Materialismo francés (Siglo XVIII)

Materialismo francés (Siglo XVIII)
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Concepto:Movimiento ideológico que representó una etapa nueva y superior en el desarrollo de la ideología materialista no sólo a escala nacional, sino, además, a escala internacional en comparación con el materialismo del siglo XVII.

Materialismo francés (Siglo XVIII). Fue un movimiento ideológico que representó una etapa nueva y superior en el desarrollo de la ideología materialista no sólo a escala nacional, sino, además, a escala internacional en comparación con el materialismo del siglo XVII. Sus teorías tenían como fin instruir y armar ideológicamente a una amplia parte de la sociedad: a la burguesía, a los artesanos, a la intelectualidad burguesa y a los hombres avanzados de la intelectualidad aristocrática.

Instrucción ideológica de la sociedad francesa del siglo XVIII

A diferencia del materialismo inglés del siglo XVII que reflejaba en gran parte, el compromiso entre la burguesía y la nobleza, el materialismo francés era la concepción del mundo que tenía la burguesía francesa progresiva; sus teorías tenían como fin instruir y armar ideológicamente a una amplia parte de la sociedad: a la burguesía, a los artesanos, a la intelectualidad burguesa y a los hombres avanzados de la intelectualidad aristocrática. Las grandes figuras del materialismo francés, La Mettrie, Helvecio, Diderot y Holbach no expusieron sus ideas filosóficas en forma de ilustrados tratados en lengua latina, sino en francés, en forma de ediciones accesibles a un amplio público diccionarios, enciclopedias, panfletos, artículos polémicos, etc. Las fuentes ideológicas del materialismo francés eran la tradición materialista nacional representada en el siglo XVII por Gassendi, así como también, y sobre todo, por el materialismo mecanicista de la física de Descartes y el materialismo inglés.

Tuvieron singular importancia para el materialismo francés, la teoría de Locke sobre el origen experimental del saber, la crítica de la doctrina cartesiana acerca de las ideas innatas y también la concepción, materialista en su conjunto, de la experiencia misma.

No fue menor la influencia de las ideas pedagógicas y políticas de Locke, según el cual la perfección de la personalidad está condicionada por la educación y por la organización política de la sociedad. Pero el materialismo francés no se limitó a asimilar la teoría lockiana del sensualismo, y del empirismo materialistas, sino que la liberó de sus vacilaciones hacia el racionalismo de Descartes.

Para los materialistas franceses, la base científica principal, al lado de la mecánica que conservaba su significado rector gravitaba en la medicina, en la fisiología y en la biología. Ello hace que en las teorías de los materialistas franceses se desarrollaran ideas nuevas en comparación con el materialismo del siglo XVII. Las más importantes, entre ellas, fueron los elementos de la dialéctica y de la teoría de la naturaleza en Diderot. Aun son más originales las teorías éticas y político-sociales del materialismo francés. Prosiguiendo, también en este terreno, la obra de Hobbes, Spinoza y Locke, dicho materialismo libera en gran medida las correspondientes concepciones éticas y político-sociales de la limitación abstracto-naturalista: a diferencia, por ejemplo, de Hobbes, en quien la tendencia rectora del hombre a la autoconservación se infiere de la analogía con la inercia mecánica del cuerpo físico, en Helvecio y en Holbach, el «interés» se concibe ya como motor específicamente humano de la conducta.

El materialismo francés rechazó las formas de compromiso del panteísmo y del deísmo, hizo una propaganda abierta del ateísmo basándose en las conclusiones de la ciencia sobre la naturaleza y el hombre.

Lenin encomió sin reservas la viva e ingeniosa crítica que de la religión hicieron los materialistas franceses y recomendó utilizar los modelos de tal crítica en la propaganda ateísta actual.

