Misa

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Misa
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Concepto:La Misa es el conjunto de oraciones y ceremonias que conforman el ritual de la Eucaristía en los ritos latinos. Desde los albores de la primera predicación de la fe cristiana en Occidente, lo mismo que en otros lugares, la Santa Eucaristía ha sido celebrada tal como fue instituida por Cristo en la Última Cena, de acuerdo a su mandato, en memoria suya. Y no pasó mucho tiempo antes de que la palabra latina missa, usada en un sentido muy vago, se conviertiera en el nombre técnico casi exclusivo de ese ritual.

Misa. Sacrificio religioso incruento vinculado al cristianismo que tiene como acto primordial la celebración de la eucaristía y que va acompañado de una liturgia de cantos, lecturas, oraciones y otras ceremonias. El término ha sido utilizado por la Iglesia católica y algunas iglesias anglicanas. Otras iglesias protestantes llaman “santa comunión” o “cena del Señor” a este rito. Las iglesias ortodoxas orientales lo denominan “divina liturgia”. La palabra “misa” proviene etimológicamente de la latina missa (despedida). Fue tomada de la fórmula “Ite, missa est” (“Id, es la despedida”) con que se disolvía la congregación.

Etimología

La palabra Misa (missa) fue originalmente la designación general para el Sacrificio Eucarístico en Occidente después de la época del Papa San Gregorio I Magno (murió en 604); la Iglesia primitiva usó la expresión la “fracción del pan” (fractio Panis) o “liturgia (Hch. 13,2, leitourgountes); la Iglesia Griega ha usado este último nombre por más de dieciséis siglos.

En los primeros días del cristianismo se empleaban otros términos, tales como:

  • “La Cena del Señor” (coena dominica),
  • el “Sacrificio” (prosphora, oblatio),
  • “la reunión” (sinaxis, congregatio),
  • “los Misterios”, y
  • (desde Agustín), “el Sacramento del Altar”.

La idea del Sacrificio de la Misa no estaba necesariamente conectada con el nombre “Fiesta de Amor” (ágape). Etimológicamente la palabra missa no procede (como establece Baronio) del hebreo, ni del griego mysis, sino que simplemente se deriva de missio, así como oblata se deriva de oblatio, colecta de collectio, y ulta de ultio. Sin embargo, la referencia no era a una “misión” divina, sino sólo a un “despido” (dismissio) como se acostumbraba también en el rito griego (apolyesthe en eirene), y como todavía resuena en la frase Ite missa est.

Esta forma solemne de despedida no fue introducida por la Iglesia como algo nuevo, sino que fue adoptada del lenguaje ordinario, como muestra el obispo San Avito de Vienne tan temprano como en 500 d.C. “en las iglesias y en el lugar del emperador o las cortes de los prefectos, Missa est se dice cuando se releva de la asistencia a la gente.”

En el sentido de “despedida” o “cierre de la oración, missa se usa en el “Peregrinatio Silvae” y la Regla de San Benito coloca la fórmula regular, Et missae fiant (finalizaron las oraciones), después de las horas canónicas, vísperas y completas. El lenguaje popular aplicó el ritual de despedida gradualmente, llamando al todo como la parte. El primer rastro certero de tal aplicación se halla en San Ambrosio.

El origen de la Misa

Exaltació de la Eucaristía

La misa occidental, como todas las liturgias, comienza, claro, con la Última Cena del Señor. Lo que Él hizo, reiterado en memoria suya según su mandato, es el núcleo de la misa.

Tan pronto como llegó la fe a Occidente se comenzó a celebrar la Eucaristía, al igual que en Oriente. Al inicio, el lenguaje usado era el griego. De esa liturgia original, y habiendo cambiado la lengua al latín, nacieron los dos grandes ritos occidentales: el latino y el gálico. De esos dos, la misa gálica puede ser rastreada más fácilmente. Es tan antioquena en su estructura y en el texto de muchas de sus oraciones, que constituye una forma traducida de la liturgia de Jerusalén-Antioquia, llevada a Occidente casi al mismo tiempo que la más o menos flexible liturgia universal de los primeros tres siglos daba origen a los diferentes ritos fijos. El origen de la misa romana, proviene de la liturgia griega descrita por san Justino Mártir, que es la de la Iglesia Romana del siglo II y, en el otro extremo del desarrollo, la liturgia de los primeros sacramentarios romanos en latín, del siglo VI. Ambos son diferentes. La descripción de Justino muestra un ritual al que hoy se llamaría del tipo oriental, que corresponde con notable exactitud al de las Constituciones Apostólicas. Los sacramentarios Leoniano y Gelasiano, por su parte, permiten conocer lo que hoy es prácticamente la actual misa romana.

Esquema de la misa solemne

La ultima cena

La procesión se acerca al altar, consta de turiferario, acólitos, maestro de ceremonias (ceremoniero), subdiácono, diácono y celebrante. Todos llevan los ornamentos indicados por las rúbricas.

