Memorias del dueño del yate Granma (libro de 2002)

Memorias del dueño del yate Granma es un libro escrito por el comerciante mexicanoestadounidense Antonio del Conde Pontones (n. 1926) acerca de su historia junto a Fidel Castro y los revolucionarios cubanos que utilizaron su yate Granma.

Contenido del libro

Introducción

El autor, Antonio del Conde Pontones, afirma a manera de introducción, que se vio obligado a escribir estas memorias " …debido a las mentiras, aberraciones, y omisiones en torno a la historia del Yate Granma" a pedido de su hija Susana del Conde Pardo. En el primer capítulo cuenta que en julio de 1955 conoció a Fidel Castro Ruz ―quien se presentó con el nombre de "Alejandro"―, en su armería del centro de la ciudad de México (Revillagigedo 47), enviado por otro armero.

Inicio de actividades

En este capítulo se narran las precauciones tomadas para la entrega de armas a Fidel Castro, entre las que se incluía no regresar por su armería que estaba a la vuelta del cuartel de policía, sin excluir que Antonio era ampliamente conocido por ser su taller uno de los más importantes de México en el tema de reparación de armas. La situación que se le creaba a Antonio del Conde era difícil por las restricciones que en ese tiempo existían para la venta de armas a particulares. Es el momento que comienza a utilizar el seudónimo "El Cuate", nombre por el cual seria buscado afanosamente por la policía posteriormente, llegando a tener un precio por su cabeza.

El texto describe en detalle los calibres de armas que se buscaban, las modificaciones que se le podían hacer, los costos (a un precio más bajo que cualquier otra armería de la ciudad) y la información de armas que podría ofrecer algún particular. Las ventas se ampliaron, entregando Del Conde pistolas, fundas y enseres para campamento. Durante esta etapa Fidel le presentó a Juan Manuel Márquez, quien tenía una larga trayectoria de lucha política en Cuba y era trece años mayor que Fidel y Antonio Del Conde. Cruz Verde. Al estrecharse los lazos ade mistad, Antonio del Conde permite que las armas se prueben en la inmensa residencia que su padre había construido en lo que entonces eran las afueras de la ciudad de México, en la calle de Cruz Verde 53, barrio del Niño Jesús (en Coyoacán) y que contaba con una galería de tiro. Conoce aquí a Jesús Chuchú Reyes, quien en esa época y por instrucciones de Fidel lo acompañaba constantemente en todas sus actividades inclusive en viajes a Estados Unidos.

En esas ocasiones Fidel leía todos los catálogos de armas, que recibía Antonio quien tenía, como comerciante establecido, excelentes conexiones con las casas que vendían armas y municiones en Estados Unidos. También le propuso que probara los fusiles con miras telescópicas, que acondicionó especialmente, y que fueron motivo de otras compras y viajes a Estados Unidos. Con Chuchú realiza un primer viaje, a efectos de comprar armas largas automáticas. Las mismas llegaban a través de una red que detentaba un exjefe de aduanas y que se entregaban sin preguntas y sin problemas en la ciudad de México.

Transporte

Tema vital para el viaje de los expedicionarios a Cuba era un transporte. Se detalla un primer intento de comprar una lancha torpedera * en Estados Unidos que fracasó, explicando en este capítulo los problemas familiares con motivo de su colaboración con el grupo de Fidel Castro, que finalizaron con un interrogatorio por parte de un grupo jesuita y la posterior excomunión de Antonio del Conde, católico devoto de toda la vida, quien no se preocupó mucho por esta situación.

Santa Rosa

Cuyo nombre real era Rancho San Miguel, a 40 kilómetros de la ciudad de México, fue alquilado por el general Alberto Bayo, por instrucciones de Fidel, para entrenar a su primer grupo, alquiler en el que nada tuvo que ver Del Conde, pese a que conocía al dueño y con cuyo hijo salía constantemente de cacería, pero le dedica unas páginas de este texto, donde lo importante es que Antonio se entera que se ofrecían diez mil dólares por conocer su nombre, "El Cuate", que le fuera puesto por Fidel como seudónimo.

Lancha torpedera

Esta nave, que parecía ideal para la invasión de Cuba, apareció en un catálogo de sobrantes de guerra, y así Antonio fue a revisarla en Dover, en el estado de Delaware (Estados Unidos), encontrándola perfecta para la misión. Pero el permiso de venta no fue otorgado por el gobierno de Estados Unidos perdiéndose además la suma de diez mil dólares que se habían dado de adelanto. Con detalles y grandes gastos de dos viajes a Estados Unidos, este capítulo cuenta un primer fracaso en conseguir un transporte. Pero aun faltaba lo peor: los teléfonos de la ciudad de México no contestaban al haber sido detenido Fidel y parte de su grupo. Al regreso, después de tres días de incertidumbre en la ciudad de México, es detenido Chuchú Reyes. Detención de Antonio: Finalmente la policía detiene y lo somete a un interrogatorio donde niega todo. Aunque aquí lo ayudó un poco conocer a sus interrogadores.

