Castillo de Ampudia

Castillo de Ampudia
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Obra Arquitectónica  |  (Castillo)
Castillo de ampudia.jpg
Descripción
Tipo:Castillo
Estilo:Medieval
Localización:Situado en la localidad homónima en la provincia de Palencia, Comunidad de Castilla y León, Bandera de España España
Datos de su construcción
Inicio:1461
Otros datos
Arquitecto(s):Don García López de Ayala


Castillo de Ampudia. Para el ámbito geográfico de la Corona de Castilla y para un periodo cronológico comprendido entre el siglo XV y primeras décadas del siglo XVI, es un tipo de castillo que, siguiendo a Edward Cooper, se denomina castillo señorial castellano. Este tipo de castillo surge como resultado de las circunstancias históricas del periodo considerado y por esta razón presenta unas particularidades que lo definen y lo distinguen de otras categorías de castillos. Es en esta categoría en la que cabe encuadrar al Castillo de Ampudia (Palencia).

Historia

Antecedentes

Hasta mediados del siglo XIV Ampudia aparece generalmente como lugar de realengo, con excepción de ciertos periodos en que algún soberano cedía la villa a eventuales señores. Un acontecimiento que pone de manifiesto el carácter de lugar fortificado que tempranamente tuvo Ampudia es el hecho de que sirviese de refugio, en el verano de 1297, a Juan Núñez de Lara, acosado por las tropas leales a la reina María de Molina regente durante la minoría de su hijo Fernando y defensora de los derechos de éste frente a los partidarios de los Infantes de la Cerda. A comienzos del siglo XIV la villa aparece vinculada a los señores de Meneses lo cual estaría relacionado con la posesión de la villa por Juan Alfonso de Aburquerque casado con Isabel de Meneses.

Siglo XV y la construcción

El que fuera obispo de Palencia entre 1397 y 1415, Don Sancho de Rojas, aparece como poseedor de Ampudia en los primeros años del siglo XV. Posteriormente, en carta de privilegio otorgada en Segovia el 14 de septiembre de 1419 el rey Juan II hace donación de las villas de Ampudia y Villacidaler a favor de Pedro García de Herrera sobrino del anterior, a la sazón entonces arzobispo de Toledo, vinculando de forma estable el señorío a esta familia. Pedro García de Herrera casó con María de Ayala, estando ambos enterrados en la Iglesia de San Miguel de Ampudia, donde se conservan, en la nave del lado de la epístola, los restos de los que fueron sus sepulcros, labrados en piedra en estilo gótico tardío, y que debieron ocupar un lugar preferente en la cabecera del templo, según lo dispuso el Mariscal en su testamento. Este periodo correspondería con el de la construcción del actual castillo como se pone de manifiesto por los rasgos tipológicos del mismo así como por ciertas evidencias documentales.

Siglo XVI

La villa de Ampudia entra en el siglo XVI de la mano de Pedro de Ayala, conde de Salvatierra, el cual continúa con la política despótica que desde que heredara el señorío había aplicado a su posesión, lo que le llevará a mantener entre 1501 y 1510, numerosos pleitos con los vecinos. Más destacado en la vida ampudiana de principios del siglo XVI es el paso por la villa del entonces rey y futuro emperador Carlos V, en su primer viaje por España tras su designación real. Buena parte de este viaje transcurre por tierras de Palencia, como testimonian los cronistas que como, Lorenzo Vital, acompañan al rey. En estas crónicas se nos dice cómo el día 2 de noviembre de 1517 el rey comió en Becerril y cenó y pernoctó en Ampudia.

Siglo XVII

Aún en vida de Atanasio de Ayala, se desencadenó una pugna por su sucesión en el señorío de Ampudia, motivada por los indicios de ilegitimidad que pesaban sobre sus herederos naturales. Finalmente, el 25 de agosto de 1597 se dictó sentencia en favor de don Francisco Gómez de Sandoval y Rojas, Marqués de Denia. Esta sentencia recibiría confirmación en diciembre de 1599, y con ella el recién nombrado Duque de Lerma se convertiría en señor de pleno derecho de la villa, a la que favoreció con ciertos privilegios como la traslación de la Abadía de Husillos con rango de Colegiata.