Marx, en su libro «La Sagrada Familia», hizo una exposición concisa, sumamente enjundiosa, de la historia del materialismo francés. En «Materialismo y empiriocriticismo», Lenin puso de relieve el magno papel del materialismo francés en la elaboración de las bases filosóficas comunes a todo materialismo y explicó a la vez la limitación teórica de aquél: su carácter metafísico y el idealismo de algunos de sus pensadores en la elucidación de los fenómenos del desarrollo social y del progreso.

El materialismo del siglo XVIII, que adquirió principalmente su desarrollo en Francia, es debido al extraño enlace del materialismo inglés del siglo XVII con el escepticismo de los franceses. Holbach, La Mettrie, y los filósofos enciclopedistas deducen las últimas consecuencias de la hipótesis materialista.

El materialismo como certidumbre espontánea de todas las personas en la existencia objetivo del mundo exterior, se distingue del materialismo como concepción filosófica del mundo, concepción que representa la profundización y el desarrollo científicos del punto de vista del materialismo espontáneo.

El materialismo filosófico afirma el carácter primario de lo material y el carácter secundario de lo espiritual, de lo ideal, lo cual significa que el mundo es eterno, que no ha sido creado, que es infinito en el tiempo y en el espacio. El materialismo entiende que la conciencia es un producto de la materia y la concibe como un reflejo del mundo exterior, con lo cual afirma que la naturaleza es cognoscible.

En la historia de la filosofía, el materialismo, por regla general, ha sido la concepción del mundo de las clases y capas avanzadas de la sociedad, interesadas en que el mundo se reflejara acertadamente, en que se intensificara el dominio del hombre sobre la naturaleza.

Sus primeras doctrinas aparecen cuando nace la filosofía en las sociedades esclavistas de la India, China y Grecia antiguas, varios siglos antes de nuestra era, debido al progreso de los conocimientos científicos en astronomía, matemáticas y otras ciencias.

Fue un mérito del materialismo antiguo él haber ideado la hipótesis de la estructura atómica de la materia (Leucipo, Demócrito). Muchos materialistas de la Antigüedad eran dialécticos espontáneos.

En la Edad Media y en el Renacimiento, las tendencias materialistas se presentaban en forma de nominalismo, de teorías panteístas y de otras que sostenían la “coeternidad de naturaleza y Dios”. Este materialismo surgió sobre la base del capitalismo en gestación y del avance consiguiente de las fuerzas productivas, de la nueva técnica, de la ciencia. Los materialistas, como ideólogos de la burguesía, progresiva en aquellos tiempos, combatieron a la escolástica medieval y a las autoridades eclesiásticas, tomaron la experiencia como maestro y la naturaleza como objeto de la filosofía.

El materialismo de los siglos XVII-XVIII se halla vinculado a la mecánica y a la matemática, entonces en impetuoso crecimiento, y a ello se debe su carácter mecanicista.

Otra de sus particularidades estriba en su tendencia al análisis, a la división de la naturaleza en esferas y objetos de investigación aislados, desligados entre sí, y en examinarlos sin tener en cuenta su desarrollo. Entre los representantes de la filosofía materialista del período indicado, ocupan un lugar especial los materialistas franceses del siglo XVIII (La Mettrie, Diderot, Helvecio y Holbach).

La conexión orgánica que existe entre todo materialismo y el ateísmo se manifestó con singular relieve en los materialistas franceses del siglo XVIII. En Rusia y en otros países de la Europa Oriental, dan un nuevo paso en el desarrollo del materialismo los demócratas revolucionarios de la segunda mitad del siglo XIX. Con su filosofía (Belinski, Herzen, Chernishevski, Dobroliúbov, Márkovich, Botev, y otros); se basaban en la tradición de Lomonósov, Radíshchev y otros, y en varios aspectos se elevaron sobre el estrecho horizonte del antropologismo y del método metafísico.

La forma superior y más consecuente del materialismo es el materialismo dialéctico creado por Marx y Engels a mediados del siglo XIX. Con él no sólo se superan las insuficiencias del viejo materialismo recién indicadas, sino además, la concepción idealista de la historia, propia de todos ellos. En la ulterior historia del materialismo, ya se distinguen nítidamente dos tendencias por principio diferentes: el desarrollo del materialismo dialéctico e histórico por una parte y distintas variedades simplistas y vulgarizadoras del materialismo por otra.