Por la tarde lo llevan a la cárcel clandestina de El Pocito, donde ya habían torturado a Chuchú Reyes. Esta detención dura unos diez días aunque no fue torturado pero si tuvo que pagar una importante suma de dinero para que lo liberaran, y pudo ayudar a Chuchú. Al salir libre Antonio continúa con sus actividades al frente de su negocio hasta que aparece Chuchú, libre sin cargos pero enfermo por las torturas a las que fue sometido, acompañado por Eva Jiménez, una cubana activista. Por orden de Raúl Castro. La tarea siguiente fue vaciar las casas de los exiliados de todo lo que pudiera comprometerlos.

Castro en libertad

Liberado Fidel, le entregó a Del Conde parte del armamento que tenía escondido. Al poco tiempo y con Juan Manuel Márquez, Antonio viaja a Miami, donde se entrevista con el expresidente Prío Socarrás quien le entrega 20 000 dólares. Al regreso se aplica a la fabricación de cartucheras y uniformes.

El yate Granma

Fracasada la compra de la lancha torpedera, y en ocasión de un viaje a Tuxpan, Castro vio un yate de recreo, que Antonio estaba reconstruyendo y que le había comprado a los Erikson, una familia que vivía en la ciudad de México. Le pareció que era el transporte que buscaba para trasladar a sus hombres a Cuba y de acuerdo con Antonio se reconstruyó la nave rápidamente.

El capítulo describe en detalle la reparación del yate Granma. El paso siguiente fue efectuar el trasiego de armas de la ciudad de México a Tuxpan y quedando a cargo de la nave Chuchú Reyes. Cuando llegó el momento de pagar el saldo del Granma a los Erikson resultó que estos tenían una casa junto al barco y la ofrecieron en venta en 40 000 dólares, lo cual fue aceptado por Fidel. Este capítulo adjunta copia de la escritura de venta del yate, que para todos los efectos legales quedo a nombre de Antonio del Conde, por quien y ya en ese momento se ofrecían 20 000 dólares de recompensa por conocer su verdadera identidad.

Quince días antes de la salida del yate Granma, Fidel le dijo a Antonio del Conde que no sería de la partida, que en México le sería más útil. Y en palabras del autor de Memorias del dueño del yate Granma, a quien se le hizo muy difícil digerir esta situación:

{{sistema:cita|Fue tal el impacto que recibí que perdí el habla, no se como salí de la habitación y pude llegar al automóvil, por supuesto que el silencio era absoluto nadie hablaba, ni habló y solo hasta que me senté dentro del coche me di cuenta de lo que esa orden significaba para mí. ¿Que iba a hacer después que el Granma se fuera? Con seguridad la policía me iba a caer encima sin remedio.

(pag.104) opus.cit.

La partida

Finalmente el 25 de noviembre y reunidos los integrantes de la invasión a Cuba]] en la población de Santiago de la Peña, Tuxpan se procede al abordaje que no estuvo exento de incidentes como el no tener el permiso de salida, y en una noche que amenazaba tormenta. Finalmente Antonio convence al encargado del puerto, el permiso es extendido y la nave puede partir. Al irse la nave, Antonio comienza un recorrido por toda la costa hasta la isla de Cozumel sin detectar el yate. Regresó en avión a la ciudad de México desde Mérida, pensando que el Granma había llegado a destino y ahí el copiloto le comenta que "Fidel Castro había muerto…". Ya en la ciudad de México los amigos le dicen que en los periódicos se afirma que el Granma era de su propiedad, y que su casa estaba siendo vigilada.

Relaciones expuestas

Conociendo a la policía Antonio supone que si creen que vendió un yate y armas, debía de tener mucho dinero y eso era lo único que querían. Toma una pistola, la escondió en un periodo y salió a la calle. Algunos policías que conocía lo saludaron y otros no fueron tan cordiales. Fue acusado extraoficialmente de "…exponer las buenas relaciones de México con un país hermano…", lo cierto es que no se finco delito alguno gracias al pago de la suma de diez mil dólares a la policía. Comienza una época de llegar a su domicilio entrando por las casas de los vecinos, moviéndose en una moto y armado por supuesto. El paso siguiente fue que la Secretaria de la Defensa Nacional le quito el permiso de armería, dándole tres meses para liquidar su stock de armas. El taller de reparación de estas, sin embargo, fue permitido.

