Gaspar Betancourt Cisneros

Gaspar Betancourt Cisneros
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Destacado intelectual cubano
NombreGaspar Betancourt Cisneros
Nacimiento29 de abril de 1803
Santa María del Puerto del Príncipe, actual Camagüey Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento7 de diciembre de 1866
La Habana , Bandera de Cuba Cuba
Conocido porEl Lugareño
Homobono
Narizotas

Gaspar Betancourt Cisneros. Destacado intelectual cubano del siglo XIX, reconocido por su labor fundacional como articulista de costumbres. En el campo del periodismo se le conoce por el seudónimo El Lugareño. Se destacó como epistológrafo.

Síntesis biográfica

Nació el 29 de abril de 1803 en la ciudad de Santa María del Puerto del Príncipe más tarde nombrada Camagüey, donde realizó estudios hasta 1822.

Trayectoria

Viajó a Estados Unidos para completar su formación y trabajó en Filadelfia, donde se relacionó con figuras de la talla de José Antonio Saco, de quien llegó a ser gran amigo, y con quien polemizó sobre el tema del anexionismo.

Tenía solo veinte años cuando formó parte de la comisión de cubanos que viajó a Venezuela a entrevistarse con Simón Bolívar para recabar su apoyo a la causa de la independencia cubana. [1]

Durante su residencia en Estados Unidos asistió a convenciones y reuniones de carácter político que modelaron su personalidad y preocupaciones sociales; en esa época colaboró en el Mensajero Semanal de Nueva York.

Gaspar Betancourt Cisneros El Lugareño

En 1834 regresó a Cuba, y concentró sus fuerzas en conseguir mejoras para su Camagüey natal: planeó ferrocarriles, fundó escuelas, proyectó puentes, ofreció lecciones a los campesinos.

Su temperamento socarrón, de gran donosura criolla, se volcó en la sátira de los artículos de costumbres que con el nombre de “Escenas cotidianas” publicó en La Gaceta de Puerto Príncipe entre 1838 y 1840. El afán por mejorar las costumbres y los modos de vida de su ciudad fue el propósito de esos trabajos –que, recogidos en un volumen, serían publicados en La Habana en 1950.

Colaboró también en El Fanal, de Camagüey, y El Siglo, de La Habana. Enfrentado al régimen colonial, asumió durante esos años el anexionismo como programa político para Cuba. En 1846, una orden del Capitán General Leopoldo O’Donell lo obligó a abandonar el país rumbo a Estados Unidos, donde desplegó una importante labor política al frente de la Junta Cubana de Nueva York. Allí fundó, en 1848, el periódico La Verdad, de orientación anexionista. Pero al advertir la solapada política de los gobernantes estadounidenses, se identificó definitivamente con la causa de la independencia cubana. En 1854 escribió al respecto:

“Desde que me resolví a conspirar contra el gobierno español, o más bien contra la dominación de España en Cuba, di por perdidas todas mis propiedades y no he pensado en recobrarlas sino con la independencia de la Isla de Cuba, y un gobierno propio, libre y digno de la civilización de sus hijos.”

En 1856 partió a Europa, y vivió en Florencia y París. Volvió a Cuba en 1861.

Contra las costumbres de la estratificación social y contra la rutina hecha norma de vida levantó sus críticas El Lugareño. Como en casi todos los escritores de costumbres, se observa en él una actitud ambivalente que, amando la tradición, trata al mismo tiempo de superarla y hasta de suprimirla.

El espíritu de rutina fue para él “esclavitud del pensamiento, cárcel de la voluntad, salvoconducto de la ignorancia, polilla y carcoma de una sociedad”. Enfiló, por lo tanto, sus armas contra las ideas tradicionales acerca de la educación de la mujer, contra la idea del trabajo manual como actividad carente de dignidad, y por la solución de las deficiencias en la instrucción pública de Puerto Príncipe. Al mismo tiempo, dejó en sus textos testimonio de la cultura popular, describiendo los bailes y fiestas de la región.

Gaspar Betancourt Cisneros se distinguió por su afán de buscar lo sustancial, las raíces y causas de los hábitos y tradiciones de su patria chica. Su estilo atrae por la expresión desenvuelta, desenfadada y viva, y es un logro de su prosa el modo entre coloquial y elevado de sus observaciones y reflexiones.

Fue, paradójicamente, muy español todavía en la manera de decir, pero ya muy criollo en su expresión; de ahí los frecuentes cubanismos que caracterizan sus artículos. Se distinguió por su humor espontáneo dentro del panorama del costumbrismo cubano, que compartió con otros destacados articulistas como Ignacio Valdés Machuca, José María de Cárdenas y Rodríguez (Jeremías de Docaranza), Antonio Bachiller y Morales , Anselmo Suárez y Romero y José Victoriano Betancourt , entre otros.

Muerte

Falleció el 7 de diciembre de 1866 en La Habana y lo entierran por su voluntad en Puerto Príncipe. Lo esperan en la estación de Camagüey, del tren que construyó a pura sangre y fuego, el segundo del país. Cargan su ataúd en hombros hasta la Catedral. En la noche, un grupo escondido abre el ataúd y pone dentro una proclama de independencia.[1]

Referencias

  1. 1,0 1,1 Un símbolo del pueblo. Tomado de Juventud Rebelde, publicado el 5 de diciembre de 2016. Consultado el 5 de marzo de 2017.

Fuentes