Entre estas última la más típica ha sido el materialismo vulgar próximo al positivismo; hacia el positivismo se inclinaban también las variedades del materialismo vulgar que surgieron en la linde de los siglos XIX y XX como acontecimiento del materialismo dialéctico (revisión mecanicista del marxismo y otras). En la segunda mitad del siglo XIX el materialismo en sus formas maduras resultó incompatible con los estrechos intereses de clase de la burguesía. Los filósofos burgueses acusan al materialismo de amoral, de no comprender la naturaleza de la conciencia y lo identifican con las variedades primitivas del primero. Algunos de ellos, sin embargo, aunque rechazan el ateísmo militante y el optimismo cognoscitivo, se han visto obligados a admitir, con vistas al desarrollo dela producción y de la ciencia natural, ciertos elementos de la concepción materialista del mundo.

El materialismo francés del siglo XVIII no se limita a proseguir las tradiciones materialistas alumbradas por el desarrollo histórico-social de Inglaterra, Francia y Holanda, sino que las lleva adelante y presenta nuevas ideas. La Mecánica y la Astronomía son la base científica esencial de los grandes materialistas del siglo XVII. La de los materialistas franceses, además de la Mecánica, es la Medicina, la Fisiología y la Biología. Los descubrimientos y las concepciones de Newton, de Euler, Laplace, Lavoisier, Buffon y otros hombres de ciencia son el basamento científico-natural de las generalizaciones filosóficas de los materialistas franceses del siglo XVIII.

Materialistas franceses

Julien Offray de la Mettrie

Julien Offray de la Mettrie

El iniciador del materialismo francés del siglo XVIII es Julien Offray de la Mettrie (1709-1751), que en forma general expuso casi todas las ideas que más adelante serían enriquecidas y concretadas por Helvecio, Diderot, Holbach y algunos científicos naturalistas como Buffon, Maupertius y otros.

La Mettrie sostiene que toda forma es inseparable de la materia y que toda materia está relacionada con el movimiento. La materia despojada de la facultad de movimiento es pura abstracción. En último término, la substancia no es sino materia, en cuya naturaleza radica la aptitud de movimiento y la facultad potencial universal de sensibilidad o percepción. No obstante la doctrina de Descartes, La Mettrie no sólo afirma que los animales están dotados de alma, sino que indica el carácter material de sea animación en los brutos y en el hombre. Aunque en la actualidad no se comprende el mecanismo por el que se dota a la materia de la propiedad perceptiva, no cabe duda que todas las aprehensiones obedecen al nexo de los sentidos (a través de los nervios) con la substancia material del cerebro. Por ello no pueden surgir ninguna sensación ni cambio en la ya imprimida sin producir un cambio específico en el correspondiente órgano de la percepción sensorial.

La Mettrie no hace más que apuntar las ideas fundamentales, sin un desarrollo sistemático y circunstanciado de las mismas.

Paul Henri Holbach

Paul Henri Holbach

Divulgador más sistemático de las doctrinas filosóficas del materialismo francés (1723-1789). Fruto de un intercambio de ideas con sus colegas es “El sistema de la Naturaleza (1770), obra en la que participan con él Diderot, Naigeon y otros, que es la más importantes de las suyas sobre la teoría del materialismo.

La idea central de este tratado consiste en la reductibilidad de los fenómenos todos de la naturaleza a formas diversas del movimiento de partículas materiales que, en su conjunto, forman la naturaleza eterna e increada. Holbach rechaza todos los perjuicios teológicos e idealistas respecto al carácter de las fuerzas que operan en la naturaleza y sus causas.

