La orden del Císter

Bernardos
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Orden del cister.jpg
Nombre latinoOrdo Cisterciensis
SiglasO. Cist.
FundadorSan Roberto de Molesmes
Fundación1098
Lugar de fundaciónAbadía de Citeaux
Superior GeneralAbad general Mauro, Giuseppe Lepori

La orden del Císter (también conocida como “Trapenses”) es una Orden Religiosa Contemplativa de la Iglesia Católica Romana, formada por monasterios de Monjes y de Monjas. Formamos parte de la amplia Familia Cisterciense, que tiene sus orígenes en 1098. Como Cistercienses siguen la Regla de San Benito, y por eso también son parte de la Familia Benedictina.

Historia de la orden Cisterciense

El movimiento monástico Cisterciense nace en Francia a comienzos del siglo XI (1098), cuando un grupo de monjes del monasterio Cluniacense de Molesmes, abandona su comunidad para formar una nueva, en la localidad de Citeaux (Cister), al frente de ellos el abad Roberto, pretende restaurar la estricta Regla de San Benito de Nursia, que en el año 545 había fundado la orden de los Benedictinos. La nueva orden se basa en los principios de abandonar todo signo externo de riqueza y en el propio trabajo para conseguir su subsistencia, será el famoso "ora et labora"que distinguirá a los monjes del Cister. El abad Roberto es obligado por el Papa a regresar a su comunidad, y será su sucesor, Alberico, el que consiga el reconocimiento de la orden por el Papa Pascual II. Por último el tercer abad Esteban Harding, promulga la Carta de Caridad que recoge las normas por las que se regirán todas las comunidades de la orden y funda las comunidades de La Ferté, Pontigny, Morimond y Claraval que serán las casas madre del resto de los cenobios cistercienses posteriores. En 1113 comienza la expansión de la orden en Francia. Será Bernardo de Claraval el sucesor de Esteban el que favorezca la expansión de la orden primero en Francia y posteriormente al resto de Europa.

A la muerte de Bernardo en 1153, prosigue la expansión de la orden aunque con menos intensidad, pasando de trescientas cincuenta abadías a alrededor de seiscientas cincuenta en 1250. La orden refuerza su presencia fuera de Francia, en países, como Inglaterra, Alemania, Italia y la península Ibérica, Grecia y Oriente Medio. El vigor inicial de Claraval es sustituido por Morimond y Citeaux esperará hasta la segunda mitad del siglo XIII para crear nuevas abadías como Royaumont o L'Épau. A partir de 1200, se añade la proliferación de casas femeninas, con la creación de numerosas filiales de Tart y Las Huelgas, llegando a contar con mas de cuatrocientas abadías a finales del siglo XIII.

En estos cien años se producen factores que supondrán una desestabilización de la orden, unos internos como el crecimiento en número de abadías y su dispersión territorial, además de la incorporación de cenobios que ya tienen su funcionamiento propio, y otros externos como diversos acontecimientos que afectan a la iglesia en general, la elección de dos Papas en 1159, Alejandro III y Víctor IV apoyado por Federico I Barbarroja, que producirá la división de los abades de Cister, cuyas abadías anglosajonas, incluida la propia Citeaux apoyarán al segundo, hasta que los abades de Claraval y Pontigny le obligan a dimitir en 1161. La duración de los mandatos de los abades, se acorta, bien por la elección de hermanos muy ancianos, o bien porque son llamados a desempeñar otras labores dentro de la iglesia. Además los cistercienses que inicialmente se habían mantenido al margen de la iglesia regular, se integran en ella, multiplicándose el nombramiento de obispos y cardenales, así como legados papales para diferentes misiones, como ocurre para luchar contra la herejía cátara. Todo esto, junto con la riqueza creciente de las abadías, hace que empiece a perderse el rigor de los monasterios. Los abades mas importantes y el Capítulo General de 1151 pide a Eugenio III una nueva aprobación de la regla, y en 1152, la bula Sacro Santa, ratifica la Carta Posterior, que es una Carta de Caridad actualizada, con una recopilación de los estatutos de la orden. En 1169 Alejandro III, concede el privilegio de exención. A este respecto es interesante la información recogida sobre esta cuestión y que puede ser leida en la siguiente dirección (ir).

