Los doce hermanos (cuento)
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Los doce hermanos. Cuento para niños de todas las edades, sobre doce hermanos que vivían en un castillo con su padre el rey, pero la reina estaba nuevamente embarazado y la vida de los hermanos peligraba.
Sumario
Datos del autor
Los Hermanos Grimm fueron filólogos y folcloristas alemanes autores de una celebérrima recopilación de cuentos populares titulada Cuentos infantiles y del hogar (1812-1822). Las innumerables reediciones modernas de esta obra suelen llevar títulos como Los cuentos de hadas de los hermanos Grimm o Cuentos de los hermanos Grimm, como si los relatos fuesen de su invención.
En realidad, buena parte de su éxito como transcriptores y compiladores de la tradición cuentística oral procede precisamente de su criterio (novedoso en la época) de respetar al máximo la frescura y espontaneidad de los cuentos tradicionales, en lugar de someterlos a artificiosas reelaboraciones literarias.
Valores
Fraternidad, amor, compromiso
Cuento
Hace mucho tiempo un rey y una reina vivían en paz con sus doce hijos, todos varones. Un día, el rey dijo a su esposa embarazada de nuevo:
- Si el hijo que has de tener ahora es una niña, deberán morir los doce mayores, para que la herencia sea mayor y quede el reino entero para ella.
Dicho esto, el rey hizo construir doce ataúdes y llenarlos de virutas de madera. En cada uno colocó una almohadilla. Después pidió que los guardasen en una habitación cerrada, cuya llave confió a la reina con orden de no decir a nadie una palabra de aquello.
Pero la reina se pasaba los días triste y llorosa, hasta que su hijo menor, Benjamín, que nunca se separaba de su lado, le preguntó:
- Madre, ¿por qué estás tan triste?
- Ay, hijito mío, -respondió ella-, no puedo decírtelo.
Pero el pequeño insistió tanto que un día ella le abrió la puerta del aposento y le mostró los doce féretros llenos de virutas.
- Mi precioso Benjamín, tu padre mandó hacer estos ataúdes para ti y tus once hermanos. Y ha dado orden de que si el bebé que llevo en mi vientre fuera una niña, todos vosotros debéis morir y ser enterrados en ellos.
- No llores, querida madre. Encontraremos el medio de salir de esta. Mis hermanos y yo nos marcharemos.
- Vete al bosque con tus once hermanos, Que uno de vosotros esté siempre de guardia vigilando el palacio. Si nace un niño, izaré una bandera blanca, y entonces podréis volver todos. Sii es una niña, pondré una bandera roja. En ese caso, huid tan deprisa como podáis.
Los dos hermanos partieron hacia el bosque. Montaban guardia por turno, subido uno de ellos a la copa del roble más alto, observando la torre. Transcurridos once días, en el turno de Benjamín, la reina izó una bandera. Mas no era blanca, sino roja, la que les advertía que debían morir. Al oírlo los hermanos, dijeron muy enfadados:
- ¡Qué tengamos que morir por causa de una niña! Juremos venganza. Cuando encontremos a una muchacha, haremos correr su roja sangre.
Así se adentraron en la selva, y en lo más espeso de ella, donde apenas entraba la luz del día, encontraron una casita encantada y deshabitada.
- Viviremos aquí -dijeron-. Tú, Benjamín, que eres el menor y el más débil, te quedarás en casa y cuidarás de ella, mientras los demás salimos a buscar comida.
Así vivieron juntos diez años. Entretanto había crecido la niña que dio a luz la reina. Era una niña hermosa, de muy buen corazón, y tenía una estrella de oro en medio de la frente.
Un día que en palacio hacían colada, vio entre la ropa doce camisas de hombre y preguntó a su madre:
- ¿De quién son estas doce camisas? De mi padre no son, pues son pequeñas.
- Hijita mía, son de tus doce hermanos -respondió la reina.
- ¿Y dónde están mis doce hermanos -dijo la niña-. Jamás nadie me habló de ellos:
-Solo Dios sabe dónde están. Andarán errantes por el vasto mundo.
Y, llevando a su hija al cuarto cerrado, abrió la puerta y le mostró los doce ataúdes, llenos de virutas y con sus correspondientes almohadillas.
- Estos ataúdes -le dijo- estaban destinados a tus hermanos, pero ellos huyeron al bosque antes de nacer tú.
Y le contó todo lo ocurrido. Dijo entonces la niña:
- No llores, madrecita mía, yo iré en busca de mis hermanos.
Y cogiendo las doce camisas se puso en camino, adentrándose en el espeso bosque.
Anduvo durante todo el día, y al anochecer llegó a la casita encantada. Al entrar en ella se encontró con un mocito, el cual le preguntó, maravillado de su hermosura, de sus bellos vestidos y de la estrella que brillaba en su frente:
- ¿De dónde vienes y qué buscas aquí?
- Soy la hija del rey -contestó ella- y voy en busca de mis doce hermanos.
La niña le mostró al mismo tiempo las doce camisas, con lo cual Benjamín conoció que era su hermana. - Yo soy Benjamín, tu hermano menor- le dijo. La niña se echó a llorar de alegría, igual que Benjamín, y se abrazaron y besaron con gran cariño. Después dijo el muchacho:
- Hermanita mía, queda aún un problema que resolver. Hemos jurado que toda niña que encontremos morirá a nuestras manos, ya que por culpa de una niña hemos tenido que abandonar nuestro reino.
Fuentes
http://www.cuentoscortos.com/cuentos-clasicos/los-doce-hermanos