El ascendente alcanzado por el de Lerma sobre Felipe III, así como la proximidad de Ampudia a Valladolid, tubo como consecuencia la presencia del Rey y de la corte en esta Villa en diversas ocasiones. Este lugar sirvió al Duque para proporcionar al monarca jornadas de descanso dedicadas a la caza y a la celebración festiva, aunque también fue testigo de deliberaciones políticas como las que concluyeron con el definitivo traslado de la capitalidad de Valladolid a Madrid.

Posteriormente heredó el mayorazgo de la Casa de Sandoval el hijo de don Cristóbal y nieto del Duque de Lerma quién había sido nombrado primer Conde de Ampudia y posteriormente duque de Cea. Este casó con la segunda hija de los duques de Medina de Rioseco muriendo hacia 1636 sin herederos varones.

La batalla de Ampudia

En la mañana del 15 de enero de 1521, tropas al servicio del emperador, comandadas por los capitanes Zapata y Beaumont, al pasar por Ampudia fueron abucheados por quienes ocupaban la cerca de la villa y rechazadas las pretensiones de Beaumont de recibir abastecimiento para sus tropas. Esta afrenta es respondida por Beaumont con preparativos de asedio ante lo cual los de Ampudia se apresuraron a rendir la villa, haciendo lo mismo poco después Sancho del Campo, alcaide del castillo al servicio del conde de Salvatierra aliado de los comuneros.

En poco tiempo la Santa Junta reacciona en favor de su aliado y dispone una contraofensiva. En la noche del 15 al 16 sale Padilla de Valladolid con sus tropas portando numerosa artillería reuniéndose con Acuña y su gente en Trigueros, juntando entre ambos en torno a cuatro mil hombres. El ejército comunero se presenta ante los muros de Ampudia la mañana del día 17 ante lo cual Beaumont opta por huir al vecino Castillo de Torremormojón. Padilla persiguió a Beaumont hasta Torremormojón e inició un asalto que solo la llegada de la noche consiguió atemperar, momento que aprovecharon Francés de Beaumont y Pedro Zapata para dejar la villa con sus hombres y huir hacia Torrelobatón.

A la mañana siguiente, Padilla continúa con el asedio de Torremormojón defendido ahora heroicamente por sus vecinos hasta que la amenaza del fuego les hizo entablar negociaciones para una honrosa rendición. Inmediatamente, Padilla regresa a Ampudia donde continúan los esfuerzos por reducir a la guarnición dejada por Beaumont, por parte de las huestes del obispo AcuñaFinalmente Padilla entablará negociaciones con los defensores con el fin de evitar un asedio que se preveía largo y cruento permitiéndoles salir con armas y caballos.

Recuperó así el conde de Salvatierra sus dominios castellanos, pero Padilla y Acuña no pudieron ampliar su éxito tomando Medina de Rioseco como era su intención, por falta de pólvora pues la Santa Junta se negó a entregársela. Desde ese momento el empuje comunero fue debilitándose hasta ser derrotado por completo el 23 de abril de 1521 en Villalar. La batalla descrita constituye el principal hecho de armas relacionado con el Castillo de Ampudia y los cronistas han querido ver las huellas de la misma en sus muros cada vez que se han acercado a éste buscando rememorar su historia.

Retorno de la Villa al dominio señorial

Pese a las promesas dirigidas a los vecinos de Ampudia de mantener la villa dentro de la jurisdicción real, en 1525 Atanasio de Ayala y Rojas, hijo del Conde de Salvatierra, pudo recuperar parte del feudo de su padre gracias al pago de veinte mil ducados, aunque dada la su minoría de edad quedará bajo la tutela del condestable de Castilla, período este en el que el castillo de Ampudia se convertirá por algún tiempo en prisión del delfín de Francia.

Con motivo de la derrota de los franceses en la Batalla de Pavía el 25 de febrero]] de 1525, el rey Francisco I, cautivo en España, se ve obligado a firmar el Tratado de Madrid de 14 de enero de 1526, por el cual, y como garantía de su cumplimiento, debe entregar a sus dos hijos mayores, el Delfín Francisco, y Enrique, Duque de Orléans, al Emperador que los retendrá en tanto que aquél resuelva las condiciones acordadas para su liberación.

