Erasmismo

Erasmismo
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Erasmismo. Movimiento europeo que, por influencia de Erasmo de Rotterdam (1469-1536) inspiró gran parte de la reforma ortodoxa del cristianismo renacentista clamando por una religiosidad evangélica, interior, anticeremonial, sinceramente personal, basada en la sencillez primitiva y en la fidelidad a las fuentes escritas antiguas.

Síntesis

Conocidos estudios de Bataillon, Asensio, y otros, han mostrado la vigencia del erasmismo en Castilla, y aun en Cataluña y Valencia; pero hay poquísimas referencias al erasmismo en Aragón. Entre los factores negativos hay que contar sin duda, la ausencia de Universidad de Zaragoza hasta la segunda mitad del siglo XVI, la presencia en la sede del Arzobispado de Zaragoza de una serie de «arzobispos mundanizados», como los llama con razón Antonio Durán Gudiol: Alonso de Aragón, hijo bastardo del rey Fernando II, y los dos hijos de aquél, Juan y Hernando, que ocupan la sede desde 1478 hasta 1575, con la breve interrupción del arzobispo Fadrique de Portugal (1532-39). Ni siquiera en el largo pontificado de don Hernando de Aragón, a pesar de su ejemplaridad, puede observarse contribución alguna importante a una religiosidad cristiana de tono tolerante y liberal que pueda documentarse; los documentos, por el contrario, nos hablan —además de obsesiones inquisitoriales, comunes a otras zonas peninsulares— de esfuerzos contrarreformistas, signados por la asistencia a Trento de algunos notorios teólogos zaragozanos estudiados por Fernández Serrano. Se proponen a continuación algunas pautas de pesquisas, a la vez que ciertos datos de positivo interés para apoyar la impresión de un erasmismo en Aragón.

1. Es preciso recordar que algunas imprentas renacentistas de Zaragoza publicaron muy prontamente obras de Erasmo, traducidas al castellano. El Sermón del Niño Jesús, primera obra de Erasmo vertida al español, se publica en Zaragoza en 1516, el mismo año que en Sevilla. Le siguen, en un mismo volumen el Enquiridio o manual del caballero cristiano, y dos diálogos, De los nombres y obras, y el Uxor mempsigamos, en 1528. Dos años más tarde, en 1530, publica Jorge Cocci los Doce coloquios de Erasmo, reimpresión de la ed. sevillana de Cromberger de 1528. Por fin, en 1551, cuando el erasmismo ha perdido, debido a la persecución, el auge de dos décadas antes, publica, Miguel de Capilla, La lengua, de Erasmo, «nuevamente romanceada por muy elegante estilo»; y el 7-V-1552, Esteban de Nájera saca una edición del Libro de apothegmas. Aunque algunas de estas obras reflejan el Erasmo humanista más que el cristiano reformador moderado, no puede suponerse que su publicación en Zaragoza tan sólo obedeciera a motivos de oportunismo comercial. Tenía que haber en Aragón una demanda, una afición. Uno entre tantos temas que exigen explicación, por ejemplo, es el título de un libro del Fray Jaime de Alcalá, quien publica un Equitatus christianus, acaso en dependencia del Enquiridio erasmiano; fray Jayme murió en 1517, y esa obra de Erasmo había sido publicada en latín tan sólo en 1503.

2. Un detalle interesantísimo, casi totalmente olvidado, es que Erasmo mismo estuvo a punto de ser nombrado arzobispo de Zaragoza. Allen dio a conocer algunas cartas de amigos suyos en la corte de Carlos (Peter Barbier, Andreas Ammius, Guy Morillon), servidores del canciller Le Sauvage o Saubecke, quienes hablan de darle una mitra, a fin de mejor retenerle del lado del futuro emperador, dada su creciente fama. Se habla al principio de la de Siracusa, en Sicilia, pero pronto de la zaragozana. Una carta del primero, del 18-VII-1516, se lamenta de que el arzobispo (don Alonso, entonces además regente) no haya muerto todavía: «Pero espero que cuando ocurra vacante, mi Señor no se olvide de ti». Al segundo le escribe el mismo Erasmo —desde Bruselas, el 6 de octubre del mismo año— que el canciller acaba de comunicarle el empeño del príncipe por hacerle obispo (de Zaragoza). Quizá este detalle explique la temprana publicación del Sermón en Zaragoza.

