Leoncio Vidal Caro

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Leoncio Vidal Caro
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Coronel de la Guerra de Independencia de Cuba
NombreLeoncio Vidal Caro
Nacimiento12 de septiembre de 1864
Escudo de Corralillo.jpg Corralillo, Bandera de Cuba Cuba
Fallecimiento23 de marzo de 1896
Bandera de Santa Clara.jpg Santa Clara, Bandera de Cuba Cuba
Causa de la muerteCaído en combate
NacionalidadBandera de cuba grande.png Cubano
CiudadaníaBandera de cuba grande.png Cubano
CónyugeRosa Caro Fernández
HijosZoila Rosa América Ana
PadresLeoncio Vidal Tapia
Marina del Rosario Caro Reyes
FamiliaresHermnanos:
José
Lino
Rosa
Ramona

Leoncio Vidal Caro. Coronel de la Guerra de Independencia en Cuba. Se alzó el 20 de junio de 1895 y devino la figura más representativa de Camajuaní durante esa gesta.

Síntesis biográfica

Nació el 12 de septiembre de 1864, en Ceja de Palo, Corralillo. Hijo de Don Leoncio Salvador Vidal Tapia, natural de Barcelona, España, y Marina del Rosario Caro Reyes, conocida por Charito, cubana que había nacido en San Antonio del Río Blanco del Norte, provincia de La Habana. Se casaron en la Iglesia Parroquial de Ceja de Palo el día primero de diciembre de 1858. Salvador se dedicó al comercio, primero como vendedor ambulante y luego fue dueño de una tienda donde vendía artículos variados. Rosario se ocupaba de las tareas del hogar y de la crianza de sus hijos José, Leoncio, Rosa, Lino y Ramona.

En un ambiente sano y en total contacto con la naturaleza y con la enseñanza de su madre, los hermanos Vidal, junto a otros niños, vivieron los primeros años de su vida. La Guerra de Independencia, iniciada el 10 de octubre de 1868, no se había hecho sentir en esta alejada zona del norte villareño, pero a comienzos de 1870 los principales dueños de bienes, ante la inminencia de las acciones bélicas y la temida Tea Incendiaria, determinaron organizar el cuerpo de Voluntarios de Corralillo, y en él se alistó el padre de Leoncio.

Transcurría el año 1870, y una mañana los voluntarios, después de desandar los campos en busca del enemigo y encontrar solo cañaverales quemados y ningún indicio de los revolucionarios, al regresar a la población, el grupo de vanguardia advirtió la proximidad de alguien por un trillo en la maleza, por lo que se puso en alerta y pudo escuchar que el invisible caminante entonaba una décima en la que se destacaban las glorias de los mambises y se defendía la independencia de Cuba. Esto fue suficiente para excitar la cólera de algunos de aquellos voluntarios que, sin esperar nada, lanzaron una descarga de fusilería contra el cantante, un indefenso guajirito de apenas 10 años.

La muerte de este niño causó la ira de algunos miembros del cuerpo de voluntarios, los cuales protestaron ante el crimen y optaron por abandonar esta fuerza. Uno de ellos fue Salvador Vidal, quien al llegar a casa contó lo sucedido a su esposa y decidió vender todas sus propiedades y marchar a España; allá se estableció por diez años.

En España

A finales de 1870 llegó la familia Vidal Caro a Barcelona, España, de donde había salido Salvador. Allí los hermanos Vidal Caro conocieron a sus familiares paternos y en especial al abuelo, del que van a tener un grato recuerdo y muy en particular, Leoncio, que gustaba escuchar las anécdotas de la guerra contra la ocupación napoleónica en la que el abuelo fuera un fiel soldado y defensor de la patria, sentimiento este que quedó impregnado en el alma del joven Leoncio y sus hermanos.

