Ramón Pintó

Ramón Pintó
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Nacimiento20 de junio de 1803
Barcelona, Bandera de España España
Fallecimiento22 de marzo de 1855
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
NacionalidadEspañola

Ramón Pintó a pesar de ser español amó la libertad de Cuba y por ella sacrificó la vida.

Síntesis biográfica

Niñez

Nació en Barcelona, la ciudad más progresista de España. De niño fue al colegio, y en su juventud, estudió para fraile.

Llegada a Cuba

Para graduarse estaba, cuando la perturbación en Madrid de 1820 a 1823, que lo hace cambiar la celda sombría del convento y el sayón del cura, por el traje de soldado y el bullicio del cuartel de la milicia liberal. Cuando, auxiliado por Francia, el monarca Fernando VII vuelve a reinar, suprimiendo la constitución. Vino a Cuba, temeroso de la venganza de los reaccionarios, como apoderado del Barón de Kessel y maestro de sus hijos. A poco de estar en Cuba es nombrado contador del crédito público, cargo del que no llegó a tomar posesión, debido a que el jefe de hacienda, que había de ser su superior jerárquico, no quiso aceptarlo como subordinado, dado, según él, su genio levantisco. Pensar libremente y no tolerar vejámenes, es para algunos, signo de rebeldía, en cambio ser un enamorado de la justicia, es para muchos ser un presunto delincuente, y Pintó era todo eso, por eso no cabía dentro de la administración del gobierno español en Cuba. Su alma, como su pensamiento, no soportaba amarras. Obligado, para poder vivir, a agenciar distintos negocios, se abre camino, y es al cabo de poco tiempo director del Liceo de La Habana, y redactor del Diario de la Marina, entonces periódico de la oposición, creciendo sus simpatías e influencia. Durante el primer período del mando del General Concha, supo ganarse la amistad de este.

Labor revolucionaria

Palpa la injusticia de España en Cuba, sometida a la más inicua esclavitud, y palpa la justicia de la aspiración de los cubanos a la plena libertad. Puesto en el dilema, prefiere estar con los oprimidos. Luego, se siente capaz, como quien viene de la tempestad, de desatarla. Su plan era conquistar, atraer, por medio de la persuasión, y unir en la grandeza de la causa a blancos y negros, a ricos y pobres, a siervos y amos, y juntos todos, lograr, sin derramar sangre, o derramándola, la independencia de Cuba. Enamorado de su idea, no pierde oportunidad para buscar adeptos, para ir formando el ejército con que ha de hacerla triunfar. Así, cuando por haberse declarado contrario a la trata de negros el General Pezuela, Capitán General de la Isla, los españoles intransigentes que con la infame trata se habían enriquecido y continuaban enriqueciéndose, pedían su relevo, Pintó creyó llegado el momento de hacer saber a esos españoles que la mejor solución que había, la más conveniente a ellos y a todos, era hacer de Cuba una república. Esto hacía con sus paisanos, en tanto que se comunicaba con los cubanos desterrados, con hombres de tanto valer como Gaspar Betancourt (El Lugareño), Pozos Dulces, Valiente, Goicouría y otros, y les enviaba recursos monetarios para preparar la expedición del general norteamericano Quitman. Consiguen, por fin, los españoles intransigentes, el relevo de Pezuela, y llega de nuevo Concha a gobernar a Cuba. Pintó continúa conspirando, ya tiene a su lado, como Director de la Caja de Ahorros de la Junta Revolucionaria, a Carlos del Castillo, a Cecilio Arredondo como encargado de comprar las armas necesarias y a Juan Cadalso como propagandista en la provincia de Villa Clara. La organización tomaba forma, los hombres que habían de dirigir el movimiento en sus distintas ramificaciones estaban señalados para actuar en el lugar donde gozaban de más prestigio y eran más conocedores del terreno. Pero un criterio distinto era el de los conjurados, a este respecto, alguien que se le acercó a preguntarle si no sería eso un obstáculo para el triunfo, recibió de él esta respuesta: "El interés único y esencial es expulsar al gobierno español, esto se sobrepone a todos los demás intereses." Tres son las versiones que corren escritas acerca de quién lo denunció. Unos dicen que fue un presidiario nombrado Claudio González, escapado de Ceuta, donde había estado con algunos cubanos deportados, otros, que un norteamericano al servicio del Gobierno de Washington, conocedor de los planes revolucionarios por otros norteamericanos complicados en la empresa, otros, que uno de los españoles ricos a quienes le había hablado de su empeño.

El 6 de febrero de 1855, el coronel Hipólito Llorente comenzó a instruir causa por conspiración para hacer la independencia de la isla de Cuba, ordenando el mismo día numerosas detenciones tanto en La Habana como en el interior. Los primeros en ser detenidos fueron Pintó, Juan Cadalso y el doctor Nicolás Pinelo. Constituido el Consejo de Guerra, después de deliberar, pide pena de muerte para los tres. El auditor, Miguel G. Gamba, estimando injusta la sentencia, pide que se suspenda su aprobación y que de nuevo se vea la causa por un consejo de revisión, pasando entonces la causa a manos de los magistrados de la Audiencia Pretorial, y éstos, a pesar de no ser tantos ni tan convincentes los datos que contra los tres procesados arroja el sumario, solicitando pena de muerte para Pintó y cadena perpetua para Cadalso y Pinelo. Contra este nuevo fallo, el auditor García Gamba insiste en su dictamen anterior. De lo expuesto por el auditor no hizo caso el general Concha, quien aprueba la condena a muerte, en garrote vil, de su amigo Pintó, y la de diez años de prisión, en Ceuta, de Cadalso y Pinelo. Vanos fueron los esfuerzos hechos para lograr que Pintó revelara el nombre de sus demás compañeros de ideales. Más de una vez entró en su calabozo el jefe de Policía, para ofrecerle la vida a cambio de revelaciones. "Dejadme morir tan honradamente como he vivido", respondía a las preguntas que se le hacían. El 21 de marzo fue puesto en capilla, y al siguiente día, a las siete de la mañana, tranquilo, sereno, fue ejecutado.

Fuentes