La materia y su propiedad de movimiento es la base de todos los procesos de la naturaleza. En “El sistema de la naturaleza” se distinguen dos clases de movimiento:

  1. El movimiento de las masas materiales gracias al cual cambian su composición los cuerpos,
  2. El movimiento interior y oculto dependiente de la energía propia del cuerpo, esto es, de la acción y reacción de invisibles moléculas de la materia constitutivas de ese cuerpo.

Holbach se remite a Toland para sostener la universalidad del movimiento en la naturaleza. En el Universo se encuentra todo en movimiento. La esencia de la naturaleza consiste en actuar; si se repara con atención en sus partes se ve que ninguna de ellas se encuentra en estado de reposo absoluto. Las que parecen privadas de movimiento se hallan en reposo relativo. En contra de Descartes, para quien el movimiento lo ha impreso Dios a la materia, Holbach sostiene que la naturaleza es poseedora por sí misma, y sin ninguna causa extra-material, de movimiento, pues la naturaleza es el gran todo fuera del cual nada puede existir. La materia se mueve eternamente, el movimiento es el modo necesario de su existencia y fuente de todas sus propiedades primigenias, como extensión, peso, impenetrabilidad, figura, etc.

La intelección materialista de la naturaleza es incompatible con la admisión d cualquier causa sobrenatural. Para Holbach, en la naturaleza no puede existir sino causas y efectos naturales. Todos los movimientos que se desarrollan en ella cumplen leyes constantes y necesarias. Las leyes que escapan a la observación pueden deducirse analógicamente, cuando menos. Las leyes de la concatenación causal son tan universales como universal es la propiedad del movimiento en la naturaleza. Por ello, si se conocen las leyes generales del movimiento de las cosas o de los seres bastará recurrir a la descomposición o al análisis para descubrir los movimientos que operaban combinados, en tanto que la experiencia mostrará los efectos que cabe esperar de ellos. Sobre todo los nexos de causa y efecto impera una rigurosa necesidad: la naturaleza procede en todo sus fenómenos en virtud de la necesidad, conforme a su esencia.

Merced al movimiento, el todo entra en relación con sus partes y éstas con el todo. El Universo no es más que una cadena interminable de causas y efectos que dimanan continuamente unos de otros. Los procesos materiales descartan toda casualidad y finalismo. Holbach hace extensiva la idea de la necesidad al comportamiento del hombre y al surgimiento de todas sus sensaciones y representaciones, doctrina ésta de indudable factura del materialismo mecanicista que reduce la conducta del hombre en la sociedad y sus acciones a una necesidad mecánica. El materialismo francés no sospecha que existan una ley y una necesidad particulares engendradas por el surgimiento de la sociedad.

Como en la naturaleza todo es necesario y como nada de lo que en ella se encuentra puede actuar de modo distinto a como actúa, la casualidad no existe. En un remolino de polvo, dice Holbach, por muy caótico que parezca, no hay una sola molécula casualmente situada; cada una tiene su causa, en virtud de la cual ocupa en cada momento justamente el lugar en que se encuentra. De esta teoría del determinismo universal deduce la negación del orden y el desorden en la naturaleza. Las ideas del orden y el desorden son subjetivas, no son más que apreciación de una situación necesaria y objetiva.

Denis Diderot

Denis Diderot

La doctrina holbachiana de la naturaleza es desarrollada por el más destacado materialista francés, Denis Diderot (1713-1784), que del idealismo ético y el deísmo llega al materialismo en la doctrina del ser, en Psicología y en Gnoseología, y al ateísmo en materia religiosa.

Sus obras de los años 40 y 50, expresan netamente esta evolución. En “El sobrino de Romeau”, “Conversación entre D’Alembert y “Diderot” y el “Sueño de D’Alembert”, escritas más tarde, la exposición del materialismo alcanza el entusiasmo máximo, la forma literaria más cabal, el ingenio y la agudeza más ilustres. Además de estas obras filosóficas, Diderot es un autor fecundo en los problemas del arte, de la estética y la crítica. En Salons, en su correspondencia con el escultor Falconet, en “Paradoxe sur le Comédien” puntualiza una nueva estética del realismo frente a las teorías de los epígonos del clasicismo y a la interpretación naturalista de la verdad. En sus escritos literarios, Diderot aplica sus propios principios estéticos.

