Pioderma canina

Pioderma canina
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Pioderma canina: Este contagio es una de las enfermedades de la piel en perros que se observa más a menudo y es causada por bacterias con la formación de pus. Localizándose en la epidermis y en el epitelio del folículo piloso. La bacteria se encuentra casi siempre en el ano, pelo, orificios nasales y fácilmente pasa a la cara del animal. Las razas de nariz chata y los perros obesos son los que tienen más probabilidad de padecer Pioderma en la cara, los labios y la vulva.

Los síntomas más comunes que manifiesta la pioderma son: lesiones pequeñas y levantadas, picazón, costras, pérdida de peso, pustulas, etcétera. La mejor prevención para esta enfermedad en la piel suele ser los baños frecuente que pueden disminuir la incidencia del contagio inicial.

Definición

La pioderma es una infección bacteriana de la piel. Esto puede ocurrir cuando las defensas naturales de la piel se quiebran, permitiendo que las bacterias comunes de la piel se multipliquen sin control (llamado crecimiento excesivo). Bacterias de otros orígenes también pueden desarrollar cuando encuentran la oportunidad. Otros organismos, tales como levaduras y organismos fúngicos, pueden tomar ventaja de los cambios en la piel que se producen con la pioderma y establecer sus propias infecciones. Los perros y los gatos de cualquier edad pueden ser afectados por la pioderma.

Etiopatogenia

La pioderma es una infección bacteriana de la piel, generalmente purulenta, no contagiosa, causada en la mayor parte de los casos por Staphylococcus pseudintermedius, coco grampositivo, coagulasa positivo.

St. pseudintermedius está presente en numerosas mucosas del perro (nasal, orofaríngea, anal), distribuyéndose a la piel mediante el lamido, pudiendo establecer una colonización o producir una infección cuando las condiciones son adecuadas.

La mayoría de las piodermas son secundarias, siendo numerosos los factores que predisponen a la infección: factores físicos (traumatismos, maceraciones, cuerpos extraños), higiene deficiente, procesos infecciosos y parasitarios (tiñas y sarnas), trastornos pruriginosos (alergias), autoinmunes, defectos en la queratinización de la epidermis (seborrea) y de los folículos (alopecia de los mutantes de color), endocrinopatías (síndrome de Cushing, hipotiroidismo), malnutrición, y malformaciones anatómicas (pliegues).

Es probable que los procesos parasitarios y alérgicos incrementen la humedad y temperatura cutánea, favoreciendo la multiplicación bacteriana, existiendo evidencias de que en la dermatitis atópica hay un mayor grado de adherencia de los estafilococos a los queratinocitos de la epidermis. Además, si el proceso es pruriginoso, las lesiones autoinfligidas rompen la barrera cutánea, facilitando la infección. Por otro lado, las endocrinopatías frecuentemente se asocian a una inmunosupresión, pudiendo afectar también a la barrera cutánea, al alterar su composición lipídica.

Clasificación

Las piodermas se clasifican en base a su profundidad en tres grandes grupos:

  • Las seudopiodermas son procesos inflamatorios de la superficie de la epidermis en los que solo existe un crecimiento de gérmenes sobre ésta, sin infección; desde siempre se han incluido la dermatitis aguda húmeda y el intertrigo; no obstante, hoy en día habría que añadir los crecimientos excesivos de estafilococos o de levaduras (Malassezia) que complican con elevada frecuencia las dermatitis alérgicas y los trastornos queratoseborreicos de los perros; las levaduras se tratan más específicamente en Micosis.
  • Las piodermas superficiales son las infecciones de los epitelios superficiales, bien de la epidermis (impétigo) o de los folículos pilosos (foliculitis superficial).
  • Las piodermas profundas (desarrollo bacteriano en la dermis y, a veces, en la hipodermis), las cuales en su mayoría son una evolución de piodermas superficiales, diferenciándose en furunculosis, celulitis, paniculitis, según se afecten los folículos pilosos, el tejido celular subcutáneo y el panículo adiposo, respectivamente. La furunculosis, a diferencia de la foliculitis, es una inflamación del folículo piloso que rompe la pared del folículo y se extiende de forma circunscrita a los tejidos que lo rodean. Cuando lo que hay es un cúmulo de pus circunscrito se habla de absceso.

