Combate de Los Negros

Combate de Los Negros
Información sobre la plantilla
Ubicacion Jiguani.jpg
Municipio que fue escenario de una importante acción militar, el Combate de Los Negros
Fecha:7 de marzo 1895
Lugar:Los Negros, Santiago de Cuba, Bandera de Cuba Cuba
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba,Bandera de España España
Líderes:
Jesús Rabí, Juan Joaquín Urbina Piñeiro y Saturnino Lora.
Ejecutores o responsables del hecho:
Ejército libertador y el Ejército español


Combate de Los Negros. Enfrentamiento armado entre el Ejército Libertador y el ejército español, en la localidad de Los Negros, donde quedaron rotas las hostilidades de una manera firme entre la metró­poli y su colonia y la revolución encontró la senda que la llevaría con seguridad a la victoria.

Ubicación

En el año 1895 Los Negros era un caserío aleda­ño a las márgenes del río del propio nombre, perteneciente a la jurisdicción de Jiguaní, ubicado en la línea geográfica al norte la Sierra Maestra, alejado a 10 Km de Baire desde donde se accedía por La vereda de Ají

Historia

El origen del poblado de Los Negros se remonta a mediados del siglo XIX, como un pequeño caserío, antiguo palenque de cimarrones. Era una zona intrincada de la Sierra Maestra en aquel entonces; pero no es hasta la década de 1870 en que surge como un barrio de la jurisdicción de Jiguaní.

El territorio fue escenario de una importante acción militar, el Combate de Los Negros el 7 de marzo de 1895. Cuyos jefe Superiores fueron Jesús Rabí, y el capitán Juan Joaquín Urbina Piñeiro, donde se obtuvo un rico botín de guerra.

Preparativos

En la tarde del 5 de marzo de 1895 hizo su entrada el General Garrich en la Villa de Jiguaní, procedente de la ciudad de Holguín pero no lo hizo al frente de miles de hom­bres como se hubiera anunciado, sino escoltado por un escuadrón de caballería y su plana mayor. Como no había recibido hostilidad alguna du­rante su marcha de Holguín a Jiguaní, supuso el militar español que su empresa guerrera no sería nada difícil.

Sin dictar medidas extraor­dinarias, en la mañana del 6 salió de la Villa a la cabeza del pequeño ejército de caballería, el garboso brigadier Garrich y su flamante Es­tado Mayor, hacia el cercano pueblo de Baire, en donde ya lo espe­raban los Coroneles Fidel Alfonso Santoscildes y Juan Enrique Zibikouski, con fuerzas de los regimientos de infantería Isabel la Ca­tólica y Cuba, que respectivamente mandaban dichos Jefes.

A la llegada del general al ya histórico pueblo de los Lora, se encontró que tenía a su disposición un contingente respetable, más que sufi­ciente para atacar y atomizar al grupo que él estimaba faccioso y que tenía la osadía de enfrentarse con el poderío español que repre­sentaba en aquellos momentos.

Para el militar hispano, soberbio y engreído como todos los conquistadores que España enviara a las Américas, los hombres que se habían sublevado en Baire, declaran­do su decisión de independizarse de la metrópoli expoliadora merecían la pena de medidas tácticas especiales.

Aquellas que integraban su comando y de las cuales se vanagloriaba, eran, según su estrecho juicio, más que suficientes para terminar en po­cas horas y sin dramatización de ningún género la Llamada revolución de Baire. Y basado en tal creencia, le ordenó al Coronel Zibikouski se hiciera cargo directo de las operaciones, en la que los­revolucionarios habrían de recibir el merecido castigo; en tanto él, con el resto de las fuerzas que mandaba el Coronel Santoscildes permanecerían guardando la retaguardia y listo para reforzarlo sifuere necesario.

Como preparativos, el plan que se ­hubiera trazado, el General Garrich ordenó que las fuerzas de caballería que habían venido acompañándolo desde Holguín, salieran a explorar los contornos del pueblo y especialmente, el camino que conduce hacia las sierras, donde con toda posibilidad habrían de encontrarse rastros de los rebeldes. Y sin esperar a más, la exploración ordenada se efectuó aquella misma tarde del 6 con las inconveniencias naturales en empresas desarrolladas sobre campos escarpados donde el ascenso se dificulta y los movimientos se anulan.

Mientras tanto la actuación de los sublevados se concretó a dar a los patriotas una efectiva organización militar. El enemigo atacaría de un momento a otro y habría que estar bien preparado para cuan­do esa oportunidad llegase.