Los "cubanitos", como los llamaban, aprendieron con rapidez el catalán, estudiaban en la única escuela existente; se integraron a los demás niños y Leoncio era conocido por Sansón por su impetuosidad y fortaleza; ningún otro podía ganarle en peleas o en ejercicios de fuerza.

Salvador, siempre muy preocupado por la educación de sus hijos y conocedor de las deficiencias educativas que había en su pueblo natal, decidió enviarlos a un colegio en la ciudad de Manresa. En este período se llevaba a cabo la guerra Carlista y pudieron conocer a los caudillos Lizarraga, Cabrera y Sevalles de un lado, y a futuros conocidos en los campos cubanos como Martínez Campos y Valeriano Weyler a favor de la monarquía.

José, Lino y Leoncio demostraron su inquebrantable adhesión a los principios de la democracia y la libertad, pues siendo muy jóvenes abrazaron las ideas y las doctrinas carlistas; muestra de ello es su fuga del colegio e incorporación a una guerrilla que estaba acampada en los alrededores de Manresa. El jefe de la misma, al detectar dentro de las huestes las caras infantiles de los nuevos reclutas y después de interrogarlos, decidió restituirlos al colegio, y así lo logró con José y Lino, pero Leoncio burló al oficial y volvió a los alrededores del campamento, coincidiendo con un combate en el cual se vio involucrado y recibió un fuerte golpe en la cabeza.

Después de esos sucesos, el padre decidió mudarse para Barcelona y poner a sus hijos en el colegio de Santo Tomás, donde encontraron con agrado a un coterráneo de su natal Corralillo, Leopoldo Romañach, devenido en uno de los más famosos pintores cubanos, al que se unieron por los vínculos de una fraternal amistad.

En el colegio estudiaron la carrera mercantil, según los designios de su padre; estudiaron, entre otras materias: Gramática, Aritmética, Contabilidad, Geografía Comercial, Inglés y Francés.

Regreso a Cuba

En el año 1878 finalizaba la Guerra de los Diez Años con el bochornoso Pacto del Zanjón, la familia Vidal Caro emprendió el viaje de regreso a Cuba, pero esta vez no fueron a su natal Corralillo, sino que, por sugerencia de Braudilio Romañach, vinieron a instalarse a Camajuaní, que era un rico partido donde el comercio tenía grandes perspectivas, pues desde la década del 60 existía gran cantidad de ingenios (34) y un desarrollo considerable de la producción tabacalera. Todo esto propiciado por la llegada del Ferrocarril en 1867, que dio gran vida y desarrollo al pueblo.

El lugar escogido fue una tienda mixta en el centro del pueblo (hoy calle Camilo Cienfuegos entre Joaquín Paneca y General Naya), donde Leoncio, en unión de sus hermanos varones, ayudaban a su padre en estos menesteres, pero aún quedaba tiempo libre, pues Leoncio gozaba de grandes relaciones sociales, cooperando con sus hermanos en actos culturales, recreativos y deportivos.

La llegada de los hermanos Vidal Caro a Camajuaní marcó una fecha memorable en los anales de este pueblo y un punto de partida en su posterior desenvolvimiento cultural.

En este periodo de la vida de los hermanos Vidal Caro: Leoncio, José y Lino, resulta difícil referirse a uno sin la obligada mención de los otros dos. El primero de enero de 1879 se había constituido el Ayuntamiento de Camajuaní y este era ya municipio independiente de la jurisdicción remediana, por lo que no tenía un escudo de armas; esta responsabilidad se le confió a José Vidal, que había estudiado Heráldica y pintura, quien con el concurso de Leoncio y Lino confeccionaron un diseño, que fue aprobado por el Ayuntamiento.

Muy pronto los hermanos Vidal sintieron la necesidad de expresar sus criterios y contribuir a la cultura, por lo que fundaron El Número 13, primer periódico impreso que estaba integrado por trece colaboradores; se editaba en la casa marcada por el número trece, desafiando la supersticiosa prevención prevaleciente contra ese número.