Cuadro clínico

  • Las lesiones cutáneas primarias presentes en las piodermas superficiales son pápulas y pústulas, mientras que en los procesos profundos se observan nódulos y furúnculos.
  • Secundariamente, las pústulas pueden romperse espontáneamente o por rascado formándose costras de pus seco, con restos de queratina y exudados. El rascado también provoca la aparición de erosiones y úlceras. Igualmente se observa alopecia al caerse restos de pelos de los folículos infectados, y por el rascado del animal. En los procesos profundos pueden aparecer tractos fistulosos que drenan un exudado purulento.
  • En el caso de procesos profundos no localizados y en piodermas superficiales extensas o generalizadas, se pueden observar signos generales de enfermedad, y adenopatías.

Diagnóstico

Las piodermas no son difíciles de reconocer. La confirmación del diagnóstico se basa en el frotis y tinción de pústulas intactas o fístulas drenantes, observándose bacterias intra y extracelulares. Las diferencia de ciertos procesos inmunomediados que cursan con "pústulas estériles" (pénfigos, dermatitis pustulosa estéril) y de otros procesos purulentos como la paniculitis nodulosa estéril, en los que no se encuentran bacterias o, de haberlas, son solo extracelulares.

En el exudado de muchas infecciones profundas, como las celulitis, con frecuencia es difícil observar bacterias fagocitadas ya que su número es relativamente escaso en relación con la elevada cantidad de células inflamatorias.

El diagnóstico de la multiplicación excesiva de microorganismos sobre la piel se basa en la realización de citologías de las áreas eritematosas o hiperpigmentadas, preferiblemente mediante cinta adhesiva, lo que permite detectar la presencia de un número excesivo de microorganismos y determinar si son bacterias o levaduras.

No existe un número concreto de bacterias o levaduras que defina cuándo éstas son excesivas e, hipotéticamente, cuándo ejercen un efecto patógeno. En general, la presencia de unas pocas levaduras por campo de inmersión en un individuo con lesiones se considera diagnóstica, mientras que en el caso de las bacterias el número debe superar unas pocas decenas.

Normalmente no se necesita realizar cultivo, aislamiento, ni antibiograma, salvo cuando son procesos muy intensos, profundos o en aquéllos que no responden a una antibioterapia racional con dosis adecuada.

Es importante reconocer los factores predisponentes, para evitarlos, y determinar los procesos subyacentes, a fin de instaurar una terapia específica.

Ante una pioderma que no responde se debe:

  1. Cuestionar si es una pioderma o no, diferenciándolas de las enfermedades pustulosas estériles.
  2. Buscar las causas predisponentes (reevaluar alergias, tiña, sarna demodécica, etc.)
  3. Confirmar que el tratamiento antibiótico aplicado ha sido correcto en duración y dosis.

Tratamiento

Un punto fundamental es corregir los factores predisponentes o enfermedades subyacentes que han producido la pioderma. Como norma, las seudopiodermas, piodermas superficiales y la furunculosis del morro solo requieren tratamiento tópico. Las foliculitis extensas y las piodermas profundas necesitan del establecimiento de una antibioterapia sistémica, beneficiándose de una terapia tópica complementaria: baños antisépticos frecuentes (2-3 veces por semana), y lavados diarios con antisépticos (clorhexidina al 0,05-0,10% o povidona yodada al 1%) de las fístulas.

El tratamiento tópico sirve para eliminar costras y escamas, facilitar el drenaje, reducir la población bacteriana, y disminuir el dolor y el prurito; es esencial en las seudopiodermas y piodermas superficiales y localizadas, siendo de apoyo en las crónicas y en las profundas. Se pueden usar champús antisépticos, con una frecuencia media de 2 veces a la semana, aunque en piodermas profundas se puede comenzar hasta con 2 baños diarios.

Es importante rasurar o recortar el pelo para favorecer el tratamiento con champús antisépticos, manteniendo entre 5 y 10 minutos el contacto del champú con la piel, antes de aclarar.

El más práctico es el de clorhexidina al 3%, ya que es efectivo no solo frente a estafilococos, sino también contra Malassezia, y hay muchos casos en que ambos gérmenes complican el cuadro clínico del paciente. Además, es un champú normalmente bien tolerado, a diferencia del de peróxido de benzoílo, que puede ser irritante en alrededor del 5% de los pacientes.