En 1262, la discrepancia entre la abadía de CIteaux y la otras cuatro principales, es de tal intensidad, que los abades de estas últimas no participan en la elección de Jaime II como abad de Cister, produciéndose la intervención del Papa Clemente IV para restablecer el orden, confiando la elección del abad de Citeaux solo a los miembros de la abadía. Todo esta hace que la jerarquía eclesiástica tenga cada vez mas poder e influencia sobre la orden.

EL concilio de Vienne de 1311 y 1312, cuestiona la capacidad de los abades de ser nombrados por la misma comunidad y Juan XXII comienza a nombrarlos abades, anulando la capacidad de la comunidad de monjes para su elección. Esta capacidad será restablecida por Benedicto XII, que había sido monje y abad de Fontfroide, que intenta recuperar la disciplina mediante la bula Fulgens sicut stella de 1335.

Clemente VI (1342-1352) desarrolla el sistema de encomienda, por el que el Papa nombra como abades ya no a monjes sino a miembros del clero secular , que estarán mas interesados por sus propios intereses que por el de sus abadías.

Los siguientes años, con occidente azotado por una epidemia de peste 1335 a 1340 y por una grave crisis económica, acompañada de la guerra de los Cien años, permiten la desolación de las abadía e incluso en 1360, la soldadesca desmovilizada tras la paz de Calais, arrasan la abadía de Citeaux y obliga a los monjes a refugiarse en Dijon.

El Gran Cisma de 1378 divide a la cristiandad y también a las abadías unos de ellas apoyaran a Clemente VII y otras a Urbano VI hasta que el concilio de Constanza en 1414 reunifica el papado bajo Martín V.

El Capítulo General de 1433, reorganiza la orden según un esquema geográfico en lugar del sistema de filiaciones, el de 1439 promulga estatutos nuevos , la Rúbricas de los definidores, que intentan imponer un mínimo de disciplina.

Comienzan a producirse movimientos de reforma locales o regionales, como el de 1427, cuando Martín de Vargas, en España, quiere introducir mas rigor en los monasterios castellanos, produciendo una excisión no reconocida por el capítulo general de Cister, constituyendo la "Observancia Regular de San Bernardo" que tendrá mas de 50 monasterios asociados. Se formará en Italia la "Congregación Italiana de San Bernardo" apoyada por el Papa Alejandro VI. En 1494, Juan de Cirey, abad de Citeaux, reune a los principales abades de la orden, aprobando los dieciséis "Artículos de París", un programa mínimo de disciplina monacal.

A partir de 1521 la aparición de la reforma protestante, supone un nuevo ataque a la orden, en los Países Bajos y Alemania, los monjes seguidores de Lutero, abandonan los monasterios, condenándolos a su cierre. Enrique VIII de Inglaterra, se proclama jefe de la Iglesia Anglicana, suprimiendo todas las órdenes religiosas y confiscando sus bienes.

Las Guerras de Religión, producen la invasión de Citeaux por los hugonotes en 1574 y por la liga en 1598, desaparecen mas de 200 abadías, quedando las restantes en situación desesperada desde el punto de vista económico y de efectivos.

El concilio de Trento dicta un decreto en 1563, para restaurar la disciplina en los monasterios. la orden de Cister aunque conserva las filiaciones, cada vez se organiza mas en congregaciones nacionales. Se seguirá de una etapa en la que los nuevos abades de Citeaux serán reformadores convencidos, promulgandose las "Ordenanzas de 1570" y el Capítulo General de 1584 recuerda lo que es la disciplina en sus Definiciones.

