Luto

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Luto
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Religión o MitologíaGeneralmente el catolicismo.
SincretismoMisticismo
Día celebración2 de noviembre, día de todos los muertos.
Patrón(a) o Dios(a) deceremonias y rituales cotidianos
País o región de origenMucho antes que surgiera la religión.
Venerado enEn todo el Mundo

Luto. Se entiende por aquellos actos o sig­nos exteriores de pena y duelo por la muerte de una persona. Estos pueden manifestarse en el vestir, uso de adornos y formas de conducta que de una u otra forma expresan o pretenden ex­presar la aflicción que se siente por el fallecimiento de alguien. Estos signos exteriores de dolor existen en todos los pueblos desde épocas remotas. Su ex­presión más elemental son los gritos, llantos, lamentaciones y el uso de ropas oscuras.

Sin embargo en diversas regio­nes y culturas acorde con el modo de vida de los pobladores sus concepciones acerca del fe­nómeno de la muerte, el desa­rrollo social alcanzado y otros factores, las formas de luto han revestido características pro­pias. En los países occidentales, esto incluye los entierros, las esquelas y ropa de luto, entre otros.

Origen e Historia

Tomando el vocablo luto en su acepción más amplia, tendríamos que aceptar tales conductas como actitudes luctuosas espontáneas. Y el hecho de producirse en una fase del desarrollo de la humanidad en que aún no existía la religión, nos llevaría a la conclusión de que las manifestaciones de duelo pueden haber sido anteriores al surgimiento de la religión y por consiguiente producirse desligadas de toda religiosidad. Las ideas supersticiosas lo invaden todo, se crean innumerables rituales cotidianos, los temores en relación con la muerte, la supervivencia de los espíritus de los difuntos, etcétera, se vinculan en cada pueblo a los ritos luctuosos; se les confieren cualidades mágicas y comienzan a ser practicados por todos los habitantes de las tribus.

Sin embargo, en el proceso evolutivo de estas comunidades primitivas llegan a aparecer paulatinamente las creencias en lo sobrenatural, y surgen los hechiceros, shamanes, brujos o sacerdotes, quienes se dedican a dar una respuesta ilusoria a los fenómenos circundantes y a los actos que se relacionan con la vida del hombre.

El contenido de las manifestaciones de (duelo estaba dado por las creencias que tuvieran esas colectividades en relación con los supuestos espíritus. Si bien en unas partes las conductas luctuosas tenían como finalidad atraerse la buena voluntad de los muertos, en otras regiones lo que se pretendía era conjurarlos, alejarlos, evitar sus peligrosas influencias. No es difícil suponer que el dolor por la pérdida de algún ser querido, siempre ocasionó entre los hombres más primitivos algunas manifestaciones externas, como: llanto, gritos, congoja, abulia, inapetencia.

Ya en la Biblia se hablaba del uso de las "plañideras", o sea, lloronas profesionales que eran contratadas por los dolientes para que hicieran gala de llantos, gritos y lamentaciones junto al féretro del muerto. Mientras más lágrimas y alboroto hicieran, mejor cotizadas eran, por lo cual las escenas de dolor fingido que estas representaban, muchas veces superaban al dolor verdadero que mostraban los familiares. En época reciente, todavía en algunas regiones de Europa y América, se utilizaban plañideras durante los velorios.

Entre los aspectos más difundidos en relación con el luto está el referido a la utilización de determinado color en el vestuario, adornos, etcétera. En la actualidad predomina el uso del color negro, como símbolo luctuoso, pero en todas partes no es así, tenemos por ejemplo que:

Posteriormente, el negro fue escogido como señal luctuosa en la mayor parte de los países del mundo. Por otra parte, las costumbres luctuosas, que en determinada etapa llegaron a revestirse de un manto supersticioso, fueron perdiendo ese carácter, y ya en la mayoría de los casos cuesta hasta trabajo hallarle su transitorio nexo con la religión. En España, en 1565, el rey Felipe II emitió una ley (pragmática), instruyendo detalladamente todas las manifestaciones de duelo dentro y fuera del marco familiar. Los monarcas Felipe III en 1610 y Felipe V en 1723, también dictaron pragmáticas determinando las formas de llevar luto y sus pormenores.

