Pedro Trigo

Pedro Trigo
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NombrePedro Trigo López
Nacimientojunio de 1925
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
ResidenciaEspaña
Nacionalidadcubana
Ciudadaníacubana y española
OcupaciónObrero textil
PadresServando Trigo Rouco y Francisca López Sánchez
FamiliaresJulio Trigo (hermano)

Pedro Trigo López. Combatiente revolucionario cubano. Asaltante del Moncada que logró escapar de la ciudad de Santiago de Cuba. Desde hace algún tiempo está radicado en España, donde encabeza un movimiento de solidaridad con Cuba.

Datos

Sus padres, Servando Trigo Rouco y Francisca López Sánchez, fueron inmigrantes españoles naturales de Galicia. En Cuba formaron un modesto hogar en la calle Escobar, actual municipio Centro Habana, que pronto fue completado con el nacimiento de dos hijos varones: Julio, el mayor, y Pedro tres años después. Fue una familia de escasos recursos económicos. El padre trabajó inicialmente como chofer de alquiler y la madre como sirvienta de familias adineradas.

Infancia y juventud

La salud de su madre como consecuencia de su segundo parto, quedó seriamente quebrantada. Los médicos recomendaron el regreso temporal a España con el fin de lograr su restablecimiento; Servando logró en 1930, a costa de grandes sacrificios, reunir lo suficiente para enviar a su esposa e hijos un a tiempo a Miñotos, una pequeña aldea del municipio de Vivero, en la provincia gallega de Lugo.

Fue un duro período para la familia. Por razones también económicas, la estancia debió prolongarse. En Galicia la madre tuvo que dedicarse a rudas faenas agrícolas. En Cuba, por otra parte, el padre estaba señalado políticamente, por haber salvado de un atentado a Salvador Menéndez Villoch, quien luego sería figura política del autenticismo pero que a la razón se encontraba entre los colaboradores del dirigente revolucionario Antonio Guiteras en su lucha contra la tiranía de Gerardo Machado.

Todo ello propició que la permanencia en Lugo a seis años y el regreso no pudiera efectuarse hasta fines del año 1936. Ya declarada la guerra civil española lograron regresar a Cuba desde el puerto de La Coruña, debido a gestiones que realizó el padre. Una vez reunidos comenzó un período de intensa vinculación de los hijos con su padre; además de fortalecerse las relaciones afectivas, Julio y su hermano Pedro participaron de las inquietudes políticas de aquel. Con el padre tomaron parte en colectas a favor de la república española, a través de la Casa de Cultura Española de La Habana; de quien oyeron, desde muy pequeños, calificar de sanguinario a Fulgencio Batista y acusarlo de haber sido el asesino de Guiteras.

Con apenas 10 u 11 años Pedro tuvo que comenzar a trabajar para ayudar a la economía familiar. El ordeño de vacas y otras labores agrícolas constituían por entonces su universo laboral. La familia residía por aquel entonces en la finca El Molino, en Calabazar, La Habana.

Trabajo sindical

A los 17 años pudo comenzar en el tercer turno de Telares de Calabazar (Tedeca), una fábrica de tejidos que compartía su local con la Compañía Lanera Nacional (Colana). Cuando desapareció aquel turno quedó como suplente, situación que lo obligaba a presentarse diariamente, a las cuatro de la mañana, para cubrir la posible ausencia de algún trabajador.

En esa situación se encontraba cuando conoció personalmente a Lázaro Peña González, secretario general de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC).

“Sucedió que un día de 1945 o 1946, como de costumbre, me dirigí al telar para ver si podía trabajar. Pero me fue imposible, pues el turno no empezó debido a un paro dirigido personalmente por Lázaro, a cuyo lado me encontraba y le pregunté: ‘¿Y yo, qué hago?’.

“Él, que desconocía mi condición de suplente, me miró y dijo: ‘¿Cómo que qué haces? Como todos los demás, incorporarte a la huelga’. Así lo hice, y por esa razón la dirección de la fábrica me acusó de comunista.

“En ese período mis motivaciones eran más sindicales que políticas, pues sentía gran admiración por el quehacer de Lázaro al frente del movimiento sindical cubano, así como por Jesús Menéndez Larrondo, líder de los azucareros; José María Pérez Capote, de los transportistas; Aracelio Iglesias, de los portuarios, y otros compañeros de destacado desempeño en esa labor”.
Pedro Trigo en entrevista con la periodista Felipa de las Mercedes Suárez Ramos.

Con el tiempo ocupó una plaza fija en Colana, donde durante algunos años se desempeñó como delegado sindical, cargo para el cual fue reelecto en varias oportunidades. Llegó a gozar de un bien ganado prestigio entre sus compañeros de labor, razón por la cual su hermano Julito y René Bedia Morales –expedicionario del Granma asesinado tras el desembarco–, le pidieron que ingresara en el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) (PPC-O), porque así prestaría una gran ayuda a esa organización. Lo hizo por complacerlos, pero, en pocos meses, los discursos de Eduardo Chibás Rivas lo transformaron en un fervoroso ortodoxo.