El periódico de los Vidal Caro defendió siempre las ideas más justas, libró importantes campañas contra los explotadores de los vegueros, abogó por el establecimiento de la luz eléctrica en Camajuaní, por la creación del Cuerpo de Bomberos, por la construcción del acueducto y divulgó la obra de los principales exponentes del quehacer literario en el municipio.

Aunque la luz eléctrica no se pudo establecer producto de la labor de El Número 13, el cuerpo de bomberos sí se constituyó el 14 de abril de 1893 y Leoncio fue jefe de la sección de salvamento. El acueducto no se pudo concluir por el inicio de la guerra, pero el ayuntamiento había comenzado las obras.

Además de practicar ejercicios y ser un verdadero campeón en los deportes de fuerza, Leoncio gustaba de jugar billar y ajedrez, del cual se convirtió en campeón municipal en el primer campeonato que se jugó en Camajuaní, el 20 de diciembre de 1893, al ganarle en la partida final y decisiva a Waldo Lena.

La familia materna de los Vidal Caro se había trasladado hacia la región central, desde mediados de 1850, en la zona de Cascajal, actual municipio de Santo Domingo; lugar donde nació Rosa Caro Fernández, la que se convirtió en una joven y hermosa maestra con la que Leoncio contrajo matrimonio en la iglesia de Álvarez (Cascajal) y nació su única hija, a la cual puso por nombre Zoila Rosa América Ana, lo que nos sugiere un inmenso amor paternal y su integridad latinoamericana.

Trayectoria revolucionaria

La actividad conspiradora en Camajuaní fue extremadamente difícil, pues esta localidad estaba poblada, mayoritariamente, por españoles y existía el tristemente célebre Regimiento de Caballería de Camajuaní, cuerpo de voluntarios de una activa labor, además de dos cuarteles, uno de la guardia civil y otro del ejército.

Leoncio Vidal jugó un papel primordial en la Conspiración; participó en tertulias, reuniones confidenciales, romerías, etc., destacándose las tertulias que se efectuaban en la botica Puget, propiedad de José Puget Cassuso, en las que además de Leoncio y el propietario se reunían José y Lino Vidal, el médico habanero Juan Bruno Zayas, los hermanos Machado, Roberto Méndez Peñate, Casimiro Naya y otros revolucionarios. Además de la señalada, se efectuaban actividades conspirativas en la casa de Las Torres, actual Museo y residencia en aquel entonces de su hermano José, que se había casado con Luisa de la Torre; la tienda La República, propiedad de los Vidal Caro; la platería de Pastor Carrillo; y el lugar más importante, el ingenio La Matilde, que situado a unos 2 km del poblado, era centro principal de la conspiración, pues aquí se reunían, además de los antes señalados, los conspiradores de Vueltas.

Un hecho trascendental para la conspiración fue la creación, en unión de sus hermanos y un grupo de revolucionarios, del primer periódico impreso de Camajuaní, El Número 13. Este periódico tuvo dos años de fecunda labor, aportando ideas progresistas, revolucionarias y cargadas de patriotismo. Una muestra de ello es el último número de abril de 1895, en el cual, en disputa con el periódico reaccionario La Idea, de Remedios, Leoncio se ve precisado a contestar: «Nosotros podemos ser socialistas, pero no hacemos procesión de fe en El Número 13, respete el colega el sagrado de nuestras conciencias...»[1]. Esto estuvo motivado por un artículo donde Leoncio conminaba a los vegueros a asociarse para lograr defenderse de los injustos precios a que eran sometidos por los compradores e intermediarios.

Leoncio Vidal le confirió gran importancia, dentro de la conspiración, a la conformación de un eficaz cuerpo de espionaje que, con su labor silenciosa y difícil, debilitaría el poder español, conocedor de que en la lucha no tendría acceso a las comunicaciones: ferrocarril, ni telégrafo. Desde la paz buscó las personas que podían colaborar y conformó un verdadero ejército en la clandestinidad donde la vigilancia astuta, la prudencia, la penetración del enemigo y la preparación de una red para el avituallamiento, tanto en medicinas, armamento y la información oportuna, logró un mayor éxito en las acciones de guerra.

