Jorge Arche Silva

Jorge Arche
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Datos personales
Nombre completoJorge Arche Silva
Nacimiento6 de abril de 1905
Santo Domingo, Villa Clara, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento9 de noviembre de 1956
Cádiz, Bandera de España España
NacionalidadCubana
OcupaciónPintor
Datos artísticos
EducaciónEscuela de Artes Liberales Villate
Academia de Pintura, Dibujo y Escultura San Alejandro[1]
PremiosMedalla de Oro del XXVII Salón de Bellas Artes, Círculo de Bellas Artes, La Habana (1945)

Jorge Arche Silva. Pintor cubano, especialista del retrato. A partir de 1923 cursó estudios en la Academia de Bellas Artes de San Alejandro, La Habana. Un óleo suyo, La Carta, obtuvo premio en el Primer Salón Nacional de Pintura y Escultura, 1935. Autor de un mural pictórico realizado en la Escuela Normal de Santa Clara en 1937, colaboró también en la instrucción de otros interesados en las artes plásticas. Junto a Rita Longa, René Portocarrero, Mariano Rodríguez, fue orientador en el Estudio Libre de Pintura y Escultura (1937), dirigido por Eduardo Abela. Tomó parte en la fundación de la Escuela de Artes Plásticas de Camagüey, la única capital de provincia que no poseía esta clase de centro docente.

En el Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba se conservan sus obras Mi mujer y yo, La carta y Una niña. Se destaca dentro de su producción Apóstol José Martí, que ha sido muy reproducida en el ámbito nacional.[1]

Síntesis biográfica

Nació en Santo Domingo, provincia de Villa Clara, el 6 de abril de 1905, hijo del copropietario de un pequeño central azucarero. A los dos años enferma de Poliomielitis y siempre habría de apoyarse en muletas. En 1918 radicó en La Habana.

Trayectoria artística

Estudió pintura en la Fundación Villate y de manera inestable en San Alejandro, donde se graduaría en 1921.

Su formación fue básicamente autodidacta, al aprender de forma directa con plásticos como Víctor Manuel, Arístides Fernández y frecuentar las tertulias a las que acudían Ponce, Portocarrero, Mariano. No expondría hasta los 32 años, pero se dio a conocer bien con el envío de La carta a la Primavera, Exposición Nacional de Pintura y Escultura, en 1935, donde obtuvo uno de los premios.

Ese año había dado a conocer la importante obra de su amigo Arístides Fernández, prematuramente muerto.

Destaca su amistad con intelectuales de izquierda como Juan Marinello, Carlos Rafael Rodríguez, Raúl Roa, Marcelo Pogolotti. Renunció a la ayuda económica del padre al casarse con la sobrina de Arístides Fernández. Encontró un modesto empleo como perito en falsificaciones de billetes de Lotería.

Fue profesor del Estudio Libre de Pintura y Escultura dirigido por Eduardo Abela; acude al llamado de Ravenet, en 1936, a fin de poblar de frescos la Escuela Normal de Santa Clara; marcha a México, en 1937 para estudiar el arte muralista y regresa con una sólida información al respecto que le facilita dar nuevos rumbos a su obra.

Organizó junto a otros graduados de San Alejandro, la Escuela de Artes Plásticas de Camagüey.

La década del 40 se caracterizó por la mayor libertad temática y de composición del asunto, amén de un decidido gusto por los colores brillantes. A fines de 1945 viajó a México con una representación diplomática. Por primera vez dispuso de automóvil propio y recorrió todo el país azteca pintando paisajes que serían saludados con entusiasmo por la crítica mexicana.

En 1949 expuso en Lyceum de La Habana 20 obras realizadas en México. Al regresar a Cuba, en 1952 logró, según algunos de sus estudiosos, “su pictórica homogeneidad”. (Retrato de Magaly, Dos niñas, Luis Peña …).

Muerte

Le sorprendió la muerte cuando solo contaba 51 años de edad, en Cádiz, España, el 9 de noviembre de 1956, en plena capacidad creadora.

Logros, aportes y reconocimientos

El número de obras que registran los catálogos de las exposiciones personales y colectivas asciende a 120; de ellas el Museo Nacional de Bellas Artes posee 24, el resto pertenece a colecciones privadas e instituciones. Mucho de lo realizado en México es prácticamente desconocido.

Destacó en el retrato, el más difícil y conservador de los géneros en momentos en que estos perdían jerarquía social después del realismo de fines del XIX y de los nuevos realismos de la década del 30-40 del XX, sobre todo en Europa.

En los retratos Arche emprendió una representación de la figura fuertemente caracterizadora, sin ilusiones ni frases. Acentuó rasgos esenciales y elevó a las personas al plano de lo típico. Las vigorosas manos, en primer plano, del joven Lezama insinúan, contrastan y adelantan la poderosa fuerza intelectual que detentará el poeta. En temas de crítica social (Trabajadores, 1936), llega a una descripción objetiva, desafiante y cruda de la realidad.