El Emperador confía la custodia de los llamados "delfines" de Francia al Condestable Don Iñigo, misión que éste encomendó a su vez a su hijo, Don Juan de Tovar. Comienza así un largo peregrinar por las posesiones de los Velasco, que durará hasta la firma de la Paz de las Damas (Tratado de Cambray) el 1 de julio de 1530. Entre los lugares que acogieron a los príncipes figuran los castillos de Villalpando, Berlanga y Ampudia. Tras la muerte del Condestable, Don Atanasio de Ayala y Rojas aparece como señor de la Villa, libre ya de tutela alguna.

Restauración

En esta sección se describen las obras de restauración realizadas por Eugenio Fontaneda en el Castillo de Ampudia tras su adquisición a la condesa de la Granja en 1960, labor que hoy ya podríamos considerar histórica y que presenta unas características tan singulares que la confieren un notable interés. La restauración de esta fortaleza palentina constituye un hito en la recuperación del patrimonio arquitectónico español debido a las peculiares circunstancias que en ella concurrieron tales como, el carácter particular de la iniciativa, el importante objeto de la misma, así como la época, los medios y los recursos con los que se abordó.

Estado de conservación en 1960

Es sobradamente conocido que de nuestro rico patrimonio arquitectónico es la de los castillos una de las categorías que peor paradas han resultado con el transcurrir del tiempo. El resultado es que el catálogo de la arquitectura militar española está repleto de edificios ya inexistentes o de los que apenas unos vestigios dan fe de un pasado histórico perdido para siempre.

El Castillo de Ampudia no fue ajeno a este proceso, presentando al momento de ser adquirido por Eugenio Fontaneda un estado que no cabe calificarse sino de ruina. El conjunto había perdido ya una de sus torres, concretamente la que ocupaba el ángulo noroeste. Esta torre es visible en antiguas fotografías de finales del siglo XIX y su derrumbamiento fue debido a los movimientos del terreno realizados en torno al castillo con el fin de horadar bodegas subterráneas donde producir el vino.

Continuando con la descripción del estado del edificio diremos que ya entrado el siglo XX, este fue expoliado de todo elemento de madera, no conservando resto alguno de puerta, ventana, ni viga, si exceptuamos las cabezas de estas que permanecían en sus mechinales serradas a ras del muro. En cuanto a la estructura del castillo, únicamente la solidez de sus gruesos muros permitió que estos se conservasen en pie desafiando al tiempo desprovistos de toda protección frente a la lluvia y amenazados por las grietas. La parte más deteriorada de las levantadas en piedra de sillería era la doble galería que enmarcaba el patio de armas pues toda ella se había vencido hacia el patio conformando así un enorme e incompleto rompecabezas.

Proceso de restauración

Factores a considerar

Ya hemos visto el aspecto que presentaba el castillo de Ampudia en el momento en que su adquisición por parte de Eugenio Fontaneda va a suponer un giro radical en la trayectoria de un edificio abocado a la ruina absoluta. Lo que hace que este ejemplo de restauración tenga un interés especial para el conocimiento histórico de la recuperación de edificios de nuestro patrimonio es el conjunto de características tan singulares que esta obra aúna. Desde la perspectiva actual donde la rehabilitación de edificios históricos se aborda con fondos generalmente públicos (o contando con aportaciones importantes de esta sector ), y se ejecuta por parte de empresas especializadas contando con importantes presupuestos, así como con el concurso de destacados profesionales y especialistas, puede resultar difícil explicarse cómo un particular pudo enfrentarse en solitario a la empresa de “salvar”, como él mismo lo definió, un castillo.

Al abordar una restauración de estas características el primer obstáculo al que se enfrenta un propietario privado es el de la necesaria limitación de los recursos económicos con los que se cuenta, sujetos exclusivamente a los ingresos personales puesto que no cabía esperar en la España de la época ninguna ayuda adicional. Otro tipo de limitaciones son las de tipo técnico, pues hay que pensar que las posibilidades existentes en este terreno, especialmente en el ámbito rural, distaban mucho de las que conocemos ahora. La maquinaria, los materiales y los conocimientos que son de común aplicación actualmente no podían ni imaginarse en los primeros años sesenta de un país en un todavía muy incipiente desarrollo.