A veces las leyes entraban en pugna con la religión en 'esta materia. Por ejemplo, San Pablo había autorizado que la mujer que enviudara era libre de casarse nuevamente (1 Coro 7:39); sin embargo, los gobernantes españoles, guiándose por el antiguo derecho romano, prohibían a la viuda contraer matrimonio otra vez hasta 10 meses después de muerto el marido.

En algunas zonas de Europa y América, las "buenas costumbres" y la moral imperante resultaban más severas que la propia ley, y aún a fines del siglo XIX, la viuda no debía casarse hasta haber pasado varios años de fallecido el esposo.

El luto se dividía en una fase severa y otra de "alivio": en esta última, se comenzaban a abandonar los vestidos negros y a emplear el llamado "medio luto".

Luto oficial o duelo oficial

Ya en nuestro siglo, puede decirse que, excepto en materia de duelos oficiales, los que establecen las relaciones internacionales, el luto ha ido independizándose de las reglamentaciones jurídicas y quedando como actos de decisión personal y no de obligación legal. Un caso típico en el que suele declararse un periodo de luto oficial es cuando fallece el Jefe de Estado. Las señales de duelo varían de un país a otro, pero suele el izado a media asta de las banderas en edificios públicos (como dato curioso puede señalarse que las banderas no se izan directamente a media asta, sino que se izan por completo y luego se arrían a media asta).

En caso de catástrofe o muerte de alguna persona relevante, se declara el luto oficial, que regula el comportamiento de las personalidades públicas y los miembros de la familia real. El grado y duración del luto oficial suele decretarse siguiendo un protocolo establecido y puede tener varios ámbitos: nacional, autonómico y local.

Un ejemplo de lo anterior fue la muerte del emir de Kuwait en enero de 2006, que provocó la declaración de un periodo de luto de 40 días.

En Tonga, el luto oficial dura un año, después del cual el heredero real es coronado. El duelo o en este caso luto oficial se guarda como señal de respeto, solidaridad u homenaje por grupos y países concretos en circunstancias especiales. Por ejemplo:

  • El equipo olímpico Israelí lució brazaletes negros en 1976 para conmemorar el ataque terrorista, sufrido por el equipo, de los Juegos Olímpicos de 1972.
  • Un equipo deportivo puede llevar brazaletes negros o añadir una banda negra a su uniforme durante un periodo concreto de tiempo tras la muerte de un propietario, miembro del equipo o persona especialmente vinculada a él.
  • Una comunidad puede llevar lazos de colores especiales en un día concreto o en un período particular. Por ejemplo, tras atentados del 11 de septiembre de 2001 se llevaron lazos rojos, blancos y azules (colores de la bandera estadounidense). O simplemente un brazalete solemne utilizando la bandera del país, situándose en el antebrazo de la mano derecha.
  • Respetar un «minuto de silencio» y arriar las banderas a media asta son también manifestaciones de luto por una muerte. Ambos actos suelen coincidir con periodos de [luto nacional] (como tras la muerte de un ex-presidente de gobierno u otro líder importante). Sin embargo, las banderas se bajan a veces a media asta por otros motivos, como la muerte de un estudiante o personaje local de renombre. Dichas circunstancias cambian notablemente y suelen estar influidas por las costumbres locales.
  • Los empleados locales y estatales que visten uniformes que pueden insignias colocan una banda negra alrededor de éstas cuando un compañero fallece en cumplimiento de su deber.

Formas peculiares de manifestaciones del luto

Podríamos asegurar que esta es la causa por la que también se establecía como conducta luctuosa la abstinencia sexual en la casa donde falleció alguien. Durante cierto plazo dictado por los hechiceros, los esposos debían dormir separados. Así trataban de evitar un embarazo contaminado por la muerte. Durante varios días los familiares del muerto no podían cocinar ni manipular alimentos por temor a que los contaminaran. Seguramente tenía el mismo origen la medida que prohibía trabajar durante lapsos de tres a siete días a los parientes cercanos de un recién fallecido. Suponían que las manos del agricultor, el vinatero, el carpintero, el albañil o el alfarero, podrían trasladar el maleficio del muerto a lo que produjeran en los días de impureza.

