Pelagio Antonio de Lavastida y Dávalos

Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos
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Sacerdote de la iglesia católica y abogado mexicano.
Datos Personales
Nacimiento21 de marzo de 1816
Zamora, Michoacán, Bandera de los Estados Unidos Mexicanos México
Fallecimiento4 de febrero de 1891
Oacalco,Morelos, Bandera de los Estados Unidos Mexicanos México
Causa de la muertedesconocida
Ocupaciónsacerdote, abogado
Creencias religiosasCatólico

Pelagio Antonio de Labastida y Dávalos. Sacerdote mexicano, abogado y Doctor en Cánones.

Síntesis biográfica

Nace en Zamora, entonces villa de la diócesis de Michoacán, el 21 de marzo de 1816, hijo menor de Manuel Luciano Labastida y María Luisa Dávalos y Ochoa, una familia de “fortuna mediana”. Su tío, José Antonio de Labastida, cura de Ixtlán le enseña las primeras letras, lo inicia en las humanidades y le despierta su vocación religiosa.

En Zamora aprende gramática latina con el profesor Francisco Díaz. A los quince años ingresa al Seminario Tridentino Conciliar de Morelia, en donde realiza estudios de filosofía y de jurisprudencia bajo la dirección de Joaquín Ladrón de Guevara. Allí conoce a Clemente de Jesús Munguía, nativo también de Zamora.

Trayectoria

Es poseedor de una “elocuencia sólida y varonil” de la que hace gala, por ejemplo, en la arenga que dirige al pueblo en el aniversario de la independencia nacional. En 1838 obtiene el título de abogado por el Supremo Tribunal de Justicia del Estado de Michoacán. El 8 de diciembre de 1839 es ungido sacerdote por el Obispo Juan Cayetano de Portugal.

Además de sus labores religiosas, imparte enseñanza en el Seminario, desempeña varios cargos en la curia y una prebenda en la catedral de Morelia. También, a instancias del obispo Portugal, es promotor fiscal y Juez de Testamentos. Se encarga de velar por los intereses de la Iglesia para que se cumplan las disposiciones de los católicos que donan sus fortunas para la causa eclesiástica y con ese dinero puedan sostenerse las capillas y sus cuidadores, los capellanes.

Cuando en 1848, Munguía, rector del Seminario, es relevado al darse una rebelión de estudiantes contra un nuevo reglamento, Labastida se hace cargo del plantel durante los siguientes seis años. Al ser ascendido a obispo de Michoacán su compañero Munguía, a la muerte del obispo Portugal, Labastida es nombrado provisor, vicario de monjas y gobernador de la mitra en sus ausencias.Es preconizado por Pío IX para la Mitra de Puebla, el 23 de marzo de 1855, con el apoyo del presidente Antonio López de Santa Anna. El 8 de julio del mismo año es consagrado obispo electo de Puebla de los Ángeles, en presencia de su amigo Munguía, obispo de Michoacán. Ya como Obispo, Labastida concibe el proyecto de invertir el dinero de la Iglesia en ferrocarriles que a la vez que sirvan de comunicación rápida a la población, den ocupación a la gente. Es entonces cuando el gobierno liberal decreta la Ley Lerdo o Ley de Desamortización de Fincas Rústicas y Urbanas, Propiedad de Corporaciones Civiles y Religiosas. Labastida levanta la voz episcopal contra “tan injustos y sacrílegos decretos”.

En diciembre del mismo año, Labastida es acusado por el gobierno liberal de haber fomentado el alzamiento por la “religión y fueros” del general Antonio de Haro y Tamariz con dinero de la Iglesia. Derrotada la rebelión, el gobierno liberal comprueba que los medios financieros fueron suministrados por la Mitra poblana y ordena que los bienes del Obispado de Puebla en esa entidad, en Tlaxcala y en Veracruz, sean intervenidos y que con parte de ellos se destine a pagar gastos y perjuicios causados por la rebelión, así como a indemnizar a viudas, huérfanos y mutilados.

A esta acusación responde Labastida que el único cura implicado en el alzamiento fue el de Zacapoaxtla, pero que él no lo pudo separar por el apoyo que tenía del general Haro y de los indígenas de ese pueblo; y que además dicho cura fue elegido diputado a la asamblea departamental por los rebeldes. Expresa que está de acuerdo en que se castigue a dicho cura, pero no al clero en general. Asimismo, solicita las pruebas de la ayuda económica y a cambio ofrece castigar a quienes hayan cometido tal acción. Aclara que cuando Haro tomó ya la plaza, se le ministraron públicamente recursos insignificantes como gobierno reconocido, nunca como rebelde y que de este modo se ha actuado con los demás gobiernos en situaciones similares. Advierte que con la intervención de los bienes del clero en lugar de consolidar la paz y el orden público vendrán nuevo males y nuevos conflictos

La intervención de parte del gobierno liberal de todos los bienes de su diócesis continúa, y el 12 de mayo de 1856, debido a su tenaz resistencia a la medida, Labastida es aprehendido en su palacio de Puebla y conducido por una fuerza militar a Veracruz para su exilio a La Habana, Cuba. De la Habana, Labastida se embarca a Europa y radica en París, Francia. Entonces es nombrado por Pío IX su Prelado Doméstico y Asistente al Sacro Solio Pontificio, “cual si hubiera nacido de familia de Condes”, como reconocimiento aprobatorio de su conducta asumida en Puebla. Mientras, en México tiene lugar el Congreso Constituyente, cuyo resultado será la Constitución de 1857.