Sin embargo, hay otros factores derivados asimismo del momento concreto que incidieron de forma muy positiva y que podrían hacer pensar que este tipo de iniciativas particulares serian hoy inviables. Entre estos cabe mencionar los costes de mano de obra y de materiales que no eran equivalentes a los actuales y permitían quizás trabajar con otra perspectiva. En este sentido cabe decir que la restauración del castillo se llevó a cabo siguiendo usos constructivos de corte medieval. El trabajo era efectuado por cuadrillas de trabajadores del propio pueblo que se formaban en los períodos en los que no eran requeridos por las faenas agrícolas y que se agrupaban en torno a un maestro cantero que a la vez que los instruía actuaba como capataz y jefe de obra. (Sirva lo dicho como reconocimiento a la labor del aún recordado “señor Juan”, como comúnmente se conocía al maestro de cantería D. Juan Domínguez).

Otra diferencia frente a la manera en que hoy se enfrentan estas obras es que actualmente la restauración es originada y condicionada por la definición del uso al que se va a destinar el monumento. Esta limitación, que es sin duda necesario para que muchos edificios históricos sean recuperados, va a suponer para el inmueble implicado el pago inevitable de un peaje, mayor o menor, en forma de pérdida de carácter, autenticidad o representatividad histórica. Este factor de carácter negativo de la restauración monumental, solo es eludible si, como en el caso que nos ocupa, la finalidad que la motiva no es otra que la de devolver al edificio su esplendor histórico. Lo dicho no significa que el Castillo de Ampudia no haya recibido posteriormente función alguna, pues sí ha sido destinado a vivienda y espacio expositivo, pero estas ocupaciones, necesarias para la aplicación de un mantenimiento continuo del monumento, se han sometido a los dictados del edificio y no al revés.

Criterios de intervención

Eugenio Fontaneda fue persona de gran interés hacia el conocimiento de la historia y un excelente intérprete de sus vestigios materiales, destacado coleccionista de arte y antigüedades el contacto con las piezas le llevó a acumular una basta cultura artística. Son estos conocimientos los que aplicó en la restauración del Castillo de Ampudia para lo cual procedió a un estudio sistemático del edificio a fin de obtener la mejor comprensión del mismo.

El criterio rector aplicado fue de mínima intervención, tratando de no inventar nada y para ello se limitó a seguir los dictados de la propia fortaleza. También fue importante un buen conocimiento de otros edificios similares de la zona. En aquellas partes en las que hubo que añadir materiales nuevos se buscó que estos fuesen fácilmente identificables sin tratar de ocultarlos pero buscando que su presencia fuese discreta y no implicase conflictos de índole estética. Este es el caso de la abundante piedra de sillería que fue necesario incorporar para devolver al patio de armas su bella traza original o la que debió incorporarse en alguno de los cubos de la barrera para recomponer sus almenas y devolverles su carácter militar.

Algunas de las obras efectuadas

Mencionaremos a continuación algunas de las principales obras efectuadas sobre el castillo durante la etapa principal de su restauración que se prolongó durante más de diez años:

  • Como paso previo fue necesario proceder a la adquisición de aquellas bodegas que amenazaban la estabilidad del monumento, procediendo a su hundimiento o cegado con hormigón. Posteriormente se allanó el terreno frontero del castillo para dignificar y ajardinar el entorno.
  • Consolidación de los muros de piedra afectados por pérdidas de materiales o grietas. En estas labores se recurrió al mortero tradicional frente al cemento. La intervención en este sentido fue poco importante pues los muros principales se habían conservado en buen estado, reponiéndose eso sí las almenas por cuestiones de estética.
  • La restauración de las tres crujías de las que consta el palacio que el castillo alberga en su interior fue la parte más laboriosa. Las dos alturas que originalmente presentaba en dos de sus lados más la tercera de la que consta el ala norte debían ser reconstruidas recuperando los forjados en sus posiciones primitivas para lo cual se procedió a colocar las vigas en los mechinales originales. De la magnitud de la obra baste decir que fueron necesarias más de ochocientas vigas de madera (pino tea) y que la gran mayoría tienen el valor añadido de ser antiguas pues procedían de derribos.(El caos urbanístico que en la época asolaba ciudades como Valladolid fue lamentablemente propicio para contar con abundante material de época en esta empresa.)
  • Con el fin de ayudar a la vieja fábrica a soportar las cargas derivadas de la reposición de suelos y cubiertas, esta fue reforzada con viguetas y tirantes de hormigón procurando que estas quedasen ocultas posteriormente al colocarlas a mayor altura que los forjados. Las cubiertas tienden hacia el interior y en ellas se empleó la tradicional teja vieja.
  • En cuanto a la Torre del Homenaje el único problema estructural reseñable era el importante deterioro que presentaba uno de los nervios de la bóveda del cuerpo superior que debió de ser asistido con el empleo de hormigón siendo la clave sustituida por una pieza del mismo material.(En estas tareas técnicamente más complejas se hizo necesario recurrir a asesoría especializada por parte de destacados especialistas).
  • Respecto a los acabados se buscó que su aspecto fuese acorde con el carácter que se quería imprimir al edificio. Los suelos se cubrieron con solera de ladrillo y baldosa de barro cocido recreando en algunos lugares los pavimentos de yeso teñido de almazarrón que se extendieron en estos edificios en el siglo XV. En los lugares donde se levantaron paredes de ladrillo en lugar de las que en su día fueron de tapial, se ha conservado el aspecto de este mediante la aplicación de un entrullado de barro y paja.
  • Las instalaciones de fontanería y eléctrica se colocaron de forma oculta y nunca se autorizó a efectuar perforación alguna en la piedra debiéndose aprovechar las hiendas para pasar los cables.