El Coronel Rabí y sus compañeros del 68 con experiencia militar, no perdían los minutos en cosas ajenas al arte de la guerra. el primer golpe que recibiera el enemigo tendría que ser contundente, ya que de él dependía el futuro de la Revolu­ción.

Siguiendo esa táctica de ponerse a la defensiva, las órdenes del Coronel Rabí se concretaron a tener listas las posiciones en don­de atrincheró a sus hombres y esperar a que fuera el enemigo el que rompiera las hostilidades. Una vez ordenada en forma de milicia re­belde bajo la dirección de los viejos luchadores del 68, sólo les que­daba a los noveles combatientes el demostrar su valor cuando el momento de la tragedia se presentase.

No bien había llegado la caballería a las faldas de los acantiladoslos sublevados les hicieron ver a los intrusos que en las sierras de Baire le estaba prohibida la entrada al enemigo. La caballería espa­ñola al verse atacada en firme por los rebeldes y dándose cuenta de la gravedad de su situación por hallarse sin el práctico, que habíasido muertoen los primeros momentos del combate, retrocedió al punto de origen, convencida de que los contrarios estaban dispues­tos a rifársela decisivamente, antes que ceder el terreno en el cual sehabían atrincherado fuertemente.

Esta primera derrota sufrida por los hombres del General Garrich, puso en crisis a los invasores. ¿Era de consentirse que un grupo de irregulares sin técnica militar, pusie­ran en huida a los aguerridos soldados que integraban la caballería española? De ninguna manera. ¡Sería bochornoso para el honor español que un escuadrón del famoso regimiento «Hernán Cortés» retrocediera sin más ni más ante un enemigo insignificante! El pres­tigio de España estaba en tela de juicio y eso no lo podía permitir un militar de firme estirpe española como él.

El brigadier Garrich no era cobarde, y por no serlo, se encargó personalmente del mando de las operaciones. Tenía el propósito de hacer escarmentar a los rebel­des aquel paso tan lleno de osadía que habían dado, y a la consecu­ción de su objetivo encaminó todas sus iniciativas desde aquel momento.

Así pues, entusiasmado en los planes que mentalmente se había trazado durante aquella tormentosa noche de vigilia prebélica, en la madrugada del, 7 los cornetas de órdenes desperta­ron a la tropa, con la consigna de que había que salir a batir al ene­migo y terminar de una vez y para siempre con todo intento levantisco de los cubanos. Sin embargo, los patriotas, guiados cuerdamente por su Jefe, el Coronel Jesús Rabí, pensaban no sólo defenderse de toda agresión por violenta que fuera por parte de los españoles, sino también de­mostrar a éstos que estaban dispuestos a hacerles morder el polvo si se atrevían a invadir sus sierras que por decisión de los patriotas habían sido declaradas libres del dominio español.

El combate

Desde los acan­tilados fronteros al poblado de Baire, hasta las mismas serranías de Los Negros, los noveles guerreros, aunque la mayor parte de ellos carentes de armas de fuego, ocuparon posiciones de un gran valor estratégico tal, que luego se comprobó su importancia al ver con la facilidad con que fuera derrotado un enemigo superior en número y en medios ofensivos.

La vereda de Ají

Especialmente, fue un testigo mudo del valor desplegado por los hombres de Rabí y del terror que a la postre dominara a los hombres de Zibikouski, cuando derrota­do y maltrecho tuvo que retroceder hacia Baire después de termina­da la violenta acción de Los Negros que tanto sirviera para la consolidación de la guerra de Baire.

El éxito tenido por los cubanos en Los Negros se debió únicamente a las disposiciones atinadas del Coronel Rabí, de retirar hacia las montañas interiores la caballería y atrincherar a sus hombres, ya desmontados, escalonadamente, en los puntos más estratégicos por los cuales tenían precisamente que cruzar los espa­ñoles.

Siguiéndose los consejos del bravo jiguanicero, tanto en la vereda del Ají como en el resto de la travesía hasta la llegada al río de Los Negros, los españoles sufrieron un fuego permanente de parte de los patriotas, fuego éste que no hubo de cesar hasta que, ya por la tarde, se vio en la necesidad el enemigo de ordenar la retirada hacia Baire, cargado de heridos y con el peso mortificante de una derrota formal.

Después del combate

A pesar de la superioridad de las fuerzas enemi­gas en hombres debidamente equipados, el Coronel Rabí quedó victorioso sobre el campo de batalla; y una vez consumada la retira­da de las fuerzas del Coronel Zibikouski, los victoriosos cubanos establecieron su vivac sobre el ensangrentado campo conquistado, celebrando con entusiasmo aquel primer encuentro con el enemi­go, que para la mayoría moza había sido su bautismo de sangre.

