Maquis

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Ejército

Maquis fue el conjunto de movimientos guerrilleros comunistas y anarquistas de resistencia en España que comenzó durante la Guerra Civil Española.

Etimología

(Hist. Contemp.) Término de origen italiano con que se designó en Francia al movimiento guerrillero de oposición a los ocupantes alemanes (II Guerra Mundial), y aplicado más tarde en España (maquis, maqui, maquí) a las partidas que tras la Guerra Civil Española prolongaron la lucha democrática y republicana contra el Franquismo.

El maquis aparece en Aragón desde 1944, y conoce su apogeo en desarrollo y eficacia durante los años 1946 y 1947, en que la AGLA (Agrupación de Guerrilleros de Levante y Aragón extiende su influencia por las provincias de Valencia, Castellón, Tarragona, Zaragoza, Teruel, Cuenca, Guadalajara. Cuando las demás agrupaciones inician su decadencia, en Aragón sigue reparando las pérdidas de sus efectivos; en 1949 operan en tierras aragonesas numerosas partidas; y la pervivencia aún en 1961 de algún guerrillero (sobreviviendo pacíficamente en la montaña) es índice de la fidelidad de los apoyos y del dominio del terreno en la región.

Nacimiento y desarrollo

La aparición, desarrollo y final del maquis español -y por ende aragonés- no se explica sin atender, por un lado, a los acontecimientos europeos (guerra y postguerra mundiales), y, por otro, a la actividad del PCE (Partido Comunista de España). Los hombres que constituyeron las partidas procedían de todos los campos republicanos sobre todo comunistas y anarquistas, pero asimismo socialistas, republicanos e «independientes»-, aunque fuera el PCE quien proveyó buen número de los cuadros dirigentes, y organizó y controló el maquis. Y ello particularmente a partir de los momentos finales de la guerra mundial, en que, en rigor, comienza el maquis, aun siendo muy anterior la existencia de guerrillas antifranquistas.

Éstas aparecen desde los primeros tiempos de la guerra civil, en la retaguardia del Ejército sublevado, formadas por «huidos» de la represión «nacional». Hacia mediados de la contienda, el gobierno republicano concibió un plan para enlazar y utilizar estos grupos; y en abril de 1938 Antonio Beltrán Casaña («el Esquinazau») propone al Ministerio de Defensa disolver la 43 División, a su mando, y formar partidas con base en los montes de Zuera, lo que no llegó a realizarse.

La «guerrilla de huidos» (abundante, por ejemplo, en Andalucía) tuvo poca o ninguna incidencia en Aragón, por el propio desarrollo de la Guerra civil. De hecho, la mayoría de los hombres que integrarían el maquis estaban en 1940 en Francia, recién empezada la guerra mundial. Estos exiliados se incorporaron con todo su empeño (y con la experiencia traída de España) a la lucha antinazi, que para ellos representaba una continuación de la misma guerra por la libertad librada en su patria, y jugaron un papel fundamentalísimo en la creación de la Résistence. Comenzada la misma con medios precarios, en 1944 las agrupaciones guerrilleras españolas formaban ya batallones nutridos, y eran capaces de infligir al alemán derrotas tan espectaculares como la famosa de La Madeleine.

Los maquisards españoles viven momentos de euforia cuando en 1943 comienzan los primeros reveses serios del Eje: en retirada el fascismo por los campos de Europa, ven llegado al fin el momento de volver a combatirlo en España, donde su caída aparecía naturalmente ligada a la de Alemania e Italia. Organizados en su mayoría en la Unión Nacional Española que alentaba y controlaba el PCE, de los dirigentes comunistas en el Midi partió la primera y controvertida entrada masiva de maquis en España, en la que se conoció como «invasión del valle de Arán».

El proyecto consistía en infiltrar las divisiones guerrilleras en España y provocar el levantamiento generalizado del país contra el régimen de Franco, al tiempo que se tomaba el valle de Arán (entonces unido a España sólo por la Bonaigua), que sería territorio liberado donde proclamar un gobierno republicano. Las agrupaciones penetraron en los primeros días de octubre de 1944 simultáneamente por Navarra y Arán, estructuradas, como en Francia, en brigadas, batallones, compañías (cada una de unos treinta hombres).

No se produjo el esperado levantamiento popular, y muy pocos hombres se unieron al «Ejército Republicano». En el túnel de Viella, por ejemplo, que entonces construían presos republicanos en condición de forzados, la reacción de éstos a la entrada del maquis fue de huida, con gran asombro de los guerrilleros. Las fuerzas de la frontera, sorprendidas primero, reaccionan, y un gran despliegue militar amenaza fijar a los guerrilleros y destruirlos. Entonces se produce el discutido episodio de la llegada de Carrillo a Francia y la orden de retirada del «Ejército Guerrillero».

