Relicario de la Santa Espina

Relicario de la Santa Espina
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Relicario de la Santa Espina, hecho de oro, joyas y esmalte, procedente de París, Francia, 1350-1400 n. e.

Relicario de la Santa Espina. Se construyó para exponer lo que se creía que era una de las espinas de la corona que se le puso en la cabeza a Jesucristo antes de la crucifixión. Esta hecho de oro, joyas y esmalte y procedente de París, Francia entre los años 1350-1400 n. e.

Orígenes

El Relicario de la Santa Espina se construyó para exponer lo que se creía que era una de las espinas de la corona que se le puso en la cabeza a Jesucristo antes de la crucifixión, se trata de una reliquia de la máxima santidad.

Relicario de la Santa Espina

La corona en sí se conserva actualmente en la catedral de Notre Dame de París, aunque antes estuvo en la Sainte-Chapelle, la iglesia palaciega de los reyes de Francia construida en la década de 1240 para albergar los que por entonces eran los objetos más preciados de Europa, entre los cuales, sin duda, la Corona de Espinas ocupaba un lugar supremo.

Para el cristianismo medieval, el propósito central de la vida en este mundo era asegurarse la salvación en el siguiente. Las reliquias de los santos ofrecían una línea directa al cielo y no había reliquias más poderosas, o de más valor, que las asociadas al sufrimiento del propio Cristo.

La construcción de la asombrosa iglesia de la Sainte-Chapelle, creada para exponer la colección de reliquias del rey, costó una cantidad equivalente a unos 45 000 euros, pero sólo la Corona de Espinas le costó al rey más del triple de dicha cantidad.

Tal vez fue el objeto de mayor valor de toda Europa y el regalo más precioso que el rey de Francia podía hacer era una espina sacada de la corona. Una de aquellas espinas es la pieza central del relicario de la Santa Espina, un escenario de 20 centímetros de altura hecho de oro macizo y con joyas engastadas. Muestra el drama aterrador del fin del mundo, el día en que se nos levantará, junto con todos los otros muertos, para afrontar el juicio final. Es este un drama del que un día todo espectador será también protagonista. Para los cristianos medievales, la única esperanza de evitar los tormentos del infierno residía en la sangre redentora derramada por Cristo.

En el mismo centro del relicario se representa a Jesucristo, mostrándonos sus heridas debajo está una de las largas espinas, afiladas como agujas, que hicieron manar la sangre sagrada. Ista est una spinea corone Domini nostri Ihesu Christi, se lee en el filete de esmalte: Esta es una espina de la corona de nuestro señor Jesucristo.

Sobrevalorar con qué fuerza afectaría este objeto a cualquier creyente que se arrodillara ante él, resulta imposible . La sangre derramada por esta espina sin valor salvaría almas inmortales, de modo que nada terrenal podría resultar tan precioso como esto, ni el zafiro que lleva, ni el cristal de roca que lo protege, ni los rubíes y perlas que lo enmarcan. Es un sermón en forma de oro y joyas, una ayuda a la más intensa contemplación y una fuente del más profundo consuelo.

Aunque como cruzado Luis no lograra conquistar Tierra Santa, el lugar de la pasión de Cristo, sí que logró adquirir la Corona de Espinas, cuyo poder era tan grande a los ojos de los medievales que a través de ella, a Luis se le vinculó directamente al propio Cristo.

Para albergar su incomparable reliquia, construyó no sólo un relicario, sino una iglesia entera. La llamó la Santa Capilla, Sainte-Chapelle.

En la compleja economía de las influencias políticas, las espinas de la corona se convirtieron en el regalo definitivo de la realeza francesa. A finales del siglo XIV, una de ellas llegó a manos de un poderoso príncipe francés, Juan, duque de Berry.

En 1544 formaba parte del tesoro de los emperadores Habsburgo en Viena y a partir de ese momento se inició su secularización, el oro, el esmalte y las joyas que contenía pasaron a ser mucho más valiosos e interesantes que la humilde espina que estos enmarcaban. En la década de 1860 se envió a restaurar a un anticuario deshonesto, quien, en lugar de reparar la pieza, elaboró una falsificación que devolvió en su lugar al tesoro imperial, quedándose con el original.

Fuentes