Huella francesa en Alquízar

Huella francesa en Alquízar
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Estación del ferrocarril de Alquízar
Fecha:siglo XVIII - actualidad
Lugar:Alquízar
Descripción:
Revela la presencia francesa en la localidad de Alquízar desde el siglo XVIII a la actualidad.
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba Bandera de Francia Francia Haití

Huella francesa en Alquízar. En la localidad de Alquízar, la huella francesa se inició desde el siglo XVIII y llega a la actualidad. Una parte importante de la historia local lo constituye los nexos entre el proceso migracionista en el Caribe y la llegada de refugiados franceses a la región Occidental de Cuba, lo que contribuyó al proceso de transformación de los corrales en haciendas cafetaleras y en la influencia que este fenómeno ejerció en la región y particularmente en la localidad. La presencia francesa en la localidad estuvo reflejada, esencialmente, en el fomento de cafetales en la zona de Guanímar en las postrimerías del siglo XVIII y durante la primera mitad de la siguiente centuria. La influencia de la huella francesa en Alquízar deja como principal legado la caficultura.

Antecedentes

La sublevación de los esclavos de la colonia francesa de Saint-Domingue (Haití), provocó, desde el inicio la revolución en 1791, la inmigración de millares de colonos blancos y mulatos a Cuba. Los gobernadores coloniales, desde Don Luis de las Casas al marqués de Someruelos, acogieron a esos emigrados, les repartieron tierras en la región Oriental y les facilitaron recursos económicos para fomentar la producción cafetalera. Otros grupos vinieron a la región Occidental, donde lograron con la aplicación de las técnicas de la época, aumentar y mejorar la producción; se trajeron millares de esclavos de África, a tal extremo, que en el siglo XIX los negros y mulatos, libres o esclavos igualaban o superaban a la población blanca criolla.

Una de las consecuencias de la acción revolucionaria en Saint- Domingue fue el movimiento migratorio general que se desencadenó hacia algunos puntos del Caribe, fueron paradas forzosas para aquella emigración obligada que continuaría hacia otros territorios como la Louisiana o los puertos Atlánticos de la Confederación Americana.

Primeramente, se desplazaron los colonos propietarios franceses o criollos, algunos lograron sacar parte de su riqueza en esclavos o capital; con el avance de la presión revolucionaria más radical, la emigración fue integrada por artesanos y profesionales blancos y libres de color, también hubo esclavos que partieron a voluntad o forzados por sus amos.

El avance de las fuerzas negras revolucionarias, comandadas por Toussaint Louverture, sobre Santo Domingo desde 1795, también dio lugar a la emigración masiva de colonos de ese territorio viniendo la mayoría a residir a la Isla de Cuba.

Una vez transferida la Louisiana por decisión de la Francia Napoleónica a manos de Estados Unidos en 1803, repercute también en un importante movimiento migratorio esta vez hacia el Occidente de la Isla de Cuba; en esta parte se encuentra localizada Alquízar.

Alquízar, situada al suroeste de la antigua provincia La Habana, pertenece a la actual provincia Artemisa, ocupando parte de la llanura costera del oeste de Cuba. El suelo es bajo y cenagoso en la costa donde se encuentra la playa de Guanímar. Limita al norte con San Antonio de los Baños; al sur con el Golfo de Batabanó, al este con Güira de Melena y al oeste con Artemisa. Su superficie es de 205 km2.

En el dominio de los terrenos entraron como producto de las mercedes recibidas por las siguientes personas: Hernán Rodríguez, el 11 de octubre de 1566, el corral de Guanímar; Sancho de Alquízar, el 26 de febrero de 1617, el corral de igual nombre; Francisco Martínez, 1 de junio de 1635, el corral de San Andrés; y finalmente a Doña María Cabeza de Vaca, el 23 de junio de 1662, el corral de Guaíbacoa.

Este municipio nació en lo que fueron las tierras dadas en 1616 al entonces gobernador de la Isla, Don Sancho de Alquízar fundada como Villa hacia 1879. Estas tierras hasta esa fecha pertenecieron primero a Santiago de las Vegas y posteriormente, a San Antonio de los Baños. Era una población cafetalera, agrícola y azucarera.