Como los demás representantes del materialismo francés, Diderot parte de la eternidad y la infinitud de la naturaleza, que no ha sido creada por nadie y fuera de la cual no existe nada. Diderot introduce en la doctrina materialista de la naturaleza ciertos rasgos e ideas de la dialéctica. A través de sus concepciones sobre la naturaleza orgánica se trasluce la idea del desarrollo, del nexo entre los procesos naturales. En algunas cuestiones, la doctrina de Diderot desborda los estrechos marcos de la metafísica mecanicista. Para Diderot todo cambia y desaparece, sólo subsiste la totalidad. El mundo nace y muera incesantemente, cada instante se haya en estado de nacimiento y muerte. Jamás hubo ni habrá otro mundo.

Fue Engels quien destacó algunos rasgos de la dialéctica que se encuentran en Diderot. En particular atrae la atención de Diderot el problema de la interpretación materialista de las sensaciones. O bien, la sensación aparece en un grado determinado del desarrollo de la materia como algo cualitativamente nuevo, o bien hay que admitir que toda materia independientemente de la forma del cuerpo material y del grado de su organización posee una facultad análoga a la facultad de percibir sensaciones. Según este último punto de vista, la organización la determina más que la clase de vida, pero no la propia cualidad de vida, que pertenece a la materia en cuanto tal.

Diderot es partidario de la idea de la sensibilidad universal de la materia, opinión hacia la que, se inclina ya La Mettrie. Más tarde el materialista inconsecuente Robinet (1735-1820), autor del tratado “De la Naturaleza”, también defiende la idea de la sensibilidad universal de la naturaleza y de los gérmenes orgánicos como elementos primarios materiales de la misma.

Diderot elabora una fórmula precisa de esta doctrina y refuta los argumentos que contra ella habitualmente se esgrimen. En “Conversación entre D’Alembert y “Diderot” sostiene que reconocer que la diferencia entre la psiquis del hombre y del bruto obedece a las diferencias de su organización corpórea y no contradice la idea de que la facultad sensorial es propiedad universal de la materia.

Desarrollando esta proposición traza la teoría materialista de las funciones psíquicas, que en muchos aspectos se adelanta a la moderna teoría de los reflejos. Según Diderot, en los modos de comunicación de las bestias y los hombres no hay más que acciones y sonidos. La bestia es un instrumento dotado de la facultad de percibir sensaciones. El hombre es asimismo un instrumento dotado de facultad sensorial y memoria.

Los sentidos son “teclados” que la naturaleza pulsa y que a menudo percuten entre sí mismos. De ideas análogas había deducido Descartes que las bestias son máquinas sencillas. La deducción de Diderot es diferente. El hombre, como las bestias contiene en su organización algo automático, y el automatismo de las formas orgánicas lejos de estar privado de vida presupone la posibilidad de la sensación como propiedad universal de la materia. De la materia inerte organizada de un modo determinado y sometida a la acción de otra materia, así como del calor y el movimiento, surge la facultad de la sensación, la vida, la memoria, la conciencia, la emoción, el pensamiento. Esta tesis es incompatible con la concepción idealista de la espontaneidad del pensamiento. Según Diderot no es el hombre el que hace deducciones; todas ellas provienen de la naturaleza, sólo él registra los fenómenos tangenciales que conoce por experiencia y entre los cuales existe una conexión necesaria o condicionada. Reconocer la existencia de un mundo exterior independientemente de la conciencia y la aptitud en las sensaciones de reflejar las propiedades de las cosas externas no significa, que las sensaciones sean copia rigurosamente exacta de los objetos. Ya Francisco Bacon decía que la mente del hombre no semejaba un espejo liso, sino rugoso, en el que las cosas no se reflejan de un modo totalmente exacto. Diderot estima que entre la mayoría de las sensaciones y sus causas no hay más parecido que entre estas mismas representaciones y sus nombres.