3. Es menester una amplia y exigente investigación para desenterrar o acaso reconstruir doctrinas de tendencia erasmista en obras de escritores aragoneses de la época.

Los afanes intelectuales de la época parecen haberse orientado hacia la Lógica, e incluso hacia la Lógica Nominalista, de la que fueron profesores en París o en Alcalá numerosos estudiosos: Juan Martón, luego vicario general y obispo auxiliar de Zaragoza precisamente en la época de auge erasmista, los últimos años de don Alonso y algunos de don Fadrique; Juan Dolz del Castellar; Antonio Cornel; Fernando de la Encina; Juan Clemente; Gaspar Lax de Sariñena. Otros, quizá algo más conocidos, tienen, por el contrario, vocación por los estudios humanistas, muy probablemente de acentos erasmistas o al menos pre-erasmistas (como el castellano Juan de Lucena, quien vivió en Zaragoza los últimos años de su vida, buen amigo del rey): Así, los alcañizanos M. Vayetola y Juan Sobrarias, cuyas obras latinas hay que volver a poner en circulación cuanto antes, y el darocense Pedro Ciruelo. La Teología más rancia parece mostrarse, sin embargo, en las numerosas obras del dominico Fray Cipriano Benedicto, de Albelda, que enseñó muchos años en la Sapienza de Roma. La Medicina produce, entre otros, a Juan Falcón y a Miguel Servet, ambos en Francia.

Ante esta pléyade de sabios aragoneses de los primeros treinta o cuarenta años del XVI, no puede dudarse que estuvieran en contacto con las doctrinas erasmistas. De algunos hay que demostrarlo; de otros concretamente, Servet, y antes su maestro el oscense Juan de Quintana— se ha demostrado con creces. Pero lo mismo hay que decir de un hombre tan significativo como Mateo Pascual, y de otro pensador aragonés que atrae nuestras simpatías aunque sólo fuera por haber sido procesado (por la Inquisición de Valencia, en 1536), Miguel Mezquita.

4. Las pesquisas en búsqueda de la confirmación del erasmismo aragonés deben perseguirse también en torno a los grandes personajes amigos de Erasmo que residieron en Aragón algunas temporadas. Hay que tener en cuenta, por ejemplo, que el canciller Le Sauvage murió en Zaragoza precisamente en 1518. Poco antes había persuadido a Erasmo a que escribiera lo que luego resultó el precioso tratadito Querela pacis, de 1517, traducido como Tractado de cómo se quexa la Paz (Sevilla, 1520). Por otra parte, nadie podrá dudar de que los intelectuales aragoneses de los primeros años 20 oyeran hablar mucho de Erasmo: «de mitad de la cuaresma hasta Pascua del Espíritu Santo», como reza la fórmula de Félix de Latassa y Ortín, ya consagrada, permaneció en Zaragoza su gran amigo el cardenal Adriano, electo papa como Adriano VI. Y grandes erasmistas de todos conocidos acompañaban a Carlos en sus viajes a Aragón, especialmente con motivo de su asistencia a las Cortes del reino.

Las constancias documentales deben ser buscadas y recopiladas entre manuscritos, crónicas, viejos infolios, libros polvorientos. Pero Guy Morillón, borgoñés, humanista, secretario de Carlos V, escribía a Erasmo una carta el 6-I-1529 desde Zaragoza, la única carta escrita desde esta ciudad a Erasmo de que se tenga noticia, en la cual, tras decirle que había recibido la visita de Gaspar Trechsel (editor lionés que años más tarde le publicaría a Servet un importantísimo libro), le dice lo siguiente: «Sunt hic multi Erasmo adictissimi». Es decir: «Hay aquí muchos adictísimos a Erasmo. Entre ellos, Don Miguel Lope, abogado real, hombre de la máxima autoridad no sólo entre los abogados, sino también entre los que tienen encomendado el negocio de la fe; de tal modo te defiende contra los escarabajos que llevan muy a mal que tus obras sean vertidas al español, que se haya hecho digno de que le honres con alguna carta tuya; nada más gracioso puedes hacerle a este hombre. Es de maravillarse cuán célebre sea entre los españoles el nombre de Erasmo, cuánto les plazca a todos los buenos tus obras, que cada día se traducen más y más» (Allen, núm. 2.083, t. VIII, p. 11). Pocos documentos que puedan hallarse serán más elocuentes que algunas de las frases citadas. «Mirum dictu quam celebre sit apud Hispanos Erasmi nomen». Pero los hispanos que Morillón tiene ahora en la punta de su pluma son los hispanos de Aragón, como a sí mismo se llamaba, por ejemplo, Servet. ¿Quién es, sin embargo, ese personaje, a quien Morillón llama dominus Michael don Lope, de un modo un tanto incoherente? Acaso un Don Lope de Urrea mencionado por Gachard (III. 309), acaso algún miembro segundón de la familia del primer conde de Aranda. Los elogios que Morillón le tributa como portaestandarte del erasmismo en Aragón reclaman que sea enfocada hacia su identificación la atención de los investigadores.