Emigración y su influencia

Restos de antiguo ingenio, antes cafetal

La riqueza primitiva de la región fue el café y la caña de azúcar, aunque entre las primeras actividades económicas que se desarrollaron estuvo los cortes de madera con destino a los astilleros de La Habana.

La presencia francesa en la localidad estuvo reflejada, esencialmente, en el fomento de cafetales en la zona de Guanímar en las postrimerías del siglo XVIII y durante la primera mitad de la siguiente centuria.

Las condiciones naturales, el precio de la tierra y el desmantelamiento de la foresta en el territorio fueron todos factores que estimularon el ingreso de caficultores franceses, pues la emigración gala se produjo en diferentes oleadas, condicionadas sobre todo por causas de orden político.

La impetuosa plantación cafetalera daría sustitución a los cortes de madera en el territorio a la vez que transformaría los corrales en haciendas más pequeñas.

Muchos viajeros dejaron en sus testimonios los más variados puntos de vista sobre la hacienda cafetalera en nuestro país. Cirilo Villaverde, en su obra Excursión a Vueltabajo, se refiere en los términos siguientes a la hacienda cafetalera:

“no se fundaban entonces ahí granjas para la explotación agronómica, en el sentido más estricto de la palabra, sino verdaderos jardines para la recreación de sus sibaritas propietarios, mientras se mantuvo en alto el precio del café”…y refiriéndose a fisionomía de estas fincas nos comenta: “Contra el sistema legal de mensura observado en Cuba desde “ab invitio”, estaban divididas esas bellísimas fincas, todas con setos de limoneros enanos, con zarzas y más comúnmente con tapias de piedra seca, o cercas, primorosa y artísticamente construidas. Cubrianse estas de enredaderas o aguinaldos, especialmente de campanilla, las cuales abrían por pascua de navidad, daban un aspecto risueño a la campiña con sus níveas flores, mientras que con su exquisito y trascendente perfume embalsamaban el ambiente por millas y millas a la redonda”.

Por su parte el sabio vueltabajero Tranquilino Sandalio de Noda también dejó testimonio de cómo eran estos cafetales:

“Nuestros cafetales son unas haciendas cercadas de limones podados, los cuales forman una muralla de espinas por cada lindero. Se ha tenido cuidado de destruir el monte, sin quedar otros árboles que los del café y uno u otro frutal”.

Según Charles Augustus, en una de sus descripciones refiriéndose al cultivo del café, lo hacía en los siguientes términos:

“…ahora se va aceptando que al café le beneficia la sombra y comienzan a plantarse árboles entre los cafetos, lo cual, en el futuro dará mayor atractivo a estos lugares; se ven ya con variedad de frutales y plátanos diseminados. Cuando florecen estos campos verde oscuro de cafetos, como por ensalmo se transforman, y agitados por la brisa, semejan trozos de mar primorosamente decorados de espumas. El panorama es de tan rara belleza que ni a la más fértil imaginación le sería fácil representársele.”

Varios de estos cafetales ostentaban en grandes letras a sus entradas nombres de mujer que los dueños solían ponerles en honor de familiares preferidos y en correspondencia con santas o vírgenes del santoral católico. Cercano a Alquízar se encontraban el Santa Ana, propiedad de Eduardo Finlay, padre del médico e investigador Carlos J. Finlay y Nuestra Señora de La Luz, más conocido como La Luz, inicialmente fomentado por la familia del agrónomo Álvaro Reynoso Valdés.

Muchos colonos franceses se establecieron en Alquízar fomentando el cultivo del café; el número de cafetales promovidos en nuestra localidad entre 1791 y 1840, según cálculos aproximados, se acerca a la centena; esta cifra no indica que todos fueron fomentados por franceses, pues en esta empresa participaron individuos de otras nacionalidades y criollos como es el caso del cafetal Frías, propiedad de Don Domingo Frías Conde de Pozos Dulces, pero siempre tomando las experiencias de los franceses.

El fomento de cafetales en esta localidad constituyó un acontecimiento que marcó hito en la historia y la vida económica y sociocultural, pues reorientó el desarrollo económico de la zona hacia una economía de plantación que se insertaba en el mercado mundial, dándole mayor significado a la región.

