Hidra de Lerna

Este artículo trata sobre Hidra. Para otros usos de este término, véase Hidra (desambiguación).
Hidra de Lerna
Información sobre la plantilla
Raza de Mitología griega
Hidra.jpg
Características
Hábitat:Su guarida era el lago de Lerna en el golfo de la Argólida
Padre:Tifón
Madre:Equidna
HermanosQuimera, Cerbero, Ortro, Esfinge, Dragón Ladón, León de Nemea, Águila de Prometeo, Dragón de la Cólquida, Cerda de Cromio
Habilidades- Enorme tamaño
- Aliento venenoso
- Múltiples cabezas
- Al ser cercenada una de sus cabeza dos crecían en su lugar
- La cabeza central era inmortal
MisiónCuidar una entrada al Inframundo
DestinoMuerta por Hércules

La Hidra de Lerna, en la mitología griega, era una serpiente acuática de enorme tamaño, aliento venenoso y múltiples cabezas que moraba en las profundidades del lago homónimo, cerca de Nauplia, en el golfo de la Argólida. Bajo sus aguas había una entrada al Inframundo que la Hidra cuidaba. La Hidra de Lerna era una criatura similar a una serpiente. Esta bestia acuática poseía numerosas cabezas. Además, contaba con una respiración venenosa que la hacía aun más peligrosa.

La Hidra de Lerna fue aniquilada por Hércules durante uno de sus doce trabajos. Su guarida era el lago homónimo, situado en el Argolid. Aunque se especuló que tal sitio habría existido en la Antigüedad Clásica, la arqueología ha desmentido el mito de que este sitio sagrado era incluso más antiguo que la ciudad de Mecenas, en Argos.

Orígenes

Hidra de Lerna

Este animal fabuloso descendía de Tifón (disforme de la Tierra y el Tártaro) y Equidna (una ninfa mitad humana, mitad serpiente). Guardaba una de las entradas al Hades. Fue criada por Hera a la sombra de un plátano en las proximidades de la fuente Amimone, en Lerna. La diosa le infundió todo su odio por Heracles (Hércules en la mitología romana).

Se decía que era hermana del León de Nemea, y que también por esa razón deseaba tomar venganza contra el héroe, pues éste había dado muerte a aquél en el primero de sus doce trabajos. A tal punto aborrecía la Hidra a Heracles, tan grande era el rencor que sentía por él, que Euristeo la eligió como segunda labor expiatoria para el hijo de Zeus. Otras fuentes refieren a la Hidra como hermana de Quimera, el Cancerbero o Cerbero, Ortro, la Esfinge, el Dragón Ladón, el León de Nemea, el Águila de Prometeo, el Dragón de la Cólquida y la Cerda de Cromio[1][2][3].

Muerte a manos de Hércules

Hidra de Lerna

Hera, impuso a Hércules, el desafío de afrontar doce difíciles pruebas, los doce trabajos de Hércules, de los cuales, el segundo era vencer a la temible Hidra de Lerna. Su principal característica es que al cortarle una cabeza le salen otras dos.

La principal fuente para el conocimiento de esta leyenda es la Biblioteca, un tratado de mitología escrito presumiblemente hacia el siglo I por un erudito griego de identidad desconocida pero al que convencionalmente se le llama Pseudo Apolodoro (porque la tradición le atribuía erróneamente a Apolodoro de Atenas la composición de la obra)[4]. Éste es el relato: “En vistas a su segundo trabajo, Heracles fue instruido para matar a la Hidra de Lerna. La bestia había sido criada en los pantanos de Lerna, desde donde se marcharía a las planicies para acometer rebaños y asolar la tierra. La Hidra era de enorme tamaño, con ocho cabezas mortales, y una novena en el centro que era inmortal. Con Yolao conduciendo, Heracles se dirigió en carro hacia Lerna, y allí, deteniendo los caballos, halló a la Hidra sobre una elevación contigua a las fuentes de Amimone, donde ella había anidado. Arrojándole lanzas ardientes, la forzó a salir, y cuando lo hizo fue capaz de atraparla. Pero ella se aferró a él envolviendo uno de sus pies, y él no pudo zafarse golpeándola con su maza, porque tan pronto como una cabeza era cercenada otras dos crecían en su lugar. Entonces un cangrejo gigante vino directo a socorrer a la Hidra, y mordió a Heracles en el pie. Por esta razón mató al cangrejo, y llamó en su auxilio a Yolao. Yolao hizo algunas antorchas prendiendo fuego una porción de los bosques aledaños, y, usándolas para quemar los muñones de las cabezas, impidió que éstas volvieran a crecer. Cuando hubo solucionado este problema, Heracles derribó la cabeza inmortal, la cual enterró y cubrió con una pesada roca al costado del camino que va de Lerna a Elaio. Despedazó el cuerpo de la Hidra y embebió sus flechas en su veneno”.

Otros autores clásicos ofrecen relatos de este célebre episodio mitológico con algunas variaciones. Tal es el caso de Quinto de Esmirna, poeta griego que vivió hacia los siglos III o IV de nuestra era. En sus Posthoméricas —verdadera «secuela» de la Ilíada [4]— escribe lo siguiente: “De sus pavorosas cabezas, algunas cortadas yacían en tierra, pero muchas más crecían de sus cuellos, mientras Heracles y Yolao, ambos de intrépido corazón, trabajaban con tesón; aquél cortaba las fieras cabezas con una hoz centelleante, su compañero cauterizaba cada cuello con un hierro candente; así se dio muerte al monstruo”.