Prescindiendo, pues, del relativo humanismo erasmista de los humanistas aragoneses antes citados, el erasmismo aragonés cuenta con nombres tan egregios como Juan de Quintana, Mateo Pascual, Miguel de Mezquita, Miguel Servet, y este gran desconocido que es «dominus Michael don Lope»

Historia Moderna

La presencia en Aragón de un núcleo de flamencos, con ocasión de la larga permanencia de Carlos I en Zaragoza desde mayo de 1518 a enero de 1519, no dejó de producir su huella en el mundo intelectual aragonés —ya previamente madurado por experiencias anteriores—, e incluso alguna matización en la espiritualidad de las minorías de nuestro pueblo.

La permanencia de la huella erasmista en Zaragoza habría de ser bastante duradera, tanto que aún en 1548 el entonces inquisidor general denuncia la existencia de ellos al afirmar que «entre letrados que se precian de muy latinos y griegos y de grandes bibliotecas, hay libros sospechosos, y quien éstos tiene no puede considerarse como católico».

La figura del micer Miguel Donlope, citado a Erasmo por Morillón, en 1529, es bastante resbaladiza y, pese al elogio de Morillón, por lo que parece y nos cuenta Diego José Dormer era más aficionado a hacer regalos nutritivos que a una efectiva tarea intelectual; con todo, Marañón es el que nos deja una semblanza más importante: «Los Donlope pertenecían a una familia hidalga y rica, muy aragonesa y con tradición de defensores de los Fueros de Aragón frente al poder real, que le llevó a que en 1541 fuese encarcelado y procesado por motivo de la aparición en Zaragoza de unos pasquines de tipo subversivo, hecho que proporcionó graves preocupaciones a las autoridades, reflejada en una copiosa correspondencia de ellas con el propio emperador y con el príncipe regente Felipe; micer Miguel Donlope estuvo favorecido por la justicia aragonesa y se hizo intervenir a la Inquisición basándose en su tacha de erasmista. No parece que le sucediese nada de importancia e incluso nuestro abogado optó por conseguir ser nombrado familiar de la Inquisición. Más quehacer dieron sus hijos Manuel y Miguel, que habían de ser capitostes de las revueltas zaragozanas de 1591 y muy amigos de Antonio Pérez».

Noticias demostrativas del grado de difusión alcanzado en los medios que pudiéramos llamar universitarios de Zaragoza —es decir, en sus Estudios Generales— de Erasmo, son otros procesos inquisitoriales, en uno de los cuales se declara que en la Universidad se leían las obras del humanista de Rotterdam, y la actividad de sus imprentas, ya que, en 1528, Jorge Cocci editó el Enquiridion, y dos años más tarde los Coloquios.

Pero el más importante asunto relacionado con el erasmismo aragonés es el proceso a que fue sometido el doctor Mateo Pascual, en 1533, dado el puesto relevante que ocupaba en Zaragoza, el de vicario general del arzobispado; proceso largo, que duró hasta 1537, en que Mateo Pascual pasó por las prisiones de Zaragoza y Toledo, aunque parece que acabó sin daño grave; la mayor parte de su vida la pasó en Roma, donde falleció, siendo enterrado en San Juan de Letrán.

Por último, quizá recibiera en Zaragoza influencias erasmistas Miguel Servet, en el supuesto —admitido por la mayor parte de sus biógrafos— de que a la edad de trece años se trasladara a Zaragoza a fin de continuar sus estudios, pues el nivel alcanzado superaba las posibilidades docentes en Villanueva de Sijena. En todo caso, las influencias de Erasmo se manifestaron claramente en la juventud de Miguel Servet.

Fuentes