Emma Enma Castro Ruz (hermana de Fidel)

Es este un momento en que se produce un vacío social en la vida de Antonio del Conde. Mucha gente le negaba el saludo. Tratando de rehacer el negocio, la persecución continúa. Le revivieron deudas fiscales, inclusive llegaron a detenerlo, situación que se solucionó mediante el pago de sobornos. Antonio se pone en contacto con las hermanas Castro (Lidia, Juanita, Enma, y Agustina) quienes vivían en la casa del ingeniero petrolero Alfonso Gutiérrez López, pieza clave en este momento histórico y en cuyo domicilio en el Pedregal de San Ángel vivió en determinado momento toda la familia Castro.

Tanto Antonio como las hermanas de Fidel comenzaron su ayuda a la lucha en la Sierra Maestra. Enma Castro ―según se relata en estas memorias― estaba bien conectada y envió a Antonio del Conde para que se entrevistara con José María Figueres Ferrer (Pepe Figueres, 1906-1990), a quien encontró dispuesto a contribuir con armas y transporte para la lucha en la Sierra Maestra. El paso siguiente fue entrevistar al venezolano Carlos Andrés Pérez (1922-2010) ―que en ese momento era diputado y en 1989 se convertiría en presidente de Venezuela―, quien también se mostró dispuesto a dar ayuda económica. El siguiente viaje fue a Buenos Aires, donde contactos del expresidente Arturo Frondizi conseguirían algunas armas, solo que su transporte tenía un costo excesivo. Aquí la narración encuentra a un exarmero convertido en discreto operador político y entrevistando a figuras importantes de la historia contemporánea.

El hidroavión Catalina

Quizás la aventura más riesgosa de este nuevo periodo (y uno de los más impactantes capítulos de estas memorias), resulta de la aparición del doctor Aureliano Sánchez Arango (1900-1975), exministro del presidente cubano Carlos Prío Socarrás (1903-1977). Presentado por Enma Castro en la casa del Ing. Alfonso Gutiérrez López. El plan de Sánchez Arango era llevar un avión cargado de armas a Cuba. Del Conde consigue las armas, compra un hidroavión (un Consolidated PBY Catalina) y así Sánchez Arango con Antonio y otras personas parte una madrugada desde el aeropuerto de la ciudad de México. El transporte toma un rumbo equivocado y tiene que amarizar a mitad de camino por falta de combustible, perdiéndose las armas y la aeronave. Rescatados por un pesquero que pasaba casualmente por ahí, consiguen llegar a la costa mexicana con toda la tripulación a salvo. Antonio regresa a la ciudad de México a informar del fracaso de la expedición.

Ciudad de México

Las novedades eran que se luchaba en la Sierra Maestra, que Chuchú Reyes (el maquinista del Granma) estaba en Miami y que se necesitaba la presencia de Antonio en esa ciudad. Con Chuchú Reyes se dedicaron a visitar los comités del 26 de Julio pidiendo ayuda de cualquier tipo en la Sierra. En un determinado momento le solicitaron a Antonio, un tipo de armas que solo se conseguía en la ciudad de México y regresé para traerlas. De regreso en México, se encontró con Pedro Miret Prieto (1927) excombatiente del Moncada quien necesitaba entrenamiento porque iba a regresar a Cuba clandestinamente.

El barco Orión

Una vez más en la ciudad de México, Emma Castro le encomienda otra misión. A mediados de 1958 los miembros del 26 de Julio en Nueva York, liderados por Armando Goenaga Barrón, desean organizar una expedición a Cuba, pero no contaban con dinero, ni transporte ni armas. Enma tenía un contacto en Venezuela, un tal Sr. Bilbao, que estaba dispuesto a sufragar los gastos.

Antonio visitó numerosos puertos del Caribe, analiza ofertas de barcos. Compró así en Honduras una nave de cabotaje llamado Orión, con un gasto en principio de 50 000 dólares. Para complementar el trabajo Antonio consigue fusiles y parque y pide la ayuda de Chuchú Reyes pero su amigo en esta ocasión se niega a ayudarlo lo cual desconcierta a Del Conde quien prosigue con la operación mandando a traer el barco de Honduras colocándolo cerca del puerto estadounidense de Brownsville porque el venezolano que apoyaba la operación se negó a dar más dinero. Aun así trae a los combatientes de Nueva York.

Cargadas las armas y la tripulación se acaba la suerte de Antonio debido a una denuncia anónima lo detienen y le fincan el delito federal de pasar de un estado a otro sin pagar impuestos. Le dan dos años de prisión en suspensión por ser su primera ofensa. Deportado regresa a México con una deuda de 10 000 dólares, honorarios del abogado que lo defendió. Los tripulantes del Orión también fueron detenidos y salieron en libertad bajo fianza.[1]

Distinciones

En mérito a su brillante trabajo autobiográfico Memorias del dueño del yate Granma, en el año 2008 la Asociación Mexicana de Autobiografía y Biografía le concedió, en Santiago de la Peña (Tuxpan) el escenario más importante de su vida, el premio Alejo Carpentier, que incluyó su retrato elaborado por el pintor argentino Miguel Ángel Guereña.

Fuentes