Con Locke y los demás materialistas mecanicistas de los siglos XVII y XVIII distingue en las cosas cualidades “primarias”, esto es, que existen en las propias cosas y no dependen de la relación en que con ellas esté nuestra conciencia, y las cualidades “secundarias”, que consisten en las relaciones del objeto con las demás cosas o consigo mismo. Estas últimas cualidades se llaman sensoriales. Diderot explica que las cualidades sensoriales desemejan de las representaciones que acerca de ellas se forman. Pero, a diferencia de Locke, subraya que las cualidades “secundarias” tienen también carácter objetivo, en otros términos, existen con independencia de la conciencia del sujeto perceptor.

Doctrina del conocimiento

Partiendo de la doctrina materialista de la naturaleza, el materialismo francés formula la doctrina según la cual todas las formas del conocimiento dependen de la experiencia, de las sensaciones que, a un grado de desarrollo más elevado, se convierten en formas del pensar y el razonar. El conocimiento de origen experimental, no tiene por fin una comprensión abstracta de la verdad, sino lograr la aptitud de perfeccionar y aumentar el poderío del hombre. Esta concepción, que los materialistas franceses toman de Bacon, la desarrolla Diderot teniendo en cuenta el papel de la técnica y la industria en la evolución del pensamiento y el conocimiento. Para que surja cualquier conocimiento hay que despertar el alma, tener una percepción del exterior. El trabajo de la memoria, que conserva el conocimiento logrado, se limita a procesos orgánicos materiales.

Para Diderot y los demás materialistas franceses, el experimento y la observación son los métodos del conocimiento. En su lucha contra el idealismo de Leibniz, el dualismo de Descartes y la teología, los materialistas franceses comenzando por La Mettrie, argumentan que el valor cognoscitivo de la razón no mengua porque se apoye en los datos suministrados por los sentidos, en la experiencia y la observación. Justamente sobre esa base puede adquirir el conocimiento si no certidumbre absoluta sí, cuando menos, un alto grado de verosimilitud.

El hecho de que el conocimiento esté condicionado por las percepciones y por causas físicas no merma la significación del lenguaje en el desarrollo del intelecto. La Mettrie había visto en el lenguaje un sistema de signos ideados por unas u otras personas y comunicados por medio de un entrenamiento mecánico. El materialismo francés ve en el proceso de comprensión de un lenguaje ajeno, un reflejo del cerebro excitado por palabras, algo semejante a como vibra la cuerda a la percusión del teclado.

Con la formación gradual de los signos adaptados a las distintas cosas, el cerebro comienza a comparar estos signos y a examinar las relaciones entre ellos. El cerebro hace esto con la misma necesidad que, por ejemplo, el ojo ve los objetos cuando la acción de éstos se transmite por los nervios de la periferia del aparato visual al cerebro. Todas las ideas de la mente humana están condicionadas por la presencia de palabras y signos. A su vez, todo lo que acontece en el alma consiste en la actividad de la imaginación. Las diferentes dotes mentales no son sino modos diferentes de empleo de la fuerza de la imaginación.

Doctrina del hombre y la sociedad

En la doctrina de la sociedad, los materialistas franceses, como todos los filósofos premarxistas, son idealistas. Pero combaten la interpretación idealista-teológica de la historia de la humanidad y sostienen que la fuerza motriz de la historia es la razón, el progreso de la instrucción. En la doctrina de la naturaleza del hombre, la educación, la sociedad y el estado son deterministas. Si bien es producto de fuerzas exteriores y condiciones físicas, el hombre no puede ser libre de la responsabilidad de sus actos sociales. Como incriminar a un individuo significa sólo atribuirle el cometimiento de un acto, la necesidad de los que realiza el hombre no descarta en absoluto la legitimidad del castigo. La sociedad penaliza los delitos porque son nocivos para ella, y no dejan de serlo porque se cometan en razón de leyes de la necesidad. El propio castigo es el medio más fuerte de prevención de los delitos.

