Santa María de la Rosa

Santa María de la Rosa
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Santo
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Religión o MitologíaCatolicismo
Día celebración15 de diciembre
Patrón(a) o Dios(a) deFundadora de las Religiosas Siervas de la Caridad
Fecha de canonización12 de julio de 1954
Venerado enBandera de Italia Italia

Santa María Crucificada Paola de la Rosa. Nació en la ciudad de Brescia (Italia), el 6 de noviembre de 1813, en el seno de una familia rica. Era la sexta de los nueve hijos de Clemente de Rosa y de la condesa Camila Albani. Su infancia no tuvo nada de extraordinario.

Síntesis biográfica

Su padre era un industrial bresciano, un consumado hombre de negocios, pero a Paola no le interesaban los bienes materiales. Debido la enfermedad incurable de su joven y queridísima madre quedó huérfana de esta a los 11 años, ingresó en el Colegio de Monjas de la Visitación, llamadas también Visitandinas y Salesianas. Así es como Paola comprende que la vida no es un placer para los señores y un calvario para los pobres, sino una prueba de la cual todos tienen que rendir cuentas

Cuando tenía 17 años, la joven abandonó la escuela para ocuparse de su padre y éste empezó a buscarle marido. Cierta vez su padre le presentó un joven diciéndole que había decidido que él fuera su esposo. La muchacha se asustó y corrió donde Monseñor Faustino Pinzoni (1779-1848), sacerdote muy sagaz, que había dado ya muestras de gran prudencia en su dirección. Monseñor Pinzoni fue a ver personalmente a Clemente de Rosa y le explicó que su hija había determinado no contraer matrimonio. En aquella época, sobre todo en las clases superiores, los padres no solían preocuparse mucho de las inclinaciones de sus hijos, particularmente en cuestiones de matrimonio. Ello hace tanto más encomiable la actitud del padre de María, quien se plegó casi inmediatamente a la decisión de su hija y la apoyó más tarde en la realización de sus planes, por más que debían parecerle extravagantes. María siguió viviendo en su casa diez años. Cada día, se consagraba más a las obras de beneficencia, en lo cual su padre la precedía con el ejemplo.

Vida religiosa y caritativa

A los diecinueve años asume la dirección del refectorio de una empresa de familia, la fábrica de hilados de Acquafredda, en la provincia de Brescia. Allí se hace amiga de las jóvenes operarias, organizándolas y con ellas fundó una asociación destinada a ayudarse unas a otras y a ejercitarse en obras de piedad y de caridad. En la finca de sus padres fundó también con las campesinas de los alrededores una asociación religiosa que las enfervorizó muchísimo. En su parroquia organizó retiros y misiones especiales para las mujeres, y el cambio y la transformación entre ellas fue tan admirable que al párroco le parecía que esas mujeres se habían transformado en otras. ¡Así de cambiadas estaban en lo espiritual!.

El amor estuvo siempre presente en cada uno de sus actos. Así, la hija del empresario bresciano descubre que ninguna empresa vale más que la bondad desinteresada.

La epidemia de cólera que estalla en Brescia en 1836 transforma a Paola con tan solo 23 años en una enfermera y, como tal ella asiste solícitamente a las mujeres enfermas y con permiso de su padre (que se lo concedió con gran temor) se fue a los hospitales a atender a los millares de contagiados. Luego en el hospital lazareto conoce por medio de Monseñor Pinzoni a una viuda llamada Gabriella Echenos Bornati (1798-1844) a quien un pasado de dolor y consagración le había forjado un carácter apacible y una finísima capacidad para conocer y acercar corazones; María Paola, se asocia a ella, que tenía mucha experiencia en esas labores de enfermería, y entre las dos dieron tales muestras de heroísmo en atender a los apestados y en sus futuras iniciativas, que la gente de la ciudad se quedó admirada. Lo que hizo que la amistad de Paola permaneciera siempre unida a su “compañera de caridad”.

Después de la peste, como habían quedado tantas niñas huérfanas, el municipio formó unos talleres artesanales y los confió a la dirección de María de la Rosa que apenas tenía 24 años, pero ya era estimada en toda la ciudad. Ella desempeñó ese cargo con gran eficacia durante dos años, pero luego viendo que en las obras oficiales se tropieza con muchas trabas que quitan la libertad de acción, dispuso organizar su propia obra y abrió por su cuenta un internado para las niñas huérfanas o muy pobres.

Poco después abrió también un instituto para niñas en su ciudad natal; simultáneamente, asiste a las mujeres internadas en el hogar de ancianos “ Casa de industria” y se dedica a ayudar y proteger a las jovencitas propensas a caer en la vida fácil. Todo esto es admirable en una joven que todavía no cumplía los 30 años y que era de salud sumamente débil. Pero la gracia de Dios concede inmensa fortaleza. Finalmente funda la Pia Unione (Piadosa Unión), que más tarde se transformará en la vasta Congregación de las Siervas de la Caridad.