Algunos pueblos primitivos como son los hotentotes y bosquimanos del Sur de África y los indígenas de las islas Fidji, en la Melanesia, se mutilaban falanges o dedos completos en señal de luto.

Entre los pobladores de algunas tribus africanas y de Oceanía, eran usuales arrancarse un diente flagelarse y otros acto de barbarie.

Por su parte, los indios dako taso de Norteamérica no solo hacia duelo por la muerte de un ser querido sino también cuando mataban a un enemigo por temor supersticioso al espíritu del adversario muerto. Los nativos choctaw cuando mataban a un rival hacían un mes de luto en el cual no podían ni siquiera peinarse o rascarse con las manos.

En el norte de la India hasta el siglo pasado se conservó la costumbre denominada "sutee' que consistía en que la viuda manifestara su dolor arrojándose en la pira donde e era incinerado el cadáver de su esposo para así ser consumida también por las llamas. Si la mujer no lo hacía espontáneamente, los familiares del muerto la ayudaban.

Posiblemente el acto de herirse o mutilarse trozos de dedos tuviera la finalidad como o plantea el doctor Hirn (The Origin 01 Art) de hacer un esfuerzo instintivo para, mediante sufrimientos físicos, agotarse e insensibilizarse, y así contrarrestar la pena por la muerte del familiar. En este caso, seria una conducta luctuosa desprovista de misticismo.

En el antiguo Egipto, cuando moría alguien, los miembros de la familia se afeitaban las cejas, se embadurnaban de fango la cabeza y el rostro, dejaban el cadáver en la casa y tanto hombres como mujeres , desnudos de la cintura hacia arriba, se paseaban por la ciudad, golpeándose el pecho y lamentándose. Concluido este rito, regresaban para llevar el cadáver a embalsamar.

Los griegos se cortaban la barba y los cabellos, mientras que los romanos se los dejaban crecer; además, las mujeres romanas estaban obligadas a llorar la muerte de sus esposos; y los hijos, la de sus padres; durante un año entero; sin embargo, los maridos no podían llorar a sus mujeres, ni los padres a sus hijos que murieran antes de los tres años de edad.

Cuando un persa moría, toda la familia se rapaba a navaja y asimismo lo hacían a todos los animales.

Los judíos contemporáneos, según lo que establece su religión en estos casos, hacen un luto riguroso de siete días en los cuales no deben trabajar, están exentos de todas las obligaciones, y han de permanecer sentados en una banqueta o en el suelo: no deben bañarse, perfumarse, ponerse zapatos, ni oír música. Ese luto se llama shivá, que significa siete. Durante los once meses después del shivá los familiares del muerto no pueden asistir a fiestas y recitan oraciones. Por otra parte, cada año al cumplirse un nuevo aniversario del suceso, se acostumbra a encender una vela en la casa, en memoria del difunto. Entre los judíos hay establecido un total de siete entre los parientes que tienen obligación de guardarse luto mutuamente: padre, madre, hijos, hermanos, hermanas, esposo y esposa.

En los tiempos antiguos, según se aprecia en la Biblia, era común que, al conocer la noticia fatal. el doliente se rompiera las ropas que llevaba puestas, se echara cenizas sobre la cabeza, vistiera el cilicio (saco tejido de crin) y llorara durante periodos prolongados, que iban desde 30 días, como en el caso de la muerte de Moisés (Dt. 34:8) y hasta 70, como ocurrió al fallecer Jacob Gen. 50:3).

En ciertos lugares, en vez de utilizar tierra o ceniza como en los casos ya citados, se empleaban otras sustancias "purificadoras": por ejemplo, entre los beduinos de Marruecos, las mujeres se arañan la cara y luego se frotan las heridas con estiércol de vaca.

Los días de total ayuno que se imponían a los parientes de muerto, en muchos pueblos antiguos y medievales, tenían por objeto evitar ciertos peligros. Según James Frazer (La Rama dorada), el pueblo ayunaba cuando creía que comiendo podía tragarse al espíritu que rondaba por la casa; pero en la opinión de V. Westermarck (Origen y desarrollo de las ideas morales), lo que se temía no era devorar al espíritu, sino ingerir alimentos contaminados por la muerte.

