Carandiru (Película)

Carandiru
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Cine carcelario, cine independiente y cine dramático | Brasil
147 min.
Estreno2003
GuiónHéctor Babenco
DirectorHéctor Babenco
Producción GeneralHector Babenco, Oscar Kramer
Dirección de FotografíaWalter Carvalho
RepartoLuiz Carlos Vasconcelos, Milton Gonçalves, Ivan de Almeida, Ailton Graça, Maria Luísa Mendonça, Aida Leiner, Rodrigo Santoro, Gero Camilo, Lázaro Ramos, Caio Blat, Wagner Moura, Júlia Ianina, Sabrina Greve, Floriano Peixoto, Ricardo Blat, Milhem Cortaz, Dionísio Neto, Rita Cadillac.
Premios2003: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película), 2004: Festival de Mar del Plata: Sección oficial de largometrajes
ProductoraSony Pictures Classics, Globo Filmes
PaisBrasil

Carandiru. Es un película argentina-brasileña de 2003 dirigida por Héctor Babenco. Carandiru cuenta algunas de las historias que ocurrieron en la penitenciaria Carandiru, la cual fue una de las prisiones más grandes de Latinoamérica. La historia culmina con la masacre de 1992, donde murieron 111 prisioneros, de los cuales 102 fueron asesinados por la policía. La película fue lo último para lo que se usó la prisión antes de su demolición en 2002, un año antes del lanzamiento. La narrativa de la película es similar a un puzzle. Una historia choca contra otra para confeccionar un retrato realista de la tragedia social que envuelve Brasil. Junto al Doctor el público sigue la rutina diaria de los presos hasta la fatídica fecha del 2 de octubre de 1992 el día que se estremeció la Casa de Detenciones y todo Brasil: la Masacre de Carandiru.

Argumento

En una celda de la Casa de Detenciones de Sao Paulo, mejor conocida por Carandiru, dos presos (Lula y Dagger) tienen una cuenta que saldar. La atmósfera es tensa. Otro preso, Black Nígger, "juez" autoproclamado por mediar en disputas entre prisioneros, resuelve el caso a tiempo de dar la bienvenida al nuevo Doctor, encargado de comenzar un programa de prevención del SIDA en la penitenciaría.

El Doctor se enfrenta con los muchos serios problemas que tiene la cárcel más grande de Latinoamérica: celdas superpobladas, instalaciones decadentes, enfermedades como la TB, leptospirosis, cachexia, y los comienzos de una epidemia de SIDA. Los presos no tienen acceso ni a cuidados médicos ni a asistencia legal. Carandiru, que alberga más de siete mil prisioneros, es un gran desafío para el recién llegado. Pero tras trabajar allí durante unos meses descubre algo que le transformará: los reclusos, incluso en esta detestable situación, no son figuras demoníacas. En el contacto diario con los prisioneros en su improvisada oficina, el Doctor es testigo de la solidaridad, organización y, sobre todo, las inmensas ganas de vivir. A pesar de ser un famoso oncólogo acostumbrado a trabajar con la tecnología más avanzada, el Doctor se ve obligado a practicar medicina udimentaria con sólo un estetoscopio, su instinto y un buen oído. Su trabajo comienza a dar frutos y el Doctor gradualmente se gana el respeto de los presos. Con el respeto vienen los secretos. Sus consultas comienzan a tratar de temas más allá de la enfermedad cuando los reclusos empiezan a contarle la historia de su vida. Sus reuniones con los pacientes en la consulta se convierten en "ventanas" al mundo del crimen.

Mediante una serie de flashbacks, surgen las historias personales de los reclusos: La amistad de Zico y Deusdete, inseparables desde la niñez y la adolescencia, tiene un trágico final en la cárcel; Highness, el carismático camello que se pavonea por doquier y disfruta de los favores de dos mujeres que compiten entre sí, Dalva y Rosirene. Old Chico, criminal durante toda su vida que adora confeccionar globos que floten por encima de las paredes de la prisión, está a punto de ser liberado y volverá a ver de nuevo a sus 18 hijos; el "juez" Black Nigger, el líder de los presos, que tiene que tratar con tantos problemas que se le diagnostica estrés de ejecutivo; el brutal asesino Dagger, condenado en 39 ocasiones, que sufre una violenta e inesperada conversión religiosa; el surfero Ezequiel que se ve obligado a interpretar su propio fallecimiento en la cárcel; amigos y atracadores de bancos, Antonio Carlos y Claudiomiro, que tienen una pelea con la astuta y perversa Dina; el "filósofo" existencialista No Way que tiene una bonita historia de amor con la divina Lady Di, y el Jefe Guardián, Sr. Pires que tiene la misión de gestionar la prisión.

Reparto

Sobre el director

Héctor Eduardo Babenco (Mar del Plata, 7 de febrero de 1946) es un cineasta brasileño de origen judeo-eslavo, nacido en Argentina. De apellido original Babenko, su padre era un gaucho de origen ucraniano y su madre, también emigrante, judeo-polaca. Según afirma el historiador de cine brasileño José Inacio de Melo Souza: "En 1963 emigra a Brasil por considerar que el ambiente antisemita de Buenos Aires es sofocante y también por los rigores del servicio militar". Iniciado en el documental junto a Roberto Farias, que se convertiría en su productor, debutó en la dirección de largometrajes de ficción en 1975. Buen cronista de los ambientes urbanos, ha realizado interesantes denuncias sociales. El beso de la mujer araña (1985) fue candidata al Premio Oscar a la Mejor Película en Lengua Extranjera y la película que lo lanzó internacionalmente. Sin embargo, su mayor éxito en taquilla de salas de cine de Brasil fue la polémica Carandiru (2003).

