Copa de licurgo

Copa de Licurgo
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Copa de Licurgo La copa de Licurgo es una copa en jaula de vidrio romano del siglo IV que fue fabricada con un vidrio dicroico, que presenta diferentes colores dependiendo de si la luz pasa o no a través del mismo. El vidrio toma un tono rubí cuando la copa es iluminada desde atrás y verde cuando se la ilumina frontalmente.

Donde se encuentra hoy

La Copa de Licurgo hoy se encuentra en el Museo Británico de Londres, pero su origen data de mucho tiempo atrás. Fue elaborada en el siglo IV por artistas romanos de entonces, aunque su sello distintivo, más que su antigüedad, tiene que ver con su cambio de color. La llamada Copa de Licurgo es una reliquia creada por artesanos romanos que demuestra cómo hace más de mil años los seres humanos aplicaban conocimientos de nanotecnología, según expertos del Museo Británico.

Se estima que el cáliz se fabricó en Alejandría o Roma durante el siglo IV. Si bien no se pudo calcular el año exacto, los investigadores sostienen que fue creado entre el 290 y el 325, hace aproximadamente 1.600 años


Cómo la asombrosa copa de Licurgo demuestra que los romanos fueron pioneros en nanotecnología

Desde las hojas de parra de plata dorada que adornan el borde y forman el pie de la copa, hasta las pequeñas esculturas de vidrio que representan varias escenas de la muerte de Licurgo, el mitológico rey de Tracia que perdió la vida por prohibir el culto a Dionisio, el dios tracio del vino.

Es un ejemplo excepcional, que data del siglo IV, de las que se conocen como copas de jaula o diatretum, pues las figuras de vidrio se entrelazan formando una suerte de jaula decorativa. Las diatretas se cuentan entre los objetos de vidrio más técnicamente sofisticados que se produjeron antes de la era moderna.

Uno de los dos primeros expertos que la pudieron examinar en detalle en los años 50, David Benjamín Harden, la describió como "la pieza de vidrio más espectacular de ese período que conocemos"

Y, a medida que se fue conociendo mejor, más estupefactos dejaba a los científicos. Les impresionaba la habilidad de los artesanos para crear un objeto tan exquisito, que incluso con las máquinas modernas requeriría de destreza y tiempo para reproducir.

Pero eso no era todo, los artistas romanos que la crearon hace más de un milenio y medio habían dejado un secreto en su interior, que se revelaba con un dramático cambio de color.


Perplejidad

Desde que el Museo Británico la adquirió en 1958, el misterio del color del cáliz milenario intrigó a los expertos. No fue sino hasta 1990, cuando unos investigadores en Inglaterra examinaron con microscopios unos fragmentos del vidrio, que se descubrió que los artesanos romanos fueron unos pioneros de la nanotecnología. Habían impregnado el vidrio con partículas de plata y oro que redujeron a 50 nanometros en diámetro, es decir, mil veces más pequeñas que un grano de sal. Tal escala sólo da cabida a la perplejidad.

Particularmente porque simplemente añadir oro y plata al vidrio no produce automáticamente esa propiedad óptica única. Para lograrlo, se requiere un proceso tan controlado y cuidadoso que lleva a que muchos expertos descarten la posibilidad de que los romanos hayan podido producir la asombrosa pieza por accidente, como sugieren algunos. Es más, la mezcla tan exacta de los metales hace pensar que los romanos llegaron a entender cómo usar las nanopartículas.

Descubrieron que si le añadían metales preciosos al vidrio fundido lo podían teñir de rojo y producir unos efectos de cambio de color inusuales. Pero, según los investigadores del estudio "La copa de Licurgo - la nanotecnología romana", era una técnica demasiado complicada para perdurar. No obstante, siglos más tarde la maravillosa copa fue la inspiración para la investigación contemporánea de nanoplasmones.

Ese secreto que dejaron los antiguos romanos en un cáliz que honra al dios de la vendimia y el vino, inspirador de la locura ritual y el éxtasis, hoy en día es valioso, entre otras cosas, para diagnosticar enfermedades e identificar riesgos biológicos.


La Copa de Licurgo

En el siglo IV, los romanos construyeron un artefacto muy interesante. Se trata de una copa con un cristal cuya iluminación es diferente dependiendo de si la luz proviene desde detrás o desde delante.

En el primer caso, será de un color rojo sangre. En el segundo, un verde opaco. Para los romanos, esto debió resultar casi mágico. He aquí un objeto que manipula la luz, la misma luz, con solo girarse 180°. Los artesanos que la fabricaron seguramente lo hicieron por accidente, y si bien eran capaces de replicar el proceso, no podían entender qué lo causaba. Aún a nosotros nos resultó difícil.

Sin embargo, hoy sabemos que el efecto se debe a la presencia de nanopartículas de oro y plata que se ubican en suspensión coloidal dentro del vidrio líquido y luego terminan en el cristal solidificado.

Ahora, no es tan simple como mezclar oro y plata con el vidrio. Las partículas deben molerse hasta que tengan un tamaño de unos 50 nanómetros, algo que nosotros podemos medir bien, pero que hubiese sido bastante difícil con un mazo de la antigüedad. Por esta razón, algunos científicos proponen que este tipo de invenciones podrían haber sido más bien obra del azar: de un artesano que dejó caer el vidrio fundido sobre los remanentes de monedas molidas y descubrió por azar el resultado. Quizás por ello no era un material muy común que digamos.

Ah, y también vale la pena mencionar que investigaciones realizadas sobre el tema revelaron que esta tecnología podría tener importantes aplicaciones en el área de la química, pues son extremadamente sensibles a la composición de los líquidos y pueden usarse para determinar, por ejemplo, la salinidad de una mezcla.

Punto para los romanos. 15 siglos después y aún nos siguen enseñando cosas.


nanotecnología del cristal

Para lograr este efecto los antiguos romanos fraccionaban el oro y la plata en partículas del tamaño de 50 nanómetros de diámetro, menos de una milésima del tamaño de un grano de sal fina, según la revista 'IBTimes'. Luego colocaban dentro del cristal estas nanopartículas de metal que dotan al cristal de su propiedad dicroica.

Hasta ahora no se sabe si dicha tecnología fue descubierta por los antiguos romanos accidentalmente, o si el tamaño y la cantidad de partículas fue calculado con precisión por artesanos antiguos. En cualquier caso, hasta ahora nadie había podido recrear dicha tecnología, sostienen los autores del estudio de las Universidades de Cambridge y de Birmingham, que ha sido publicado en la revista.


Importancia Científica

Esta tecnología podría aplicarse en dispositivos electrónicos modernos, en particular en dispositivos electrónicos ultrafinos. El hallazgo podría ser aplicado en tecnologías fotoelectrónicas absolutamente nuevas, ya que "los componentes ópticos convencionales simplemente no pueden lograr este tipo de funcionalidad.

Fuentes