Fundación del Instituto

La Pia Unione, que se conviertió en el Instituto de las Siervas con los tres votos, gracias a la inmediata ratificación del Papa Pío IX, se expande como un vuelo de palomas y llega a varias ciudades italianas. El árbol esparce sus ramas y extiende sus raíces dentro y fuera del país, en Italia y en el exterior. Cuando profesa los votos de su Instituto Paola adopta el nombre de Sor María Crocifissa.

El Instituto empieza a funcionar en 1836, aunque generalmente se señala su comienzo formal en 1840. La misma Paola Rosa esboza el origen y el desarrollo de la fundación: “nuestro Instituto tuvo origen en el año 1836, cuando el Cólera Morbus desvastó a nuestra Brescia. Aún no se había presentado el flagelo a las puertas de la ciudad cuando una joven señora concibió y reveló a algunas de sus amigas el deseo de asistir a los enfermos de cólera, cuando fuera necesario" (Archivo de la Casa Madre de Brescia “Paola di Rosa a la Santa Congregación de los Obispos”, Roma - Brescia, 11.03.1847)

Clemente de Rosa cedió poco después una casa mejor a la comunidad de Brescia. El obispo de la ciudad aprobó en 1843 la regla provisional. Gabriela Bornati murió pocos meses después, y esa pena vino a ensombrecer un tanto el gozo anterior. Aunque privada de su principal colaboradora, Paola podía aún guiarse por los consejos de Monseñor Pinzoni. La congregación siguió creciendo y los hospitales fueron aumentando en número. En el verano de 1848, murió el arcipreste, precisamente en una época en que las convulsiones políticas sacudían a Europa y la guerra hacía estragos en el norte de Italia. Paula aprovechó la oportunidad para enviar a sus religiosas a encargarse del hospital militar de San Lucas. Ahí tuvieron también que enfrentarse con la oposición de los médicos, que preferían a las enfermeras seglares y a los ordenanzas militares. Las religiosas atendieron a las víctimas civiles y a los prisioneros. Además, anticipándose a Florencia Nightingale, ejercieron las obras de misericordia espirituales y corporales en pleno frente de batalla. Al año siguiente, tuvieron lugar los trágicos «Diez Días de Brescia». Paola y sus religiosas atendieron a todos los heridos sin distinción. Un destacamento indisciplinado hizo irrupción en el hospital. Paola, acompañada de media docena de religiosas que llevaban un crucifijo y dos cirios, cerró el paso a los soldados, los cuales vacilaron un momento, se detuvieron y se escurrieron fuera. El crucifijo, (que todavía se conserva en Brescia) pasó de mano en mano entre los enfermos para que lo besaran.

Paola quería que sus religiosas uniesen la vida activa a la contemplativa. Pero no quería religiosas «activistas», de ésas que, según la expresión de Santa Luisa de Marillac, «corren por las calles con tazones de sopa». En aquella época, Italia era un campo ideal para fundaciones como la de Paola. Así pues, la santa partió a Roma en el verano de 1850. El 24 de octubre, Pio IX le concedió audiencia. Dos meses después, la congregación fue aprobada con una rapidez notable, según iban las cosas en Roma. La aprobación de las autoridades civiles fue menos rápida; por ello, las primeras veinticinco religiosas no pudieron hacer la profesión sino hasta el verano de 1852. Paula tomó el nombre de María del Crucificado. La erección canónica de la congregación abrió un período de rápido desarrollo. Pero la obra personal de la madre María en este mundo estaba próxima a su fin.

Muerte

Aunque apenas tenía cuarenta y dos años, sus fuerzas estaban totalmente agotadas, de suerte que se consideró como un milagro que recobrase la salud el Viernes Santo de 1855. El trabajo abundaba: el cólera amenazaba a Brescia, y había que abrir un convento en Espalato de Dalmacia y otro cerca de Verona. La santa sufrió un ataque en Mántua. Cuando llegó a Brescia, exclamó: “¡Bendito sea Dios, que me trae a morir en Brescia!”. La causa de la Madre crucificada fue incoada el 16 de diciembre de 1913, el 10 de julio de 1932 fue decretada la heroicidad de las virtudes.

Monseñor Pinzoni, quien la había conocido tan a fondo, dijo en cierta ocasión: «Su vida es un milagro que asombra a cuantos lo ven». Santa María resumió perfectamente el espíritu que la animaba, al decir a sus religiosas: «No puedo ir a acostarme con la conciencia tranquila los días en que he perdido la oportunidad, por pequeña que ésta sea, de impedir algún mal o de hacer el bien». Día y noche, estaba pronta a acudir en auxilio de los enfermos, a asistir a algún pecador moribundo, a poner fin a una reyerta, a consolar una pena. Así lo reconoció el pueblo de Brescia, que acudió en masa a los funerales.

Beatificación y canonización

Fue beatificada el 26 de mayo de 1949 y su tuvo lugar canonización el 12 de julio de 1954, ambas se llevaron a cabo por el Papa Pío XII.

Fuentes