Considerado como un clásico de la pintura, el más íntegramente de la vanguardia que el Salón de Arte nuevo (1927) revelara, es moderno en su novedad metafórica y simbólica en su tonalidad limpia y desembarazada en la astucia del hacer, declarada en la serenidad, orden de sus obras. Todo está, en realidad, en las formas. Y el talento del retratista se ve multiplicado más que por la técnica y el conocimiento artesanal, por el aprehendimiento del alma del ser, en representaciones de excepción.

Al sentido agudo de su época, se unió la evolución estética en que vivió y también el momento de aceleración histórica. Ante sus retratos surgen asociaciones fulgurantes, torsiones barrocas (Lezama, Martí). El continuo discursivo de esta galería apunta a fronteras culturales, históricas, físicas. Predomina la poesía lo lírico en sus cuadros: Arche pintó con autoridad y soberanía y toda la vanguardia de su tiempo le reconoce como un maestro.

Se ha repetido mucho que esta pintura de cámara ejercida por Arche, fuerza específica de expresión única, se debía a su discapacidad- era poliomielítico- que no le permitía abordar otro tipo de manifestación plástica. Sin embargo, es bueno recordar su participación en los primeros murales al fresco realizados en Cuba, junto a Ravenet, en Santa Clara, y su intensa labor en el paisajismo mexicano, a finales de la década del 40.

Como paisajista - y todos sus retratos atesoran paisajes – convierte en dinámica explosión de luz, brillantes, pulidos colores. Y si riqueza y verdad es el efecto que producen sus retratados , pese a la gran economía de medios utilizados, el sutil y maravilloso refinamiento de sus paisajes logra el acierto total del conjunto de su obra, patrimonio nacional, en esa simplicidad aparente que proporciona goce indiscutible a la mirada del observador, mirada que va a deleitarse con los juegos infinitos del valor y gradaciones del color (Primavera) en dosificación de tonos con que atrapa el secreto del ser y el estar, que la radiante impresión de sus telas emana, en fenómeno altamente significativo.

¿Cuáles son, pues, las interpretaciones posibles de la obra de Jorge Arche? Lo esencial está en ese conocimiento detallado y profundo de la persona revelada en el retrato y su escenario. En la asombrosa y natural humanidad con tanta frescura allí asomada, donde rostros de tranquila, altanera serenidad, donde el flujo y reflujo de la época expone a la mirada pública, a la curiosidad y la esperanza. Cuadros como trasposiciones poéticas, recuerdos renovados de las raíces de la nación. La fijeza de estas identidades permanece sumida en un misterioso impulso de raigal tradición, envueltas en visionaria lucidez, seres aún concebibles y objeto de atención ajena en verídico universo hábilmente delineado- y pintado- que conforman un solo retrato colectivo de la intelectualidad de la época.

Tan minuciosa factura pudiera engendrar aburrimiento, estas obras no están exentas de cierto manierismo, pero no es menos cierto que captan con una sinceridad sin par todos los impulsos y esperanzas de su generación.

Detalles de la obra El Martí con guayabera

Óleo sobre madera: esencialidad y osadía técnica en el tratamiento de la figura del Apóstol. Uno de los más conocidos y emblemáticos retratos de Arche, esta obra data de 1943, ha sido bien estudiada y mejor analizada por críticos y especialistas. A la delicadeza toda que emana de esta pintura, el Martí de “con los pobres de la tierra…”; el de “con todos y para el bien de todos! Basta señalar que lo interesante es cómo el pintor sublima con ironía los cromos religiosos al uso (El Sagrado Corazón de Jesús) en ese llevar la mano al pecho, donde la figura del Apóstol se proyecta seminal. Modelado por esa multitud de encuentros que presupone la utilización de esta técnica, es admirable la concreción y alcance en lo imaginario del pueblo.

Exposiciones personales

  • En 1937 presenta su exposición personal "Exposición óleos Jorge Arche" en el Lyceum de La Habana.
  • En 1976 "Jorge Arche 1905- 1956" Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana.

Exposiciones colectivas

  • En 1932 participa en la presentación colectiva "Exposición Única de Pintores y Escultores Cubanos" Lyceum, La Habana.
  • En 1995 se presentó su trabajo en la muestra "El Tema Histórico en la Pintura Cubana" Museo Nacional de Bellas Artes, La Habana, CUBA.

Premios

  • En el año 1945 obtuvo la Medalla de Oro del XXVII Salón de Bellas Artes, Círculo de Bellas Artes, La Habana, CUBA.

Galería

Referencias bibliográficas

  1. 1,0 1,1 Cruz Díaz, Ursulina. Diccionario Biográfico de las Artes Plásticas. Tomo I. Editorial Adagio, Centro Nacional de Escuelas de Arte, Ciudad de La Habana, 2007. ISBN 959-280-014-6.

Fuentes