A juicio de los materialistas franceses, la ética debe basarse en la experiencia. Como todos los seres dotados de sentidos, al hombre le mueve sólo la apetencia de placer y la repugnancia al dolor. El hombre es capaz de comparar los diversos tipos de placer y elegir el mayor, así como de proponerse fines y buscar los medios. Por ello son para él posibles las reglas y las nociones de los actos en que descansa la moral.

Los placeres físicos son los más fuertes, pero inconstantes y perjudiciales si se abusa de ellos. Son preferibles, por ello, los placeres del intelecto: tienen más firmeza, duración y dependen más del propio individuo. En rigor, el punto de partida de la sabiduría no debe ser el placer, sino el conocimiento de la naturaleza humana guiado por la razón.

Como los hombres no pueden vivir en soledad, forman la sociedad y de esta agrupación surgen nuevas relaciones y nuevos deberes. La necesidad de ayuda ajena obliga a hacer el bien a los demás y de tal suerte se forma el interés común, del que depende el particular. Según Holbach y Helvecio, el interés personal bien entendido conduce necesariamente a la observancia de la moral.

Claude Adrien Helvecio

Claude Adrien Helvecio

Claude Adrien Helvecio (1715-1771) juzga que la misión principal de la ética es determinar las condiciones en las que el interés individual como estímulo necesario de la conducta puede combinarse con el interés colectivo. A la fundamentación de esta idea dedica su obra “Del espíritu”. El individuo no sólo es parte de un todo mayor, sino que la sociedad en que vive es un eslabón de una comunidad más amplia o sociedad única de los pueblos ligada por vínculos morales. Esta visión de la sociedad debe ser, a juicio de los materialistas franceses, la causa incitadora para una transformación completa de toda la vida social.

Para Holbach y Helvecio, la sociedad en que vivían estaba muy lejos de ser la ideal. Este no era el “estado natural”, pues la naturaleza ha hecho para el hombre imposible la existencia aislada y la ha indicado el provecho recíproco como base de la convivencia en la razón. Sin provecho mutuo e imposible la felicidad. En virtud del contrato social se debe hacer para los demás lo que se desea que ellos hagan para nosotros. Los deberes dimanantes del contrato social lo son para todos los hombres, no importa a qué sector de la sociedad pertenezcan. De esto deducen los materialistas franceses, Holbach por ejemplo, preceptos para todos los hombres: amor al prójimo, compasión, etc.

No existe un modo de administración que satisfaga todas las demandas de la razón: un poder excesivo desemboca en el despotismo; una libertad excesiva, en el libertinaje, es decir, una situación en la que cada uno será un déspota; un poder concentrado es peligroso y un poder dividido débil. El medio para suprimir los defectos en los modos de administración no es para los materialistas franceses la revolución, sino la educación de la sociedad. La educación dirigida por un buen gobierno es el medio más seguro de proporcionar a los pueblos los sentimientos, las aptitudes, las ideas y las virtudes indispensables para el esplendor de la sociedad.

Los materialistas franceses divergen en el modo de entender el papel de la educación. Para Holbach, ésta ha de rehacer la textura inicial del individuo. Helvecio ve en el hombre un ser del que, mediante la educación, se puede hacer lo que se quiera. El impulso natural no es óbice para su modificación en cualquier sentido. El proceso de educación ejerce una influencia decisiva sobre las aptitudes físicas, intelectuales y morales.

Enlaces externos


Fuentes

  • buenastareas
  • Historia de la Filosofía. Tomo I. Historia de la Filosofía Premarxista. Segunda Edición. Ed. Progreso Moscú. 1983. Cap. II. Pág. 263.
  • C. Marx y F. Engels. Obras. T. 2. Pág. 139.
  • V. I. Lenin. Sobre el significado del materialismo militante. O. C. t. 45. Pág. 26.