Hércules y Yolao matando a la Hidra

Por su parte, el historiador griego Diodoro de Sicilia (siglo I a.C.) señala en su Biblioteca histórica lo siguiente: “el segundo trabajo que Heracles emprendió fue el de dar muerte a la Hidra de Lerna, de cuyo cuerpo brotaba un centenar de cuellos, cada uno de los cuales sostenía la cabeza de una serpiente. Y cuando una cabeza era cortada, en su lugar crecían otras dos; por esta razón era considerada invencible [...] Contra algo tan dificultoso de manejar como esto, Heracles ingenió un ardid y ordenó a Yolao que cauterizara con un hierro candente la parte que había sido cercenada, con la finalidad de parar la hemorragia. Así, cuando hubo domeñado al animal por estos medios, embebió las puntas de sus flechas en el veneno, de modo tal que cuando los proyectiles debieran ser arrojados la herida que causasen resultara incurable” [4].

Cuando Euristeo, el rey que asignaba los trabajos a Heracles, supo que el sobrino de éste, Yolao, le había ayudado a completar la labor, se rehusó a considerar la muerte de la Hidra de Lerna como una hazaña valedera. Posiblemente este episodio sea una invención tardía tendiente a conciliar la versión más antigua según la cual los trabajos eran diez, y la versión posterior en la que el número de hazañas es de doce. De acuerdo a la tradición, fue Peisandros de Rodas quien fijó hacia el año 600 a.C. el ciclo mitológico de Heracles en doce trabajos (el León de Nemea, la Hidra de Lerna, el jabalí de Erimanto, la cierva de Cerinio, los pájaros del lago Estínfalo, los establos de Augías, el toro de Creta, las yeguas de Diomedes, el cinturón de Hipólita, los bueyes de Gerión, el can Cerbero y las manzanas de las Hespérides).

La cantidad de cabezas que se atribuyen a la Hidra varía de un autor a otro. Para Alceo, Apolodoro e Higinio son nueve[4]; cincuenta o cien —según la fuente— para Simónides [4]; cien también para Diodoro de Sicilia [4]; y, por último, mil para Eurípides [4]. Aparece por primera vez utilizado en la Tragedia Heracles (también denominada Hércules furioso), obra compuesta hacia el año 416 a.C. por Eurípides. En un pasaje, el gran dramaturgo ateniense escribe: “Y Heracles abrasó a la perra de mil cabezas, a la Hidra asesina de Lerna y untó de veneno sus flechas con las que dio muerte al pastor de triple cuerpo de Eritea” [4].

La Hidra en la literatura y el arte

Estatua que representa la épica batalla

El combate entre Heracles —o Hércules— y la Hidra de Lerna no sólo es un tópico recurrente de la literatura, sino también de las artes plásticas de la Antigüedad grecolatina. La escena aparece representada en pinturas sobre cerámica, esculturas y mosaicos. Por otra parte, se han hallado monedas con dicho motivo mitológico. Esta abundancia de fuentes escritas e iconográficas da cuenta del gran interés que tenían los griegos y los romanos por el épico enfrentamiento entre el hijo de Zeus y la serpiente de muchas cabezas; interés que responde a la necesidad profunda de contar con arquetipos que orienten las percepciones y las acciones. Hércules simboliza el orden instituido por los seres humanos, esto es, la cultura. La Hidra representa el «caos» de la naturaleza en estado virgen, la realidad que aún no ha sido modificada por el hombre.

Pintura de Hércules contra la Hidra

Hacia el año 20 a.C., el célebre poeta latino Horacio publica el primer tomo de sus Epístolas, una veintena de cartas personales en versos hexámetros que le sirven de ocasión para hacer gala de sus recientes estudios filosófico-morales. En la «Epístola I» se halla el uso más antiguo de la metáfora de la hidra que se conoce. Populus Romanus [...] Belua multorum es capitum(«Pueblo Romano [...] eres una bestia de muchas cabezas»), sentencia Horacio [4]. Y aunque el autor no haga mención explícita de la hidra, ni se refiera con ella a las agitación de la plebe —sino a la codicia de los romanos en general—, lo cierto es que tiene en mente a la serpiente de Lerna y que se vale de ella como metáfora para caracterizar negativamente a la sociedad en la que vive.

Hacia el siglo I de nuestra era, otro escritor latino, Estacio, emplea en su poema épico Sylvas la expresión multitudo Hydræ («multitud de la Hidra»)[4] para referirse a la gran cantidad de cabezas de dicho monstruo mitológico. No se trata, en rigor, de una metáfora, sino de una sinécdoque, pues el autor designa el todo (la Hidra) por una de sus partes (la multitud de cabezas). Ahora bien: el sustantivo latino multitudo —igual que su derivado castellano «multitud»— significa también «plebe», «muchedumbre»; y aunque está claro que Estacio usa la expresión «multitud de la Hidra» para referirse a la mítica bestia de muchas cabezas, la ambigüedad del término «multitud» deja ya abierta la puerta a la alegoría política (la hidra como símbolo de la endémica rebelión popular).

Hacia el siglo X, la metáfora ya está consagrada por el uso, como se desprende del hecho de que el erudito bizantino Suidas recoge en su Lexicón la frase griega Hydran temnein («cortar una Hidra»), a la cual define del siguiente modo: “Dícese de las cosas que no tienen remedio” [4]. Con todo, se trata de la metáfora genérica y no de la metáfora propiamente política, y es ésta la que aquí nos interesa.

Referencias

Fuentes