Labastida vuelve a México el 17 de septiembre de 1863, al amparo de las tropas invasoras francesas y en compañía de los obispos de Michoacán y de Oaxaca. Lanza una Pastoral el 8 de octubre desde Puebla, en contra de las leyes de Reforma y ocupa su lugar en la Regencia el 11 de octubre siguiente. Intenta usar su cargo para devolver a la Iglesia los bienes confiscados. Pero en lugar de ver realizados sus deseos, a los cuales ha dedicado tantos afanes, sufre la presión de sus propios aliados extranjeros para que acepte el contenido de las leyes de Reforma, contra las que ha luchado. Señalado como promotor de esta oposición velada y con manifiestas diferencias con el mariscal Aquiles Bazaine, quien trata de implantar el programa napoleónico sobre bienes eclesiásticos en lugar de restituir sus bienes a la Iglesia, Labastida se niega sistemáticamente a firmar los acuerdos de la Regencia y finalmente, es destituido de la misma el 17 de noviembre de 1863 por sus propios compañeros generales, a instancias de Bazaine.

Entonces, por medio de publicaciones clandestinas, el clero da a conocer que no reconoce la existencia de un gobierno legítimo en México, pues la Regencia, sin Labastida, tiene un estado irregular y anómalo; por lo tanto, no hay base nacional para establecer el futuro Imperio. En estas condiciones, Labastida espera pacientemente la llegada del nuevo Emperador, que si bien inicia su viaje desde la capilla de su Palacio de Miramar, después se arrodilla ante el Papa antes de embarcarse, y ya en la capital mexicana inaugura su reinado con la visita a la Basílica de Guadalupe, participa de las ideas liberales a las que Labastida se ha opuesto radicalmente. Al rechazar el acuerdo de devolución de los bienes eclesiásticos que anhela Labastida, y enfrentar su disgusto y oposición, Maximiliano lo hostiliza y lo aleja de su lado porque lo juzga un obstáculo para la consolidación de la monarquía, de modo que paulatinamente, la situación de Labastida se torna cada vez más tensa.

Por consiguiente, las relaciones entre la Iglesia y el Imperio empeoran. Maximiliano prefiere negociar directamente con la Santa Sede, no con el clero mexicano, solicita al Papa un nuncio para reformar al clero y limar asperezas. A fines de 1864, arriba el nuncio Pedro Francisco Meglia, que comunica a Maximiliano que se deben devolver a la Iglesia sus privilegios, lo cual merece el apoyo de Labastida, quien insiste en que se revoquen las Leyes de Reforma y se declare a la religión católica como la única oficial del Imperio.

Para negociar con el Papa, Maximiliano envía una comisión que se embarca en Veracruz el 16 de febrero de 1865. La preside el conservador Velázquez de León. Enseguida promulga, el 26 de febrero siguiente, la libertad religiosa, y la ley que revalida las disposiciones de Benito Juárez de confiscación de los bienes de la iglesia. Pretende un Concordato cuyos puntos más relevantes son el pago del clero por el Estado y la confirmación de las ventas de los bienes de la iglesia. Sin haber logrado un acuerdo con Maximiliano, el nuncio Meglia abandona México en mayo de 1865.

A principios de 1867, Labastida sale de México, casi junto con las tropas francesas que abandonan a Maximiliano, se dice que no huye sino obedece a una invitación papal para asistir á la celebración del Centenario del martirio de San Pedro, y á la apoteosis de los Mártires Gorcomienses. En Roma vuelve a encontrarse con el Arzobispo Munguía, quien ha sido alejado de México por el gobierno imperial desde hace unos años, al igual que otros prelados. Después viaja a Andalucía, España; ahí es convocado al Concilio Ecuménico Vaticano I, el cual se inicia en 1869, pero que tiene que ser suspendido en 1870 por la invasión que sufre el territorio de la santa sede por las tropas de Vittorio Emmanuele que pretenden la unificación de Italia.

En México, tras el fracaso del desastroso y sangriento intento de instaurar la monarquía con apoyo de las bayonetas francesas, la gente piensa que Labastida será relevado del Arzobispado y que nunca regresará al país. Pero la generosidad de Benito Juárez con los vencidos lo lleva a decretar la amnistía para quienes lucharon al lado del ejército invasor y sirvieron a Maximiliano. Al paso de los años, también permite que la amnistía comprenda a personajes que tuvieron responsabilidad directa en esos trágicos sucesos, como Labastida, quien de este modo regresa a México el 12 de mayo de 1871. Asume el arzobispado discretamente, con una nueva actitud de aceptación de que nunca más la Iglesia volverá a disfrutar de la situación privilegiada previa a la Reforma. Tras la muerte de Juárez, las relaciones Iglesia-Estado se van suavizando porque la política de Labastida, ya no es de enfrentamiento ni de confrontación con los gobiernos liberales, sino de contemporización, de manera que sus escasas protestas ante el gobierno, cuando no pueden dejar de darse, son excesivamente moderadas. No obstante, persiste en su posición inamovible de defender los derechos de la Iglesia y negar la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma.

Ahora dedica su vida a cuidar de los intereses de la Iglesia católica mexicana, y en los siguientes diez años aumenta el número de arzobispados. Asimismo, vigila que se obedezca lo impuesto por el papado.Durante la presidencia de Porfirio Díaz, con gran prudencia y paciencia, y con una política de acercamiento con los antiguos liberales, la Iglesia recupera paulatinamente parte de la importancia que tuvo durante más de tres siglos, y Labastida puede celebrar su jubileo en 1889 con toda pompa en la Basílica de Guadalupe.

Fallece

Así, en este ambiente de recuperación del poder de la Iglesia Católica, Pelagio Antonio Labastida y Dávalos muere en Oacalco,Morelos, el 4 de febrero de 1891.

Fuentes