Así dispuso la colaboración de Mariano Núñez Domenech, empleado de telégrafos como jefe de correos y telégrafos en Camajuaní, y su hijo Mariano Núñez Lorda, por mediación del cual obtuvo Leoncio la primera máquina de percusión eléctrica para hacer explotar bombas de dinamita. Mantuvo activados los canales para la obtención de medicamentos a través del doctor Adolfo Núñez y el licenciado José Puget Cassuso.

También se aseguró de la cooperación de algunos sectores adinerados, donde se destacaron el dueño del central Fe (José María Espinosa) y su administrador Abelardo Hurtado.

Un importante papel jugó en los planes de Leoncio la participación de las mujeres, las que ocuparían un lugar importante en el acopio de medicamentos, municiones, ropas, alimentos e información. Se destacaron su esposa Doña Rosa Caro; la señora Verena Ruiz Cárdena, esposa de Casimiro Naya; y Camila Sobrada, esposa de Arturo Herrada Ribadeneira.

El 27 de enero de 1891, Leoncio, producto de las pugnas ideológicas con los núcleos más recalcitrantes de la colonia española, creó el Centro Latino, desplegando así un importante papel histórico en la formación de concepto y ganando adeptos para la futura lucha contra España, pues sin lugar a dudas este constituyó uno de los clubes revolucionarios orientados por José Martí.

Como parte de la preparación para la guerra, Leoncio Vidal encargó a sus familiares en España libros sobre el arte de la guerra y, en unión de un grupo de jóvenes, se alistó en el Cuerpo de Bomberos Voluntarios del Comercio, para así recibir instrucción militar y prepararse para la guerra necesaria; este esfuerzo no tuvo mucha duración, pues el carácter rebelde de Leoncio chocó contra las medidas de un consejo de disciplina y subordinación donde expulsaron a dos bomberos compañeros, por lo que él abandonó el Cuerpo, como forma de expresar su desacuerdo.

Se dedicó a recorrer los campos buscando adeptos para la causa; para ello utilizó como pretexto la introducción de la siembra del algodón en la región camajuanense, para lo que compró una pequeña finca en Salamanca, próxima al central Fe; esta labor resultó muy favorable, pues la forma sincera y el convencimiento que daban sus palabras lograron que, cuando llegó la hora de la guerra, una gran mayoría de los campesinos se incorporara.

El 2 de febrero de 1895 se organizó la romería en Vueltas por Rafael Casallas Monteagudo, donde se reunieron todos los conspiradores de la jurisdicción remediana. En esta comida campestre fueron requisitos indispensables que las mujeres vinieran vestidas de blanco y una cinta azul en el pelo, y los hombres vestidos de blanco y sombrero de jipijapa con una escarapela roja en el mismo, representando los colores de la bandera; pero lo más importante que sucedió allí fue que al fervor de la fiesta y el patriotismo que en ella se respiraba, se escuchó un grito de ¡Viva Cuba Libre!, repetido al unísono por todos los participantes, que hizo vibrar los corazones de los cubanos.