Primero, se recitan las oraciones preparatorias al pie del altar; se inciensa el altar; el celebrante lee el introito y el Kyrie, y las lecturas son proclamadas desde un único ambón, colocado, generalmente, en lo que antes se llamaba “lado del Evangelio”. Los días en los que en el Oficio (actualmente,Liturgia de las Horas) se reza el “Te Deum”, el celebrante entona el “Gloria in excelsis”, que debe ser continuado por el coro. Mientras eso sucede, el celebrante, el diácono y el subdiácono lo recitan individualmente, hecho lo cual se sientan hasta la terminación del coro. Después del saludo “Dominus vobiscum”, y de su respuesta: “Et cum spiritu tuo”, el celebrante canta la colecta del día y todas las que sean necesarias para conmemorar otras fiestas u ocasiones, o las que hayan sido ordenadas por el obispo. En días sin fiesta especial el celebrante puede escoger alguna de su predilección de entre las que ofrece el misal y de acuerdo a las rúbricas. El subdiácono lee la Epístola y el coro canta el gradual. Ambos elementos son seguidos por el celebrante en el misal desde el altar. De acuerdo a las normas vigentes- antes del Concilio Vaticano II- el celebrante debe recitar individualmente todo lo que los demás canten. Bendice el incienso, recita la oración “Munda cor meum” y lee el Evangelio.

El diácono se prepara para cantar el Evangelio. Para ello, él avanza en procesión con el subdiácono, turiferario y acólitos a un sitio al norte del coro, donde procede a cantarlo, con el subdiácono sosteniendo el libro ahí donde no hubiera ambón. Si hay sermón, debe ser pronunciado inmediatamente después del Evangelio. El lugar tradicional de la homilía es después de las lecturas. Enseguida se canta el Credo, si se trata de domingo o ciertas fiestas, como es el caso para el “Gloria”. Es en este punto, antes o después del Credo donde termina en teoría la misa de los catecúmenos.

De pie en medio del altar, el celebrante canta “Dominus vobiscum” y “Oremus”- el último vestigio de la antiguas oraciones de los fieles (que ya han sido reincorporadas en el rito de la misa posterior al Concilio Vaticano II y colocadas al final del Credo). Sigue el ofertorio. Se ofrece el pan a Dios con la oración “Suscipe sancte Pater”; el diácono pone vino en el cáliz y el subdiácono añade un poco de agua. El celebrante ofrece el cáliz del mismo modo que ofreció el pan (Offerimus tibi, Domine), después de lo cual se inciensa todo: las ofrendas, el altar, el celebrante, los ministros y la asamblea. En tanto, el coro canta el ofertorio. Enseguida, el celebrante lava sus manos mientras recita la oración “Lavabo”.

Posterior a otra oración de ofrenda (Suscipe Sancta Trinitas) y a una invitación a la asamblea (Orate, fratres) a la que esta responde sin cantar (se trata de una adición posterior), el celebrante recita la secreta, que corresponden a la colecta. La última secreta termina con una Ekphonesis: “Per omnia saecula saeculorum”. Esto constituye una advertencia de lo que está por llegar. Cuando las oraciones comenzaron a ser recitadas en silencio, se buscó una manera de señalar su términación, para que los fieles supieran qué estaba pasando. Así que se comenzó a cantar las palabras finales.

En los ritos orientales se desarrollaron mucho estas ekphonesis. En la misa romana hay tres ejemplos de ellas, siempre con las palabras “Per omnia saecula saeculorum” a las que el coro responde “Amen”. Luego de la ekphonesis de la secreta se abre el diálogo “Sursum corda”, etc., que se usa en todos los ritos con algunas variaciones. De ese modo el inicio de la oración eucarística al que llamamos prefacio dejó de formar parte del canon.

El coro canta y el celebrante recita el sanctus. A ello sigue el canon, a partir de las palabras “Te igitur” y terminando con una ekphonesis antes del Padre Nuestro.. A continuación está el Padre Nuestro, antecedido por unas breves palabras (Praeceptis salutaribus moniti) y seguido de un embolismo (LIBERA NOS), que se recita silenciosamente y se termina con la tercera ekphonesis.

Se inicia la fracción del pan con el versículo “Pax Domini sit semper vobiscum”, que busca introducir el beso de paz. El coro canta el “Agnus Dei” mientras el sacerdote lo recita también unido a la primera oración de comunión, antes de dar al diácono el beso de la paz. Después recita las otras dos oraciones de comunión y comulga bajo las dos especies. La comunión de la asamblea (poco frecuente en las misas solemnes) es la siguiente parte del rito y durante su celebración el coro canta la comunión (ANTIFONA DE LA COMUNION).

Mientras el cáliz es purificado se canta la postcomunión, que corresponde a las colectas y secretas. Al igual que las colectas, la postcomunión empieza con el saludo “Dominus vobiscum” y su correspondiente respuesta; el sacerdote se encuentra en el lado sur del altar. Luego de que el celebrante expresa otro saludo más, el diácono canta la despedida (ITE MISSA EST). Sin embargo, aún no es el fin. Hay tres adiciones posteriores (de las cuales las dos últimas ya fueron eliminadas del misal en la revisión posterior al Concilio Vaticano II.): la bendición del celebrante, una breve oración pidiendo a Dios que acepte el sacrificio (Placeat tibi) y el “Último Evangelio”, que en realidad era el inicio del Evangelio de San Juan (EL EVANGELIO EN LA LITURGIA). La procesión retorna a la sacristía.

Fuentes