En 1601 el Gran Capítulo, que reúne a miles de abades y religiosos, prepara un gran proyecto de restauración, que no llega a ponerse en marcha. en 1606, el abad de Claraval Denis Largentier, y algunos abades de sus abadías filiales, sientan las bases de los que será en 1618, el nacimiento de la "Estrecha Observancia", a la que se adhieren otras abadías, pero no llegan a separarse del resto de la orden, por la oposición del Capítulo General. Claudio Largentier, sustituye a su tío al frente de Claraval, optando por una postura mas conservadora, llamada la "Común Observancia", conviviendo ambas reglas hasta que el cardenal Richelieu las unifica, al nombrar vicario general a Carlos Boucherat, partidario de la estrecha observancia. La división renace al morir Richelieu, hasta que en 1666, Alejandro VII mediante la Bula In Suprema, legítima la existencia de ambas observancias, bajo la autoridad de Cister. En 1675 nace el movimiento de la Trapa, con el abad Rancé a la cabeza, dentro de la estricta observancia, contagiando a otras abadías.

En 1766, Luis XV reúne en Francia a la Comisión de Regulares, que controlaba a mas de doscientas abadías, pertenecientes a ambas observancias, emiten un informe muy crítico sobre la situación de los monasterios, excepto para los pertenecientes a la corriente trapense, incluso treinta y seis de los obispos asistentes, se pronuncian a favor de la disolución de la orden. No se tomará ninguna resolución, pero será la revolución francesa la encargada de terminar con la existencia de la orden en Francia.

Organización del monasterio

Todos los monasterios cistercienses se organizan de manera muy similar, todos están dirigidos por un abad, que es el encargado de ordenar la vida de la comunidad, es elegido por los monjes y será el que represente a la comunidad en las reuniones generales de la orden (capitulo general). Está auxiliado por el prior que es nombrado por el abad, y es el primero (prior) de los monjes. El tesorero, es el encargado de llevar las cuentas de la abadía. El cillero, es el responsable del almacén de alimentos (cilla). El sacristán es el encargado de la realización de las actividades del culto y es el que llama a la oración. El hospedero, adjunto al cillero, es el encargado de acoger y atender a los huéspedes. Durante los rezos del día el chantre dirigirá el coro de los monjes y dirigirá las procesiones y en caso de no existir bibliotecario, se encargará de la custodia de los libros. El portero es el que guarda la entrada de la abadía. Completará la plantilla el enfermero encargado de la atención a los enfermos y de elaborar las fórmulas con las plantas medicinales.

Los monjes

La vida del monje del Cister se basa en el retiro y la pobreza para llegar a través de la oración, a la comunión con Dios. Las abadías cistercienses se ponen bajo la advocación de la Virgen, a la que profesan una devoción especial. La comunidad monástica vive en régimen de autarquía, fuera de las costumbres y modas de la época, rechazando los beneficios eclesiásticos, aunque con el paso del tiempo, los abades del cister llegaron a tener una gran influencia dentro de la iglesia, incluso llegando alguno de ellos al papado (Eugenio III). El propio Bernardo de Claraval tuvo una gran influencia en su época, llegando a ser llamado por el Papa para predicar la segunda cruzada. La entrada en el monasterio se produce como novicio, que es dirigido en el aprendizaje por algún monje anciano, conviviendo juntos dentro del monasterio los monjes y los novicios, excepto en las reuniones del capítulo cuando los monjes entrarán en la sala capitular y tomarán asiento en torno al abad, quedando los novicios en el exterior, asistiendo a la reunión a través de las ventanas, pero sin poder participar en el. Al termino del noviciado, pronuncia solemnemente delante del abad y la comunidad, los votos de estabilidad, obediencia y conversión de costumbres, tras lo que se convierte en monje profeso. Tendrá como único vestido una túnica de color crudo, que es la que dará a los cistercienses el sobrenombre de "monjes blancos". Estará sometido a la regla de San Benito y vivirá en silencio. La jornada estará marcada por la liturgia de las horas, y el resto del tiempo lo dedica a la lectura de textos sagrados y al trabajo manual. Una particularidad de los cistercienses es la reunión diaria del capítulo conventual, donde tras la lectura y comentario de algún capítulo de la regla, se produce la confesión pública de las culpas. El monje no puede vivir fuera de la clausura, no puede desplazarse a las granjas. En el monasterio no pueden entrar mujeres.