Los grupos a quienes alcanzó la orden volvieron a cruzar la frontera; muchos lo hicieron tras cumplir los objetivos, como el de Joaquín Arasanz, «Villacampa», que tomó pueblos y dio mítines para explicar la política de Unión Nacional (Rañín, Tierrantona, Morillo de Monclús); algunos fueron exterminados y dispersos, y no pocos siguieron hacia el interior, con más o menos éxito (librando en ocasiones violentos combates con la Guardia Civil y el Ejército): es el caso de la partida del «Drole» y el «Tanque», cuyo objetivo, Extremadura, pudieron alcanzar pero no mantener, por lo que volvieron luego por Toledo, Guadalajara, Aragón, hasta quedar acantilados en la sierra oscense de Lascuarre, donde, ocultos por la población, permanecieron hasta el invierno de 1947, todo ello sin sufrir bajas en sus efectivos, 45 hombres.

Actuación del maquis

El fracaso de la operación de Arán significó un definitivo replanteamiento, aunque no quedara afectada la concepción general: se seguía esperando un levantamiento, pero primero era preciso prepararlo, devolver los ánimos a los demócratas, organizar a la población, reestructurar el PCE.

El aprendizaje guerrillero se efectuaba en escuelas creadas al efecto, sobre todo en Toulouse, Olorón, Bedous, Bagnères, Santa Engracia, etc., centros de concentración para el paso de la frontera; impartían enseñanzas veteranos de la guerra y la Resistencia. En Olorón parece que estuvo «el Esquinazau», y que organizó una red de pasos de la frontera, que él conocía bien. Papel muy destacado jugó «Martínez», enlace de Francia con el interior, que pasó por Aragón muchas veces, de paso para Madrid. Los pasos principales fueron el valle de Echo (el Palo, Zuriza) y Benasque, aparte de las zonas navarra (Roncal) y catalana (Arán). La importancia que durante muchos años tuvo Aragón para la entrada de propaganda y material y, sobre todo, como zona de paso de los dirigentes políticos que se dirigían a Madrid y otras capitales (guiados por el maquis) explica en parte el que Huesca y Zaragoza se vieran menos afectadas por las actividades militares del maquis, que prefería sustraer los pasos a las batidas de las fuerzas represoras.

Aunque la extracción social de los maquis era variada -desde jornaleros y obreros industriales a campesinos acomodados (Arasanz), médicos («Valenciano») o maestros (Ángel Fuertes Vidosa, «Antonio» o «Maestro Agüero»)-, el maquis aragonés actuó sólo en el campo (en Aragón no hubo «guerrilla urbana», como en Barcelona o en Valencia), aunque su red de enlaces y comités mantuvo estrechos contactos con los comités clandestinos de la ciudad, Zaragoza en particular, a los que facilitaba apoyo económico y de quienes recibía información.

El maquis se financiaba por muy diversas vías. En octubre del 44 venían provistos de dinero de la República, y de «vales» que el comandante de la partida entregaba (con firma y sello de la unidad) por el valor de los suministros, para su canje «una vez reinstaurada la República». Pero después contaban con dinero de curso legal, bastante a cubrir sus necesidades, y en buena parte dedicado a financiar a los comités de la ciudad o a apoyar económicamente a las familias de presos, perseguidos o represaliados.

El dinero, aparte cuotas de militantes y simpatizantes, se obtenía en las «recuperaciones» (el Estado franquista era «impostor»), y secundariamente de las multas y secuestros. En las «recuperaciones» era asaltado con frecuencia el cobrador de contribuciones, siempre ante muchos testigos, que dieran fe de la quema de los recibos (así en Pueyo Erípol, en el verano de 1946, ante toda la peonada que trabajaba en la carretera de Arcusa%1233, fue asaltado el cobrador de Guaso); otras veces fueron espectaculares acciones, como la del asalto al tren pagador de Aragón, en el apeadero de Caudé, a las puertas de Teruel (7-VII-1946), que muestra la perfecta coordinación de las partidas de la AGLA en aquel momento. Los escasos secuestros sobre rescate afectaron sobre todo a Teruel, y a familias que unían a su boyante economía una ideología «nacional».