Una vez concluida la empresa de restauración, Eugenio Fontaneda instaló en el castillo su colección de arte y antigüedades contribuyendo así a dotar al edificio objeto de su pasión de un contenido a la altura de su categoría. Sin embargo, no abandonaría la responsabilidad adquirida consagrando el resto de su vida a mejorar y enriquecer el castillo, tarea en la que se implicó hasta su desaparición en 1991. Hoy podemos congratularnos de que su viuda doña María Teresa Berthet y sus cinco hijos hayan asumido el reto de continuar esta labor con iguales exigencias de responsabilidad y respeto. Señalar asimismo que en las labores de conservación preventiva y mantenimiento del edificio, básicas para garantizar el éxito en el tiempo de la restauración, es necesario destacar la importancia del trabajo desempeñado por Joaquín Rodríguez de la Hera y el matrimonio formado por Luis Sastre y Maria José Tadeo.

Elementos arquitectónicos

Garitas

El castillo de Ampudia presenta uno de los más soberbios ejemplos de garita tanto por la belleza de su traza como por la elegancia que aporta a los alzados del edificio. Se distribuyen de la siguiente manera, dos sobre la puerta principal y una en mitad de cada uno de los tres lienzos restantes, componiéndose de soporte escalonado, semicilindro adosado al muro y dinteles rectos cubriendo los vanos del matacán en lugar de los arcos que se emplean en la mayoría de los casos.

Torre del Homenaje

El Castillo de Ampudia presenta planta trapezoidal con torres en las esquinas, siendo la que ocupa el ángulo suroeste la que responde a la función de torre del Homenaje. Se trata de un destacado ejemplo de este tipo de edificaciones con sus más de 30 metros de altura. Internamente, se organiza en tres cuerpos con bóveda de piedra, estando los dos superiores divididos en dos pisos mediante forjados de madera. El segundo cuerpo de esta torre es el que permite acceder a la misma desde el exterior a través de un vano apuntado abierto en su cara este y que originalmente debió de permanecer aislado mediante una estructura movible de madera. A la altura del último cuerpo se abre el muro para cobijar una ventana rematada en arco conopial, constituyendo el único vano de importancia que presenta la sólida mole de la torre.

Elementos arquitectónicos relacionados con la habitabilidad del edificio : el palacio

El castillo señorial castellano, además de su carácter defensivo, presenta una destacada componente de carácter residencial, de la cual se deriva la presencia de un variado repertorio de elementos arquitectónicos con funciones domésticas, e incluso ornamentales, tales como : ventanales, galerías, salones con chimenea, yeserías.

Cuando el desarrollo de la faceta residencial es notable surge el castillo-palacio gótico de los siglos XV y XVI como una categoría particular dentro del grupo de los castillos señoriales, constituyendo este que nos ocupa constituye un destacado ejemplo dado el gran desarrollo que presenta su vertiente palatina manifestada en las características que se señalan a continuación.