Las monjas

Si bien cuando se escribe el Novum Monasterium, no se hace mención de las mujeres, e incluso se descarta cualquier presencia femenina dado que en la regla de San Benito, no se mencionaba que mujeres hubieran accedido a sus monasterios, el problema de las monjas se plantea a partir de 1112, con la llegada de Bernardo junto con sus treinta compañeros, algunas de sus esposas y familiares, también desean entrar en la vida monástica, pero no existe ninguna estructura para acogerlas. Bernardo se encarga de interceder en la abadía de Molesme, y se crea un priorato de monjas en Jully, donde Molesme posee una iglesia y el Conde de Milon de Bar les dona un castillo. Allí se trasladan las religiosas de Molesme y allí toman el hábito. El primer reglamento del priorato, se lo da el sucesor de Roberto de Molesme, el Abad Guido de Châtel-Censoir. En un segundo reglamento escrito entre 1118 y 1132, se establece la clausura estricta y la abstinencia de carne. Una monja de Jully será la primera abadesa de Tart que formará la primera abadía cisterciense femenina, que dependerá orgánicamente del abad de Cister. La abadía de Tart pronto tendrá otras abadías hijas, y se reunirán anualmente en la casa madre bajo la presidencia de la abadesa de Tart y del abad de Cister. La primera actuación del capítulo general sobre una abadía de monjas, se produce en 1187, y tiene como objeto la de las Huelgas, a la que se autoriza a ser la casa madre que agrupe a todas las monjas del reino, cumpliendo la voluntad del rey Alfonso VIII de Castilla.

Arte y arquitectura cisterciense

Hasta algunos años, la arquitectura cisterciense se consideraba un estilo propiamente dicho, que estaría a caballo y como eslabón de transición entre el románico y el gótico. En esta línea, se le ha adjudicado, en ocasiones, el nombre de arquitectura protogótica.

Hoy no se acepta que el gótico nazca como una mera evolución o desarrollo del románico, sino que la arquitectura gótica nace como un salto de mentalidad y de léxico arquitectónico. Por tanto, no se puede considerar a los edificios cistercienses como un eslabón de esta cadena.

La mayoría de los edificios cistercienses son básicamente románicos, pero incorporan, en bastantes casos y como novedad, la bóveda de crucería sencilla y también frecuentemente el arco apuntado.

Es cierto, que desde un purismo románico estricto, el cambio del arco de medio punto por el apuntado y la bóveda de cañón por la ojival, traiciona ciertos principios. Pero lo que no se puede considerar tampoco es que forme parte de la arquitectura gótica pues sus conceptos en la creación de espacios interiores son bien distintos.

La arquitectura cisterciense es conocida por su sobriedad ornamental. Desde la "borrachera de sobriedad" exigida por San Bernardo, los capiteles, canecillos y otros espacios de las iglesias y dependencias monásticas cistercienses se ven sólo animados por motivos vegetales o geométricos. Pero no hay que confundir austeridad con rudeza, ya que cuando aparecen estos motivos geométricos y vegetales son de gran calidad plástica y se ve tras ellos a grandes artistas.

A diferencia de iglesias parroquiales o monásticas de Cluny, las iglesias del Císter se pintaban de blanco, no empleándose pinturas murales figuradas y las ventanas sólo podían tener cristales blancos. Ello daba a la iglesia una gran luminosidad (a pesar de que en el templo cisterciense no disponía de grandes ventanales ni se tendió a la desmaterialización del muro, como en el gótico).

Pero no hay que perder de referencia que esta austeridad ornamental deliberada estaba pensada como medida para aislar al monje en su meditación y la oración, para que no pudiera distraerse con pinturas, esculturas, ni vidrieras cromáticas. No se puede considerar como un medio de ahorro, ya que el monasterio cisterciense fue costosísimo de levantar. No se escatimaba en ambición monumental pues sus construcciones solían tener dimensiones catedralicias, estaban completamente abovedadas y se edificaban con perfecta sillería. Por ejemplo, en la España cristiana del siglo XII, salvo algunas pocas catedrales, los edificios de mayor porte, sin duda, fueron los conjuntos monásticos del Císter.

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