En su retirada aquellos hombres agitados por una marcha sin pre­cedente en donde el caminar se dificultaba por la abundancia de derriscos y dientes de perro, tenía que haber impresionado profun­damente al Coronel español. Quien había llegado al teatro de opera­ciones colmado de aspiraciones unos días antes, no podía conservar su tranquilidad ni su buen humor.

Contemplar a sus hombres maltrechos, hirió en lo mas profundo al Coronel Zibikouski; su orgullo militar había sufrido el mayor de los daños, dejándolo anonada­do. Y aquel atildado militar de gafas y guantes, tuvo que hacer su entrada en el pueblo sin tales adminículos, por haberlos perdido durante la huida bochornosa a que se viera obligada por el fuego permanente de los patriotas en armas.

El General Garrich, que esperaba la oportunidad de intervenir con el resto de las fuerzas, que bajo el mando directo del Coronel Santoscildes habían permanecido a la expectativa dentro del pueblo de Baire sufrió una conmoción cuando contempló la llegada de su antes flamante ejército y ahora despojos humanos dignos de com­pasión.

Aquel arrogante militar de horas pasadas cuando llegara ostentoso al pueblo de Baire, hubo de perder, como por encanto, todo su quijotesco orgullo. Parecía como si una desgracia le hubieracaído encima. iY así era!

Después de ver con sus propios ojos la catástrofe, no era para creer otra cosa. La cohesión de los patriotas y las buenas disposiciones de un jefe competente, pudo más que la disciplina obligada y la falta de justeza de una causa odiosa en los españoles. Éstos, al abandonar el cam­po de batalla, dejaron sobre el mismo muchas armas y municiones que sirvieron para fortalecer aún más a las fuerzas cubanas.

Las ba­jas del enemigo, aunque menores que las supuestas en un princi­pio, consistieron en seis soldados y el práctico muertos y 37 heridos graves entre Oficiales, clases y soldados. Varios soldados enemigosse pasaron a nuestro campo, después de la derrota sufrida por los españoles.

Las bajas cubanas fueron relativamente pequeñas, consistiendo las mismas en las personas siguientes: el Comandante Víctor Ramos, el Teniente José Belangerí, el sargento Jorge Mendoza y el soldado José Benítez sufrieron heridas graves, que fueron curadas más tarde por el Capitán ayudante de Rabí, Jesús Pérez Guardia, quien tuvo que fungir de practicante por la carencia de facultativos en el campo de la Revolución.

El significado

El combate de Los Negros, aunque sin un gran valor militar, si tuvo un gran valor moral para las nacientes tropas mambisas porque consolidó los ideales independentistas de los hombres que se habían alzado en Baire, en los días en que se les acusaban de autonomistas y sirvió de experiencia para los cubanos en armas y de advertencia a los españoles, por cuanto que se abría ante ambos contendientes una etapa de lucha cuyo final no podía precisarse en el horizonte.

La batalla por la independencia, comenzada desde que fueron rotas las hostilidades por el escuadrón «Hernán Cortés», se hizo definitiva después de la derrota sufrida por los soldados de Zibikouski. Los esfuerzos sobrehumanos hechos por los autonomistas resultaron vanos ante la entereza de los patriotas, y por ello, después de Los Negros, los españoles optaron por pedir refuerzos a la península para defender un poderío que ya estaba en decadencia. Los fusiles ha­bían hablado y sólo a ellos había que responder.

La acción de Los Negros aun­que breve, sirvió no sólo para cubrir de gloria al Coronel Jesús Rabí, sino que constituyó, la brillante acción de referencia, un basa­mento sólido para el movimiento independentista.

Mientras los revo­lucionarios se cubrieron de prestigio con la derrota sufrida por las tropas peninsulares, el Gobierno incomprensivo hasta entonces, empezó a darse cuenta de lo crítico de su situación, palpando con amargura el preludio desconcertante del fin de un imperio sangrien­to y el surgimiento de una nueva república para satisfacción de las Américas, que era la última guirnalda que permanecía adornando el perdón de Castilla.


Fuentes

  • Calixto García Íñiguez su campaña en el 95. Ediciones Verde OLivo , 2001.
  • Saturnino Lora Torres: “Apuntes para la historia de Cuba”. Apéndice de su Diario de Campaña. La Habana: Editorial Ciencias Sociales, 1975.