Esta tesis concuerda con la realidad de que muchos pueblos creyeron que el cadáver ejercía una influencia maléfica sobre todo lo que había cerca. Y esta "infección" resultaba más peligrosa si se dejaba penetrar dentro del cuerpo por medio de los alimentos. Debemos recordar que en la Biblia los judíos tenían como impura a toda persona que tocara a un muerto, y esa contaminación duraba cierto tiempo.

Según nos cuenta Serguei A. Tókarev, en una de las minorías nacionales del Rusia -los osetinos- la viuda debe, durante un año, prepararle la cama a su marido muerto, aguardarlo junto al lecho hasta la madrugada, y por la mañana prepararle la palangana de agua para el aseo, tal como lo hacía cuando él estaba vivo.

En Cuba este mismo proceso se ha venido apreciando, donde la nueva sociedad ejerce un decisivo papel renovador de las costumbres, y todo ciudadano alcanza su plenitud espiritual y puede sobreponerse con más facilidad a los viejos esquemas y formalismos que aherrojaban las conductas en los regímenes clasistas.

El propio vestuario negro, característico del luto tradicional, fue impuesto en Cuba por los colonizadores españoles, quienes lo trajeron junto con otras costumbres que imperaban en la península; sin embargo para nadie es un secreto, que resulta ajeno a nuestro clima tropical.

El tinte negro, por poseer la virtud de absorber mayor cantidad de luz, resulta el más caluroso de todos, y por consiguiente las ropas de ese color, en nuestro eterno verano, no son ni agradables ni beneficiosas a la salud.

Lo importante no es lo formal, sino la esencia; no es lo que se ve, sino lo que se siente. Lo fundamental no son las manifestaciones exteriores: no es la ropa, no es el aspecto que uno muestre, o aislarse de la gente, de la vida social de los medios de difusión masiva, de las tareas y del mundo que nos rodea. No, eso es la envoltura. Lo esencial es lo que se lleva dentro de uno. Hay más luto en un corazón dolido, y en el recuerdo emocionado y sincero hacia un ser querido, que en el más negro de los vestidos. El luto verdadero no es el externo sino el interior; no es el que se ve, sino el que se siente.

No obstante, consideramos que si alguien, además de ese luto interior viste ropas oscuras, ya sea por costumbre o porque crea que eso le reconforta anímicamente, o porque desee de tal manera rendir cierto homenaje a la memoria del difunto, no se le puede atribuir inconsecuencia ideológica. En cada caso ello depende de una decisión enteramente personal, de si quiere hacerla o no.

Nadie debe tomarlo a mal. Ni tampoco hay que considerarlo como una cuestión ideológica. Es sobre esa base que puede interpretarse en nuestra sociedad, el uso de signos exteriores de luto.

Además, en el mundo entero, sobre todo en las grandes ciudades, el dinamismo de la vida moderna y otros factores sociales han ido modificando las costumbres. Se simplifican las ceremonias y rituales, y las propias normas que regían el luto entre la población se ven aligeradas; pierden sus ribetes lúgubres y el arcaico esquematismo de sus formas. El luto gana progresivamente en sencillez y naturalidad.

Fuentes

  • "Luto", artículo de Wikipedia.
  • Colectivo de autores: análisis de artículos religiosos en la revista El Militante Comunista, 1985.
  • Castellanos Jiménez, Israel: "El luto" (págs. 103-111). La Habana: Editorial Política, 1985.
  • Royston, Pike (1960): Diccionario de religiones (pág. 202). México: F. C. E., 1960.
  • Diccionario del hogar católico (pág. 865). Barcelona: Juventud, 1962.
  • La Santa Biblia. México: Sociedades Bíblicas Unidas (Centro Regional para las Américas), 1987.
Consúltese (Dt. 34.8; 2 S. 11.27, 19.2; 1 S. 31.13; Gn. 50.10; Est. 4.3 ; Ec. 7.2 ; Is. 60.20, 61.3; Je. 6.26; Lm. 5.15; Ez. 24.17; Mt. 9.15; Job.5.11; Sal. 42.9; Is. 57.18, 61.2 ; Nm. 14.39 ; Is. 33.9; 66.10 ; Jer. 4.28; Os. 4.3)