Los años entre 1800 y 1835 fueron los de mayor esplendor para emigrantes franceses en Cuba lo cual motivó a criollos y españoles de la Isla a interesarse por el café; de este modo se obtuvo el pico productivo más elevado en 1837. Este momento marca el arraigo a dicho cultivo en el país, a tal punto que con la crisis que arruinó a muchos, este cultivo y sus beneficios se mantuvieron. Entre 1840 y 1870 se encuentran los caficultores en la búsqueda de soluciones para el aumento de la eficiencia, cuestión en la que influyeron las sugerencias agroecológicas de Sandalio de Noda.

En lo sociocultural constituyó una explosión demográfica donde la población, entre esclavos y esclavistas, alcanzó la cifra de 5 629 habitantes, según el censo poblacional de 1858. Los cafetales se convirtieron prácticamente en pequeños núcleos poblacionales en los alrededores del caserío de Alquízar. Legaron significativos aportes sobre todo en la arquitectura donde el paisaje constructivo colonial contrastaba con aquellas construcciones coronadas con techos de tejas rojas, conocidas como cola de castor.

Tejas francesas en casas de vivienda en los cafetales

Con relación a la arquitectura francesa Villaverde en Cecilia Valdés hace la siguiente descripción de la casa de vivienda del cafetal La Luz:

“La casa de vivienda del cafetal La Luz estaba hecha a la francesa, es decir, conforme al sistema que para habitaciones tales se seguía en las fincas de igual naturaleza por los criollos de la Guadalupe y Martinica; pues de hecho la habían trazado y dirigido un arquitecto de una de esas islas. El plano figuraba una cruz con dobles brazos cuyo centro lo ocupaba la sala, y las ocho alcobas, ambos brazos de la misma, formadas por dos pasillos que terminaban en dos saletas, debajo de los cobertizos de las culatas de la casa. En los ángulos de los pórticos habían cuatro cuartos que interiormente se comunicaban con las saletas dichas y exteriormente con los jardines y aquellos. Los pórticos, pues se extendían cuanto la sala, corrían paralelos a ella y estaban cerrados por barandillas de cañamazo en vez de persianas. El techo del cuerpo principal estaba formado por las hojas de la palma llamada cana, por su espesor, duración y frescura y el del os pórticos o cobertizo con teja plana. Las puertas y ventanas, en número por cierto excesivo, abrían todas hacia afuera, dejando entrar a raudales, al menos de día, la luz y el aire siempre cargado con el perfume de las flores o de las frutas que tanto abundaban en aquella morada encantadora”.

En lo etnocultural y a pesar del colapso de los cafetales en la región a mediados del siglo XIX aún perduran elementos de la cultura francesa pues han trascendido hasta nuestros días práctica en la poda; con respecto a esto se refería de la siguiente manera Sandalio de Noda:

“Como los franceses fueron los introductores del café, hubo moda de afrancesamiento en la agricultura. Se creyó que bastaba ser francés para cultivar bien el café, y se entregó a los emigrados de la Vendeé y Tolón la dirección de los cafetales, como si los habitantes del centro de la zona templada supiesen labrar los ardientes campos de la zona tórrida. Su ignorancia les hizo establecer la poda rigurosa, que por este motivo llaman algunos francesa. ¡Hasta en el café ha habido galicismo!”

También la permanencia de apellidos de origen francés como son: Baralt, Ducosquiert, Gourriet, Marquetti, y la huella de sus cafetales cuyos nombres denotan vocablos francés: La Paix, Irola, Fortune, Blaubuisson, Bonne Esperance, Leonarl, Marchtti, Baralt, Las Delicies, etc.