Ocasionalmente se imponían multas a los delatores del maquis, a los confidentes de la policía o a elementos que, a juicio del maquis, más estrechamente acosaban al campesino, entonces bajo la asfixiante presión de la Fiscalía Provincial de Tasas, en plena Autarquía; atemorizando a quienes imponían arbitrarias multas o precintaban molinos y requisaban el trigo, pretendían los maquis aliviar la situación del campesino, y llevar esperanza al demócrata humillado por la frecuente amenaza de muerte y caza del «rojo». Esta suerte de «justicia popular», ejercida sobre las denuncias que les transmitían los enlaces, halló expresión extrema en los «enjuiciamientos». Así se llegó a ejecutar a conocidos torturadores (por tal se tenía al «Parro» de las Ventas de Santa Lucía, jefe de la Fiscalía de Graus «ajusticiado» en diciembre de 1946); así fue fusilado el alcalde de Salinas de Hoz, enero del 47, quien había tendido con engaño una emboscada en que perecieron varios guerrilleros. Estas acciones supusieron en principio un freno a la prepotencia del vencedor; pero desataron a la larga una violentísima represión y la política de «tierra quemada» que caracterizaría a la lucha antiguerrillera, especialmente en Teruel.

Acción frecuente era la aparición de una partida de guerrilleros que, por unas horas, tomaban el pueblo, convocaban a sus habitantes, desplegaban en el Ayuntamiento la bandera tricolor, repartían propaganda, daba su jefe un mitin en que denunciaba a los cómplices del Régimen y explicaba la política de Unión Nacional, y abandonaban finalmente la plaza.

Especiales despliegues efectuaban en fechas determinadas (1° de Mayo, 18 de Julio) o en ciertas festividades: así se vio invadido de maquis, el lunes de Pascua Granada, en Santa María de la Nuez (1946) o la Virgen de los Dolores, en Naval, con la perplejidad curiosa de los campesinos, y el lógico desencanto profesional de los «civiles».

La propaganda repartida por las agrupaciones la elaboraban los mismos maquis (folletos, octavillas, periódicos) con multicopista allí donde una buena base favorecía la clandestinidad del «aparato»; a máquina o incluso a mano en los casos más precarios. En Aragón se editaban con variable frecuencia varios periódicos: Aragón libre, La República y El Guerrillero.

Los maquis mantenían contacto con la dirección de Unión Nacional, en el sur de Francia por los enlaces; y a partir de 1946 por medio de una estación clandestina de radio instalada en la central de Huerta de Vero.

Los guerrilleros se conocían entre sí a menudo sólo por el nombre de guerra, adoptado en Francia para sortear la Gestapo y los gendarmes de Vichy, y conservado en España con propósito equivalente.

Organización, principales partidas

Se pueden considerar dos grandes zonas de maquis en Aragón, a grandes rasgos: la de los Somontanos pirenaicos y la de la AGLA, que actuó principalmente en Teruel (en lo que a territorio aragonés se refiere). Damos a continuación un brevísimo resumen de los datos principales.

El maquis «del Somontano» estuvo presente en la Comarca de las Cinco Villas, Las Peñas De Riglos, valle de Rasal y sobre todo, Sobrarbe, Ribagorza y la Comarca de La Litera. En las márgenes del Río Gállego actuó la partida «Sos», mixta de comunistas y anarquistas que se desplazaba desde La Peña a los montes de la Sierra de Guara y Cinco Villas (Luna, Biel...). Allí actuaron también Valentín Chueca y Esteban Lafuente. Principalmente por Ribagorza opera la partida del «Drole» antes mencionada que mantuvo un duro combate en las proximidades de Naval. En junio de 1946, llega de Francia por segunda vez Joaquín Arasanz (el «coronel Villacampa» de la Resistencia, último sobreviviente del Estado Mayor de la III División que participara en la batalla de La Madeleine), acompañado de «Narciso»; ambos enlazan con la partida del «Drole», cuya actividad reorientan. Este grupo actuó asimismo en La Litera.

Por su parte, la AGLA, sin duda la mejor organizada agrupación, llegó a tener su centro en la Sierra de Javalambre, Pedreras, Sierra de Palomera, Rayo; intensa fue su presencia en la Comarca del Bajo Aragón, en Maestrazgo turolense - Sierra de Gúdar, y en los Montes Universales.

Procedente del valle de Arán, llega el agüerano Ángel Fuertes Vidosa («Antonio Fuertes Muletón», «Antonio») a fines del verano de 1944, y realiza abundantes acciones en la Sierra de Alcubierre, más adelante sería máximo responsable de la Agrupación guerrillera de Levante y Aragón (AGLA). A fines de 1944, y durante 1945, actúan numerosas partidas en las montañas de Teruel: el «comandante Delicado», llegado a Maestrazgo y Javalambre desde Arán a fines de 1944, organiza los grupos de José Borrás («Cintorra»), con campamento por Aguaviva (T.), y de «los Chavales», en Mosqueruela (T.). Organizada la A.G.L. en Valencia a mediados de 1945, se amplía con las partidas del sur de Aragón, sobre un terreno geográficamente el mismo. Doroteo Ibáñez Alconchel («el Maño»), natural de Azuara, se establece en Javalambre y más tarde desempeñaría el papel de enlace con Francia, en numerosas idas y venidas.