Fachada

Muestra una marcada intencionalidad estética y un destacado rasgo de modernidad al presentar una fachada uniforme anticipo de lo que será la fachada-telón renacentista, mostrando una distribución simétrica con sendas torres en las esquinas enmarcándola, donde el eje de simetría vienen determinado por la posición central de la puerta alineada en la vertical con el escudo de armas y la pareja de garitas que coronan el conjunto.

Planta

La planta del castillo, comprendiendo el palacio, la fachada y ambas torres frontales, es trapezoidal, con sus estancias distribuidas en dos o tres alturas con cubiertas de teja inclinadas hacia el interior del recinto, respondiendo el conjunto a un plan único de inspiración geométrica.

Patio de Armas y galerías

El patio está porticado en los tres lados que se corresponden con el palacio, configurándose los soportales mediante arcos rebajados sustentados por pilares octogonales. La presencia de estas galerías contribuyen a dar al Patio de Armas un aire de edificio más residencial que militar a lo cual contribuye el empleo de los elementos decorativos vistos, propios del lenguaje arquitectónico del Gótico Tardío.

Ventanas

Otra de las características propias de los castillos señoriales de finales del siglo XV es la ventana, concebida como una ventana-mirador con poyos de piedra a los lados y un vano aproximadamente rectangular.

Elementos ornamentales y heráldicos

Existen dos elementos añadidos a la fachada principal del castillo que nos hablan del interés que en su momento tuvo Don Francisco de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma por, al tiempo que enriquecía la fortaleza, poner de manifiesto su dominio sobre la misma y por extensión sobre el señorío. Esta pretensión se materializa en el escudo en piedra que manda colocar sobre la puerta de entrada al castillo resultante de la unión de las armas del Duque con las de su mujer en un único escudo que aparece timbrado con corona ducal y presenta una bordura con siete grupos de veros. Escudo partido, corresponde la diestra a las armas del Duque de Lerma, y las de la izquierda a Catalina de la Cerda.

El otro elementos que necesariamente ha de corresponderse en el tiempo con la colocación del escudo descrito, es la puerta de acceso al castillo, a la que se ha superpuesto una rosca de dovelas en relieve, exentas de función estructural alguna y levemente almohadilladas, alternándose unas más largas y otras más cortas. Su diseño hay que ponerlo en relación con los repertorios arquitectónicos propios del clasicismo.

Elementos militares

Elementos que permiten el uso de armas de fuego a los defensores del castillo

Troneras

Existen diversos tipos de troneras en el Castillo de Ampudia correspondientes a distintos momentos históricos ; las más antiguas se componen de una ranura alargada, por debajo de la cual se ubica una abertura circular por la que se haría asomar el cañón del arma de fuego. Otro tipo observable consiste en un vano de forma cuadrada que presenta las mismas dimensiones interior y exteriormente, sin nicho interior, y que debía emplearse para el disparo de armas de fuego individuales. Troneras en forma de buzón : un ejemplo de esta clase es visible en la cara interior de una de las torres de la fachada del castillo.

Elementos arquitectónicos que permiten la defensa frente al tiro de asaltante

La concepción defensiva del Castillo de Ampudia está desarrollada para combatir un asalto de tipo medieval tradicional, para lo cual cuenta con el foso y la barrera.

Foso

Consiste en una excavación del terreno con el fin de aumentar la altura del muro con respecto al terreno circundante, constituyendo un obstáculo para el asaltante e impidiendo o dificultando su retirada cada vez que se ha descendido a él.

La barrera

Originalmente constituye una línea defensiva previa al castillo para, en las décadas finales del siglo XV, convertirse en una defensa de la base de éste frente al tiro de la artillería. La barrera se compone mediante una sucesión de cubos y lienzos coronados por almenas en las que se abren saeteras, excepto allí donde se sustituyeron por troneras (principalmente en los cubos), estando construida en mampostería, excepto los remates de los cubos que se rehicieron en sillería para dotarlos de la necesaria solidez a efectos defensivos.

Barbacana y puente levadizo

El foso del castillo de Ampudia se salva mediante un puente de piedra de un único ojo construido en línea con la puerta de la barrera. Sin embargo, este puente no cubre la totalidad de la anchura del foso haciendo necesaria la presencia de un puente auxiliar de madera que indudablemente debió de ser levadizo.

Galería

Fuentes