El aporte botánico también fue un elemento a distinguir, por lo que nuevas especies de plantas superiores e inferiores se incorporaron al paisaje, unos para dar sombra al cafeto, como es el árbol de la niña, otras para alimentar al ganado y a las personas como el mango y el árbol del Pan, y otras plantas ornamentales; Villaverde, en “Cecilia Valdés”, se refiere a nuestra localidad como “Edén de Alquízar”, razón que nos acerca a la idea de lo hermoso del paisaje formado por frondosas arboledas y cafetos de verdes tonalidades en plantas autóctonas o introducidas, que simbolizan el sincretismo cultural producido tras la llegada de los refugiados franceses a esta región; sobre la foresta del cafetal La Luz, Villaverde nos legó la siguiente descripción:

“…crecían ahí más frondoso el naranjo de globos de oro, el limonero indígena y exótico, el mango y la manga de la India, el árbol de Pan de ancha hoja, el ciruelo y varias especies, el copudo tamarindo de ácidas vainas, el guanabo de fruta acorazonada y dulcísima, la gallarda palma, en fin notable entre la gran familia vegetal, por su tronco recto, cilíndrico, liso y grueso, como el fuste de una columna dórica, y por el hermoso cerco de pencas con que se corona perennemente”.

También en el Escudo de Armas del municipio quedó reflejada la presencia francesa en Alquízar.

En el año 1925 el alcalde municipal, el Dr. Julio Valdés Collazo le encargó a la Academia de la Historia de Cuba la elaboración de un Escudo de Armas para nuestra localidad. Para acometer esta labor fueron designados los académicos Joaquín Llaverías y A. Conrado, dándose a la tarea de consultar en el Archivo Nacional y en la Biblioteca Nacional los documentos relacionados con Alquízar y en las obras heráldicas.

El artista cubano encargado del dibujo fue Aurelio Melero. En su diseño se tuvo en cuenta la forma típica de los escudos españoles y francés, teniendo en consideración la presencia de estos en la localidad y homenajeando la emigración gala venida desde Haití a finales del XVIII y desde la Louisiana, a inicios del XIX; quienes contribuyeron con el cultivo del café al florecimiento económico. Por Alquízar un municipio agrícola, se resalta el cultivo del café, la caña de azúcar y el tabaco; su esmalte verde significa el color del campo; las plantas simbolizan sus riquezas, pudiéndose apreciar en el ángulo superior del aspa el café, por ser este nuestro cultivo primigenio.

Relación de cafetales en Alquízar:

  • Blaubuisson
  • Bombalie
  • Bonne Esperance
  • Buen Concepto
  • Buen Retiro
  • Butiffu
  • Casualidad
  • Dos amigos
  • Fortuna
  • Frías
  • Irola
  • La Concordia
  • La Paix
  • Las Delicies
  • Leonarl
  • Marchetti
  • Nuestra Señora de La Luz
  • Pancho Barlt
  • Santa Ana

La influencia de la huella francesa en Alquízar deja como principal legado la caficultura.

Fuentes

  • Bernard Bosch, Luciano: La Manuela: arqueología de un cafetal habanero / Luciano Bernard Bosch, Víctor Blanco Conde, Alexis Rives Pantoja. La Habana: Ed. Ciencias Sociales, 1985. p.142.
  • Carpentier, Alejo: El reino de este mundo. 2da. ed. La Habana: Ed. Pueblo y Educación, 2012. p. 143.
  • Franco, José Luciano: Ensayos históricos. La Habana: Ed. Ciencias Sociales, 1974. p. 230
  • Ensayos sobre el Caribe. La Habana: Ed. Ciencias Sociales, 1980. p. 62
  • Historia de la Revolución de Haití: La batalla por el dominio del Caribe y el Golfo de México. La Habana: Ed. Ciencias Sociales, 2010. p. 337
  • Le Riverend, Julio: Historia Económica de Cuba. La Habana: Ed. Pueblo y Educación, 1975. p. 270
  • Méndez, Isidro M: Historia de Artemisa. La Habana: [s. l.], 1973. p. 281
  • Meriño Fuentes, María de los Ángeles y Aisnara Perera Díaz: Un café para la microhistoria: Estructura de posesión de esclavos y ciclo de vida en la llanura habanera (1800- 1886). La Habana, Ed. Ciencias Sociales, 2008. p. 201
  • Portuondo Zúñiga, Olga: Caribe, raza e identidad. La Habana: Ed. Unión, 2014. p.198.
  • Robayna Figueroa, Ernesto: Historia de Alquízar. La Habana: [s.ed.], 1989. p. 42
  • Villaverde, Cirilo: Cecilia Valdés, t. 2. La Habana: Ed. Letras Cubanas, 1982. p. 284