Cuando en la dermatitis solo participan estafilococos, es suficiente una concentración de clorhexidina del 0,5%.

El champú de peróxido de benzoílo, al 2,5%, se prefiere cuando hay afectación folicular, por su capacidad de limpieza de los folículos pilosos; limita su uso su poder irritante y el hecho de que a largo plazo seca mucho la piel por ser un potente desengrasante; esto último puede evitarse usando formulaciones que lo combinen con hidratantes.

En lesiones circunscritas de tamaño no muy extenso es práctico el uso de povidona yodada al 5-10%.

Los antibióticos tópicos son de efecto limitado debido a la capa córnea, usándose solo en casos muy localizados (principalmente furunculosis), en particular los productos a base de mupirocina, ácido fusídico y bacitracina-neomicina (dos aplicaciones diarias). Empíricamente se pueden utilizar con éxito gran variedad de antibióticos en la mayor parte de las piodermas: cefalosporinas de primera generación, penicilinas resistentes a las penicilinasas, lincosamidas, macrólidos y fluoroquinolonas, por citar los más usuales. No obstante, en los últimos años se ha incrementado notablemente las citas de estafilococos multirresistentes en perros.

La elección de uno u otro puede depender de muchos factores, desde la gravedad y profundidad de la pioderma, hasta las características del antibiótico, como su espectro de acción, precio, efectos secundarios, frecuencia y vía de administración, resistencias al mismo, etc. Una primera clasificación práctica, en base al tipo de pioderma, divide los antibióticos en dos grandes grupos:

  1. Aquéllos adecuados para un tratamiento empírico de una pioderma no complicada: macrólidos, lincosamidas y sulfamidas potenciadas.
  2. Los adecuados en piodermas recurrentes o que no han respondido a la elección anterior: cefalosporinas de primera generación, penicilinas resistentes a las penicilinasas y fluoroquinolonas.

Sin embargo, al final, el escoger uno u otro depende básicamente de dos circunstancias: su precio y la frecuencia de administración. En base a estos dos parámetros se suele usar:

  1. En animales que solo pueden recibir una dosis diaria, enrofloxacino, habiendo alternativas como la clindamicina y la cefpodoxima.
  2. Si el paciente puede ser dosificado dos veces al día, la cefalexina es una elección práctica. Recientemente se ha comprobado en piodermas superficiales que la administración de la dosis total de cefalexina en una sola toma diaria es igual de eficaz que su división en dos tomas; igualmente, una dosis de 30 mg/kg cada 24 horas es eficaz en muchas piodermas profundas.

En la tabla siguiente se resumen las dosis descritas clásicamente en la literatura de los principales antibióticos disponibles para las piodermas caninas, así como algunas recomendaciones recientes mucho más elevadas.

Antibiótico Dosis clásicas Recomendaciones recientes
Amoxicilina – ácido clavulánico 12,5-25,0 mg/kg c8-12h 22 mg/kg c12h
Cefadroxilo 10-22 mg/kg c12h 0
Cefalexina 15-30 mg/kg c12h 22 mg/kg c8h - 33 mg/kg c12h
Cepodoxima 5-10 mg/kg c24h 0
Clindamicina 11 mg/kg diarios, en una o dos tomas (mejor en una sola toma) 10 mg/kg c12h
Enrofloxacino 5 mg/kg c24h 10 mg/kg c12h
Lincomicina 22 mg/kg c12h 0
Marbofloxacino 2 mg/kg c24h 5 mg/kg c12h

Son importantes las dosis y duración adecuadas. En procesos superficiales extensos se requiere un tratamiento de al menos 3 semanas, y 7 días tras la desaparición de los síntomas; en casos no complicados, una alternativa interesante es usar antisépticos tópicos y antibióticos sistémicos a la vez, en cuyo caso suele ser suficiente unos 10 días de terapia antibiótica, siempre y cuando se mantengan los baños antisépticos hasta la curación definitiva de la pioderma. En procesos profundos se necesitan frecuentemente 2-3 meses, debiendo mantenerse 2 semanas tras la curación de la pioderma. Se deben evitar los corticoides inicialmente, a pesar de que exista prurito, para ver la respuesta al antibiótico.

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