“En una ocasión se confeccionó una candidatura en la cual figurábamos José Perdigó, militante comunista, para secretario general, y yo como su vice. Un día antes de la votación, Andrés Hernández Palacios, dirigente sindical textilero cetekario –así se denominaba a los seguidores de Eusebio Mujal, quien había tomado la CTC por la fuerza–, puso en circulación un manifiesto en el cual nos ‘felicitaba’ a Raúl Rodríguez y a mí, que era ortodoxo, por haber ingresado en el partido comunista dentro del movimiento obrero”. “Por supuesto, no ganamos las elecciones, pues debe tenerse en cuenta la fuerte campaña desatada en el país contra los comunistas. Aquello me dolió mucho, porque yo era un apasionado del trabajo sindical”.
Pedro Trigo en entrevista con Felipa de las Mercedes Suárez Ramos.

Conoce a Fidel

Conoció a Fidel, en una asamblea del Partido Ortodoxo que se desarrolló en la localidad habanera de Santiago de las Vegas, antes del golpe de Estado batistiano de 1952.

Pedro denunció en la asamblea que en el propio territorio, el presidente Carlos Prío había adquirido cinco fincas rústicas, expulsó a los arrendatarios que las trabajaban y tenía como jornaleros a miembros de las Fuerzas Armadas.

Fidel lo abordó cuando bajó de la tribuna. Se identificó. Yo soy Fidel Castro, dijo, y preguntó si lo de las fincas era cierto. Ante la respuesta afirmativa de Pedro, comentó que le había dado una gran idea:

«¿Qué te parece si nos damos a buscar todos los datos, entrevistamos a esos campesinos desalojados y denunciamos el caso?».

Prío había adquirido las fincas Lage, Gordillo, Pancho Simón, Potrerillo de Menocal y Paso Seco; 54 caballerías en total que unificó bajo el nombre de El Rocío, nombre de su hija mexicana y que aún identifica a la zona. En 48 de aquellas 54 caballerías se asentaron, tras el triunfo de La Rewvolución cubana. el parque Lenin, la escuela vocacional del mismo nombre y el Jardín Botánico Nacional.

Fidel aseguró a Pedro que lo buscaría para precisar la forma en que acometerían la investigación. Llegó, a la mañana siguiente, acompañado de Juan Martínez Tinguao y no demoraron en unírseles José Luis Tassende y Gildo Fleitas, muertos más tarde en el Moncada. Como primera tarea debían fotografiar a los más de cien campesinos desalojados, algunos de los cuales llevaron hasta 18 años trabajando en aquellas tierras. Recuerda Pedro que Fidel durante la reunión que sostuvo con los campesinos expulsados, habló sobre la necesidad de impulsar en el país una ley de Reforma Agraria que acabara con el latifundio y diese la propiedad de la tierra al que la trabajaba y tras probar que las fincas en cuestión eran propiedad de Prío, denunció el hecho desde las páginas del periódico Alerta.

Preparastivos

Pedro Trigo
Al fondo, una imagen de su hermano Julio

A partir de ahí no perdió contacto con Fidel quien, pocos días después del golpe de Estado, le habló de lo imperioso que resultaba crear un movimiento revolucionario que se opusiese a la dictadura naciente. Le orientó entonces que organizara en el pueblo de Calabazar, donde vivía, una célula insurreccional que conformarían obreros, campesinos, estudiantes y profesionales dispuestos a empuñar las armas para llevar la Revolución al poder.

«Y ahí empezamos a conspirar. Abel Santamaría, a quien conocí por aquel entonces, me pidió que citara a los hombres de mi grupo para reunirse con ellos. Se interesó por nuestro nivel escolar y preguntó enseguida cuántos leíamos a José Martí. Algunos lo hacían; otros, no. Y dijo Abel que todos debíamos leerlo porque él sería el guía de la acción que llevaríamos adelante y porque era extraordinaria la vigencia de su pensamiento, no solo para aquellos momentos, sino para el futuro».
Pedro Trigo.

La mayor parte de los uniformes militares que se utilizaron en el asalto al cuartel Moncada se adquirieron a través de Pedro Trigo. Un pariente suyo, Florentino Martínez, enfermero del Ejército y que terminaría siendo uno de los moncadistas, los consiguió para el Movimiento, en tanto que en la casa de Melba Hernández, una de las mujeres incorporadas a la acción, la otra fue Haydée Santamaría, se confeccionaron los de aquellos combatientes que, como Fidel, requerían de tallas no disponibles en el lote adquirido.