Críticas

  • Magnífica película que nos relata un suceso real: la matanza de 111 reclusos, a manos de la polícia y a sangre fría, en el penal de Carandiru en Sao Paulo.La narración recae en el personaje del médico (maravillosamente interpretado), quien nos irá presentando un nutrido ramillete de personajes, y ellos nos explicarán los motivos por los que acabaron en la inmunda, ruinosa y sobresaturada prisión, con capacidad para 4000 presos y en la que hay 7500.La ambientación es sobrecogedora, y uno acaba por dudar si es más repugnante la lúgubre cárcel o los barrios marginales en los que habitaban los reclusos que en ella se hacinan.Los personajes quedan perfectamente dibujados, gracias a algunas interpretaciones asombrosas (Negro -un patriarca a la más antigua usanza, Majestad un vivalavirgen bígamo, LadyDi un travestí que llega a transmitír ternura, o Zico un buen muchacho que comete la estupidez de denunciar a la policía la presunta violación de su hermana- son un buen ejemplo).La fotografía es excelente, y el sólido guión nos lleva de momentos simpáticos y alegres a instantes de tremenda brutalidad (lo del chico ciego de crak y el agua hirviendo me sentó como una patada en los mismísimos), con toda naturalidad y total fluidez narrativa.Del todo recomendable, este peliculón carcelario nos muestra, sin concesiones, que si en los llamados paises desarrollados el régimen carcelario es tercermundista, en los paises tercermundistas aún lo es más. Y de que triste manera.
  • El realismo de Carandiru es patente durante las algo más de dos horas de metraje. Para empezar fue rodada en las mismas instalaciones antes de la demolición, y los actores se meten en la piel de los personajes a la perfección, transmitiendo toda la angustia, la esperanza por una vida mejor, el arrepentimiento, la desilusión por la justicia, el miedo o incluso el amor. El doctor se irá encariñando de todos los presos porque en Carandiru no hay los ogros que vemos en otras películas carcelarias, sólo hay criminales que lo fueron porque en algunos barrios de Brasil muchas veces no tienes más oportunidades. La fotografía y el crimen acercan la película a la obra maestra Ciudad de Dios, pero el ritmo es más reflexivo y pausado. Carandiru no es una película carcelaria más, es un acercamiento documentado al extremo a la historia de los penales masificados de Sudamérica a través de un film.
  • A nadie se le escapa que Carandiru pretende seguir la senda abierta por Ciudad de Dios, pero se queda muy lejos de alcanzar sus méritos, por una razón fundamental: donde Meirelles tejía un variopinto retrato de personajes al límite, lógica y forzosamente relacionados, Babenco opta por la simple acumulación. Te cuenta ocho historias como te podía haber contado ochenta, el caso es dejar morir el metraje entre anécdotas que no cumplen ningún grado de interrelación más allá del contacto entre rejas; un compendio de sketches tragicómicos sucedidos sin una visión de conjunto clara. Si encima le metemos melaza, personajes tópicos, un médico que es un bendito (por favor...), una cierta suspensión de credibilidad de algunos personajes y situaciones, y un tratamiento hollywoodiense de la miseria y la vida en los infiernos (no hablo del estilo, ojo), pues tendremos un desperdiciado film social que, no obstante, cuenta también con algunas virtudes.
  • No es sólo un filme sobre el levantamiento y su reducción por la fuerza, es mucho más. La historia nos atrapa pronto ante la crudeza de las palabras de los prisioneros. A través de pequeños flashbacks podrás entender y empatizar más con ellos. Todo hasta el tramo final es correcto, y el realismo es aplastante. Lo peor del filme ocurre justo cuando la tensión y el suspense eran mayores. El director tenía todo de cara, pero con la intención de alargar y dramatizar unos sucesos que duraron pocos minutos, mete frases de "supervivientes" contando sus pensamientos mientras veían la matanza. Es un formato de documental que no pinta nada, ni siquiera eran los verdaderos presos sino los actores, o sea que se veía superficial e innecesario. Para mí gusto un error grave, que corta el ritmo pero que tampoco enrarece el resultado final siendo casi igual de efectivo.
  • Hay que joderse con esta gente. Recuerdo haber visto brevemente la historia en el telediario hace ya la friolera de catorce años. Le di la importancia que le daban, es decir, bastante peña muy malosa en el tejado de una cárcel de un país tercermundista. Carandiru aparte, esas imágenes las hemos visto alguna que otra vez. Pero recordé los muertos, la masacre, el horror que se minimizaba a traves del presentador de turno y he flipado bastante. 111 muertos, 111 ejecuciones por parte de la policía brasileña. Ningún poli herido. Genocidio. Los maleantes en estos países son menos que un cero, van sumando hacia el infinito negativo una y otra vez. Yo no quiero a esta gentuza aquí. Les das un arma ya sea el poli brasileño, argentino, venezolano o mejicano y un par de galones, y te van a joder el resto de tu vida. Insisto, no los quiero aquí. O me conocerán a mí.
  • Magnífica película que nos narra, desde el punto de vista del médico, algunas historias de los reclusos de la prisión de Sao Paulo, y como éstos fueron asesinados a sangra fría por la policía. Cada segundo es tensión, la atmósfera en que nos sumerge el director es tan realista, tan inhumana, tan bien hecha, sensacionalmente lograda la ambientación. Los personajes están perfectamente retratados, por unos actores, que más de un intérprete le gustaría ser la mitad de uno de ellos. En fin, que estamos ante una obra que es merecida recomendar a todo el público.

Fuentes