El territorio provincial de Santa Clara fue declarado en estado de guerra el 4 de marzo de 1895; el 25 de abril, en Vega Alta, ocurrió el alzamiento con Juan Bruno Zayas, médico habanero, y Leoncio Vidal se alzó el 20 de junio.[2]

Entre sus múltiples actividades se destacaron: el ataque al fuerte de Vigía, situado en las estribaciones de la loma de Santa Fe, el 30 de octubre de 1895; el ataque al tren de Caibarién, a Cien Rosas, para apropiarse de los víveres, el 25 de noviembre de 1895; el combate de Las Yaguas, que ocasionó gran cantidad de bajas al enemigo, el 21 de diciembre de 1895; carga al machete a la guerrilla de Camajuaní en San Lorenzo, ocupando fusiles, machetes y caballos, el 12 de enero de 1896; y en el combate de Palo Prieto, dirigido por el General Serafín Sánchez, que fue el mayor e importante de Camajuaní, el 8 de febrero de 1896.[3]

Caída en Combate

Monumento a Leoncio Vidal en el parque que lleva su nombre en Santa Clara

Leoncio Vidal Caro, bajo las órdenes de Máximo Gómez, fue designado para la toma de Santa Clara en marzo de 1896. Esta acción se intentó y en la medianoche del 23 de marzo, al entrar a la Plaza Central, hoy Parque Leoncio Vidal, cayó primero su ayudante, el cabo Ramón Brito, y cuando Leoncio intentó los disparos, lo alcanzaron y allí quedaron los dos cuerpos sin vida. Hacía diez días que lo habían ascendido a Coronel.[4]

Rafael Lubián, presidente del Club Revolucionario que después se llamó Juan Bruno Zayas, le hizo llegar a Máximo Gómez un informe de los sucesos de esa noche en el centro de la ciudad.

La columna dirigida por Leoncio Vidal fue la única que pudo penetrar en la ciudad, avanzando por la calle Santa Clara (hoy Tristá), y fue alcanzada por el copioso fuego de fusilería de los guardias que rodeaban la plaza.

En el ataque a Santa Clara, el Coronel Leoncio Vidal Caro y su ayudante, el cabo Ramón Brito, perdieron la vida hacia la medianoche del 23 de marzo de 1896. La muerte de Leoncio Vidal Caro significó un duro golpe para el Ejército Mambí.[5]

Homenajes Póstumos

Sus compatriotas le quisieron rendir homenaje y el 4 de marzo de 1899, ya en los albores de la República, el ayuntamiento de Santa Clara, a propuesta del Concejal Enrique del Cañal, tomó el acuerdo de llamar a la plaza central con su nombre: Parque Leoncio Vidal Caro, para perpetuar la memoria de este Coronel; y en 1904 colocaron una tarja en el sitio que se consideraba había caído[6]; posteriormente, el 23 de marzo de 1929, develaron un busto que se encuentra emplazado en el lado oeste del parque.

Los restos de este patriota fueron exhumados y, en presencia de su esposa e hija, trasladados al cementerio de Camajuaní, donde reposan definitivamente.[7]

Referencias

Fuentes

  • Batista Moreno, René (1996): Leoncio Vidal Caro. Periódico Vanguardia, marzo de 1996.
  • Cabrera Cuello, Migdalia (2007): Las luchas por la independencia en Villa Clara. Editorial Capiro, Santa Clara.
  • Cabrera Cuello, Migdalia (2010): Santa Clara: Hechos y Vida. Editorial Capiro, Santa Clara.
  • Cabrera Cuello, Migdalia (2010): Síntesis biográfica de Leoncio Vidal Caro. Inédita.
  • De la Cruz, Juan (1923). Leoncio Vidal Caro. Periódico La Publicidad No 9428, Año XIX, 23 de marzo de 1923, p. 1.
  • De la Torre, Pedro (2008): Leoncio Vidal Caro. Revista Amanecer No 76 Año XIV, enero-febrero 2008, p. 24
  • Gómez Guerra, Juan Manuel y otros (1993): Historia de Camajuaní. Inédito.
  • Porta Aponte, Ramiro (2009): Leoncio Vidal a tiros de tercerola. Santa Clara, Editorial Capiro, 2009.
  • Pons y Naranjo, José de J C. (1923). Leoncio Vidal y Ramón Brito. Sección Mártires de la Patria. Periódico la Publicidad No 9430, Año XIX,14 de marzo de 1923 p.1.