A partir de marzo del 46, en pacto celebrado en la Cueva del Regajo, en Camarena de la Sierra (T.), al que asistieron «Delicado», «Cintorrá», «Antonio», etc., se reorganiza la AGLA y a su frente se coloca Valentín Galarza («Andrés»), antiguo comandante de las F.F.I., que sería el principal responsable del apogeo de la AGLA. Ésta se distribuía en tres sectores, el 5.° (Montes Universales), el 11.° (oeste de Teruel, hasta Daroca) y el 17.° (resto de la provincia turolense).

La AGLA realizó espectaculares acciones, como la ocupación de Sarrión y numerosos pueblos, el corte de la carretera Teruel-Cuenca, quemas de trenes y el asalto del pagador antes citado, etc. Muerto «Andrés», fue sustituido por «Antonio» y éste, más tarde, por Francisco Bas Aguado («Pedro»), responsable en Francia de la División de Tarn-Hérault-Aude, llegado a España en octubre de 1947.

A raíz de la actuación de la AGLA interviene como jefe de la 5.ª Zona de la Guardia Civil y gobernador civil de Teruel, el general Pizarro Cenjor (31-VII-1947), especialista en la lucha contra el maquis, que había actuado en León y Granada. Con el propósito de extirpar a toda costa la guerrilla, lanza contra los «forajidos» numerosos contingentes de la Benemérita y utiliza asimismo Policía Armada, voluntarios de Falange y somatenistas. La durísima represión se orienta a acabar con la poderosa red de enlaces y apoyos civiles del maquis, en una política de tierra quemada que afectó tanto a guerrilleros como a la población civil. Las palizas a los sospechosos de colaborar con el maquis menudearon, se exigía de los campesinos la colaboración más estrecha; se entrega a los presuntos enlaces veneno con que emponzoñar los víveres suministrados; los números de la Guardia Civil se ven obligados a simular fusilamientos para arrancar confesiones. A ello se une la utilización masiva de la «contraguerrilla»: «contrapartidas» formadas por hombres (funcionarios entrenados en las escuelas especiales antiguerrilla, pero también voluntarios) armados y vestidos como los maquis, pretendían con tal mimetismo destruirlo en su propio terreno. En una situación de auténtico terror, el campesino ya no sabía quién le había torturado o quemado sus cosechas, si el maquis en represalia o la contrapartida para desprestigiar a aquél (como en efecto hizo en numerosas ocasiones).

Esta situación, que vivió intensamente la zona de Teruel (en Huesca y Zaragoza la actuación de las contrapartidas fue escasa), se veía agravada porque a los grupos de Falange o del Somatén se unía ahora en el monte la presencia de bandoleros (esta vez auténticos) que aprovechaban el pavor de las gentes para saquear en la impunidad.

Y, a todo esto, las condiciones internacionales que habían favorecido la guerrilla habían desaparecido. En tal situación, la misma organización que había puesto toda su capacidad y sus mejores hombres en el maquis, decide sustituir totalmente las acciones armadas por el trabajo clandestino de agitación y organización; el replanteamiento, que tuvo lugar en el seno del PCE hacia octubre de 1948, fue de nuevo muy controvertido. Aunque los guerrilleros habían lanzado en la primavera de ese año una ofensiva que arrojó numerosas ocupaciones de pueblos (Rubielos de Mora, Olba, etc.) y acciones propagandísticas, cundía entre muchos el desánimo, no tanto por las durísimas condiciones de la vida en el monte, que hasta entonces habían soportado, sino por la duda en que se hallaban de la eficacia de tal tipo de lucha.

Muchos grupos no se resignaron a abandonar; incluso se sumaron nuevos efectivos, como el grupo anarquista de Rufino Carrasco («Grupos de Acción de Aragón») que penetra por Bielsa en mayo de 1949, en claro enfrentamiento con las tesis mantenidas por el PCE. Lo cierto es que estos grupos, acosados por las fuerzas y privados del enlace con la población civil, que el miedo impedía anudar, iban quedando reducidos a la pura supervivencia, en una situación que parecía justificar la consideración de bandoleros que el régimen siempre les había otorgado. Numerosos guerrilleros inician entonces un éxodo, con éxito variable, hacia el exilio en Francia, por los Pirineos, o a cualquier otro lugar, por la costa levantina.

Bibliografía

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Fuentes