En Santiago de Cuba

«Se nos dio la orden de trasladarnos a Santiago de Cuba y ya allí nos agrupamos en la granjita Siboney, en las afueras de la ciudad. Se hablaba de la acción a la que nos abocábamos y se decía que sería a la hora cero, pero salvo Fidel y Abel, creo que ninguno de nosotros sabíamos de qué acción se trataba ni cuándo sería. Yo me enteré de que atacaríamos el Moncada pasada la una de la mañana del mismo 26 de julio, cuando Fidel me lo hizo saber en la Plaza de Marte mientras esperábamos la llegada del doctor Mario Muñoz, otro de los combatientes. En su espera, hicimos un recorrido por la ciudad, pasamos por el cuartel y fuimos a la casa del periodista Luis Conte Agüero, la llamada «Voz más alta de Oriente». Fue allí donde me enteré de que ya con el Moncada en nuestro poder, yo debía tomar la Cadena Oriental de Radio para que Conte arengara al pueblo. Como Conte no se encontraba, porque había salido para La Habana dos días antes, Fidel me dijo que no me preocupara porque él, que presentía que Conte era un cobarde, había instruido a uno de los combatientes, el poeta Raúl Gómez García, para que llamara a los santiagueros a la lucha. De vuelta a la granjita pregunté a Abel si todo estaba debidamente sincronizado. Sí, Pedrito. ¿Tienes alguna duda? Y añadió: «Mira, piensa lo peor, que nos maten a todos. Si es así, de todas maneras triunfamos porque salvamos la vigencia de Martí en el centenario de su natalicio». Quién iba a pensarque horas después Abel estaría muerto.
Pedro Trigo.

Pedro Trigo no llegó a combatir en el Moncada: En el trayecto de la granjita Siboney hasta el Moncada, algunos de los autos tripulados por combatientes perdieron el rumbo en una ciudad desconocida y no pudieron participar en el combate. Él fue uno de ellos. Iba ya por los Elevados de Quintero cuando escuchó los disparos e intentó reorientarse.

¿Dónde queda el Moncada?, preguntó a un santiaguero corpulento que, calzado con chancletas de palo, venía bailando desde Santiago, que celebraba entonces sus fiestas de carnaval. Vea, respondió el sujeto. Coja por ahí y siga los tiros.

Cuando él y sus compañeros llegaron a la posta tres del cuartel, ya Fidel había dado la orden de retirada.

Fueron momentos angustiosos. Iban ocho combatientes a bordo del vehículo y comprendió que así no llegarían a ninguna parte. Algunos tendrían que seguir a pie, buscar otra vía de escape, pero nadie quería abandonar el automóvil hasta que él y dos compañeros lo hicieron. Deambuló por Santiago, sin conocer la ciudad, se quitó el uniforme militar que llevaba puesto, al igual que casi todos los combatientes, encima de la ropa de civil. Vio acercarse un ómnibus. Lo hizo detener y preguntó a dónde se dirigía. La Habana. Ya en su asiento, el conductor le facilitó un peine.

A la altura de El Cobre, otro combatiente abordó el vehículo. Vestía con pantalón de militar y la camisa que le facilitó un campesino.

En La Habana y al exilio

En Calabazar lo esperaban agentes del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) con órdenes de detenerlo. Lo condujeron a la sede de ese cuerpo represivo y lo encerraron en el mismo calabozo donde tenían ya al dominicano Juan Bosch, que nada tenía que ver con el Moncada, pero como había sido el escritor de los discursos de Carlos Prío, su detención era una forma de complicar al exmandatario con sucesos en los que no tuvo responsabilidad alguna.

La suerte lo acompañó. No pudo la Policía probarle su participación en lo del Moncada y un taxista de su pueblo, un sujeto batistiano hasta los huesos, aseguró, confundido, haberlo tenido como pasajero aquel domingo 26 de julio. Por tanto, si estaba en Calabazar, no podía haber estado en Santiago de Cuba.

Lo dejaron en libertad con la advertencia de que no saliera del poblado y que limitara sus movimientos de la casa al trabajo y viceversa. Pero cuando Melba y Haydée quedaron libres, luego de cumplir sus condenas, se puso al servicio de ellas y más tarde de Fidel, tras la amnistía de 1955.

Luego de la partida de Fidel hacia México, siguió dentro del Movimiento 26 de Julio hasta que tuvo que partir al exilio.

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Fuentes

  • Conversando con Pedro Trigo. Artículo publicado en 2021. Consultado el 31 de julio de 2022.
  • Archivos de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
  • Multimedia “Proyecto Identidad”, Tomo 3. PCC 2003
  • Archivos biográficos de Mártires del Moncada, Museo 26 de Julio.
  • De dirigente sindical a moncadista. Consultado el 31 de julio de 2022.