espectadores, sino partícipes directos de un fenómeno que, desde 1961, ya Fidel consideraba un acontecimiento histórico que pasaría a la posteridad. Con su visión profética avizora que:

“Si a un hombre dentro de cien años le dicen que un escritor, un intelectual de esta época, vivió en la época de la Revolución y no fue parte de ella, y no expresó la Revolución, y no fue parte de ella, será difícil que lo comprenda, cuando en los años venideros habrá tantos y tantos que quieran pintar la Revolución, y quieran escribir sobre la Revolución, y quieran expresarse sobre la Revolución, recogiendo datos e informaciones para saber cómo fue, qué pasó, cómo vivíamos… ”
Fidel[9]

Por eso destaca el privilegio que constituye ser testigo presencial de una revolución, y termina por invitar al auditorio:

“¿Quién puede escribir mejor que ustedes sobre el presente?” y detrás de esta interrogante nos parece escuchar el eco imperativo de Martí, que ya en 1881 en uno de sus Cuadernos de Apuntes, ordenaba: “¡Salvemos nuestro tiempo: grabémosle, cantémosle: ¡heroico, miserable, glorioso, rafagoso, confundido! Hagamos la historia de nosotros mismos, mirándonos en el alma, en la de los demás, viendo en sus hechos!”

Finalmente, deja claro que no hay que temer a ese supuesto juez autoritario, verdugo de la cultura, fabricado en el marco de esas reuniones, sino a jueces más temibles: las generaciones futuras que serían las encargadas de decir la última palabra.

Salvar la cultura

El conocimiento de estos referentes circunstanciales: contexto histórico y panorama cultural cubano, son esenciales. Constituyen las claves indispensables para la comprensión de este documento histórico. El joven debe saber cuáles son las raíces que sustentan ese presente en que vive. Hoy, 60 años después, apreciamos con orgullo los frutos: lo mejor de la intelectualidad cubana ha dejado en la literatura, la plástica, el cine y la prensa la obra de la Revolución; ha tomado el pulso del pueblo en medio de un tiempo nuevo lleno de cambios, de contradicciones; ha registrado la vida cotidiana, los reveses y las victorias, las alegrías y las penas. Se está salvando, pues, la cultura que, como sabemos, es salvar la Revolución y nuestro tiempo.

Referencias bibliográficas

Fuentes

  • Invetigadora y Autora: Carolina Cristina Gutiérrez Marroquín
  • Aguirre, Mirta. (1959). Pólvora en salvas. En Hoy (domingo). La Habana, diciembre 13.
  • Baragaño, José A. (1959). La situación intelectual en Cuba. En Revolución, La Habana, marzo 5.
  • Bolívar, Eduardo. (1959). Retrato del intelectual como joven aldeano. En Lunes de Revolución no.14 La Habana, junio 15.
  • Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba. La Habana. (1980). Diccionario de la Literatura Cubana.
  • Editorial: Una posición. Haciendo lo que es necesario hacer. En Lunes de Revolución. La Habana, abril 6 de 1959
  • Hart Dávalos, Armando. (2001). Ética, cultura y política. Centro de Estudios Martianos. La Habana.
  • Mesa de la Fe, Ana Gloria. (1985). Notas sobre la crítica literaria en Lunes de Revolución. En Anuario de Lengua y Literatura no. 16. Instituto de Literatura y Lingüística. La Habana.
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  • Política Cultural de la Revolución Cubana. Documentos. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1977.
  • Portuondo, José Antonio. (1980). Itinerario estético de la Revolución Cubana. En Revolución: letras y arte. Editorial Letras Cubanas. La Habana.
  • Corrientes literarias en Cuba. En su Teoría y crítica de la Literatura. Editorial Nueva Imagen. S.A. México, 1984.
  • Prieto, Abel. (1983). La crítica literaria en la Revolución. Ponencia presentada en el II Forum de la Literatura Cubana. La Habana,
  • Rodríguez Rivera, Guillermo (2007). Por el camino de la mar o Nosotros, los cubanos. Ediciones Boloña. Colección Raíces. Publicaciones de la Oficina del Historiador de la Ciudad. La Habana.
  • Varios. La política cultural del período revolucionario: memoria y reflexión. Ciclo de conferencias organizado por el Centro Teórico Cultural Criterios. La Habana, 2008.
  • Vitier, Cintio. (2004). Ese sol del mundo moral. Editorial Félix Varela. La Habana.